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lunes, 30 de enero de 2017

5 CAMINOS CRISTIANOS PARA PERDONAR


5 caminos cristianos para perdonar




El padre Ed Broom, un sacerdote Oblato de la Virgen María y un reconocido autor de libros de espiritualidad en Estados Unidos, ha escrito en su blog “cinco breves y concretas sugerencias que podrán ayudarnos en el camino del perdón y la misericordia”.

1. Ruega por la Gracia.
Perdonar a nuestros enemigos, orar por ellos y amarlos, va mucho más allá de nuestra naturaleza humana caída. Necesitamos –desesperadamente- las abundantes gracias de Dios. San Agustín decía que todos somos mendigos ante Dios. Por lo tanto, debemos pedir la gracia de perdonar cuando somos puestos a prueba. ¡Dios no nos la negará!

2. Perdona inmediatamente.
Cuando estamos ofendidos, a menudo el diablo trabaja en nosotros de inmediato fomentando en nuestra mente pensamientos de venganza diametralmente opuestos a la enseñanza de Jesús. Debemos resistirlos y rechazarlos tan pronto como nos damos cuenta de ellos. Por lo tanto, si respondemos a la gracia de la misericordia de Dios y perdonamos de inmediato, existe una buena posibilidad de que la victoria sea nuestra. En suma, hay que ser rápidos para rechazar los pensamientos vengativos ¡y aún más rápidos para perdonar!

3. Humildad.
Otra arma espiritual eficaz que tenemos en nuestro arsenal es la de la humildad. ¿Cómo? De este modo: si el perdón resulta laborioso y casi imposible, entonces recuerda tu peor pecado o tu pecado más embarazoso y el hecho de que Dios te perdonó esto tan pronto como rogaste Su misericordia y perdón. Lo más probable es que la ofensa que se te dirigió haya sido mínima en comparación con tu pecado más grave o embarazoso. ¡Esto puede ser una herramienta muy poderosa para abrir tu corazón a la misericordia y al perdón!

4. Misericordia es un camino de ida y vuelta.
Recuerda que recibir la misericordia de Dios no es una camino sin salida, sino más bien una calle de dos vías. ¿En qué sentido? Jesús dijo: “Sed misericordiosos como su Padre Celestial es misericordioso”. Por lo tanto, si queremos experimentar la misericordia infinita de Dios en nuestras vidas, debemos extender nuestra mano de perdón hacia aquellos que nos han ofendido. El Padrenuestro nos enseña la misma lección: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Santa Faustina Kowalska en el Diario de la Divina Misericordia en mi alma, afirma, inequívocamente, que el mayor atributo o virtud en Dios es Su Misericordia infinita. Los seguidores de Jesús deben practicar esta sublime pero muy exigente virtud. La misericordia es el amor de Dios que perdona al pecador. Decidir perdonar a nuestros enemigos es una clara señal de la victoria de la Gracia y misericordia de Dios en nuestras vidas.

5. Jesús dio su sangre en la cruz por ti.
Posiblemente la fuerza motivadora más convincente para obligarnos a perdonar a los que nos ofenden sea la serena pero seria contemplación de Jesús colgando de la cruz, derramando cada gota de Su Preciosísima Sangre para salvar a toda la humanidad, pero en particular mi alma inmortal. Después de ser herido y tal vez no dispuesto a perdonar, levanta tus ojos para contemplar a Jesús, mientras Él cuelga de la cruz. Recuerda lo que ya ha pasado: salivazos, azotes, corona de espinas, negado por Pedro, traicionado por Judas, condenado siendo totalmente inocente, clavado en la cruz y derramando cada gota de Su Preciosa Sangre. Y lo primero que pide es: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”. Escuchando, contemplando y meditando este pasaje de su amarga pasión, se tendrá la herramienta más eficiente para romper el más endurecido corazón, que, aparentemente, era incapaz de perdonar.


© Jaime Septién (Aleteia)

EL ALUMNO


EL ALUMNO 


El alumno, según él, había terminado el cuadro. Llamó a su maestro para que lo evaluara. Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y concentración durante un rato.

Entonces, le pidió al alumno la paleta y los pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá. Cuando el maestro le regresó las pinturas al alumno el cuadro había cambiado notablemente.

El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos la obra había pasado de mediocre a sublime.

Casi con reverencia le dijo al maestro:

- ¿Cómo es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado tanto el cuadro?

