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martes, 8 de noviembre de 2016

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 8 DE NOVIEMBRE DEL 2016



Sólo aquello hicimos
Lucas 17, 7-10. Martes XXXII. Tiempo ordinariio. Ciclo C. No somos más que siervos.


Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey Nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Te doy gracias por el don de ser cristiano. Mi nombre es según mi modelo: Cristo. Mi virtud la caridad. Y la fuente de mis fuerzas no soy yo, sino tu gracia, en quien tengo puesta mi esperanza. En tus manos mi oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 17, 7-10
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: ‘Entra enseguida y ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú’?”. ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?
Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Soy tan sólo un siervo, tan sólo una sierva. Ciertamente la parábola se ha referido a mí. Es bueno que a veces me pongas en mi lugar, he de admitirlo, Señor. Pues es verdad: yo soy consciente de todas esas ocasiones en que me crezco, en que me reconozco cuanto hago, en que siento que merezco aplausos por una obra buena. Sí, si alguna vez hago algo bueno, suelo pensar que ha sido sólo obra mía, venida de mi propia iniciativa, salida de mis propias fuerzas solamente.
Por ejemplo, si concedo una sonrisa a una persona y veo un fruto bueno, si veo una exteriorización de simpatía en el otro a razón de mi gesto, tiendo a convencerme de que he hecho algo bueno por mi mérito. Tal vez no espero que me aplaudan literalmente, pero disfruto en mi interior de alguna forma al saber que logré algo. Lo mismo que si doy limosna, y veo que el pobre se sonríe; lo mismo que si ayudo en la lectura del domingo y sé que serví en la santa misa. Experimento en mí una sensación natural de triunfo.
El problema, ciertamente, no reside en disfrutar la dicha de servir, en sentir satisfacción al completar una obra digna de alabanza, en experimentar agrado al realizar un acto de virtud, no. Pero siempre he de recordar que por mí mismo, por mí misma nada puedo. Eres Tú, Señor, quien me sostiene, quien me lleva… y quien me pide incluso más. Un «más» que en ocasiones significará acrecentar la cantidad de obras buenas, o un «más» que supondrá aumentar la calidad de mis obras, aquel amor con que realizo mis «servicios», mis responsabilidades, sea en mi familia,en mi apostolado, o en mi entorno. Y confío que Tú me sostendrás también, y que la dicha de vivir según tu corazón es siempre más grande -que la de un simple triunfo personal.
Así pues, «también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’».
«El Señor, mediante la Iglesia, te llama una vez más a servir; y te hará bien al corazón repetir en la oración la expresión que Jesús mismo sugirió a sus discípulos para mantenerse en la humildad: “Digan: ‘Somos simples servidores'”, y esto no como fórmula de buena educación sino como verdad después del trabajo “cuando hayan hecho todo lo que se les mande”».
(Homilía de S.S. Francisco, 23 de enero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy rezaré unos minutos en presencia de Cristo en una capilla, pidiendo el don de la verdadera humildad, para poder ser un buen servidor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

DOS CAMINANTES Y EL HACHA


Dos caminantes y el hacha


Existe una inmensa alegría en poder alegrar a otros a pesar de nuestra propia situación. La aflicción compartida disminuye la tristeza, pero cuando la alegría es compartida, se duplica. Si deseas sentirte feliz y realizado, basta compartir tus bendiciones, esas que no se pueden comprar con dinero.

Caminaban dos hombres juntos, cuando uno de ellos encontró un hacha. El otro dijo: —¡Hemos encontrado un hacha! —No digas -repuso el primero- "hemos encontrado", sino: "has encontrado". Instantes después fueron alcanzados por el hombre que había perdido el hacha; y el que la llevaba, al verse perdido, dijo a su compañero:
—¡Estamos perdidos! —No digas -replicó éste- "estamos perdidos", sino: "estoy perdido", porque cuando encontraste el hacha no me hiciste partícipe de tu hallazgo (Esopo).

Ser solidario es sentirte una sola cosa con los demás: “Todos para uno y uno para todos”. Esta actitud llena el corazón de seguridad, estímulo y paz. El interés por la gente debe ser auténtico, sin intereses ocultos. La persona solidaria es comprensiva, disponible, y colabora. Te lleva a involucrarte y compartir. Ánimo, inténtalo.


* Enviado por el P. Natalio 

10 COSAS QUE DEBES SABER SOBRE LAS INDULGENCIAS


10 Cosas que debes saber sobre las indulgencias
Aprovechar antes de que termine el Jubileo de la Misericordia


Una gracia que concede la Iglesia, por los méritos de Jesucristo, de María y todos los santos, para borrar la pena temporal que queda como consecuencia del pecado. 


Por: Alejandra María Sosa Elízaga | Fuente: Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México 



1. ¿Qué es una indulgencia?
Una gracia que concede la Iglesia, por los méritos de Jesucristo, de María y todos los santos, para borrar la pena temporal que queda como consecuencia del pecado.

