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lunes, 31 de octubre de 2016

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 31 DE OCTUBRE DEL 2016


Un alma agradecida tiene una belleza particular
Lucas 14, 12-14. Lunes XXXI. Tiempo ordinario. Ciclo C. La elección de los invitados


Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, Tú nunca decepcionas a quien  se pone en tus manos Y es por ello que ahí quiero colocar mi corazón. Enciende en mí el ardor de caridad que viniste a traer al mundo. Hazme caminar con tus pasos y escuchar tu mensaje para proclamarlo con mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 14, 12-14
En aquel tiempo, Jesús dijo al jefe de los fariseos que lo había invitado a comer:
“Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Señor, a veces puedo temer tus mandatos. Temo que mi corazón no esté abierto a ponerlos en obra. Miro mi vida, quizá encuentro que me desenvuelvo en medio de muchos placeres y que tal vez sólo frecuento a las personas que me simpatizan. Es mi naturaleza que me inclina hacia las cosas que me son agradables. Y es que vivir con alegría tus regalos es bueno, pero sé que debo aprender a no disponer de ellos totalmente como míos.
Tú me has dado tanto. Y si miro mi vida con sinceridad y justicia, podría concluir que pocos dones los poseo por mi mérito. Poco conseguiría por mis fuerzas solamente, quizá nada. Todo es don tuyo en última instancia. Es verdad que a veces trabajo por éste o aquél fin -y lo alcanzo- pero ¿quién me da las fuerzas?, ¿de quién me viene incluso la vida? Y si la vida no me la he dado a mí mismo, ¿no la habré de agradecer?, y si los dones materiales no provienen de mí en último término, ¿no habré de mirar al cielo para darte gracias? Incluso he de decir que, aquellos regalos que me hacen sufrir, con el misterio de amor que conlleva su dolor, ¿no querrías que un hijo, una hija te los agradeciera?
Tú me amas, Señor, lo creo firmemente y lo experimento. Pero soy tan débil y me olvido fácilmente de la gratitud. Dame por favor un corazón como el tuyo: sensible a todo don de Dios. Dame un corazón agradecido: y de mi gratitud brotará una gran generosidad.
“¿Quie?nes son los destinatarios privilegiados del anuncio evange?lico? La respuesta es clara y la encontramos en el mismo Evangelio: los pobres, los pequen?os, los enfermos, aquellos que a menudo son despreciados y olvidados, aquellos que no tienen como pagarte. La evangelizacio?n, dirigida preferentemente a ellos, es signo del Reino que Jesu?s ha venido a traer: “Existe un vi?nculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”“.
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de mayo de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Obsequiar algo a una persona necesitada.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

A BUSCAR Y SALVAR LO PERDIDO


A buscar y salvar lo perdido




Lucas narra el episodio de Zaqueo para que sus lectores descubran mejor lo que pueden esperar de Jesús: el Señor al que invocan y siguen en las comunidades cristianas «ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». No lo han de olvidar.

Al mismo tiempo, su relato de la actuación de Zaqueo ayuda a responder a la pregunta que no pocos llevan en su interior: ¿Todavía puedo cambiar? ¿No es ya demasiado tarde para rehacer una vida que, en buena parte, la he echado a perder? ¿Qué pasos puedo dar?

Zaqueo viene descrito con dos rasgos que definen con precisión su vida. Es «jefe de publicanos» y es «rico». En Jericó todos saben que es un pecador. Un hombre que no sirve a Dios sino al dinero. Su vida, como tantas otras, es poco humana.

Sin embargo, Zaqueo «busca ver a Jesús». No es mera curiosidad. Quiere saber quién es, qué se encierra en este Profeta que tanto atrae a la gente. No es tarea fácil para un hombre instalado en su mundo. Pero éste deseo de Jesús va a cambiar su vida.