- Es que en esos pequeños detalles está el arte. Contestó el maestro.
Si lo vemos despacio, nos daremos cuenta que todo en la vida son detalles. Los grandes acontecimientos nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos pequeños milagros que nos rodean cada día. Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son ejemplos de pequeños detalles que al sumarse pueden hacer diferente nuestra existencia.

Todas las relaciones -familia, matrimonio, noviazgo o amistad- se basan en detalles. Nadie espera que remontes el Océano Atlántico por él, aunque probablemente sí que le hables el día de su cumpleaños. Nadie te pedirá que escales el Monte Everest para probar tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos cuando sabes que está enfermo. 

IN PERSONA CHRISTI; LA EUCARISTÍA


In Persona Christi: La Eucaristía
La expresión de que el sacerdote actúa In Persona Christi significa que actúa como Cristo mismo.


Por: Mons. Carlos Briseño Arch | Fuente: vicariadepastoral.org 




Hoy día, en el mundo que nos toca vivir, se ha perdido mucho el sentido de lo sagrado. Entramos a un templo y nos cuesta mucho leer los signos religiosos en los que nos quiere envolver un templo.

Vemos una imagen o un cuadro y nos interesa más su antigüedad o quién lo pintó. Y, sobretodo, si es valiosa económicamente. Más que descubrir en la obra, el mensaje de fe de quien la hizo.

El incienso, las velas encendidas, el ornamento de los que celebran, poco nos dicen. Todo ello es muestra de que hemos perdido mucho el sentido de lo sagrado.

Antes se le besaba la mano al sacerdote, porque eran manos consagradas, hoy ese signo no se entiende.

En este contexto nos cuesta mucho entender, la expresión de que el sacerdote actúa In Persona Christi significa actúa como Cristo mismo, nuestro Señor y Sumo Sacerdote ante Dios Padre.


Muchos sinónimos se usan para expresar esta realidad que configura al sacerdote, por el carácter recibido en la ordenación, así: vicem Dei, vicem Christi, in persona Dei, gerit personam Christi, in nomini Christi, representando a Cristo, personificando a Cristo, representación sacramental de Cristo Cabeza, etc.

La actuación del sacerdote in persona Christi es muy singular. Específicamente la podemos ver en la consagración de la Misa.

Como las formas de los sacramentos deben ajustarse a la realidad, la forma de la Eucaristía difiere de los demás sacramentos en dos cosas:

1 Porque las formas de los demás sacramentos significan el uso de la materia, como en el bautismo, la confirmación, etc.; por el contrario, la forma de la Eucaristía significa la consagración de la materia que consiste en la transubstanciación, por eso se dice: "Esto es mi cuerpo" - "Este es el cáliz de mi sangre".

2 Las formas de los otros sacramentos se dicen en la persona del ministro ("ex persona ministri"), como quien realiza una acción: "Yo te bautizo…" - "Yo te absuelvo…"; o, en la Confirmación y en la Unción de los enfermos, en forma deprecativa: "N.N., recibe por esta señal el don del Espíritu Santo" - "Por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia…", etc.
                                           
Por el contrario, la forma del sacramento de la Eucaristía se profiere en la persona de Cristo que habla, in persona Christi loquendi, dando a entender que el sacerdote ministerial no hace otra cosa más que decir las palabras de Cristo en la confección de la Eucaristía (Cf. S. Th., III, 78, 1.).

Por eso decía el gran San Ambrosio: "La consagración se hace con palabras y frases del Señor Jesús. Las restantes palabras que se profieren alaban a Dios, ruegan por el pueblo, por los reyes, por todos. Cuando el sacerdote se pone a consagrar el venerable sacramento, ya no usa sus palabras, sino las de Cristo. La palabra de Cristo, en consecuencia hace el sacramento" ( De Sacramentis, L.4, c.4.).

Hay que aclarar que como todos los sacramentos son acciones de Cristo, algunos dicen, que el sacerdote en todos ellos obra in persona Christi, pero, eso sólo se puede decir en sentido amplio. De hecho, el ministro del bautismo válido y lícito, puede ser un laico, una mujer, un no bautizado; y los ministros del sacramento del matrimonio, válido y lícito, son los mismos cónyuges; y ninguno de los ministros mencionados de estos sacramentos tiene el carácter que les da el poder de obrar in persona Christi. Por otra parte, la concelebración eucarística se justifica desde el actuar de los concelebrantes in persona Christi, dice al respecto Santo Tomás, respondiendo a la objeción de que sería superfluo que lo que puede hacer uno lo hicieran muchos: "Si cada sacerdote actuara con virtud propia, sobrarían los demás celebrantes; cada uno tendría virtud suficiente. Pero, como el sacerdote consagra en persona de Cristo y muchos son "uno en Cristo" (Gal 3, 28), de ahí que no importe si el sacramento es consagrado por uno o por muchos…" (S. Th., III, 82, 2, ad 2) Y no hay, propiamente, concelebración en los otros sacramentos. Es de hacer notar que en la concelebración "se manifiesta apropiadamente la unidad del sacerdocio" (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, n. 57) y, en otro documento se enseña: "se expresa adecuadamente la unidad del sacerdocio y del sacrificio, como también la de todo el pueblo de Dios" (Normas generales del Misal Romano, n. 153), por razón de que los sacerdotes, debido al carácter sacerdotal, obran in persona Christi.

