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viernes, 4 de noviembre de 2016

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY VIERNES 4 DE NOVIEMBRE 2016


Hoy, viernes, 4 de noviembre de 2016



Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 
(3,17–4,1):

Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mí corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 121,1-2.4-5

R/. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies 
tus umbrales, Jerusalén. R/.

Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,1-8):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.»

Palabra del Señor

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«Los hijos de este mundo son más astutos (...) 
que los hijos de la luz»


Mons. Salvador CRISTAU i Coll Obispo Auxiliar de Terrassa 
(Barcelona, España)


Hoy, el Evangelio nos presenta una cuestión sorprendente a primera vista. En efecto, dice el texto de san Lucas: «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente» (Lc 16,8).

Evidentemente, no se nos propone aquí que seamos injustos en nuestras relaciones, y menos aún con el Señor. No se trata, por tanto, de una alabanza a la estafa que comete el administrador. Lo que Jesús manifiesta con su ejemplo es una queja por la habilidad en solucionar los asuntos de este mundo y la falta de verdadero ingenio por parte de los hijos de la luz en la construcción del Reino de Dios: «Los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz» (Lc 16,8).

Todo ello nos muestra —¡una vez más!— que el corazón del hombre continúa teniendo los mismos límites y pobrezas de siempre. En la actualidad hablamos de tráfico de influencias, de corrupción, de enriquecimientos indebidos, de falsificación de documentos... Más o menos como en la época de Jesús.

Pero la cuestión que todo esto nos plantea es doble: ¿Acaso pensamos que podemos engañar a Dios con nuestras apariencias, con nuestra mediocridad como cristianos? Y, al hablar de astucia, tendríamos también que hablar de interés. ¿Estamos interesados realmente en el Reino de Dios y su justicia? ¿Es frecuente la mediocridad en nuestra respuesta como hijos de la luz? Jesús dijo también que allí donde esté nuestro tesoro estará nuestro corazón (cf. Mt 6,21). ¿Cuál es nuestro tesoro en la vida? Debemos examinar nuestros anhelos para conocer dónde está nuestro tesoro... Nos dice san Agustín: «Tu anhelo continuo es tu voz continua. Si dejas de amar callará tu voz, callará tu deseo».

Quizás hoy, ante el Señor, tendremos que plantearnos cuál ha de ser nuestra astucia como hijos de la luz, es decir nuestra sinceridad en las relaciones con Dios y con nuestros hermanos. «En verdad, la vida es siempre una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad, entre bien y mal (…). En definitiva —dice Jesús— hay que decidirse» (Benedicto XVI).


SABER COMPROMETERSE



Saber comprometerse


Los niños y jóvenes Exploradores se comprometen a hacer al menos una buena acción cada día. A todos conviene entrenarse en este ejercicio cotidiano. Cada servicio solidario es como ladrillo de una maravillosa construcción que levantas para alegría de Dios. Él goza al ver que sus hijos desarrollan sus dones con generosidad. 

Hay quienes no tienen miedo de asumir compromisos en su entorno social. Pero hay otros que adoptan como norma el "no te metas", egoísta y estéril. Una cosa es meterse y otra muy distinta "entrometerse". Está muy bien que no te entrometas en la vida de los demás. Pero métete con ellos en el sentido de comprometerte, de preocuparte por su bien, por sus problemas, por sus necesidades. No te aísles dentro de ti mismo, no límites tu preocupación solamente a ti o a los tuyos. Convéncete que, de una o de otra forma, todos los seres humanos son tuyos. Despreocuparse del hermano es despreocuparse de Dios, que es Padre de todos.

El mal ha entrado en el mundo por la puerta del egoísmo, que es negación del amor y búsqueda desenfrenada del propio bienestar. Cada día puedes empezar a ser generoso en gestos pequeños. Con la práctica descubrirás la alegría de dar y comprobarás, maravillado, que recibes mucho más de lo que das.


