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viernes, 27 de enero de 2017

CUESTIÓN DE ACTITUD


Cuestión de actitud



Hace mucho tiempo, una joven en China llamada Lee se casó y fue a vivir con el marido y la suegra. Después de algunos días, no se entendía con ella. Sus personalidades eran muy diferentes y Lee fue irritándose con los hábitos de la suegra, que frecuentemente la criticaba.

Los meses pasaron y Lee y su suegra cada vez discutían más y peleaban. De acuerdo con una antigua tradición china, la nuera tiene que cuidar a la suegra y obedecerla en todo.

Lee, no soportando más vivir con la suegra, decidió tomar una decisión y visitar a un amigo de su padre.

Después de oírla, él tomó un paquete de hierbas y le dijo: "No deberás usarlas de una sola vez para liberarte de tu suegra, porque ello causaría sospechas. Debes darle varias hierbas que irán lentamente envenenando a tu suegra. Cada dos días pondrás un poco de estas hierbas en su comida. Ahora, para tener certeza de que cuando ella muera nadie sospechará de ti, deberás tener mucho cuidado y actuar de manera muy amigable. No discutas, ayúdala a resolver sus problemas. Recuerda, tienes que escucharme y seguir todas mis instrucciones".

Lee respondió: "Si, Sr. Huang, haré todo lo que el señor me pida".

Lee quedó muy contenta, agradeció al Sr. Huang, y volvió muy apurada para comenzar el proyecto de asesinar a su suegra.

Pasaron las semanas y cada dos días, Lee servía una comida especialmente tratada a su suegra. Siempre recordaba lo que el Sr. Huang le había recomendado sobre evitar sospechas, y así controló su temperamento, obedecía a la suegra y la trataba como si fuese su propia madre.

Después de seis meses, la casa entera estaba completamente cambiada. Lee había controlado su temperamento y casi nunca aborrecía a su suegra. En esos meses, no había tenido ni una discusión con ella, que ahora parecía mucho más amable y más fácil de lidiar con ella. Las actitudes de la suegra también cambiaron y ambas pasaron a tratarse como madre e hija.

Un día Lee fue nuevamente en procura del Sr. Huang, para pedirle ayuda y le dijo: "Querido Sr. Huang, por favor ayúdeme a evitar que el veneno mate a mi suegra. Ella se ha transformado en una mujer agradable y la amo como si fuese mi madre. No quiero que ella muera por causa del veneno que le di".

El Sr. Huang sonrió y señaló con la cabeza: "Sra. Lee, no tiene por qué preocuparse. Su suegra no ha cambiado, la que cambio fue usted. Las hierbas que le di, eran vitaminas para mejorar su salud. El veneno estaba en su mente, en su actitud, pero fue echado fuera y sustituido por el amor que pasaste a darle a ella".

En la China existe un adagio que dice: "La persona que ama a los otros, también será amada".

La mayor parte de las veces recibiremos de las otras personas lo que les damos y por eso… ¡Ten cuidado!

Acuérdate siempre: "El plantar es opcional, pero la cosecha es obligatoria, por eso ten cuidado con lo que plantas"

SABER DECIDIRSE


Saber decidirse



Avanzar ante obstáculos abrumadores es arriesgarse a fracasar. Pero se deben correr los riesgos porque el peligro más grande en la vida es no arriesgar nada. La persona que no arriesga nada, no hace nada, no tiene nada, no es nada. Podrá evitar el sufrimiento y la tristeza, pero no puede aprender, sentir, cambiar, crecer ni amar.

Muchas veces nos conformamos en vez de arriesgarnos, sin pensar que cada día que pasa nunca volverá. Debemos recordar que: “Nada está escrito. Nada está hecho. Nada es imposible”. Todo depende de nuestra voluntad. De esa fuerza que nos sale de adentro. De decir "¡Sí, puedo!" a cada desafío. Tenemos el poder. Cuando estamos decididos, cuando de verdad queremos algo, no hay obstáculo capaz de interponerse. Si queremos... podemos llegar más lejos. Si queremos... podemos llegar más alto. Si queremos... podemos hacer lo que sea. Sólo hay que proponérselo, y trabajar para lograrlo. ¡Yo sé que tú puedes!

