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viernes, 24 de febrero de 2017

ORACIÓN DE ENTREGA


Oración de entrega



Pasamos años enteros, a menudo toda la vida, discutiendo si nos daremos enteramente a Dios. No somos capaces de hacer la donación entera. Combatimos contra Dios años enteros y resistimos a los impulsos de la gracia. ¿Por qué no le dices de una vez al Señor: “Aquí estoy del todo y para siempre”? (A. Milagro).

"Señor Jesús, Hijo de David, en este día te pido perdón por todas las cosas que he dicho y hecho que no son dignas de Ti, Señor. Tú que sondeas la mente y miras el corazón, renuévame en Ti, Jesús. Ya no quiero ser el de antes, es mi deseo ser una nueva criatura, Señor, te ofrezco mi ser, te doy mi corazón y lo pongo en tus manos, Dios. Me entrego por completo a Ti, y quiero que hagas tu obra en mi vida. Quiero recibir dones y gracias de tu Espíritu Santo hoy mismo, Jesús, a partir de hoy yo vivo para Ti. Dejo atrás todo mi pasado y declaro que a partir de ahora haré tu Divina Voluntad. Y podré ver tus maravillas en mi vida, y compartiré estas bendiciones con mis seres queridos y ellos también podrán ver tu Gloria, Jesús. Amén."

Quien vive abandonado en el Señor crece en una relación filial con Dios, su Padre; está disponible a todo lo que se presente, su corazón se vuelve simple y libre, tiene facilidad para vivir con humildad de corazón los misterios de la vida, se libera de toda ansiedad por el porvenir incierto: “Será lo que el Padre quiera”, dice con total sumisión.


* Enviado por el P. Natalio

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 24 DE FEBRERO DEL 2017


Mira primero a Cristo
San Marcos 10, 1-12. VII Viernes del Tiempo Ordinario. Ciclo A.


Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
En un mundo en que parece que el bien no se difunde, sino que el mal se expande, ¿no están llamados los cristianos, Señor, a ser fieles y constantes? Con ese deseo de corresponder a mi vocación de ser fermento en la sociedad, vengo una vez más ante Ti, para de Ti llenarme.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Marcos 10, 1-12
En aquel tiempo, se fue Jesús al territorio de Judea y Transjordania, y de nuevo se le fue acercando la gente; él los estuvo enseñando, como era su costumbre. Se acercaron también unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”.
Él les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.
Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
En este tiempo parece que el sentido de Dios disminuye. Su voluntad ya no es buscada con la convicción de que ella es la verdadera felicidad. Pierde peso su nombre, y su Persona parece no tener vigor en las personas.
Señor, ¿cuáles eran el respeto y reverencia que tenías por tu Padre? En cada instante renunciaste a lo que habría podido ser una vida agradable entrelazada por compromisos caedizos. Paradójicamente, una vida de sacrificio y entrega alcanza siempre una mayor satisfacción que aquella que se da al vaivén de los deseos superfluos y faltos de horizonte.
Pero cuando el horizonte es el Amor, cualquier propósito, por difícil que parezca -y aunque en ocasiones lo sea- puede ser llevado hasta su consumación. No por coincidencia tus pies jamás se detuvieron: desde que pisaron el suelo con su suave piel de bebé hasta que fueron traspasados, ya maduros, por un clavo de crucifixión.
Si el Padre había querido que el Hijo del hombre obrara un sacrificio para redimirnos, entonces el Hijo del hombre lo consumaría. Y tu deseo sería, Señor, que de tu testimonio se desprendiese un celo dentro de nosotros por guardar el nombre de tu Padre con la misma reverencia.
Que cada vez que ponga a Dios como vínculo, como motor, como testigo de una opción de vida, mire primero a Cristo en la cruz, para dejarme interpelar por lo que fue una verdadera entrega de quien honró a su Padre hasta la muerte. Que cada vez que sienta que el peso de una opción fundamental es demasiado para mí, te mire primero en la cruz.
Y que mirándote en la cruz confíe y crea que el Amor todo lo renueva y robustece. Y que el Amor me sostendrá para alcanzar la verdadera plenitud.
«Jesús, ante la pregunta retórica que le habían dirigido – probablemente como una trampa, para hacerlo quedar mal ante la multitud que lo seguía y que practicaba el divorcio, como realidad consolidada e intangible-, responde de forma sencilla e inesperada: restituye todo al origen, al origen de la creación, para enseñarnos que Dios bendice el amor humano, es él el que une los corazones de un hombre y una mujer que se aman y los une en la unidad y en la indisolubilidad. Esto significa que el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir juntos, sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y originante.»
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Leer y reflexionar, preferentemente con alguien más, la exhortación apostólica La alegría de amor del Papa Francisco.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