* Enviado por el P. Natalio 

PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II EN LA FESTIVIDAD DE SAN CARLOS BORROMEO, 4 DE NOVIEMBRE


PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II
Con motivo de la festividad de San Carlos Borromeo
4 de noviembre 


1. Hoy, 4 de noviembre, la Iglesia recuerda, como todos los años, la figura de San Carlos Borromeo, obispo y confesor. Puesto que he recibido en el bautismo precisamente el nombre de este Santo, deseo dedicarle la reflexión de la audiencia general de hoy, haciendo referencia a todas las precedentes reflexiones del mes de octubre. En ellas he tratado —tras unos meses de intervalo, a causa de la estancia en el hospital— de compartir con vosotros, queridos hermanos y hermanas, los pensamientos que nacieron en mí bajo el influjo del evento del 13 de mayo. La reflexión de hoy se inserta también en esta trama principal. A todos aquellos que en el día de mi Santo Patrono se unen a mí en la oración, deseo repetir una vez más las palabras de la Carta a los Efesios, que ya cité el miércoles pasado: Orad "por todos los santos, y por mí, a fin de que cuando hable me sean dadas palabras con que dar a conocer con libertad el misterio del Evangelio, del que soy embajador..." (Ef 6, 18-20).

2. San Carlos es precisamente uno de esos Santos, a quien le fue dada la palabra "para dar a conocer el Evangelio", del cual era "embajador", habiendo heredado su misión de los Apóstoles. El realizó esta misión de modo heroico con la entrega total de sus fuerzas. La Iglesia le miraba y, al mirarle, se edificaba: en una primera época, en el período del Concilio Tridentino, en cuyos trabajos participó activamente desde Roma, soportando el peso de una correspondencia nutrida, colaborando para llevar a feliz éxito la fatiga colegial de los padres conciliares, según las necesidades del Pueblo de Dios de entonces. Y se trataba de necesidades apremiantes. Luego, el mismo cardenal, como arzobispo de Milán, sucesor de San Ambrosio, se convierte en el incansable realizador de las resoluciones del Concilio. traduciéndolas a la práctica mediante diversos Sínodos diocesanos.

La Iglesia —y no sólo la de Milán— le debe una radical renovación del clero, a la cual contribuyó la institución de los seminarios, cuyo origen se remonta precisamente al Concilio de Trento. Y otras muchas obras, entre las cuales la institución de las cofradías, de las pías asociaciones, de los oblatos-laicos, que prefiguraban ya a la Acción Católica, los colegios, los hospitales para pobres, y finalmente la fundación de la Universidad de Brera en 1572. Los volúmenes de las "Acta Ecclesiae Mediolanensis" y los documentos que se refieren a las visitas pastorales, atestiguan esta intensa y clarividente actividad de San Carlos, cuya vida se podría sintetizar en tres expresiones magníficas: fue un Pastor santo, un maestro iluminado, un prudente y sagaz legislador.

Cuando, algunas veces en mi vida, he tenido ocasión de celebrar el Santísimo Sacrificio en la cripta de la catedral de Milán, donde descansa el cuerpo de San Carlos, se me presentaba ante los ojos toda su actividad pastoral dedicada hasta el fin al pueblo al que había sido enviado. Concluyó esta vida el año 1584, a la edad de 46 años, después de haber prestado un heroico servicio pastoral a las víctimas de la peste que habla afligido a Milán.

3. He aquí algunas palabras pronunciadas por San Carlos, indicativas de esa total entrega a Cristo y a la Iglesia, que inflamó el corazón y toda la obra pastoral del Santo. Dirigiéndose a los obispos de la región lombarda, durante el IV Concilio Provincial de 1576, les exhortaba así: "Estas son las almas para cuya salvación Dios envió a su único Hijo Jesucristo... El nos indicó también a cada uno de los obispos, que hemos sido llamados a participar en la obra de la salvación, el motivo más sublime de nuestro ministerio y enseñó que, sobre todo, el amor debe ser el maestro de nuestro apostolado, el amor que El (Jesús) quiere expresar por medio de nosotros, a los fieles que nos han sido confiados, con la predicación frecuente, con la saludable administración de los sacramentos, con los ejemplos de una vida santa... con un celo incesante" (cf. Sancti Caroli Borromei Orationes XII, Romae 1963. Oratio IV).

Lo que inculcaba a los obispos y a los sacerdotes, lo que recomendaba a los fieles, él lo practicaba el primero de modo ejemplar.

