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domingo, 29 de enero de 2017

POBREZA - BIENAVENTURANZAS


Pobreza - Bienaventuranzas
Sabemos que la pobreza de alma no es una cuestión del dinero, sino una cuestión del corazón.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Las bienaventuranzas de Jesús nos presentan el programa del Reino de Dios. Son como las condiciones para la entrada en ese Reino nuevo, que Cristo inaugura ya en la tierra. Sobre todo la primera, la de la pobreza, es muy decisiva para ser un cristiano auténtico.

“Felices los pobres, felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

No hay entrada para nosotros en el Reino de Dios, si no somos pobres de espíritu. Porque la pobreza es la primera condición para ser accesible, permeable a Dios. Ella es el punto de partida de la vida cristiana. Si no somos pobres espiritualmente, no estamos en la fe.

Sabemos que la pobreza de alma no es una cuestión del dinero, sino una cuestión del corazón. El hecho de que no se posea dinero, no es de por sí una virtud. No se puede poseer ni un centavo, pero tener la actitud del rico.

Se puede también si bien raramente poseer muchos bienes y tener la actitud del pobre.

La pobreza evangélica es una actitud espiritual, y todos somos invitados a ella prescindiendo de nuestros bolsillos.

¿Cuál es, entonces, la actitud de pobreza espiritual?
El pobre esta dispuesto a dejarse poner en duda, dejarse cuestionar por Dios, siempre de nuevo. Él acepta dejarse arrojar de sus posiciones, de sus estructuras, de sus principios, de todo lo que le es propio. Felices los que están convencidos de que nadie es dueño de sí mismo y que Dios puede pedirlo todo.

Sólo el pobre sale de sí mismo, se pone en camino. Es el que no se resigna a estar tranquilo, el que acepta ser molestado por la palabra de Dios. Por eso, Abraham fue el primer pobre, el primer fiel a la voz de Dios, cuando Dios le dijo: “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré”. (Gen 12,1)

Abraham escuchó la Palabra de Dios, creyó en ella, abandonó su país, el sitio cómodo donde vivía, dejó sus bienes, sus hábitos, su pasado, y se puso en camino. Y partió, “sin saber a donde iba” (Hebr 11,8) – “señal infalible de que estaba en el buen camino”, como indica San Gregorio de Nicea, uno de los Padres de la Iglesia.

El pobre se da cuenta de que depende totalmente de Dios. Tiene el sentido de su limitación humana. En el fondo, cada hombre tal vez sin saberlo es un pobre.

Y la pobreza material es bienaventurada porque es el signo visible de una pobreza mucho más profunda y universal: nuestra pobreza moral, nuestra fe miserable, nuestro amor raquítico. Todos somos pobres ante Dios, con nuestra culpa, nuestra miseria, nuestra deficiencia pero no todos lo reconocemos ante Él.

Sólo aquel que conoce y reconoce su debilidad y pequeñez ante Dios, pone toda su confianza en Él, espera todo de Él, busca su protección poderosa. En esa actitud de pobreza espiritual se vacía de sí mismo. Y porque esta abierto y disponible para Dios, hay lugar para la acción divina. Es lo que nos promete el profeta Sofonías en la primera lectura: “Yo dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, y ese resto de Israel pondrá su confianza en el nombre del Señor”.

Y cuando nos imaginamos que ya no tenemos necesidad de Dios, cuando estamos satisfechos de nosotros mismos, de nuestros conocimientos, de nuestras prácticas religiosas, de que no deseamos nada más, cuando no esperamos ya nada de Dios - entonces somos ricos. Creo que no hay pecado mayor que el de no esperar nada de Dios. Porque si no esperamos nada de Dios, es que ya no creemos en Él, es que ya no lo amamos.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Qué espero de Dios?
2. ¿Qué entiendo por pobreza espiritual?
3. ¿Me considero un bienaventurado?

QUIERES SER FELIZ? ESTO TE DICE EL PAPA FRANCISCO


¿Quieres ser feliz? Esto es lo que te invita a hacer el Papa Francisco
Por Álvaro de Juana
 Foto: Lucía Ballester



VATICANO, 29 Ene. 17 / 06:23 am (ACI).- El Papa Francisco reflexionó sobre las “Bienaventuranzas” desde el balcón del estudio pontificio del Palacio Apostólico del Vaticano antes de rezar el Ángelus, y aseguró que para ser feliz hay que llevarlas a cabo, hacerlas concretas en la propia vida.

“El pobre en espíritu es el cristiano que no se confía en sí mismo, en sus riquezas materiales, no se obstina en sus propias opiniones, sino que escucha con respeto y está dispuesto a las decisiones de otros”, dijo Francisco.


Al comentar las lecturas del día, Francisco señaló que “Jesús manifiesta la voluntad de Dios de conducir a los hombres a la felicidad”. “En esta predicación Jesús sigue un camino particular: comienza con el término ‘dichosos’, es decir, felices; prosigue con las indicaciones de las condiciones para ser así y concluye haciendo una promesa”.