Además, más adelante, agrega Santo Tomás refiriéndose al sacramento-sacrificio: " …éste sacramento es de tanta dignidad, que se hace en la persona de Cristo. Todo el que obra en persona de otro debe hacerlo por la potestad que le han conferido… Cristo, cuando se ordena al sacerdote, le da poder para consagrar este sacramento en persona de Cristo. Así pone a éste sacerdote en el grado de aquellos a quienes dijo: "Haced esto en conmemoración mía"". (En III, 82, 2 agrega: "El sacerdote entra a formar parte del grupo de aquellos que en la Cena recibieron del Señor el poder de consagrar"). "Es propio del sacerdote confeccionar este sacramento" (Cf. S. Th., III, 82, 1). Y obrar en persona de Cristo es absolutamente necesario para que el sacrificio de la Misa sea el mismo sacrificio de la cruz: no sólo es necesaria la misma Víctima, también es necesario el mismo Acto interior oblativo y el mismo Sacerdote. Sólo así se tiene, sustancialmente, el mismo y único sacrificio, sólo accidentalmente distinto.

El no valorar correctamente la realidad del carácter sacerdotal que habilita para actuar in persona Christi debilita el sentido de identidad sacerdotal, ni se ve cómo los ordenados que se vuelven herejes, cismáticos o excomulgados consagran válidamente -aunque ilícitamente- (Cf. I Concilio de Nicea, Dz. 55; San Atanasio II, Dz. 169; San Gregorio Magno, Dz. 249; ver Dz. 358. 1087), al igual que el porqué el sacerdote pecador consagra válidamente. El debilitar la importancia del obrar in persona Christi.

Todos los cristianos, los bautizados en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, debemos ser otro Cristo, vivir y actuar como Cristo, pero el sacerdote actúa de manera especialísima In Persona Christi, Cristo mismo, cuando preside la Liturgia de la Sagrada Eucaristía. Esto tiene una consecuencia en nuestra relación con la Eucaristía y el sacerdote que la celebra. Vamos a la Eucaristía a encontrarnos con Cristo en la persona del sacerdote. Por lo tanto, Cristo debe ser el motivo principal. Cuando perdemos este aspecto, centramos la Eucaristía en la persona del sacerdote, desvinculándola de su carácter mistérico. Centrándonos en las cualidades físicas, de dicción o de elocuencia del que preside. De ahí la importancia de recobrar y ayudar a los fieles a recobrar esa visión sobrenatural de la Eucaristía. Es importante hacer un esfuerzo por descubrir, en el sacerdote anciano, enfermo, con limitaciones de todo tipo, a Cristo que se hace frecuente en él. Así como Cristo en el Evangelio nos invita a descubrirlo en el que tiene hambre, sed, está desnudo , enfermo o en la cárcel…

Es cierto que es necesario que el sacerdote al actuar In Persona Christi haga un esfuerzo en su vida personal para  ser un instrumento y mediación de amor y misericordia, convirtiéndose en misericordia y amor con su conducta, como dijo san Agustín de Hipona.

Por ello les invito a que oremos para que todo sacerdote vaya adelantando y perfeccionando su ser y, transparente a Cristo en su vida.

Oración por los Sacerdotes
Oración del Apóstol (s.XIV)

Cristo, no tiene manos,
tiene solamente nuestras manos
para hacer el trabajo de hoy.

Cristo no tiene pies,
tiene solamente nuestros pies
para guiar a los hombres en sus sendas.

Cristo, no tiene labios,
tiene solamente nuestros labios
para hablar a los hombres de sí.

Cristo no tiene medios,
tiene solamente nuestra ayuda
para llevar a los hombres a sí.

Nosotros somos la única Biblia,
que los pueblos leen aún;
somos el último mensaje de Dios
escrito en obras y palabras.