4. En el bautismo recibí el nombre de San Carlos. Me ha sido otorgado vivir en los tiempos del Concilio Vaticano II, el cual, como antes el Concilio Tridentino, ha tratado de mostrar el sentido de la renovación de la Iglesia según las necesidades de nuestro tiempo. Pude participar en este Concilio desde el primer día hasta el último. Me fue dado también —como mi Patrono— pertenecer al Colegio Cardenalicio. Traté de imitarle, introduciendo en la vida de la archidiócesis de Cracovia las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

Hoy, día de San Carlos, medito la gran importancia que tiene el bautismo, en el que recibí precisamente su nombre. Con el bautismo, según las palabras de San Pablo, somos sumergidos en la muerte de Cristo para recibir de este modo la participación en su resurrección. He aquí las palabras que escribe el Apóstol en la Carta a los Romanos: "Con Él hemos sido sepultados por el bautismo para participar en su muerte, para que como El resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque, si hemos sido injertados en El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección" (Rom 6, 4-5).

Mediante el bautismo, cada uno de nosotros recibe la participación sacramental en esa Vida que —merecida a través de la cruz— se ha revelado en la resurrección de nuestro Señor y Redentor. Al mismo tiempo, arraigándonos con todo nuestro ser humano en el misterio de Cristo, somos consagrados por primera vez en El al Padre. Se realiza en nosotros el primero y fundamental acto de consagración, mediante el cual, el Padre acepta al hombre como su hijo adoptivo: el hombre se entrega a Dios, para que en esta filiación adoptiva realice su voluntad y se convierta de manera cada vez más madura en parte de su Reino. El sacramento del bautismo comienza en nosotros ese "sacerdocio real", mediante el cual participamos en la misión de Cristo mismo, Sacerdote, Profeta y Rey.

El Santo, cuyo nombre recibimos en el bautismo, debe hacernos constantemente conscientes de esta filiación divina que se ha convertido en nuestra parte. Debe también ayudar a cada uno a formar toda la vida humana a medida de lo que ha sido hecho por obra de Cristo: por medio de su muerte y resurrección. He aquí el papel que San Carlos realiza en mi vida y en la vida de todos los que llevan su nombre.

5. El evento del 13 de mayo me ha permitido mirar la vida de modo nuevo: esta vida, cuyo comienzo está unido a la memoria de mis padres y simultáneamente al misterio del bautismo y al nombre de San Carlos Borromeo.

¿Acaso no ha hablado Cristo del grano de trigo que, al caer en la tierra, muere para dar mucho fruto? (cf. Jn 12, 24).

¿Acaso no ha dicho Cristo: "El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará"? (Mt 16, 25).

Y además: "No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no pueden matarla; temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la gehenna" (Mt 10, 28).

Y también: "Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos" (Jn 15, 13).

Todas estas palabras aluden a esa madurez interior, que la fe, la esperanza y la gracia de nuestro Señor Jesucristo hacen alcanzar en el espíritu humano.

Mirando mi vida en la perspectiva del bautismo, mirándola a través del ejemplo de San Carlos Borromeo, doy las gracias a todos los que hoy, en todo el período pasado, y continuamente, también ahora, me sostienen con la oración y a veces incluso con grandes sacrificios personales. Espero que, gracias a esta ayuda espiritual, podré alcanzar esa madurez que debe ser mi parte (así como también la de cada uno de nosotros) en Jesucristo crucificado y resucitado —para bien de la Iglesia y salvación de mi alma—, del mismo modo que ella fue la parte de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y de tantos Sucesores de San Pedro en la Sede romana, a la cual, según las palabras de San Ignacio de Antioquía, corresponde "presidir en la caridad" (Carta a los Romanos, Inscr. Funk, Patres Apostolici, I, 252).


Autor: San Juan Pablo II
Audiencia General 

EL ARTE DE CALLARSE


El arte de saber callarse



La reciente encíclica del papa Francisco, Amoris Laetitia (la alegría del amor), quizás sujeta a controversia, ha dejado huella, muy en especial una sección del “Capítulo cuarto: El amor en el matrimonio”, que ofrece una exégesis edificante sobre la Primera Carta de Pablo a los Corintios, un texto que, precisamente, se lee a menudo durante las misas de la celebración del matrimonio.

