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jueves, 16 de febrero de 2017

EL VALOR DE LA SANTA MISA


El valor de la Santa Misa




A la hora de tu muerte, tu mayor consolación será las Misas que durante tu vida oíste.

Cada Misa que a la que asististe te acompañará al Tribunal Divino y abogará para que alcances el perdón.

Con cada Misa puedes disminuir el castigo temporal que debas por tus pecados, en proporción con el fervor con el que participes.

Con la asistencia devota a la Santa Misa rindes el mayor homenaje a la Humanidad Santísima de Nuestro Señor. La Santa Misa bien vivida suple tus mayores negligencias y omisiones.

Por la Santa Misa bien vivida se te perdonan todos los pecados veniales que estás resuelto a evitar, y muchos otros de que ni siquiera te acuerdas. Por ella pierde también el demonio el dominio sobre ti.

Además, ofreces el mayor consuelo a las almas benditas del Purgatorio.

Una Misa en la que has estado presente mientras vives te aprovechará mucho más que muchas que ofrezcan por ti después de tu muerte.

Te libras de muchos peligros y desgracias, en los cuales quizás caerías si no fuera por la Santa Misa.

Acuérdate también de que con ella acortas tu purgatorio.

Con cada Misa aumentas tus grados de gloria en el Cielo. En ella recibes la bendición del Sacerdote, que Dios ratifica en el cielo.

Durante la Misa te arrodillas en medio de una multitud de ángeles que asisten invisiblemente al Santo Sacrificio con suma reverencia.

Consigues bendiciones en tus negocios y asuntos temporales.

Cuando vamos a Misa en honor de algún Santo Particular, dando gracias a Dios por los favores pedidos a este Santo no podemos menos de ganarnos su protección y especial amor, por el primer gozo y felicidad que de nuestra buena obra se le sigue.

Todos los días que vamos a Misa estaría bien que, además de las otras intenciones, tuviéramos la de honrar al Santo del día.

PAPA FRANCISCO: LA GUERRA EMPIEZA EN EL CORAZÓN Y DIOS NOS PEDIRÁ CUENTAS A TODOS


Papa Francisco: La guerra empieza en el corazón y Dios nos pedirá cuentas a todos
Por Álvaro de Juana
 Foto: L'Osservatore Romano



VATICANO, 16 Feb. 17 / 06:25 am (ACI).- El Papa Francisco centró la homilía de la Misa que celebró hoy en la Casa Santa Marta en la guerra, que no solo se da entre poderosos y países, sino que empieza en el corazón de cada uno, en las familias o el trabajo y aseguró que Dios pedirá cuentas a todos los hombres.

"La guerra empieza en el corazón del hombre, comienza en casa, en las familias, entre amigos y después va más allá, a todo el mundo", explicó.


“La Palabra del Señor es clara: ‘De la sangre vuestra, o sea de vuestra vida, yo pediré cuentas; pediré cuentas a cada ser viviente y pediré cuentas de la vida del hombre al hombre, a cada uno de su hermano’. También a nosotros, que parece que estamos en paz, aquí, el Señor nos pedirá cuentas de la sangre de nuestros hermanos y hermanas que sufren la guerra”.  

El Pontífice comentó el significado de tres símbolos que aparecen en la lectura del Génesis en la que se narra cómo Noé libera a la paloma después del diluvio. “Es el signo de lo que Dios quería después del diluvio: paz, que todos los hombres estuviesen en paz”, afirmó.

“La paloma y el arcoíris son frágiles. El arcoíris es bonito después de la tempestad, pero luego viene una nube y desaparece”, aseguró Francisco para recordar que hace unos años durante un Ángelus una gaviota mató a dos palomas que soltó junto a dos niños deed la ventana del Palacio Apostólico.

“La alianza que Dios hace es fuerte, pero como nosotros la recibimos, como nosotros la aceptamos es con debilidad. Dios hace la paz con nosotros, pero no es fácil cuidar la paz”, señaló.

“Es un trabajo de todos los días porque dentro de nosotros todavía está esa semilla, ese pecado original, el espíritu de Caín que por envidia, celos, codicia y ganas de dominar  provoca la guerra”.