Temores y ansiedades pueden anular tus energías y frustrar el logro de tus objetivos. Para superar estos miedos confía en el Señor. Él te acompaña y está dispuesto a darte una mano. Déjale el cuidado de todas tus cosas y abandónate en él. Todo te irá mejor y tus problemas se resolverán con tranquilidad según sus designios.


* Enviado por el P. Natalio

PAPA FRANCISCO ADVIERTE SOBRE EL PECADO QUE NOS PARALIZA Y NOS QUITA LA VALENTÍA


El Papa Francisco advierte sobre el pecado “que nos paraliza” y nos quita la valentía
Por Miguel Pérez Pichel
 Foto: L'Osservatore Romano.



VATICANO, 27 Ene. 17 / 06:18 am (ACI).- El Papa Francisco, durante la homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta el 27 de enero, animó a los cristianos a ser valientes y a confiar en Dios, porque “Dios nos libra de la pusilanimidad, ese pecado que nos paraliza, que nos quita la esperanza, la valentía, la paciencia”.

Ese pecado, advirtió, “nos hace tener miedo de todo" y "nos quita la memoria del paso de Dios por nuestras vidas”.


El Santo Padre también recordó las palabras de la Carta de San Pablo a los Hebreos: “hermanos, traed a la memoria los días pasados”.

“La memoria de los días del entusiasmo, del andar adelante en la fe, de los primeros pasos en la fe. No se entiende la vida cristiana sin memoria. No solo no se entiende, sino que no se puede vivir cristianamente sin memoria. La memoria de la salvación de Dios en mi vida, la memoria de los problemas de mi vida”, señaló el Papa.

“Nos preguntamos: ¿de qué forma el Señor me ha salvado de estos problemas? La memoria es una gracia: la gracia de pedir”, explicó.

El Papa exhortó a pedir: “‘Señor, que no me olvide de tu paso por mi vida, que no me olvide de los buenos momentos, tampoco de los malos, de la gracia de la cruz’. El cristiano es un hombre de memoria”.

Francisco destacó otro aspecto importante presente en la Carta a los Hebreos: la esperanza.

“La esperanza, mirar al futuro. Así como no se puede vivir una vida cristiana sin la memoria de los pasos dados, tampoco se puede vivir una vida cristiana sin mirar al futuro con la esperanza del encuentro con el Señor”.

El Santo Padre señaló que “la vida es un suspiro, ¿verdad? Pasa. Cuando uno es joven piensa que tiene mucho tiempo por delante, pero luego la vida nos enseña aquella expresión que decimos todos: ‘¡cómo pasa el tiempo! ¡Esta persona, que hace poco era un niño, y ahora se casa! ¡Cómo pasa el tiempo!’”.

La Carta a los Hebreos, dijo, invita a vivir el presente “con valentía y paciencia”, aunque sea “muchas veces doloroso y triste”.

El Santo Padre explicó que “todos somos pecadores, pero seguimos adelante con valentía y con paciencia. No nos quedamos quietos, cerrados, porque eso no nos hará crecer”.

El Papa advirtió contra el riesgo de excedernos en la prudencia: “no arriesgarse, ser prudentes. Sí, es cierto, la prudencia, pero también te puede paralizar, te puede hacer olvidar la gracia recibida, te puede quitar la memoria, te puede quitar la esperanza porque no te deja avanzar”.

También comparó a un cristiano con el alma restringida con una persona que viste con ropas de mala calidad y que, cuando le sorprende un aguacero por la calle, se contraen los tejidos: “eso es tener el alma restringida, eso es la pusilanimidad. Se trata de un pecado contra la memoria, la valentía, la paciencia y la esperanza”.