“El amor todo lo disculpa”
Pero en el texto, la reflexión sobrepasa el contexto del matrimonio. Es ante todo un tema de misericordia. El amor que celebra san Pablo como una virtud suprema y perdurable es un amor destinado a ser un patrón aplicable a todas las relaciones humanas. Por este motivo me impactó tanto la reflexión del papa en relación a la frase “el amor todo lo disculpa” (Amoris Laetitia, párrafos 112-113): “En primer lugar se dice que todo lo disculpa. Se diferencia de «no tiene en cuenta el mal», porque este término tiene que ver con el uso de la lengua; puede significar «guardar silencio» sobre lo malo que puede haber en otra persona. (…) En la defensa de la ley divina nunca debemos olvidarnos de esta exigencia del amor”.

No avivar el fuego
La sugerencia en este Año Jubileo de morderse la lengua como muestra de misericordia no es una simple opción, sino más bien una “exigencia del amor”. Muy a menudo, más de lo que me gustaría admitir, dar muestra de nuestro amor equivale a callarse. No es nada nuevo. En la carta de Santiago Apóstol, se habla sin ambages del poder destructor de un discurso irrespetuoso y pérfido, que reinaba por entonces en el seno de las primeras comunidades cristianas: “La lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas.  ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida” (Santiago 3: 5-6).

Hoy en día podríamos añadir a la lengua de la descripción de Santiago nuestros propios dedos que teclean o nuestros pulgares que golpetean para enviar mensajes. Son igualmente capaces de provocar o avivar un fuego y de destilar malicia en nuestras vidas.

En ciertas situaciones, mejor callarse…
Aquí hay varias situaciones en las que yo misma tengo que practicar mi misericordia y aprender a morderme la lengua (y otras situaciones en las que me arrepiento no haberme callado):

- Cuando tengo que decir la última palabra. Bien sea una pequeña riña familiar sobre a quién le toca hacer una tarea o bien un debate político en Internet, lo cierto es que rara vez sé cuándo parar. Pero en esto del amor y la misericordia no hay un marcador donde se vayan contando puntos (si no, ¿hasta dónde llegaríamos los pecadores?). Nadie (y nadie es nadie) tiene siempre el 100 por cien de la razón, y las cosas sobre las que debatimos rara vez son realmente significativas. No existe el calificativo de ‘buen perdedor’ por accidente; el que pierde y mantiene la compostura hace gala de gracia y bondad.

- Cuando me entero de un cotilleo jugoso. El papa Francisco califica el entusiasmo por el chismorreo como una “alegría oscura”, sobre todo cuando concierne a alguien que no nos gusta demasiado. Tengo que confesar que hablar sobre chismes me tienta tanto como el chocolate negro. Pero efectivamente, hablar mal de las personas o divulgar falsos rumores es como arrojar una cerilla encendida sobre campo seco. Una célebre anécdota relata que san Felipe Neri, aconsejando a un hombre que gustaba mucho del alcahueteo, le presentó la analogía de rajar una almohada de plumón en pleno vendaval y luego intentar recuperar todas las plumas esparcidas por doquier. Es tan imposible como imposible es medir las consecuencias de nuestros cotilleos. Morderse la lengua chismosa supone también no escuchar ni leer los chismorreos que me rodean.

- Cuando me siento más lista que los demás. Me crie en ese tipo de familia irlandesa donde el amor se expresa a través del sarcasmo. Con cada provocación maliciosa nos endurecíamos como el hierro se endurece en acero. Mi ingenio tiene un toque ácido, aunque sin maldad, pero que me ha pasado factura en mis relaciones con los demás. En la comedia shakespiriana “Mucho ruido y pocas nueces”, los amantes pendencieros se consumen mutuamente a golpe de burla. “¡Oh Dios!”, exclama Benedicto (muy versado siempre en el arte del sarcasmo) en relación a Beatriz: “He aquí, señor, un plato que no es de mi gusto: no puedo tragar a esta señora Lengua”. Puede que sea demasiado tarde para mí como para no comer de ese plato, pero sí puedo tratar de negarme a probar el sarcasmo diariamente con todas las salsas que encuentre.