TIEMPO DE CUARESMA: HISTORIA Y SIGNIFICADO


Tiempo de Cuaresma: historia y significado
¿Cómo y cuándo empieza a vivirse la cuaresma? ¿por qué 40 días? ¿por qué la imposición de la ceniza?


Por: . | Fuente: Catholic.net 




La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.

Los primeros pasos

Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.

La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.

A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.

En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días

De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en  Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.


El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o Cuaresma.

¿Por qué inicia un miércoles?

Cuando en el siglo IV, se fijó la duración de la Cuaresma en 40 días, ésta comenzaba 6 semanas antes de la Pascua, en domingo, el llamado domingo de "cuadragésima". Pero en los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal. Y aquí surgió un inconveniente: desde los orígenes nunca se ayunó en día domingo por ser "día de fiesta", la celebración del día del Señor. Entonces, se movió el comienzo de la Cuaresma al miércoles previo al primer domingo de ese tiempo litúrgico como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.

Dicho miércoles, los penitentes, por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica. Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o "Feria IV anerum".

¿Por qué la ceniza?

La imposición de cenizas marca el inicio de la cuaresma en la que los cristianos católicos nos preparamos para celebrar la Pascua con cuarenta días de austeridad, a semejanza de la cuarentena de Cristo en el desierto, también la de Moisés y Elías.

Las cenizas nos recuerdan:

El origen del hombre: "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gen 2,7).

El fin del hombre: "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).

Dice Abrahán: "Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a hablar a mi Señor" (Gn 18,27).

"todos expiran y al polvo retornan" (Sal 104,29)

La raíz de la palabra "humildad" es "humus" (tierra). La ceniza es un signo de humildad, nos recuerda lo que somos.

Las cenizas, como polvo, son un signo muy elocuente de la fragilidad, del pecado y de la mortalidad del hombre, y al recibirlas se reconoce su limitación; riqueza, ciencia, gloria, poder, títulos, dignidades, de nada nos sirven.

En el Antiguo Testamento la ceniza simboliza dolor y penitencia que era practicada para reflejar el arrepentimiento por los pecados cometidos:

"Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza." (Job 42,6)

"Ellos harán oír su clamor a causa de ti, y gritarán amargamente. Se cubrirán la cabeza de polvo y se revolcarán en la ceniza." (Ez 27,30)

"Un hombre de Benjamín escapó del frente de batalla y llegó a Silo ese mismo día, con la ropa desgarrada y la cabeza cubierta de polvo." (1 Sam 4, 12)

"Al tercer día, llegó un hombre del campamento de Saúl, con la ropa hecha jirones y la cabeza cubierta de polvo. Cuando se presentó ante David, cayó con el rostro en tierra y se postró." (2 Sam 1, 2)

"¡Cíñete un cilicio, hija de mi pueblo, y revuélcate en la ceniza, llora como por un hijo único, entona un lamento lleno de amargura! Porque en un instante llega sobre nosotros el devastador." (Jer 6, 26)

"Gemid, pastores, y clamad; revolcaos en ceniza , mayorales del rebaño; porque se han cumplido los días de vuestra matanza y de vuestra dispersión, y caeréis como vaso precioso." (Jer 25, 34)
"En tierra están sentados, en silencio, los ancianos de la hija de Sion. Han echado polvo sobre sus cabezas, se han ceñido de cilicio. Han inclinado a tierra sus cabezas las vírgenes de Jerusalén." (Lam 2, 10)