El hombre tendrá que superar diferentes obstáculos. Es «bajo de estatura», sobre todo porque su vida no está motivada por ideales muy nobles. La gente es otro impedimento: tendrá que superar prejuicios sociales que le hacen difícil el encuentro personal y responsable con Jesús.

Pero Zaqueo prosigue su búsqueda con sencillez y sinceridad. Corre para adelantarse a la muchedumbre, y se sube a un árbol como un niño. No piensa en su dignidad de hombre importante. Sólo quiere encontrar el momento y el lugar adecuado para entrar en contacto con Jesús. Lo quiere ver.

Es entonces cuando descubre que también Jesús le está buscando a él pues llega hasta aquel lugar, lo busca con la mirada y le dice: "El encuentro será hoy mismo en tu casa de pecador". Zaqueo se baja y lo recibe en su casa lleno de alegría. Hay momentos decisivos en los que Jesús pasa por nuestra vida porque quiere salvar lo que nosotros estamos echando a perder. No los hemos de dejar escapar.

Lucas no describe el encuentro. Sólo habla de la transformación de Zaqueo. Cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa sólo en su dinero sino en el sufrimiento de los demás. Cambia su estilo de vida: hará justicia a los que ha explotado y compartirá sus bienes con los pobres.

Tarde o temprano, todos corremos el riesgo de "instalarnos" en la vida renunciando a cualquier aspiración de vivir con más calidad humana. Los creyentes hemos de saber que un encuentro más auténtico con Jesús puede hacer nuestra vida más humana y, sobre todo, más solidaria.


* José Antonio Pagola

LA UNIÓN FAMILIAR


La unión familiar



Las piedras de los cerros caen al lecho de los torrentes y allí rozándose entre sí, pulen sus aristas, se suavizan y se vuelven brillantes. La convivencia familiar nos ayuda a madurar y pulirnos. Es un taller donde se forma la personalidad y se arraigan virtudes fundamentales, como la paciencia, la humildad y la esperanza. Aprovéchalo.  

Un padre tenía siete hijos, que casi siempre estaban en desacuerdo. Algunos malvados pensaron aprovechar esta debilidad para apoderarse de la herencia al morir el viejo. Entonces el padre reunió a sus hijos, les mostró un atado de siete varas y les dijo: “Aquél que logra romper estos palos, recibirá la chacra en herencia.” Uno tras otro, usando todas las fuerzas, lo intentó inútilmente. Y dijeron: “¡Es imposible!”.  “Y sin embargo no hay nada más fácil”, replicó el padre. Desató las sogas, separó los palos, y sus gastadas fuerzas fueron suficientes para quebrarlos uno tras otro. “¡Claro!”, exclamaron los hijos, “así es fácil, ¡hasta un niño lo hace!” Pero el padre añadió: “Hijos míos, lo mismo sucederá con ustedes. Mientras estén unidos, nadie los podrá vencer”.

El amor que pide Jesús debe llevarte a evitar en tu familia las faltas de aceptación, incomprensiones, y malentendidos. El Señor te quiere ver bondadoso, pacífico, servicial… No es fácil, pero lo puedes, si lo pides cada día: “Señor, ayúdame a ser hoy comprensivo, compasivo y paciente en mi hogar”. Que tengas un día de buena convivencia.


* Enviado por el P. Natalio 

SACERDOTE EN MÉXICO EXPLICA SIGNIFICADO RELIGIOSO DE CELEBRACIÓN DEL DÍA DE LOS MUERTOS


Sacerdote en México explica significado religioso de celebración del Día de los Muertos
Por María Ximena Rondón



CIUDAD DE MÉXICO, 30 Oct. 16 /  (ACI).- El día 2 de noviembre, después de la Solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia Católica celebra el Día de los Fieles Difuntos y en diversos países se conmemora esta fecha con una serie de antiguas tradiciones como las mexicanas.

ACI Prensa entrevistó al P. Eligio Luna Vega, sacerdote de la Rectoría San Felipe de Jesús de la Arquidiócesis de México, quien explicó el significado religioso del tradicional Día de los Muertos.