- Cuando lo que intento es ayudar a los demás, ¡caray! Es una trampa en la que muchos de nosotros caemos: nos precipitamos a responder al silencio o la tristeza o la necesidad de los demás con una riada de consejos que nadie nos ha pedido. Sin embargo, en la mayor parte de las situaciones de este tipo, la verdadera ayuda consiste en callarse y escuchar, ser una presencia receptiva, silenciosa y misericordiosa. En vez de esto, a menudo respondo en Internet con hipervínculos a webs de medicina, sugiero un psicoanalista aficionado o (aún peor), cuento anécdotas sobre mi vida para explicar que mi experiencia es mucho peor. Todas estas respuestas son una falta de respeto hacia la persona que a la que intentaba ayudar. Tal vez no me vendría mal tener una notita en mi despacho que me recordara callarme y rezar. Sí, yo, ahora mismo.

Durante este año de la misericordia, y espero que también después, voy a intentar estar más atenta y morderme la lengua cuando sea necesario, por el amor misericordioso. ¿Rezaríais conmigo por este propósito? Sí, ahora mismo.


© Joanne Mc Portland (Aleteia)   

HOY 4 DE NOVIEMBRE ES LA FIESTA DE SAN CARLOS BORROMEO, PATRONO DE SAN JUAN PABLO II


Hoy 4 de noviembre es la fiesta de San Carlos Borromeo, Patrono de San Juan Pablo II


(ACI).- Cada 4 de noviembre la Iglesia celebra a San Carlos Borromeo, el Santo Patrono de San Juan Pablo II y muy ligado a la vida del Pontífice polaco. Conoce aquí la historia del valiente San Carlos, Patrono de catequistas y seminaristas.

San Carlos Borromeo nació en Italia en 1538 en una familia muy rica. Fue sobrino del Papa Pío IV y ocupó altos cargos eclesiásticos, llegando a ser Arzobispo de Milán y Cardenal.

Su participación en el Concilio de Trento fue clave para que éste se llevara a término, en la que se aprobaran muchos decretos dogmáticos y disciplinarios.

San Carlos se preocupó mucho por la formación de los sacerdotes. Destituyó a algunos presbíteros indignos y los reemplazó por personas que restauraran la fe y las costumbres del pueblo.

La vida de San Carlos Borromeo corrió grave peligro cuando la orden religiosa de los Humiliati, que poseía muchos monasterios, tierras y miembros corrompidos, intentaron desprestigiarlo para que el Papa anulase las disposiciones del Santo. Al no conseguir su cometido, tres priores de la orden armaron un complot para matarlo.

Jerónimo Donati, un mal sacerdote de la orden, aceptó asesinarlo por 20 monedas de oro, y le disparó cuando se encontraba orando en la capilla de su casa, pero la bala sólo tocó la ropa y el manto del Cardenal.


Cuando en Milán se propagó una terrible peste, San Carlos se consagró al cuidado de los enfermos. Como su clero no se daba abasto para asistir a las víctimas, pidió ayuda a los superiores de las comunidades religiosas y de inmediato muchos religiosos se ofrecieron como voluntarios.

Borromeo no se contentó con orar y asistir personalmente a los moribundos, sino que también agotó sus recursos para ayudar a los necesitados y contrajo fuertes deudas.

Fue amigo de San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Pío V, San Félix de Cantalicio, de San Andrés Avelino y de muchos más. Llegó incluso a darle la primera comunión al adolescente San Luis Gonzaga.

Partió a la Casa del Padre el 4 de noviembre de 1584, siendo pobre y diciendo: "Ya voy, Señor, ya voy".

San Carlos Borromeo y San Juan Pablo II

Aunque vivieron en épocas diferentes, los dos están unidos al tener historias parecidas que el mismo San Juan Pablo II resaltó en su audiencia del 04 de noviembre de 1981.

La primera similitud está en el nombre. “Karol” Wojtila en español es “Carlos”, nombre con el cual San Juan Pablo II fue bautizado, quedando bajo la protección del Santo para crecer en la misión de ser hijo adoptivo de Dios.

“He aquí el papel que San Carlos realiza en mi vida y en la vida de todos los que llevan su nombre”, destacó.

La segunda similitud está en una pistola. Así como se buscó acabar con la vida del Arzobispo de Milán en el S. XVI, el Papa peregrino enfatizó que el atentado de bala que sufrió en mayo del ´81 le había permitido “mirar la vida de modo nuevo: esta vida, cuyo comienzo está unido a la memoria de mis padres y simultáneamente al misterio del bautismo y al nombre de San Carlos Borromeo”, señaló.