El Santo Padre siguió comentando las lecturas del día y afirmó que “somos custodios de los hermanos y cuando hay derramamiento de sangre hay pecado y Dios nos pedirá cuentas”.

“Hoy en el mundo hay derramamiento de sangre. Hoy el mundo está en guerra. Muchos hermanos y hermanas mueren, también inocentes, porque los grandes, los poderosos, quieren un pedazo más de tierra, quieren un poco más de poder o quieren hacer un poco más de ganancias con el tráfico de armas”.

“¿Cómo cuido la paloma?, ¿Qué hago para que el arcoíris sea siempre una guía?, ¿qué hago para que no sea derramada más sangre en el mundo?”, se preguntó.

Francisco explicó que la oración por la paz “no es una formalidad, el trabajo por la paz no es una formalidad”. “La guerra empieza en el corazón del hombre, comienza en casa, en las familias, entre amigos y después va más allá, a todo el mundo”.

“¿Qué hago cuando siento que viene a mi corazón algo que quiere destruir la Paz?”, preguntó.

“La guerra comienza aquí y termina allí. Las noticias las vemos en los periódicos o en los noticieros. Hoy mucha gente muere y esa semilla de guerra que hace la envidia, los celos, la codicia en mi corazón, es la misma –crecidas, hechas árbol– que la de la bomba que cae en un hospital, sobre una escuela y mata niños. Es lo mismo”.

“La declaración de guerra empieza aquí, en cada uno de nosotros. Por eso la pregunta: ¿Cómo cuido yo la paz en mi corazón, en mi intimidad, en mi familia?”, cuestionó. “Custodiar la paz, no solo custodiar: hacerla con las manos, artesanalmente, todos los días. Y así lograremos hacerla en todo el mundo”.


El Papa continuó: “La sangre de Cristo es la que lleva a la paz, pero no esa sangre que hago con mi hermano” o “que provocan los traficantes de armas o los potentes de la tierra en las grandes guerras”.

“Recuerdo cómo comenzaban a sonar las alarmas de los bomberos en la ciudad. Esto se hacía para llamar la atención sobre un hecho o una tragedia u otra cosa. Y rápidamente la vecina de casa que llamaba a mi mamá: ‘Señora Regina, venga, venga, venga. Y mi mamá salió un poco asustada. ‘¿Qué ocurre?’. Y esa señora desde el otro lado del jardín le decía: ‘¡Ha terminado la guerra!’, y lloraba”, dijo sobre recuerdos de su niñez.

“Que el Señor nos dé la gracia de poder decir: ‘Ha terminado la guerra’ y lloremos. Ha terminado la guerra en mi corazón, ha terminado la guerra en mi familia, ha terminado la guerra en mi barrio, ha terminado la guerra en el puesto de trabajo, ha terminado la guerra en el mundo. Así será más fuerte la paloma, el arcoíris y la alianza”, concluyó.

Lectura comentada por el Papa:

Génesis 9:1-13
1 Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra.
2 Infundiréis temor y miedo a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos los peces del mar; quedan a vuestra disposición.
3 Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde.
4 Sólo dejaréis de comer la carne con su alma, es decir, con su sangre,
5 y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a todos y a cada uno reclamaré el alma humana.
6 Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo El al hombre.
7 Vosotros, pues, sed fecundos y multiplicaos; pululad en la tierra y dominad en ella.»
8 Dijo Dios a Noé y a sus hijos con él:
9 «He aquí que yo establezco mi alianza con vosotros, y con vuestra futura descendencia,
10 y con toda alma viviente que os acompaña: las aves, los ganados y todas las alimañas que hay con vosotros, con todo lo que ha salido del arca, todos los animales de la tierra.
11 Establezco mi alianza con vosotros, y no volverá nunca más a ser aniquilada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra.»
12 Dijo Dios: «Esta es la señal de la alianza que para las generaciones perpertuas pongo entre yo y vosotros y toda alma viviente que os acompaña:
13 Pongo mi arco en las nubes, y servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 16 DE FEBRERO


Los cinco minutos de María
Febrero 16



Encontrarse con María, descubrir la persona de María, llegar a conocer la función maternal de María y su misión salvadora, es provechosísimo y de honda consolación para sus devotos.