“El Señor nos hace crecer en la memoria, nos hace crecer en la esperanza, nos da, cada día, coraje y paciencia, y nos libra de la pusilanimidad, del tener miedo de todo. Cuidado con tener el alma restringida para conservarla. No olvidemos las palabras de Jesús: ‘Quien quiera conservar la propia vida, la perderá’”, dijo.

Lectura comentada por el Papa Francisco:

Hebreos 10:32-39

32 Traed a la memoria los días pasados, en que después de ser iluminados, hubisteis de soportar un duro y doloroso combate,


33 unas veces expuestos públicamente a ultrajes y tribulaciones; otras, haciéndoos solidarios de los que así eran tratados.

34 Pues compartisteis los sufrimientos de los encarcelados; y os dejasteis despojar con alegría de vuestros bienes, conscientes de que poseíais una riqueza mejor y más duradera.

35 No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa.

36 Necesitáis paciencia en el sufrimiento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido.

37 Pues todavía un poco, muy poco tiempo; y el que ha de venir vendrá sin tardanza.

38 Mi justo vivirá por la fe; mas si es cobarde, mi alma no se complacerá en él.

39 Pero nosotros no somos cobardes para perdición, sino creyentes para salvación del alma.

EL GRANO DE MOSTAZA


El grano de mostaza

Echa simiente, duerme, y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Marcos 4, 26-34.
También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega». Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

Reflexión
El Evangelio nos presenta dos parábolas de Jesús: la de la semilla que crece, y la del grano de mostaza. Ambas parábolas pueden ser aplicadas a la vida de la Iglesia, como a la vida del alma humana.

La vida de la Iglesia
“El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra”. ¿Quién es este sembrador?” Nada menos que Dios. El Señor ha querido compararse con un agricultor. Es Él quien arroja la semilla. ¿Y cuál es esta semilla? Es Jesucristo, nuestro Señor. Él es el grano de trigo, que vino del cielo y cayó en la tierra. Él mismo lo dijo: “Si el grano de trigo no muere queda infecundo”. Su misterio pascual, misterio de muerte y de resurrección es el misterio de un grano que muere y de un grano que resucita, que brota, y que va creciendo.

¿Y dónde va creciendo? Va creciendo en la Iglesia, fruto de la muerte de Cristo, de su sangre derramada. Si miramos la Iglesia el día en que el Señor ascendió a los cielos, nos espantamos por su pequeñez. Era el primer tallo, débil, tembloroso. La venida del Espíritu santo el día de Pentecostés hizo que ese grupo reducido tuviera el coraje de salir a la luz pública. Y allí comenzaron las conversiones.

Los apóstoles se repartieron por todo el mundo, siguiendo las rutas del Imperio Romano, por tierra y por agua. Brotaron, entonces, las pequeñas comunidades, plantadas también ellas sobre la sangre de los mártires. Y así esa Iglesia, que vimos tan pequeña en el Cenáculo, se fue extendiendo, creciendo, de día y de noche, hasta hacerse inmensa. Como dice la parábola de hoy: La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano.

Impresiona como el Señor escogió a un grupito de personas débiles para convertir al Imperio más grande de aquella época. Dice San Pablo que Dios eligió a los necios del mundo para confundir a los fuertes. Los apóstoles eran humildes y pequeños, pescadores y publicanos. Eran la semilla de mostaza que, cuando se la siembra, es la más pequeña, pero después crece y llega a ser la más grande de las legumbres.

La vida del alma humana
Esto que hemos considerado con respecto a la Iglesia universal, podemos también aplicarlo a cada uno de nosotros. El día en que fuimos llevados a la pila bautismal, Dios sembró la fe en nuestra alma. La fe es un don de Dios, viene de Dios, el sembrador de la vida divina. Una fe inicial, pequeña, como el grano de mostaza. Pero, a partir del día, en que adquirimos el uso de la razón, esa fe comenzó a crecer. Porque nuestra fe tiene una historia, con sus altos y sus bajos. Pero si nos mantenemos fieles, nuestra fe tiende a crecer contra viento y marea, hasta hacerse un árbol sólido donde anidan los pájaros.