2. ¿La indulgencia borra los pecados?
No. La indulgencia aplica a pecados ya perdonados.  
3. ¿Por qué si el pecado ha sido perdonado, queda una pena?
Para entenderlo, cabe poner este ejemplo: Un niño desobedece a su papá que le pidió no jugar pelota en casa, y rompe la ventana. Arrepentido, pide perdón. Su papá lo perdona, pero queda una consecuencia: debe pagar el vidrio roto. La mamá y hermanos del niño deciden ayudarle, con permiso del papá, a pagar la deuda. Así también, el pecado confesado es perdonado, pero queda una pena que hay que expiar, y es la que nuestra Madre la Iglesia nos ayuda a pagar con las indulgencias.
 4. ¿Cuántas clases de indulgencias hay?
Dos: ‘parcial’, que perdona sólo parte de la pena, y ‘plenaria’, que la perdona toda.
 5. ¿Por quién puedo aplicar la indulgencia obtenida cada día?
 Por ti, o por un difunto. También puedes encomendarla a María, para que Ella la aplique por el alma que quiera ayudar. Sólo aplica a las almas que están en el Purgatorio; las que están en el Cielo, no la necesitan, y las que están en el Infierno no la aprovechan pues ya no saldrán de ahí. Como no sabemos si las almas de nuestros difuntos ya están en el cielo, conviene seguir ofreciendo indulgencias plenarias por ellas.
 6. ¿Puedo aplicar la indulgencia plenaria por otra persona viva?
 No. 
 7. ¿Qué efecto produce la indulgencia plenaria en el alma?
 Aplicada por ti, te libra de la pena temporal de pecados confesados y perdonados, desde el momento de tu Bautismo hasta la fecha en que obtengas la indulgencia plenaria. Aplicada por un difunto, es gran obra de misericordia, pues lo libra de la pena de sus pecados perdonados, lo cual podría ayudarle a salir del Purgatorio e ir al cielo. Decía santa Catalina de Siena, que las almas que ayudes así te estarán eternamente agradecidas, orarán siempre por ti, y al llegar al cielo harán valla para venirte a recibir.
8. Si una persona que se ha confesado y ha obtenido indulgencia plenaria, muriera, ¿iría al cielo?
Sí, siempre y cuando no tenga ya nada que purificar, en el sentido de apegos, pecados veniales no confesados (y por lo tanto no perdonados).
 9. ¿Cuántas indulgencias puedo obtener?
 Una por día.
 10. ¿Cómo puedo obtener la indulgencia plenaria?
Debes estar en gracia de Dios y tener total rechazo al pecado (habiéndote confesado); asistir a Misa completa; comulgar, orar por las intenciones del Papa (por ej: Padrenuestro, Avemaría y Credo), y realizar lo que la Iglesia pida para conceder esa indulgencia, por ejemplo, orar media hora ante el Santísimo expuesto; o leer y meditar la Palabra de Dios durante media hora; o participar devotamente en un Viacrucis, o participar del rezo del santo Rosario en una iglesia, o, en este Año Santo de la Misericordia, atravesar el umbral de una Puerta Santa. Se abrieron varias, en Basílicas, Catedrales, parroquias y otros lugares, y se cerrarán, en todo el mundo, el domingo 13 y en san Pedro en el Vaticano, cuando el Papa clausure el Jubileo el domingo 20 de noviembre.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 8 DE NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Noviembre 8



Las puertas parecen más hermosas cuando están abiertas que cuando las vemos cerradas.

Que tu corazón sea una puerta abierta de par en par para todos los hombres; no lo cierres a nadie.

Quizá alguien te acaba de lanzar una piedra: la piedra de una calumnia, de un desdén, de un desprecio... cuando aprietes su mano, si lo haces con sinceridad y con amor, le estarás abriendo tu puerta, esa puerta que él inconscientemente quiso apedrear.

Cuando sonríes de verdad y no fingidamente al que habló mal de ti, en lugar de vengarte, estás abriendo tu puerta para que por ella penetre quien no supo ser ni justo ni caritativo.

Y de esa forma tú harás que, comenzando por ti, todos vayamos siendo un poco mejores, todos abramos las puertas de nuestro corazón, y cuando los hombres no escondan en su corazón falsía ni hipocresía, entonces y solo entonces el mundo se sentirá mejor.

“Siempre nos comportamos como corresponde a ministros de Dios… con integridad, con inteligencia, con paciencia, con bondad; con docilidad al Espíritu Santo, con un amor sincero…”
 (2 Cor 6,4-6). 

El fingimiento, la falta de sinceridad, es lo más opuesto al Evangelio, al testimonio que como apóstol de Cristo debes dar. Si el mundo de  hoy busca y exige la autenticidad, ¿cómo no la va a exigir de aquellos que se dicen seguidores y aun apóstoles de Cristo?


* P. Alfonso Milagro