"Cuando llegó la noticia al rey de Nínive, se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza." (Jonas 3, 6)

"Cuando Mardoqueo supo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y ceniza, y salió por la ciudad, lamentándose con grande y amargo clamor." (Ester 4, 1)
El mismo Señor Jesús declara que si la buena nueva es proclamada, lo es para que nos arrepintamos y convirtamos al Único y Verdadero Dios, a Él que es el CAMINO, VERDAD Y VIDA:

¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en vosotras se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. (Mt 11, 21; Lc 10,13)

La costumbre de imponer la ceniza se practica en la Iglesia desde sus orígenes. En la tradición judía, el símbolo de rociarse la cabeza con cenizas manifestaba el arrepentimiento y la voluntad de convertirse: la ceniza es signo de la fragilidad del hombre y de la brevedad de la vida.

Al inicio del cristianismo se imponía la ceniza especialmente a los penitentes, pecadores públicos que se preparaban durante la cuaresma para recibir la reconciliación. Vestían hábito penitencial y ellos mismos se imponían cenizas antes de presentarse a la comunidad. En los tiempos medievales se comienza a imponer la ceniza a todos los fieles cristianos con motivo del Miércoles de Ceniza, significando así que todos somos pecadores y necesitamos conversión. La cuaresma es para todos.

Las cenizas se obtienen al quemar las palmas (en general de olivo) que se bendijeron el anterior Domingo de Ramos. Se debe aclarar que no tendría sentido recibir las cenizas si el corazón no se dispone a la humildad y la conversión que representan.

Como se imparten las cenizas

La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar en la misa, después de la homilía. En circunstancias especiales, por ejemplo, cuando no hay sacerdote, se puede hacer sin misa, pero siempre dentro de una celebración de la Palabra.

Las cenizas son impuestas en la frente del fiel, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras Bíblicas: "Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás", o "Conviértete y cree en el Evangelio".

Las cenizas son un sacramental. Estos no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia los sacramentales "preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella" Catecismo (1670 ss.).

¿Y por qué cuarenta días?

El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.

En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días -o una semana a lo sumo-, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el cli­ma de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuares­mal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.

En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.

En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.

Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público. La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.

Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.

El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa Crismal -Missa Chrismalis- que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.

En resumen, el tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.

¿Cómo se fija la fecha de la Pascua?

Para el cálculo hay que establecer unas premisas iniciales:

La Pascua ha de caer en domingo.
Este domingo ha de ser el siguiente al plenilunio pascual (la primera luna llena de la primavera boreal). Si esta fecha cayese en domingo, la Pascua se trasladará al domingo siguiente para evitar la coincidencia con la Pascua judía.
La luna pascual es aquella cuyo plenilunio tiene lugar en el equinoccio de primavera (vernal) del hemisferio norte (de otoño en el sur) o inmediatamente después.
Este equinoccio tiene lugar el 20 o 21 de marzo.
Se llama epacta a la edad lunar. En concreto interesa para este cálculo la epacta del año, la diferencia en días que el año solar excede al año lunar. O dicho más fácilmente, el día del ciclo lunar en que está la Luna el 1 de enero del año cuya Pascua se quiere calcular. Este número -como es lógico- varía entre 0 y 29.
Es un cálculo complejo, que mejor se lo dejamos a los expertos.


Fuentes bibliográficas:
primeroscristianos.com
blogdeapologeticacatolica.blogspot.com

MATRIMONIO Y DIVORCIO


Matrimonio y divorcio
El cambio de cónyuge da la ilusión de una renovación, pero no es más que un nuevo comienzo destinado a fracasar con el mismo obstáculo de siempre el egoísmo, la pereza, la esterilidad de los que son infieles.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer 




…por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre…

En el tiempo de Jesús, ningún judío cuestionaba el derecho de divorciarse, ya que Moisés lo había permitido. Lo que los rabinos de aquel entonces discutían eran los motivos del divorcio: si bastaba con que la mujer dejara quemar la comida o que el marido encontrara a otra más bella.

