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viernes, 16 de septiembre de 2016

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 16 DE SEPTIEMBRE 2016 - LAS MUJERES ACOMPAÑAN A JESÚS

Las mujeres acompañan a Jesús
Tiempo Ordinario


Lucas 8, 1-3. Tiempo Ordinario. Son el reflejo del amor a toda prueba, de la fidelidad y de la ayuda a la obra de Cristo. 


Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Oración Introductoria
Qué dicha la de los Doce y de las mujeres que supieron reconocerte y por ello dejaron todo para acompañarte y servirte. Permite que encuentre la luz y la fortaleza en esta oración para permanecer siempre fiel a tu gracia, aun cuando se presenten dificultades y problemas.

Petición
Jesucristo, ayúdame a escucharte, acompañandote en la oración, en el Santísimo Sacramento.

Meditación del Papa Francisco
Es indudable que debemos hacer mucho más a favor de la mujer, si queremos dar más fuerza a la reciprocidad entre hombres y mujeres. Es necesario de hecho, que la mujer no solamente sea más escuchada, sino que su voz tenga un peso real, un prestigio reconocido en la sociedad y en la iglesia.
El modo mismo con el cual Jesús ha considerado a las mujeres -el evangelio lo indica así- era un contexto menos favorable del nuestro, porque en esos tiempos la mujer era puesta en segundo lugar. Pero Jesús la considera de una manera que da una luz potente que ilumina un camino que lleva lejos, del cual hemos recorrido solamente un tramo. Aún no hemos entendido en profundidad cuales son las cosas que nos puede dar el genio femenino de la mujer en la sociedad. Tal vez haya que ver las cosas con otros ojos para que se complemente el pensamiento de los hombres. Es un camino que es necesario recorrer con más creatividad y más audacia. (Audiencia de S.S. Francisco, 15 de abril de 2015).
Reflexión

Tres mujeres en primera línea. Cada una con su vocación particular y las tres seguidoras incansables de las huellas de Jesús.

María Magdalena pasó a la historia por ser la primera persona que vio a Cristo resucitado. Todos recordamos esa escena: ella, llorando junto al sepulcro; el Señor que se le aparece como si fuera el hortelano. Luego el encuentro y el anuncio a los apóstoles. María Magdalena, la apasionada discípula que está junto a la cruz en el Calvario, junto a la Virgen y san Juan.

Había otras mujeres que seguían al Maestro de Nazaret. Juana también le acompañó desde los tiempos felices de los milagros hasta el dolor del sepulcro tras la muerte de Cristo. Era una persona importante en la ciudad. Una de esas santas mujeres que sabían estar, al mismo tiempo, entre la alta sociedad de la época y entre los pobres que escuchaban las palabras del Mesías.

También Susana ejerció un papel importante. Ella colaboraba con sus bienes para que el Señor y sus discípulos pudiesen dedicarse a lo importante: la predicación del Reino de los Cielos.

Son mujeres de actualidad, con un testimonio muy vivo. Son el reflejo del amor a toda prueba, de la fidelidad y de la ayuda a la obra de Cristo.

Propósito
Acompañar a Cristo en el Santísimo Sacramento y llevar a los demás un mensaje de amor de Jesús.

Diálogo con Cristo
Permite, Señor, que tanto los hombres como las mujeres de hoy tengamos una gran necesidad de Ti y seamos apóstoles que propaguen tu mensaje de verdad y de caridad.

BREVE NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED, DEL 15 AL 23 DE SEPTIEMBRE



NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

Soberana Virgen María, Reina de los Ángeles, Emperatriz de los cielos, elegida Madre de Dios, concebida en gracia, a quien rinden veneración todos los coros de los Ángeles y Santos del cielo. A Ti me acerco para rogarte que, puesto que bajaste del cielo a la tierra declarando que eres Madre de Merced y de las Misericordias, usa tu piedad con este humilde devoto tuyo. Y para más obligarte, Madre de pecadores, consuelo de los afligidos, socorro de todas las necesidades, me consagro una vez más a ti, como esclavo y servidor tuyo. Dirígeme, encamíname y ampárame, Señora y Madre mía, para que acierte a servirte y logre lo que en esta novena pido y deseo, si es del agrado de tu precioso Hijo Jesús, que vive y reina con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén

Rezar a continuación la oración del día que corresponda:


DÍA PRIMERO 

Señor, Dios Omnipotente y Misericordioso, que así para librar a tu pueblo escogido de la esclavitud de Egipto hablaste a Moisés en el monte Horeb, desde una zarza que ardía sin consumirse, así mismo hablaste en Barcelona al Patriarca San Pedro Nolasco para que rescatase a los cautivos cristianos, siendo la mensajera tu Santísima Madre, la Virgen María, que bajó del cielo y desde el primer instante de su vida fue como zarza milagrosa, pues jamás la tocó la llama de la culpa, ni perdió la hermosura de la gracia, ni su original pureza; te ruego que por la intercesión de la misma Santísima Madre tuya, no se abrase mi cuerpo en las llamas de la impureza, ni se manche mi alma con el pecado de la sensualidad, para que, a imitación de esta celestial Señora, exhale mi corazón fragancias de pureza.

(Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.)



DÍA SEGUNDO 

Rey soberano, Padre de Misericordia y Dios de todo consuelo, que con la virtud de la vara de Moisés diste a conocer al Faraón la eficacia de tu Divino Poder, pues con ella fue quebrantada la dureza de aquel perverso corazón y consiguió la libertad tu pueblo escogido; humildemente te rogamos, por la intercesión de la virgen Santísima de la Merced, refrenes mis pasiones y ablandes la dureza de mi pobre corazón, para que, logrando con tu gracia quebrantar las cadenas de mis culpas, me vea libre de la esclavitud del pecado; y concediéndome la merced de tu caridad y justicia, me des también el don de la perseverancia final, para merecer y lograr la gloria eterna. Amén.

(Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.)



DÍA TERCERO 

Poderosísimo Señor y Padre compasivo que después de librarlos del cautiverio, diste a los israelitas una columna de esperanza y consuelo, pues durante el día, en forma de nube los defendía de los rayos y ardores del sol, y por la noche, en figura de fuego, les iluminaba para librarlos de todo riesgo y peligro; humildemente te suplico por mediación de María Santísima de la Merced, que consigamos vernos libres de los rigores de tu justicia y merezcamos, por tu piedad, el fuego del divino amor que abrase siempre nuestros corazones y sirva de luz que disipe las sombras de nuestra ignorancia para que no perdamos nunca el camino del cielo. Amén.

(Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.)



DÍA CUARTO 

¡Dulcísimo Jesús, Dios infinito, hijo Unigénito de María!; pues manifestaste a los hombres que te es agradable el título de la Merced con que veneramos a tu Santísima Madre: haz, Señor, que experimentemos el Poder de este celestial nombre y singular devoción, y que la Reina del cielo y tierra nos defienda del enemigo infernal y de todas sus asechanzas y tentaciones, para que acertemos a servirte en esta vida y después podamos cantarte himnos de alabanza por toda la eternidad. Amén.

(Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.)



DÍA QUINTO 

Clementísimo Señor, Padre amoroso y benignísimo creador nuestro, somos pecadores y por ellos merecedores de castigo en este mundo y en el otro, más por tu infinita misericordia, nos concedes un refugio seguro en la protección de tu Santísima Madre; continúa derramando sobre cuantos la veneramos como a Madre de Merced y Misericordia tus divinas bendiciones, para que, libres de los peligros de este mundo, lleguemos con su protección, al Puerto seguro de la Gloria. Amén.

(Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.)



DÍA SEXTO  

Señor, Dios de la Misericordia, que por medio de la reina Esther libraste a los israelitas de la sentencia de muerte dictada por Asuero; te rogamos, piadoso dueño de nuestras almas, que por la intercesión de la Santísima Virgen María de la Merced, nos libres de la muerte del pecado, concediéndonos la libertad de los Hijos de Dios y vivir en gracia hasta que podamos gozar eternamente en la gloria. Amén.

(Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.)



DÍA SÉPTIMO 

Eterno y Omnipotente Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que coronaste a la Santísima Virgen María de estrellas y la vestiste de Gloria y Majestad, dándole poder contra todos nuestro enemigos; te suplicamos con la mayor confianza, nos otorgues el favor de considerarnos como devotos y esclavos de tan esclarecida Señora, pues la invocamos como Madre de la Merced y Misericordia, para que así nos veamos libres de las asechanzas del enemigo infernal ahora y en la hora de nuestra muerte y podamos conseguir la Gloria eterna. Amén.

(Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.)



DÍA OCTAVO

Amantísimo Dios y piadoso Señor, que para librar del castigo de la muerte a tu siervo Nabal, dispusiste que bajara del monte la prudente Abigail, para postrarse ante el Rey David; te suplicamos rendidamente que por los ruegos de la hermosísima y prudente Virgen María de la Merced, tu Madre, que bajó del monte de la gloria a la ciudad de Barcelona para dar consuelo a todos los afligidos y libertad a los cautivos cristianos, nos libres de todo peligro de cuerpo y alma y nos concedas entrada segura en la gloria celestial. Amén.

(Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.)



DÍA NOVENO 

Dios y Señor de todo el Universo, que compadecido de nuestras miserias te dignaste bajar a redimirnos de la esclavitud del pecado haciéndote hombre en las purísimas entrañas de María; te rogamos por ese infinito amor tuyo, que pues elegiste a la Virgen Madre tan pura y tan misericordiosa, hagas que ella derrame sobre todos tus devotos la lluvia de sus bondades, para que mereciendo subir pro la senda de las virtudes, logremos, por la intercesión de la virgen María de la Merced, gozar de la Bienaventuranza Eterna, adorándote en tus moradas celestiales, donde vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

(Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.)

    
ORACIONES FINALES PARA TODOS LOS DÍAS
Salutaciones. Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del Paraíso, como Hija del Eterno Padre y te consagro mi alma con todas sus potencias. Dios te salve, María...

Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del Paraíso, como Madre de Dios Hijo y te consagro mi cuerpo con todos sus sentidos. Dios te salve, María...

Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del Paraíso, como Esposa del Espíritu Santo y te consagro mi corazón con todos sus afectos, pidiéndote que me obtengas de la santísima trinidad todos los medios y gracias que necesito para mi salvación eterna. Dios te salve, María...


Oración. ¡Oh, Bendita Virgen María de la Merced! ¿Quién podrá darte las debidas gracias y alabanzas por la solicitud tan maternal con que siempre has atendido a todas las almas? ¿Qué alabanzas podrá tributarte el frágil mortal que no haya aprendido de ti, Madre mía?

Dígnate aceptar nuestras plegarias que con todo fervor te dirigimos para agradecerte tantos y tan grandes favores que hemos recibido de tu maternal bondad. Son pobres y desproporcionadas a tus beneficios, pero no pongas tus ojos en ellos, piensa más bien que somos tus hijos y que, como hijos muy amantes te las dirigimos. A recibirlas alcánzanos el perdón de nuestros pecados y redímenos del castigo por ellos tenemos merecido. Escucha propicia nuestras plegarias y haz que consigamos la dicha eterna.

Recibe nuestras ofrendas, accede a nuestras súplicas, disculpa nuestras faltas, pues eres la única esperanza de los pecadores. Por tu intercesión ante tu Hijo esperamos el perdón de nuestros pecados y en ti, oh Madre celestial, tenemos toda nuestra esperanza. Virgen excelsa de la Merced; socorre a los desgraciados, fortalece a los débiles, consuela a los tristes, ruega por nuestra Patria, intercede por el Papa, por los Obispos, por los Sacerdotes, por los presos y sus familias; que experimenten tu protección maternal todos cuantos se acerquen a ti con devoción y confianza. Está siempre dispuesta a escuchar las oraciones de los que acuden a tus plantas, de manera que vean siempre cumplidos sus deseos. Ruega sin cesar por todo el pueblo cristiano tú, oh Virgen dichosa, que mereciste llevar en tus entrañas purísimas al Redentor del mundo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


VEN Y VERÁS


“Ven y verás”


Sin camino no se anda, sin verdad no se conoce, sin vida no se vive. Si andas perdido sin encontrar el rumbo, si sientes que en lugar de vivir arrastras la vida o lo que sería peor eres muerto en vida, éste es el momento de lanzarte en pos de Cristo, de acercarse al Señor, luz para iluminar tu vida, en el seno de una comunidad creyente.

Cristo vino a salvarnos de nuestros vacíos interiores, de nuestras desesperanzas, de nuestra inseguridad existencial… Cristo nos da sólidas razones para llevar una vida con sentido, y se nos entrega él mismo como “camino, verdad y vida”. Los primeros apóstoles llevaban a sus amigos a donde estaba Jesús de Nazaret con estas convincentes palabras: “Ven y verás”.

Como a sus discípulos, Jesús te envía a comunicar la alegría de la salvación, y transmitir con fuerza tu experiencia personal de fe. Se trata de conducir a los extraviados y confundidos al encuentro con Jesús vivo en su Palabra, en los sacramentos y en la comunidad eclesial. Persuádelos diciéndoles “ven y verás”.


* Enviado por el P. Natalio

VENCER EL MIEDO


Vencer el miedo



No debemos tener miedo porque Dios está con nosotros, si vivimos en su gracia y amistad, y nada pueden las criaturas contra un hijo de Dios.