El sacerdote explicó que en México se realiza esta tradición desde la época prehispánica y que después de la conquista se introdujo en ella elementos cristianos.

“Es un culto donde a la muerte se le respeta, porque sabemos que va a llegar, pero también entra la parte ‘chusca’, lo humorístico, del mexicano y nos burlamos de ella”.

El P. Luna indicó que el 2 de noviembre se hace un altar en las casas o en los cementerios donde se coloca el retrato del difunto, las cosas que le gustaban, pan de muerto (que representa el pan de Cristo), cempasúchil ( una flor típica de México) y papel picado. Toda la decoración es festiva para “esperar” con alegría al difunto.

Esta ofrenda tiene dos significados: el primero, señala el sacerdote, se remite a la tradición de que en el Día de los Muertos los espíritus de los difuntos vendrán para estar con sus seres queridos; y el segundo es que en esa fecha se hace una ofrenda de oración por el descanso del alma de quienes han fallecido.


La gente también hace calacas (calaveras) de dulce y se colocan en ellas los nombres de la familia y los amigos con alguna frase humorística que habla sobre la muerte llevando a esa persona al panteón o hasta su casa.

En cuanto a las caras pintadas como calaveras, el P. Luna explicó que la gente lo hace para representar a la muerte pero en un sentido “chusco” y pintoresco para burlarse.

Lo que no se debe permitir es “que se tome a la muerte como un dios, simplemente como un juego o como representaciones y obras de teatro”.

“A la muerte no se le da culto. Lo que hacemos es pedir por nuestros difuntos que están en el cielo y que en ese día, según la tradición, sus espíritus nos vienen a visitar”, expresó.

El sacerdote añadió que según la tradición se sabe que el difunto ya visitó a sus seres queridos porque “se lleva el aroma de la comida”.

El P. Luna indicó que esta celebración muestra que la Iglesia está en comunión con los difuntos. “Sabemos que aunque nosotros estamos vivos, como Iglesia militante, estamos en comunión con las almas del purgatorio y las que están en el cielo. Esto es un signo de que seguimos siendo una sola Iglesia”.

Aclaró que esta tradición ha sido tergiversada por Estados Unidos con la celebración de Halloween y el culto a la Santa Muerte, a la que incluso algunos fieles le dedican el rezo del rosario.

Por otro lado, el P. Luna señaló que la Arquidiócesis de México no tiene ningún problema con la celebración del Día de los Muertos, ya que allí se suele celebrar una Misa en la catedral. Para esa ocasión se coloca los retratos de los obispos fallecidos.

El sacerdote también comentó que en las parroquias se colocan los retratos de los fieles fallecidos indicando sus nombres en la Eucaristía en la que se pide por sus almas.


La tradicional celebración del Día de los Muertos ya ha trascendido fronteras y en lugares donde hay muchos mexicanos como en Estados Unidos, también se festeja.

La arquidiócesis de Los Ángeles, por ejemplo, ha organizado una especial celebración para el 5 de noviembre en el cementerio de Santa Clara.

La arquidiócesis señaló que esta actividad se realiza desde hace tres años y que es “una tradición vibrante basada en la fe donde los fieles difuntos son honrados y celebrados a través de canciones, oraciones y ofrendas”.

En estas celebraciones se realizará una procesión, se colocará altares, se celebrará una Misa, habrá un concierto de mariachis y actividades para los niños.

REFLEXIÓN SOBRE LA POBREZA


Reflexión sobre la pobreza
No hay pobreza más grande que la de aquel a quien le falta Dios. Al hombre que a Él tiene podrá derrumbársele el mundo pero permanecerá impasible porque sabe a Quién tiene a su lado, Quién es su compañía.