JESÚS, SIGNO DE CONTRADICCIÓN


Jesús, signo de contradicción
Unos lo aceptarán gozosos, otros lo rechazarán. Pero seguir a Cristo es tener la luz en el alma, oponerse a El es vivir en tinieblas. 


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net 




Cristo predica la conversión y el arrepentimiento de los pecados, pero muchos se han quedado en prácticas externas y rutinarias de religiosidad.
Durante la Presentación de Jesús en el Templo, José y María escucharon unas sorprendentes palabras proféticas del anciano Simeón referidas a Jesús: «Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción; y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones» (Lc. 2, 34-35)

Estas palabras proféticas se cumplieron ampliamente a lo largo de la vida del Señor. Unos lo aceptarán gozosos, otros lo rechazarán. Cristo se convertirá en signo de contradicción en Israel, es decir, en ocasión de que se formen dos grupos bien diferenciados: los que le siguen y los que se oponen a él. Cristo hablará a las conciencias de los israelitas para que cumplan la ley de Dios con plenitud, y después les revelará su mensaje de salvación, que incluye la formación de un nuevo Pueblo de Dios más perfecto y espiritual.

Simeón después de decir que Cristo sería «signo de contradicción» añade que sería también «luz para iluminación de las gentes» Jesús afirmará de sí mismo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida» (Jn. 8, 12) Seguir a Cristo es poseer la luz en el alma; oponerse a El es vivir en tinieblas.

Al éxito del Señor al principio, ya que es aceptado por muchos como Mesías, sucede un enfrentamiento cada vez mayor con algunos israelitas, especialmente con los que detentan los poderes en Israel. La causa está en que Cristo predica la conversión y el arrepentimiento de los pecados y muchos de los poderosos se han quedado en prácticas externas y rutinarias de religiosidad, sin una auténtica fe que lleve a una vida de renuncia. Al ser recriminados por Jesús, no quieren rectificar.

Este enfrentamiento con el Señor tendrá muchos grados. Algunos se oponen a él fuertemente y con odio: es el caso de muchos fariseos, sacerdotes y escribas de Israel, que constituyen los estamentos más importantes. Otros, en un principio, le siguen, pero le abandonan cuando ven que los que detentan el poder se oponen a El. Los hay que le siguen en momentos difíciles, pero que también le abandonarán en el momento de la Pasión y Crucifixión.

San Juan, en el prólogo de su evangelio, explica con una imagen el rechazo de Jesús por el pueblo elegido: Jesús es la luz, pero las tinieblas no la recibieron (1, 4) Más claramente aún, dice: «Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron» (1, 11)

Jesucristo es el Hijo de Dios, que visita un pueblo preparado durante siglos de revelación progresiva y lo que le debía resultar familiar, la presencia de Dios, no lo acepta.

En esto consiste el gran pecado de Israel, que representa a todos los hombres pecadores: el pueblo de la propiedad de Yavé, en vez de acoger la luz, intenta sofocarla.

El enfrentamiento de los fariseos y escribas con Jesús fue creciendo a medida que Jesús desarrollaba su predicación pública.

San Juan Bautista les había recriminado en diversas ocasiones su mala conducta diciéndoles: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la cólera que os espera? Haced, pues, frutos dignos de penitencia: y no comencéis a decir a vosotros mismos: tenemos por Padre a Abrahán; pues yo os digo que Dios puede hacer salir de estas piedras hijos de Abrahán. Ya está el hacha aplicada a la raíz de los árboles. Todo árbol que no produzca buen fruto va a ser cortado y arrojado al fuego» (Lc. 3, 7-8) Jesús aplicará estas mismas acusaciones a los fariseos cuando les dice: «Si tenéis un árbol bueno, su fruto será bueno. Si tenéis un árbol malo, su fruto será malo, porque el árbol se conoce por su fruto. Raza de víboras, ¿cómo podéis decir cosas buenas, si sois malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Mt. 12, 33-34)

La mayoría de los que ejercían la autoridad en Israel no quisieron convertirse ni con Juan Bautista ni con Jesús, por eso: «Aunque había hecho tan grandes milagros en medio de ellos, no creían en El (...) Sin embargo, aun muchos de, los jefes creyeron en El, pero por causa de los fariseos no le confesaban, temiendo ser excluidos de la sinagoga, porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios» (Jn. 12, 37-43)

La razón última por la que los escribas y fariseos no reciben a Jesús como Mesías está en que han desfigurado la religión de Israel. La Palabra de Dios no ha entrado en su corazón transformándolo y convirtiéndolo. Por eso, se refugian en el mero cumplimiento externo de preceptos que han inventado los hombres y descuidan la justicia, la comprensión y la sinceridad de vida, resultando que dicen y no hacen, como les reprochará Jesús.