Algunos han pasado al lado de María sin reconocerla; el trato que han tenido con ella ha sido un trato frío, poco menos que diplomático; hasta que un día descubrieron que ella es su Madre y, como tal, los protege y los guía.

Desde entonces su vida cambió fundamentalmente. Como huérfanos que un día felicísimos encontraron a su Madre y comenzaron a vivir con ella, una muy sentida alegría inundó su corazón.

María, “causa de nuestra alegría”, gracias por darnos a Jesús que nos comunica su vida.


* P. Alfonso Milagro

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 16 DE FEBRERO DEL 2017


Una antigua pregunta.
San Marcos 8, 27-33. VI Jueves de Tiempo Ordinario. Ciclo A.



Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org 





En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por este instante. Todo quiero ponerlo en tus manos para dedicarte estos minutos. Como respuesta a tu gracia; para mostrarte que te quiero y en gratitud por todos los dones que voy a recibir hoy.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos le contestaron: "Algunos dicen que eres Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas."
Entonces él les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías." Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitará al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: "¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, según los hombres!".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Si alguna vez he llegado a dudar de que el Evangelio es siempre nuevo, es éste un pasaje que me vuelve a sacudir. ¿Acaso no me ocurre que ante la pregunta que nos haces, me encuentro sorprendido una vez más? Alguna vez la habré respondido, quizá incluso varias veces -o por ventura sería ésta la primera vez.
La vida cristiana es tan hermosa cuando se contempla como un siempre nuevo caminar hacia el cielo. Donde no importa qué tan sumido me haya encontrado en mi miseria, o qué tanto me haya olvidado de Ti; qué tanto haya sufrido o qué tanto desesperado; qué tanto carcajeado o qué tanto suspirado; cuáles metas alcanzado, cuáles perdido. Porque me encuentre donde me encuentre, siempre vienes nuevamente a interpelarme, porque siempre sigo siendo libre de aceptar tu amor.
Hoy vienes Tú hacia mí, una vez más, te me acercas, me llamas por mi nombre, me dices: ‘Oye, ¿me conoces?... ¿Quién soy para ti?... Y qué nueva me parece la pregunta. Tan nueva que responderla para Ti y para mí. Luego me preguntas, ‘¿quién dice el mundo que soy yo?’ Porque si el mundo supiera quién soy… podrían quizá abrirse a mí, abrirse a la experiencia de mi amor.
Es bueno que me sienta sorprendido. Ayúdame a sentirme sorprendido y a remover toda rutina frente a Ti, pues quizá pienso que ya te he comprendido; cuando en realidad poco te he experimentado. Y tan poco tal vez, que menos pienso en aquellos que en el mundo quizá nunca lo han hecho.
«Jesús mira a los apóstoles y pregunta una vez más: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Esta es la pregunta más importante, con la que Jesús se dirige directamente a aquellos que lo han seguido, para verificar su fe. Pedro, en nombre de todos, exclama con naturalidad: “Tú eres el Mesías”. Jesús queda impresionado con la fe de Pedro, reconoce que ésta es fruto de una gracia, de una gracia especial de Dios Padre.»

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Participar en una hora eucarística pidiendo esa fe fuerte que sabe reconocer siempre a su Dios y Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

QUIÉN ES JESUCRISTO? Y PARA TI.. QUIÉN ES?


¿Quién es Jesucristo? Y para ti... ¿Quién es...?
Conoce el amor y la misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada más importante en tu vida.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net 




La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo»

Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Ellas; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y El les dijo: Y vosotros: ¿Quién decís que soy yo? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. (Mt. 16, 13-16)

No ha habido en la historia de la humanidad persona tan controvertida como Jesucristo.