Por: Jorge Enrique Mújica, LC | Fuente: GAMA - Virtudes y valores 




¿Es la pobreza una virtud? Si así es, ¡cuántos miles de seres humanos vagan por el mundo viviéndola sin saberse virtuosos! No, no es esa pobreza la que hace, sin más, a las personas virtuosas. Y esta afirmación ¿no es ir contra de aquellas palabras del Maestro: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de los Cielos” (Lc 6, 20)?


Escribir sobre la pobreza puede parecer como una falta de respeto a los pobres y pecar de doblez. Con qué facilidad nos quejamos de ella –pues hasta llegamos a pensar que la vivimos radicalmente– cuando para millones de hombres, mujer y niños nuestra “pobreza heroica” es el hecho normal de todos los días y de toda su vida. ¡Cuántas veces eso que nosotros tenemos por menos sería para ellos el mayor lujo! ¡Cuántas veces una jornada de pan y agua podría significar para nosotros la máxima austeridad mientras que para millones sería una especia de sueño con el que tendrían asegurada la existencia!

Sólo puede entender la virtud de la pobreza quien la ha abrazado voluntariamente y ha hecho suyas todas las radicales consecuencias que de ella se desprenden. Consecuencias que van más allá del mero desprendimiento material. Consecuencias que abarcan gustos, aficiones, deseos, lícitos quereres…

Jesús no canonizó la pobreza a secas. San Mateo especifica mejor la bienaventuranza evangélica de Jesús cuando dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3). La pobreza de que se habla nunca es un simple fenómeno material. La pobreza puramente material no salva, aun cuando sea cierto que los más perjudicados de este mundo pueden contar de un modo especial con la bondad de Dios. Pero la pobreza tampoco es una actitud espiritual.

Nos encontramos así con dos matices de pobreza: la material y la espiritual. Dentro de cada una de éstas hay dos tipos de pobrezas más, una mala y una buena.

La pobreza material negativa deshumaniza y debe ser combatida. Es la pobreza ante la que muchos preferimos no voltear, ante la que se calla, ante la que se enmudece cuando se mira de frente. ¡Cuántos se han hecho santos de Dios al entrar en contacto con ella! Sabemos que existe, conocemos en dónde, su rostro nos es del todo familiar… Pero hasta que uno no se pone en la realidad más absoluta del otro la pobreza se sigue mirando con indiferencia.

La pobreza material positiva libera y eleva; es el ideal evangélico que debemos cultivar. Es el querer vivir desprendido para que nada me ate y sea efectivamente libre. Y aquí entra el desapego de cosas, personas y pensamientos. No es minusvalorar ni una especie de frigidez del corazón, no. Es un ensanchamiento del mismo donde todos tienen recta cabida a partir de la jerarquía encabezada por Dios y del cual proviene el orden.

La pobreza espiritual negativa es ausencia de los bienes del espíritu y de los valores humanos: es la pobreza de los ricos. Nada más grotesco, nada más burdo que una pobreza de este tipo. La sensibilidad no existe, los valores y las virtudes se han extinguido; no hay amor, ni esperanza, ni fe; no hay un horizonte, la vida no importa, la existencia es oscura, el hombre -¿quién es?-, no han sido amados ni saben amar: Dios no existe.

La pobreza espiritual positiva está hecha de humildad y fe en Dios que son los frutos más bellos nacidos del árbol frondoso de la pobreza bíblica: es la riqueza de los pobres. Es la pobreza de los hombres que se saben pobres también en su interior, personan que aman, que aceptan con sencillez lo que Dios les da, y precisamente por eso viven en íntima conformidad con la esencia y la palabra de Dios.

***

No hay pobreza más grande que la de aquel a quien le falta Dios. Al hombre que a Él tiene podrá derrumbársele el mundo pero permanecerá impasible porque sabe a Quién tiene a su lado, Quién es su compañía.

MUERTE Y ESPERANZA CRISTIANA


Muerte y esperanza cristiana
La esperanza cristiana es la certeza que tenemos del cumplimiento de las promesas de Cristo.