Pero hay alguien que está muy interesado en que tengamos miedo, y ese alguien es el diablo, que como vive él mismo y sus demonios en el miedo, también quiere inculcarlo en las almas.

Trató de infundirle miedo al mismo Hijo de Dios, y lo hizo sudar sangre en el Huerto de los Olivos. También lo hará con nosotros. Pero no debemos ceder ante los engaños y amenazas del Maligno, sino ser valientes, con la valentía de los hijos de Dios, y presentar batalla al diablo y al miedo, porque también tenemos que reconocer que muchos de nuestros miedos no vienen del demonio, sino de nosotros mismos, de nuestras dudas e inseguridades, y quizás también de una mala educación.

Sea lo que fuere, tenemos que aprender a no tener miedo, porque Dios y su Madre nos protegen, y los destinos de nuestras vidas están en las manos de Dios, que no permitirá que seamos vencidos, si confiamos en Él.

¡Cuántas decisiones en la vida las tomamos por miedo! ¡Cuántas oportunidades en la vida perdemos por miedo!

Es tiempo de adoptar aquel lema que nos diera el Papa Juan Pablo II cuando comenzó su pontificado: “No tengáis miedo”.

Y es que el miedo hace cometer muchas imprudencias y nos estorba para ser felices y plenos, para vivir valientemente nuestra fe ante quien sea.

Hay gente que es valiente ya de nacimiento, y benditos sean ellos. Pero quizás nosotros no seamos valientes por naturaleza; y entonces será el momento de comenzar a trabajar nuestros miedos para conquistar la valentía en todas las cosas.

Debemos decir como decían los Santos: “¿Miedo o temor? Sólo al pecado”.

Es cierto que para muchos de nosotros será un reto no pequeño el llegar a ser valientes y dejar de tener miedos. Pero sabemos que la vida cristiana no es fácil, es una lucha continua en todos los campos. Así que a no desanimarnos y adelante, sabiendo que Dios está con nosotros, y que todo lo bueno que queremos lograr para mejorarnos y santificarnos, es bien visto por Dios, que no niega Su ayuda si tenemos buena voluntad.


* Sitio Santísima Virgen.

QUIÉN PUEDE HACER EXORCISMOS EN LA IGLESIA CATÓLICA?


¿Quién puede hacer exorcismos en la Iglesia Católica?


 (ACI).- El sacerdote misionero del Instituto de los Servidores de la Palabra, P. Modesto Lule, explicó que “los únicos que pueden hacer exorcismos sin necesidad de consultarlo con alguien son los Obispos de la Iglesia Católica”.

El exorcismo es el acto de expulsar demonios o espíritus malignos fuera de las personas, sitios u objetos que son supuestamente poseídos o plagados por ellos.

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) detalla en el numeral 1673 que “cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo”.

El P. Modesto aseguró que ni pastores ni laicos pueden realizar un exorcismo, pero sí algunos sacerdotes.


“No todos, pues para poder realizarlo necesitan el permiso o la delegación de su Obispo. Si el Obispo no lo delega, no podrán hacer más que una oración de liberación”, expresó citando el canon 1172 §1 del Derecho Canónico.

Para corroborar sus afirmaciones en el SIAME, el sacerdote se refirió al Evangelio de San Mateo 10, 1, cuando Jesús llama a sus doce discípulos y les da la autoridad para expulsar los espíritus impuros. “En la actualidad, los Obispos son los representantes de los apóstoles. La Iglesia Católica es la única que desciende desde los apóstoles”, precisa.

Sobre delegar esta facultad a los presbíteros citó Hechos 6, 1-6, donde se especifica que se “reunieron los doce apóstoles y les dijeron a los seguidores que ellos ya no se podían ocupar de todo, así que escogieran a unos de entre ellos para que les ayudaran”.

“Escogieron a siete, los llevaron ante los apóstoles y les impusieron las manos. Los sacerdotes en la actualidad son ordenados por los Obispos, y éstos les dan la facultad para poder hacer exorcismos a algunos de ellos”, agregó.

Según el canon 1172 §2 del Derecho Canónico, el exorcista debe ser un Obispo o un sacerdote “piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”.

El P. Lule reiteró que el acto de exorcizar solo fue encomendado a los apóstoles y sus sucesores, citando Hechos 19, 13-20.