Y lo que es más grave, no sólo no entran en el Reino de los Cielos, sino que no dejan entrar a quienes verdaderamente quieren hacerlo, "porque ellos son los representantes oficiales de Dios (cfr. Mt. 23)

Se puede decir que ocultan y desfiguran el verdadero «rostro» de Dios, en vez de darlo a conocer.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 30 DE ENERO DEL 2017


¿Por qué tener miedo de un Dios tan bueno?
Marcos 5, 1-20. IV Lunes de Tiempo Ordinario. Ciclo A.


Por: H. Cristian Gutiérrez LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, vengo ante Ti porque te necesito. Estar contigo es mi mayor alegría. Te pido me concedas aquella gracia que sabes tengo necesidad de ella. Te amo pero quiero amarte un poco más en este día. Perdóname las veces que te he fallado, que te he ofendido o que te he dejado solo. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los se- pulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.
Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “ Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”.
Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “ Cómo te llamas?”. Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.
Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
En este pasaje evangélico de hoy me hablas de un hecho maravilloso. Expulsas un demonio que poseía a un hombre y le impedía llevar una vida normal. La gente de aquel tiempo se asusta de tu acción y te piden te marches de aquel lugar. Las personas tienen miedo de Ti.
Es verdad que milagros de esa altura no se ven a diario. Sin embargo, tal vez les faltaba un poco de fe que les ayudará a reconocer en aquellas acciones portentosas, a un ser, una persona divina que les amaba sin medida y que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por cada uno de ellos.
Hoy me dejas la enseñanza de que no hay que tenerte miedo. Tú te hiciste hombre para estar cercano a mí, para comprender mi situación, para vivir mi forma de vida. Tú descendiste del cielo para librarme de la mano del enemigo, para expulsar de mi existencia todo aquello que no me permite ser libre. Viniste a demostrarme tu amor, no sólo con palabras sino con obras concretas. Entonces, ¿qué puedo temer? ¿Por qué tener miedo de un Dios tan bueno como eres Tú?
No debo tener miedo de acercarme a Ti y pedirte cuanto necesito; de arrojarme en tus brazos y dejarme conducir por Ti. No debo temer que estés presente en mi día a día y que actúes de acuerdo a tu divina voluntad. No tengo motivo para atemorizarme de entrar a tu presencia, de visitarte en el Tabernáculo, de hablarte en la oración, de servirte en mis hermanos. Hoy me invitas a superar de tu mano mis temores y dejar que seas Tú quien me libre de todos ellos.
Finalmente, dame la gracia de ser un testigo de tu acción amorosa en mi vida, así como aquel hombre que sanaste permaneció en la comarca para dar testimonio de lo que habías hecho en su vida, para ser testigo de la misericordia de Dios.
«Nuestro Padre no se deja ganar en generosidad y siembra. Siembra su presencia en nuestro mundo, ya que “el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero”. Amor que nos da una certeza honda: somos buscados por Él, somos esperados por Él. Esa confianza es la que lleva al discípulo a estimular, acompañar y hacer crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor. Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio. No impidan todo lo bueno, dice Jesús, por el contrario, ayúdenlo a crecer.»
(Homilía de S.S. Francisco, 27 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una oración por todos aquellos cristianos que son perseguidos a causa de su fe, para que el Señor les dé su gracia y puedan superar las dificultades.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 30 DE ENERO


Los cinco minutos de María
Enero 30


Nuestra Madre celestial tiene un Corazón inmensamente bueno y compasivo, un Corazón maternal.
Como madre que es, entiende muy bien a sus hijos, sabe que somos débiles y pecadores y por eso comprende nuestras caídas y nuestras limitaciones. Cuando nos ve caídos, nos mira con compasión y misericordia.
Nuestra Madre celestial sufre cuando nos ve sufrir a nosotros; sufre más cuando ve que nosotros no sabemos sufrir y perdemos el valor del sufrimiento.
¿Tenemos suficiente confianza en el Corazón maternal de María? ¿Es fuerte el lazo de amor que nos une a nuestra Madre del cielo?
María, fortalece nuestra confianza y ayúdanos a reconocernos como hijos amados por Dios.


* P. Alfonso Milagro