Por: Laureano López, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores 




El hombre es un “ser para la muerte”, decía Martin Heidegger. Partiendo del presupuesto que en este mundo nadie tiene experiencia de su propia muerte, sino que sólo experimenta la muerte ajena, “del otro”, veamos “lo que dicen” los muertos para reflexionar después sobre lo que aporta la esperanza cristiana ante este “drama”. Y así, los difuntos en sus epitafios han dejado su última palabra. He aquí algunos de ellos:

“Como te ves, yo me vi. Como me ves, te verás. Piensa un poco y no pecarás”.

“Ay de aquel que nada espera más que el polvo sepulcral, pues roto el vaso mortal donde vive aprisionada, salva el alma o condenada, entra en la vida inmortal”.

“Revolucionario sin rencor”.

“Malditas las manos que roben mis flores”.

“No quiero, cuando me muera, nada con el otro mundo, quiero quedarme en la tierra. Quedarme sólo en la tierra sin paraíso ni infierno, ni purgatorio siquiera. Quedarme como se quedan, sobre el suelo humedecido del bosque, las hojas muertas”.

“Aquí la ambición termina, la tumba fría te espera con unas flores marchitas y el pijama de madera”.

“He cambiado de domicilio. Ahora habito en la Casa del Padre”.

“Gracias por su visita, perdonen que no me levante”.

“Estoy aquí en contra de mi voluntad”.

“Se vieron un momento aquí en el suelo, y sus restos unió la misma losa. Dios una así sus almas en el cielo, que es la última esperanza de consuelo, para quien pierde a par hijo y esposa”.

En unas pocas palabras quedan selladas distintas visiones del mundo, incomparables maneras de afrontar la vida y diversas actitudes al llegar a la muerte. En resumen, algunas reflejan vidas sin esperanza, otras sólo esperanzas meramente humanas y otras más una auténtica esperanza cristiana.

¿Qué es, entonces, la esperanza cristiana? “Es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (C.I.C.1817).

La esperanza cristiana se convierte así en una certeza, porque Cristo nos ha dicho con su vida que la muerte no tiene la última palabra, que sólo es la puerta que nos conduce a la eternidad. Cristo nos invita a creer en Él, a trabajar duramente para que nuestros actos sean gratos a los ojos de Dios y a confiar en su misericordia infinita con la que quiere acogernos en la morada celestial.

La esperanza cristiana se puede manifestar concretamente al visitar los cementerios en el día de muertos para rezar por los difuntos. Esto, además de ser un acto de misericordia con las almas de los difuntos, nos puede ayudar para acrecentar en nuestra alma la esperanza de poder llegar un día a la Casa del Padre.

Hay un proverbio latino que dice: qualis vita, finis ita. Ampliamente la podríamos traducir así: “como sea la vida, así será la muerte”. En los epitafios los muertos dejan sus últimas palabras, queda a los vivos esculpir durante su vida “epitafios de esperanza” y dejar al Dios misericordioso la Última Palabra.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 31 DE OCTUBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Octubre 31



Dice la Biblia que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza; esta afirmación está henchida de significado.

Esa imagen y semejanza de Dios deberá existir en todas y cada una de nuestras acciones exteriores e interiores, de tal forma que Dios pueda reflejarse y contemplarse a sí mismo cuando se asome a la ventana de nuestro espíritu.

Cada acción del día de mañana deberá ser, pues, una semejanza de Dios.

En cada una de ellas deberemos poder hallar un destello de Dios por el que cuantos nos rodean puedan llegar a descubrirlo en nosotros.

Cada uno de nuestros actos deberá llevar un poco de la belleza de Dios, de la bondad de Dios, del amor de Dios.
Así, más que vivir nosotros en el día de mañana, será Dios el que vivirá en nosotros.

“Ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos cubras de vergüenza, trátanos según tu bondad y la abundancia de tu misericordia” (Dn 3,4-42). Nos conviene más fiarnos en la bondad de Dios que en la de las criaturas.


* P. Alfonso Milagro