“Aquí se habla de siete hijos de un sacerdote judío que se dedicaban a expulsar demonios en nombre de Jesucristo, pero en cierta ocasión el espíritu maligno los enfrentó y les dijo que únicamente conocía a Jesucristo y a Pablo. Después de decirles que no los conocía les dio tremenda golpiza que hasta desnudos los dejó y salieron corriendo”. En este caso, “los que andaban expulsando demonios no habían sido delegados por el apóstol y recibieron tremendo susto”, dijo el sacerdote.


“En el numeral 395 del Catecismo dice que: el que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero ‘nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman’”, agregó.

Finalmente se refirió a las oraciones de liberación, que puede ser realizadas por “todos los obispos, sacerdotes y hasta laicos”.

“Una oración de liberación no es igual que un exorcismo. Exponerse a un exorcismo sin las debidas licencias es colocarse en un estado muy frágil donde los demonios pueden hacer presa a alguna de las almas”, concluyó.

EL ALMA DE UN NIÑO


El alma de un niño
Aprendamos de ellos y no permitamos que pierdan su esencia por falta de atención, amor, educación o disciplina de parte de nosotros los adultos responsables de ellos


Por: Maleni Grider | Fuente: ACC – Agencia de Contenido Católico 




En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?” Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos, y declaró: “En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos”. Mateo 18:1-4

Mucho se dice que “los niños son crueles”, y en la vida práctica suele en ocasiones ser verdad. Pero esto sólo ocurre cuando, de manera colectiva, los niños son incitados por alguien más, o cuando la falta de atención, amor y educación por parte de los padres los impulsa a cometer actos irresponsables, de poca conciencia, o de carácter irrespetuoso.

Sin embargo, en general, y cuando los niños reciben el cuidado que merecen, ellos son completamente capaces de crecer saludables y madurar en personas de bien, exitosas y llenas de cualidades y dones. La responsabilidad de llevarlos por ese camino es principalmente de los padres o de quienes estén a cargo de ellos, así como de las instituciones educativas y de la iglesia, en menor grado.

Un niño sabe reír de manera natural, ante situaciones simples, graciosas o placenteras. Un niño disfruta de pequeñas cosas como correr, jugar, cantar, ver a sus amigos, leer un cuento, comer un dulce, recibir un regalo, encontrar algo parecido a un juguete, columpiarse, bañarse en el mar, ver el sol, oler las flores, acariciar una mascota, etcétera.

Un niño aprende rápido, porque está ávido de todo lo que lo rodea y ansioso por saber. No cree que lo sabe todo ni se preocupa por su propio ego. Un niño no hace preguntas complicadas, sino que de manera natural quiere saberlo todo y, con inocencia, hace las preguntas más básicas de la existencia. Todo lo cree, y no necesita explicaciones complejas para quedar satisfecho.



Un niño, cuando es lastimado, perdona rápidamente. Y olvida. No pierde el tiempo en resentimiento, sino que deja de llorar fácilmente y vuelve a sus juegos en unas horas. Un niño se adapta fácilmente al cambio, por más extremo que éste sea; se adapta a las circunstancias con pocas quejas y tiene la capacidad de ser feliz en ellas.

Un niño ríe mucho más de lo que llora y disfruta más de lo que se queja. Un niño tiene una magia en la voz, un brillo en la mirada, y su apariencia se renueva cada día. Un niño busca de manera incansable, y se maravilla con cada descubrimiento. Quiere siempre experimentar y su curiosidad está tan viva como su energía. El niño se cansa sólo cuando su cuerpo físico se agota, pero su espíritu nunca. Se levanta muy temprano y busca la diversión, no se apaga fácilmente.

Los adultos solemos quejarnos, estar insatisfechos, tener amargura, guardar resentimiento, sonreír poco y estresarnos mucho, jugar poco y trabajar demasiado, sentirnos agotados, dejar de sorprendernos, abandonar los intentos y desanimarnos con facilidad ante las nuevas circunstancias.

Es por eso que Jesús afirmó que debemos volvernos como niños para entrar en el Reino de los Cielos. Cambiar nuestro corazón a uno sencillo, dispuesto a amar, fácil para perdonar, ávido de aprender y no soberbio, propenso a disfrutar de todo lo que Dios ha creado, agradecido con lo que tiene, en pocas palabras: listo para ser feliz y buscar la felicidad de otros.

Aprendamos de ellos y no permitamos que pierdan su esencia por falta de atención, amor, educación o disciplina de parte de nosotros los adultos responsables de ellos.

GRACIAS, AMOR ETERNO!!!