El Papa explicó que “se parte de condiciones de desgracia para abrirse al don de Dios y acceder al mundo nuevo, el ‘reino’ anunciado por Jesús. No es un mecanismo automático, sino un camino de vida en el seguimiento al Señor, cuya realidad de dificultades y aflicciones es vista desde una perspectiva nueva y experimentada según la conversión que se realiza”.

“No se es dichoso si uno no se convierte en grado de apreciar y vivir los dones de Dios”, aseguró el Papa.

Francisco comentó después la bienaventuranza “dichosos los pobres de espíritu” y dijo que “el pobre de espíritu es aquel que ha asumido los sentimientos y las actitudes de esos pobres que en su condición no se rebelan, sino que saben ser humildes, dóciles, disponibles a la gracia de Dios”.

“La felicidad de los pobres de espíritu tiene dos dimensiones: respecto a los bienes materiales es la sobriedad, no necesariamente renuncia, sino la capacidad de vivir lo esencial, de compartir; capacidad de renovar cada día el estupor por la bondad de las cosas sin sobrecargarse en la opacidad del consumo voraz”.

“Cuanto más tengo, más quiero y esto mata el alma. El hombre o la mujer que haga esto no será feliz”, manifestó.

Por otro lado, “respecto a Dios y a su alabanza, es el reconocimiento de que el mundo es bendición y que en su origen está el amor creador del Padre. Pero es también apertura a Él, docilidad a su señoría, que ha querido el mundo para todos los hombres en sus condición de pequeñez”.

“¡Si en nuestras comunidades hubiese pobres de espíritu habría menos divisiones, contrastes y polémicas!”, exclamó. “La humildad como la caridad es una virtud esencial para la convivencia en las comunidades cristianas”, añadió.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 29 DE ENERO


Los cinco minutos de María
Enero 29


En María Santísima hallamos la ausencia de todo mal y la presencia de todo bien; ella no tuvo ningún pecado y poseyó todas las virtudes. Por eso la Iglesia la llama “Santa”, “Santísima”.
El cristiano debe apartarse del mal en su vida; debe huir de todo pecado, que es el verdadero mal, porque nos aleja de Dios. Pero no basta no hacer el mal; es preciso practicar el bien no confiando tanto en nuestra capacidad humana, sino en la presencia del Espíritu de Jesús que habita en nosotros y nos impulsa al amor y entrega a Dios y a los hermanos. El ideal del cristiano debe ser no decir nunca “basta” en el amor y la entrega.
María, perseverante en el amor y la entrega total al Padre, ayúdanos a crecer en nuestro amor y servicio.


* P. Alfonso Milagro

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 29 DE ENERO 2017


UNA IGLESIA MÁS EVANGÉLICA

Al formular las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús. De ahí la importancia que tienen para nosotros en estos tiempos en que la Iglesia ha de ir encontrando su propio estilo de vida en medio de una sociedad secularizada.

No es posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. El Evangelio solo se difunde desde actitudes evangélicas. Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia mientras peregrina hacia el Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria. Solo así hemos de caminar hacia el futuro.

Dichosa la Iglesia «pobre de espíritu» y de corazón sencillo, que actúa sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la autoridad humilde de Jesús. De ella es el reino de Dios.

Dichosa la Iglesia que «llora» con los que lloran y sufre al ser despojada de privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios.

Dichosa la Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el sometimiento, practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la tierra prometida.

Dichosa la Iglesia que tiene «hambre y sed de justicia» dentro de sí misma y para el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será saciado por Dios.

Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la misericordia antes que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.

Dichosa la Iglesia de «corazón limpio» y conducta transparente, que no encubre sus pecados ni promueve el secretismo o la ambigüedad, pues caminará en la verdad de Jesús. Un día verá a Dios.

Dichosa la Iglesia que «trabaja por la paz» y lucha contra las guerras, que aúna los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el mundo no puede dar. Ella será hija de Dios.

Dichosa la Iglesia que sufre hostilidad y persecución a causa de la justicia sin rehuir el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá la cruz de Jesús. De ella es el reino de Dios.

La sociedad actual necesita conocer comunidades cristianas marcadas por este espíritu de las bienaventuranzas. Solo una Iglesia evangélica tiene autoridad y credibilidad para mostrar el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.

Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mt 5, 1-12

LECTURAS BÍBLICAS Y EVANGELIO DEL DOMINGO 29 DE ENERO 2017


IV del Tiempo Ordinario – Ciclo A
Domingo 29 de Enero de 2017

“En las bienaventuranzas todo lo hace nuevo“



Primera lectura
Lectura de la profecía de Sofonías 2, 3; 3, 12-13:

Buscad al Señor, los humildes, que cumplís sus mandamientos; buscad la justicia, buscad la moderación, quizá podáis ocultaros el día de la ira del Señor. «Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá maldades ni se hallará en su boca una lengua embustera; pastarán y se tenderán sin sobresaltos.»

Palabra de Dios    

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Salmo
Salmo Responsorial: 145,7.8-9a.9bc-10

R/. Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos

V/. El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.

V/. El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.

V/. Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sion, de edad en edad. R/.

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Segunda lectura
Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 26-31:

Fijaos en vuestra asamblea, hermanos, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así -como dice la Escritura- «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».

Palabra de Dios

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Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12):

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, Porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de DIOS. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»

Palabra del Señor