El tercer parecido está en los Concilios. San Borromeo participó en el Concilio de Trento y San Juan Pablo II hizo lo mismo en el Vaticano II. Al igual que su patrono, el Santo del Siglo XX también introdujo las enseñanzas del Concilio en su propia Arquidiócesis.

Por último está el amor a los pobres y los enfermos. Juan Pablo II es recordado por visitar a los más necesitados y Borromeo no dudó en asistir personalmente a los afectados por la peste.

Se dice que San Carlos Borromeo fue tan querido que en Milán casi nadie durmió la noche que él agonizaba y Juan Pablo II mantuvo en oración al mundo antes de morir.

“Mirando mi vida en la perspectiva del bautismo, mirándola a través del ejemplo de San Carlos Borromeo, doy las gracias a todos los que hoy, en todo el período pasado, y continuamente, también ahora, me sostienen con la oración y a veces incluso con grandes sacrificios personales”,  dijo aquel entonces el Santo Polaco.


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San Carlos Borromeo
4 de Noviembre



San Carlos cuyo nombre significa "hombre prudente" ha sido uno de los santos extraordinariamente activos a favor de la Iglesia y del pueblo que sobresale admirablemente. San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio aquella frase de Jesús: "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará", murió relativamente joven porque desgastó totalmente su vida y sus energías por hacer progresar la religión y por ayudar a los más necesitados. Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.

Nació en Arjona (Italia) en 1538. Desde joven dio señales de ser muy consagrado a los estudios y exacto cumplidor de sus deberes de cada día. A los 21 años obtuvo el doctorado en derecho en la Universidad de Milán. Un hermano de su madre, el Cardenal Médicis, fue nombrado Papa con el nombre de Pío IV, y éste admirado de sus cualidades nombró a Carlos como secretario de Estado. Más tarde, renunció a sus riquezas, se ordenó de sacerdote, y luego de obispo y se dedicó por completo a la labor de salvar almas.

San Carlos fundó 740 escuelas de catecismo con 3,000 catequistas y 40,000 alumnos. Fundó además 6 seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios. Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.

Murió cuando tenía apenas 46 años, el 4 de noviembre de 1584. En Arona, su pueblo natal, le fue levantada una inmensa estatua que todavía existe.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 4 DE NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Noviembre 4


La alegría es la señal patente de que Dios está en el alma.
Paul Claudel pone en boca de uno de sus personajes: "Dios mío, tú me habías dado la posibilidad de hacer que todo aquél que me mirara tuviera deseos de cantar, como si yo le diera el tono en voz baja"

Muchos esperan ser felices para reírse; por eso quizá mueren sin haber reído nunca, pues no han sido felices por no haber encontrado nunca a Dios, que es la verdadera fuente de toda alegría.

Haz de procurar que tu vida no sea una risa; pero también haz de esforzarte para que tu risa sea vida: algo que vivifique a cuantos te rodean.

Muchas veces se te presentarán oportunidades de ofrecer esa limosna a un prójimo necesitado de tu ayuda: todos necesitan la ayuda de tu sonrisa.

“El necio se ríe a carcajadas, pero el hombre sagaz sonríe apenas y sin estrépito” (Eclo 21,20). Quiere esto decir que la alegría del hombre sensato, del hombre que posee a Dios, es una alegría, por lo profunda, serena y permanente, que no se disuelve con el estruendo de una carcajada sino que penetra el fondo del corazón, lo invade y tranquiliza.


* P. Alfonso Milagro

CRISTO ES EXIGENTE


Cristo es exigente
No se conforma con una entrega a medias, quiere nuestro corazón totalmente para Él, pide todo.


Por: P. José Luis Richard | Fuente: Catholic.net 




Suele suceder que al escuchar hablar de la santidad, nos sentimos poco aludidos, poco comprometidos. Más bien solemos dejar este tema para otros, para los especialistas, para "los que sí pueden". Quizá para los religiosos y consagrados, pero no para un cristiano de la calle, con sus cotidianos obstáculos y ocupaciones. Por supuesto que el problema fundamental está en que nunca nos planteamos seriamente la pregunta sobre la santidad. Nos parece un edificio demasiado alto, posible sí, pero... para otro.