¡Gracias, Amor eterno!
Hay momentos en los que el corazón sufre por tristezas profundas, por penas que parecen no tener fin.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




Hay momentos en los que el corazón sufre por tristezas profundas, por penas que parecen no tener fin. Pensamos entonces que Dios no nos escucha, que nos abandona, que nos “prueba”, que permite enfermedades lentas y dolorosas o dramas profundos en la propia vida o en la de tantas personas a las que queremos de veras.

Lloramos porque el egoísmo o la tibieza penetran y dominan nuestras vidas, porque el pecado parece triunfar sobre la gracia, porque sentimos más nuestra flaqueza que la ayuda divina. Como si Dios no escuchase nuestra oración sincera, como si no nos tomase de la mano para dejar el mundo del pecado que nos engulle poco a poco...

Pero al pensar así mostramos nuestra ceguera. Porque ya Dios, de mil modos, ha actuado, está actuando, y sigue siempre a nuestro lado.

Basta con mirar la cruz, con leer palabras de misericordia y de esperanza en el Evangelio de la gracia, con saber que la muerte fue vencida en la mañana de la Pascua, para que los hielos y las penas pierdan terreno, para que el corazón empiece a sentir un abrazo cálido y profundo del Dios que ama y vela sobre cada uno de sus hijos.

Necesitamos suplicar a Dios que nos dé ojos limpios, que nos conceda un alma agradecida. Porque es tanto el bien que nos acompaña, porque es tan intensa y fuerte la acción del Espíritu en nuestras vidas, porque tenemos tantos miles de señales que nos recuerdan la bondad divina... que nos será suficiente abrir el corazón para descubrir que estamos envueltos en un mundo maravilloso, bello, intensamente bueno.

Toda nuestra vida, entonces, se convertirá en un canto agradecido. Sentiremos la necesidad profunda de repetir, una y otra vez, lo que leemos en tantos pasajes de la Biblia:

“Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias, invocando tu nombre, tus maravillas pregonando” (Sal 75,2).

“Yo, en cambio, cantaré tu fuerza, aclamaré tu amor a la mañana; pues tú has sido para mí una ciudadela, un refugio en el día de mi angustia” (Sal 59,17).

“Yo te ensalzo, oh Rey Dios mío, y bendigo tu nombre por siempre jamás; todos los días te bendeciré, por siempre jamás alabaré tu nombre; grande es Yahveh y muy digno de alabanza, insondable su grandeza” (Sal 145,1-3).

“Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, Aquel que es y que era, porque has asumido tu inmenso poder para establecer tu reinado” (Ap 11,17-18).

El Catecismo de la Iglesia Católica nos invita a la gratitud, precisamente al hablar de la fe, pues ésta consiste en “vivir en acción de gracias: Si Dios es el Único, todo lo que somos y todo lo que poseemos viene de El: ¿Qué tienes que no hayas recibido? (1Co 4,7). ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? (Sal 116,12)”.

La vida espiritual cambia cuando entramos en la clave de la gratitud. Entonces el sol, la lluvia, la brisa, el colibrí, la rosa, la sonrisa del amigo, la prueba que nos ayuda a reconocer nuestra profunda fragilidad y a renovar nuestra esperanza en Dios... todo se convierte en un motivo para repetir, desde lo más profundo del corazón: ¡gracias, Señor, gracias, Padre, gracias, Amor eterno!

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 16 DE SEPTIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Setiembre 16


Se habla del cumplimiento del deber, de que todos debemos ser fieles al cumplimiento del deber. Y esto está bien.

Pero no está tan bien la interpretación que alguno pudiera dar a esa afirmación, como si con ella se pretendiera expresar que no estamos obligados más que al cumplimiento del deber.

Si solamente haces lo que "debes", si te limitas en tus esfuerzos a aquello que "puedes", será difícil que llegues a la perfección.
El amor nunca dice basta, el amor no reconoce límites; si le pones límites de "deber", deja de ser verdadero amor.

Haz de hacer lo que "debes", por vocación; lo demás, por amor.
Lo que "puedes", por obligación; lo que "no puedes" por generosidad. El amor y la generosidad aumentan la potencia.

“No te dejes vencer por el mal; por el contrario, vence al mal haciendo el bien” (Rom 12,21). No basta no hacer el mal; es preciso practicar el bien. La virtud no es algo negativo, como el mal; es algo muy positivo, como el bien. No sabe cuánto bien hace el que no hace el mal: pero no sabe cuánto mal hace el que no hace el bien.


* P. Alfonso Milagro