La fe es, pues, como una semilla en nuestra alma, comparable a un grano de mostaza. También lo es la palabra de Dios, gracias a la cual nuestra fe va creciendo. El mismo Jesús comparó la palabra con una semilla que se anida en el corazón. Esa palabra está allí para edificar e implantar nuevas virtudes, para destruir y arrancar viejos vicios.

Si la ahogamos con nuestras preocupaciones terrenas, con nuestro egoísmo, con nuestras deslealtades, entonces esa semilla queda sofocada y perece. En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos la hermosa expresión: “la palabra del Señor crecía”. Así debe suceder en el interior de cada uno de nosotros. ¡Dichosos los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica!

Queridos hermanos, pronto nos acercaremos a recibir el Cuerpo de Jesús, de ese Jesús que se hizo semilla por nosotros, grano de trigo molido en la pasión, alimento de las almas en la Eucaristía. Pidámosle, por eso, que crezca cada día más en nuestro corazón y que nos transforme por dentro, para que así su semilla se vuelva fecunda.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 27 DE ENERO


Los cinco minutos de María
Enero 27



En el Magníficat, María proclama la conducta de Dios con los poderosos de la tierra, dominados por el dinero, por el poder, por la influencia, tienen como meta la conquista del mundo: Dios los derriba de su trono, de la altura de su soberbia; los deja vacíos de los bienes del cielo, por haber permitido que los bienes terrenos secaran su corazón.

Los humildes, por el contrario, son bendecidos por Dios, elevados a su gracia y a su amor, y por eso llegarán a conquistar el cielo.
María, enséñanos la disponibilidad y la aceptación del plan de Dios sobre nosotros y el mundo.



* P. Alfonso Milagro

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 27 DE ENERO DEL 2017


Confiar en la grandeza del amor de Dios
Marcos 4, 26-34. III Viernes de Tiempo Ordinario. Ciclo A.


Por: H. Adrián Olvera de la Cruz LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy es un nuevo día, Señor. Un día más para conocerte mejor… un día más para amarte más. Un nuevo día para volver a empezar…
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
La sencillez de Dios es un gran y hermoso misterio. Un misterio que parece siempre ir en contra de la forma en que vivimos. Una vida en donde el tiempo no espera; donde parece no haber tiempo para la paciencia.
Nos acostumbramos a una seguridad que sólo llega cuando presionamos el botón de «enviar» seguido de la confirmación «listo»… sólo así nos envuelve la paz.
La sencillez de Dios nos lleva por el camino de la confianza… de la paciencia y de la esperanza. Hacemos y no vemos; no vemos y desesperamos. Jesús nos dice, haz y aunque no veas… sigue haciendo… confía. Paciencia, que aquello que se siembra en tierra buena tiende a crecer. Esperanza, pues la cosecha será más de la que puedes imaginar.
Nos invita a confiar en la grandeza de su amor. Nos invita a esperar, no pasivamente, sino movidos por ese mismo amor. Nos invita a no olvidar que aquél que cree en Él tendrá vida eterna. Nos invita a no olvidar que aquél que permanece en Él,ése verdaderamente dará fruto, y fruto en abundancia. Nos invita a creer en la sencillez de su amor. A creer aun cuando no veamos… a esperar lo que se nos será dado… a amar… simplemente a amar.
Señor, creo en Ti… aumenta mi fe.
«Ningún ingreso triunfal, ninguna manifestación grandiosa del Omnipotente: él no se muestra como un sol deslumbrante, sino que entra en el mundo en el modo más sencillo, como un niño dado a luz por su madre, con ese estilo que nos habla la Escritura: como la lluvia cae sobre la tierra, como la más pequeña de las semillas que brota y crece. Así, contrariamente a lo que cabría esperar y quizás desearíamos, el Reino de Dios, ahora como entonces, “no viene con ostentación”, sino en la pequeñez, en la humildad.»
(Homilía de S.S. Francisco,28 de julio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar un padre nuestro pidiendo la gracia de crecer cada día más en la fe.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.