Al leer el Evangelio, podemos percibir la llamada alentadora de Cristo: "Siéntate y haz cuentas, ya verás que tienes recursos suficientes para construir una torre más alta de lo que tú crees".

Jesucristo es exigente, no se conforma con una entrega a medias, quiere nuestro corazón totalmente para Él; pide todo. Nos dice: Si alguno viene y no aborrece a su padre, a su madre,... y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo. Más aún, incluso cuando ya lo hemos dejado todo nos pide una cosa más: El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Es preciso dar la vida por Él, como Él mismo la dio por nosotros. En definitiva, vemos que Cristo nos pide ser santos, quiere que todos los que asuman su doctrina como norma de vida, sean verdaderos hombres de Dios, desprendidos de todo, dedicados a Él.

Y lógicamente nos parece demasiado arduo. Incluso es posible que hayamos dejado de considerarlo como una posibilidad. Cristo en este pasaje nos invita a hacer cuentas para ver si tenemos o no para terminar la obra de la santidad. Pero su idea no es para que nos retiremos decaídos y desanimados: "No, no soy capaz de construirla". Jamás ha pretendido Cristo que hagamos las paces con el enemigo de nuestras almas. Por tanto, si nos invita a deliberar si podemos hacerle frente, es para que nos convenzamos de que realmente somos capaces de vencer, de que somos más fuertes de lo que nos imaginamos. Podemos atrevernos a atacar con la plena seguridad de que saldremos victoriosos.

Tenemos el material suficiente para levantar ese gran edificio de nuestra santidad. Contamos con las tropas necesarias para vencer al enemigo de Cristo en nosotros. Basta que hagamos cuentas, conscientes de que nunca seremos tentados más allá de nuestras fuerzas.

Cuando Dios llama a alguien, lo toma y lo coloca en estado excepcional de avanzada, de exigencia de perfección y de responsabilidad, ante el cual el elegido se encuentra ahí, solo, inerme, vulnerable por todas partes, débil y pecador. Ante ello, sólo queda una alternativa: o la de huir aterrorizado o la de creer en la fidelidad de Dios.

PRIMER VIERNES DEL MES DE NOVIEMBRE, DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


PRIMER VIERNES DEL MES DE NOVIEMBRE
DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS





Breve Consideración

Jesús a su hija Margarita María de Alacoque: "Así herido como me ves, me han puesto varias almas, que me acaban de maltratar por una Comunión indigna: han hecho revivir todos los dolores de mi Pasión. !Y son almas escogidas! !Mira la herida que me infieren los de mi casa y de mi pueblo! Los otros, los extraños, se conforman con flagelarme, pero éstos !ay!, lastiman mi Corazón que no ha cesado de amarles un instante".



ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS POR MEDIO DE LA VIRGEN SANTÍSIMA

!Santísima Virgen, Madre de Dios y querida Madre y abogada nuestra! Tus hijos, unidos en un mismo sentimiento de cariño, nos arrojamos a tus plantas deseosos de renovar el propósito de servirte con la mayor fidelidad. Te suplicamos que nos consagres, como esclavos tuyos, al adorable Corazón de Jesús, con todo lo que somos, sin reservarnos cosa alguna, pues no queremos tener otra libertad que la de amarle, ni otra gloria que la de pertenecerle en calidad de siervos y víctimas de su amor.

!Oh María, esperanza nuestra! Haz que sintamos cuán poderosa eres con el Corazón de Jesús, y acredita tu valimiento cobijándonos en él, como en mansión perpetua. Ruégale que ejercite su dominio supremo en nuestras almas, reinando por amor a nuestros corazones, a fin de que nos consuma y transforme totalmente en sí. Sea Él nuestro tesoro, nuestra delicia, nuestro amor y nuestro Todo en todas las cosas, destruyendo y anonadando en nosotros todo lo que sea nuestro, y poniendo en su lugar todo lo que es suyo. Sea Él el sostén de nuestra incapacidad, la fuerza de nuestra flaqueza y la alegría de todas nuestras tristezas.

!Oh Sagrados Corazones de Jesús y de María! Remediad todas las miserias de los nuestros, suplid por todo lo que nos falta y consumid nuestras frialdades y tibiezas, ya que ciframos nuestra felicidad en vivir y morir como esclavos del adorable Corazón de Jesús y como siervos de la dulcísima Madre. Así sea.