Ya se ve claro en la respuesta que dan los discípulos a la pregunta del Maestro: Para unos es un personaje importante: Juan el Bautista, Elías, Jeremías u otro de los profetas. Nunca ha negado nadie -salvo algún fanático sectario- que Jesús ha sido un hombre importante en la historia humana. Alguien con una personalidad capaz de arrastrar tras sí a la gente, no sólo en su tiempo, sino siempre.

Lo que no todos son capaces de descubrir es la razón íntima por la que Jesús atrae. La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» Para ello hace falta -como Jesús le dice a Pedro- que lo revele el Padre eterno. Hace falta la fe, que es un don de Dios.

No se puede entender a Jesucristo si no se cree que ese hombre, que llamamos Jesús de Nazaret, encierra en sí mismo un misterio: La Segunda Persona divina, el Verbo, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre al asumir la naturaleza humana.

Ya sabemos que en la mentalidad del judaísmo de la época de Jesús se estaba esperando próximamente al Mesías. La mujer samaritana -que no era ninguna mujer culta- le dice a Jesús: sé que está para venir el Mesías. La profecía de Daniel y otras sobre el tiempo de la venida del Mesías coincidía aproximadamente con estos años.

En estas circunstancias aparece en Galilea Jesús de Nazaret. Juan el Bautista, que tenía un gran prestigio entre todos los judíos de su tiempo -hasta Herodes le escuchaba con gusto-, da testimonio a favor de Jesús. Le llama «el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Este es de quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre que es más que yo, porque existía antes que yo Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que ha de bautizar en el Espíritu Santo. Y yo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios» (Jn. 1, 30-34)

Comienza Jesús a predicar y su predicación está llena de misericordia para con todos. Su doctrina es una doctrina de perdón y compasión. Enseña que Dios ama a todos los hombres y que incluso los pecadores pueden alcanzar el amor de Dios, si se convierten. El pueblo piensa y dice de él, que «nunca nadie ha hablado como este hombre» (Jn. 7, 46) porque hablaba con autoridad, no como los escribas y fariseos. Y es el mismo Jesús quien en la sinagoga de Nazaret, después de leer una profecía de Isaías referente a los tiempos del Mesías, dice: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír» (Lc. 4, 21) Su doctrina va acompañada de abundantes milagros, movido por la compasión que sentía: sanar enfermedades, resucitar muertos, multiplicar la comida, etcétera.

No es de extrañar, por tanto, que la gente sencilla y los de corazón abierto le tuvieran por el Mesías esperado. Efectivamente, ¿qué mejor rey se podía tener que uno para quien no habrá problema de carestía ni de hambres? ¿Qué mejor rey que quien puede curar a los enfermos y resucitar a los muertos? ¿Quién puede gobernar mejor a un país, que un hombre que da muestras de tal sabiduría? Por todo esto no es de extrañar que en una ocasión, después de haber dado de comer a cinco mil hombres con unos pocos panes y peces, quieran proclamarle rey.

Indudablemente, a Jesús le seguía la masa del pueblo, compuesta en su mayoría por gente sencilla y humilde: ¿Acaso algún magistrado o fariseo ha creído en Él? Pero esta gente que ignora la Ley, son unos malditos(Jn. 7, 48-49) Es verdad que también algunos personajes importantes le siguieron, y aunque al principio con miedo, luego no tuvieron reparo en confesarse amigos suyos a la hora de su muerte. Así fueron Nicodemo, José de Arimatea y otros.

Estas gentes sencillas, que frecuentemente eran despreciadas por los orgullosos fariseos, ven con buenos ojos la doctrina de Jesús. Unos le seguían, efectivamente, movidos por su doctrina aunque no la entendían plenamente, como pasó con sus discípulos. Otros le seguían porque les daba de comer; otros porque hacía milagros.

Posiblemente algunos también le seguían por gratitud, al haber sido curados.

Ciertamente su bondad, su trato exquisito para con los débiles del mundo y severo para con los que obraban injustamente, serían motivos para que las masas le siguiesen.

¿Quién es para ti Jesucristo? Hoy te hace la misma pregunta que a los apóstoles y lo único que quiere es oir tu respuesta de amor. Conoce el amor y la misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada más importante en tu vida.