En todo caso, el divorcio era concedido con mucha facilidad. La moral farisea estaba montada sobre la no confesada inferioridad de la mujer, que era considerada una propiedad del varón. Frente a este legalismo farisaico el Señor plantea el proyecto original de Dios, tal como está descrito en el Génesis. La unión de varón y mujer expresa la plenitud y felicidad humana.

Creo que nuestra época tiene más necesidad de meditar este Evangelio que las anteriores. Porque en él, Jesús afirma solemnemente el carácter del matrimonio y la unidad indisoluble de los esposos. Y no se trata de una ley impuesta a los esposos. Más bien traza el camino de la felicidad humana: revela que la relación conyugal y familiar es una fuente inagotable de creación y de gozo.

El cambio de cónyuge da la ilusión de una renovación, pero no es más que un nuevo comienzo destinado a fracasar con el mismo obstáculo de siempre el egoísmo, la pereza, la esterilidad de los que son infieles.

Muchas veces la indisolubilidad del matrimonio se entiende y se vive como una obligación, la que limita la libertad de los esposos. Pero Cristo ha abolido la “ley” y ha dado la vida, al oponerse al libertinaje “legal” de los judíos. No inventó ninguna obligación nueva. Lo único que hizo fue expresar el anhelo profundo del amor.

Porque todo amor auténtico quiere ser eterno, crea una fidelidad, exige un compromiso, aspira a un descubrimiento, pretende no terminar nunca, quiere crecer y desarrollarse sin fin.
Nadie que ame verdaderamente pone plazo. No existe un amor por cuotas o por tiempos. Y, por eso, tenemos que cultivar diariamente el amor, tenemos que renovarlo permanentemente.

El verdadero sentido de la indisolubilidad no es por eso, prohibir una separación. Su valor es plenamente positivo: nunca jamás se acabarán da conocer y de amar. La naturaleza del amor y del matrimonio consiste en desarrollarse indefinidamente y en renovarse sin cesar. Cuando un ser humano empieza a ser amado a empieza a cambiar, a florecer, a descubrirse y a desplegarse sin agotar sus recursos.

Ya el Padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt lo decía cuando definió la fidelidad como: “conservación lozana y creadora del primer amor”. Y se refirió no sólo al amor conyugal, sino a toda forma de amor: amor paternal, maternal, filial, fraternal…

Todos los días hay que trabajar para crear el matrimonio. La indisolubilidad no es una almohada sobre la que puedan dormirse los esposos, sino una llamada a renovar y vivificar cada día su amor.

Queridos hermanos, les invito a renovar los grandes amores de su vida: amor a la familia, al cónyuge, a los hijos, a los hermanos naturales y hermanos de comunidad.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Estoy decidido a luchar todos los días por el matrimonio?
2. ¿Qué opino de la indisolubilidad del matrimonio?
3. ¿Cómo fortalecemos el amor en la familia?

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 24 DE FEBRERO


Los cinco minutos de María
Febrero 24




María fue elegida para ser la madre del Hijo de Dios que, por obra del Espíritu Santo, se encarnó en su seno. Y fue también elegida para ser madre de los miembros de Cristo que constituyen la Iglesia. Esta es la razón de su existencia.

María es la guía y la estrella orientadora de la Iglesia de Jesucristo. El Señor Jesús, al pie de la cruz, encomendó a su Madre Santísima el cuidado de los hombres, el cuidado solícito de su Iglesia.

Por eso María va delante de la Iglesia como estrella que la guía, como norte y brújula que la orienta, como Madre que llama a sus hijos para llevarlos a Dios.

María, gracias por estar siempre presente en la Iglesia con tu maternal asistencia (Pablo VI).


* P. Alfonso Milagro