(De Santa Margarita María de Alacoque)



UNDECIMA PROMESA QUE SE CUMPLE EN EL MES DE NOVIEMBRE:

Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre grabado en mi Corazón y jamás será borrado de el.


Agradezcamos al Salvador tan consoladora promesa, y pidámosle que nos haga acreedores a semejante predestinación, recitando las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús:



V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, ten piedad de nosotros.
R: Cristo, ten piedad de nosotros.
V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, óyenos.
R: Cristo, óyenos.
V: Cristo, escúchanos.
R: Cristo, escúchanos.

V: Dios, Padre celestial,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Hijo, Redentor del mundo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Espíritu Santo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Trinidad Santa, un solo Dios,

R: ten piedad de nosotros.

V: Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre.
R: Ten piedad de nosotros.
V: Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el
seno de la Virgen María, R/.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al
Verbo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, R/.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, R/.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor, R/.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, R/.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, R/.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, R/.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, R/.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, R/.
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros
de la sabiduría y la ciencia, R/.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud
de la divinidad, R/.
Corazón de Jesús, en quién el Padre halló sus
complacencias, R/.
Corazón de Jesús, en cuya plenitud todos hemos recibido, R/.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, R/.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, R/.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan, R/.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, R/.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, R/.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, R/.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, R/.
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, R/.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, R/.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, R/.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, R/.
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, R/.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren
y esperan, R/.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, R/.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: perdónanos, Señor.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: óyenos, Señor.
V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: ten piedad y misericordia de nosotros.
V: Jesús, manso y humilde de corazón,
R: haz nuestro corazón semejante al Tuyo.
V: Sagrado Corazón de Jesús,
R: en Vos confío.

V: Sagrado Corazón de María,
R: salvad el alma mía.

V: Jesús y María os quiero con toda mi alma,
R: salvad almas y salvad el alma mía.



UNA PALABRA DE MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE A SUS HERMANOS LOS ASOCIADOS:

"No os arredren las contradicciones en la obra de amor y sacrificio por el  Corazón de Jesús...  El mismo Salvador me ha asegurado que reinará a pesar de las oposiciones, y no obstante sus enemigos. !Oh, sí!, el infierno no podrá nada en contra de este último esfuerzo de Jesús. !Ánimo, pues, y apresuremos la victoria de su Sagrado Corazón!

Un Padrenuestro y Avemaría por los agonizantes y pecadores.



ACTO DE CONSAGRACIÓN
SE SOR MARÍA DEL DIVINO CORAZÓN

Amabilísimo Jesús, yo me consagro de nuevo y sin reserva a tu Divino Corazón. Te consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, mi alma con todas sus potencias y mi ser todo entero. Te consagro mis pensamientos, palabras, obras, todos mis sufrimientos y trabajos, todas mis esperanzas, consuelos y alegrías. Especialmente te consagro mi pobre corazón para que no ame sino a Ti y se consuma como víctima en las llamas de tu amor. Acepta, !oh Corazón divino!, el deseo que tengo de consolarte y de pertenecerte para simpre. Toma de tal manera posesión de mí, que yo no tenga otra libertad que la de amarte, ni otra vida que sufrir y morir por Ti. Pongo en Ti toda mi confianza, una confianza sin límites, y espero de tu misericordia infinita perdón de todos mis pecados. Deposito en tus manos todos mis intereses, principalmente el de mi salvación eterna.

Prometo amarte y honrarte hasta el último momento de mi vida, y ayudado de tu divina gracia, prometo propagar con celo ardiente el culto de tu Sacratísimo Corazón. !Oh divino Corazón de Jesús!, dispón de mí como te agrade, no quiero más recompensa que tu mayor gloria y tu santo amor. Concédeme la gracia de hacer mi morada en tu Sacratísimo Corazón; allí es donde quiero pasar los días de mi vida y exhalar mi último suspiro.

Haz también de mi  corazón tu morada y el lugar de tu reposo, para quedarnos así íntimamente unidos, hasta que un día pueda yo alabarte, amarte y poseerte por toda la eternidad y cantar para siempre las misericordias de tu dulcísimo Corazón. Amén


Corazón Divino de Jesús, ten misericordia de nosotros (Tres veces)

Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros.

San José, Ruega por nosotros.

Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.