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lunes, 29 de febrero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 29 DE FEBRERO DEL 2016


Ninguno es profeta en su tierra
Cuaresma y Semana Santa


Lucas 4, 24-30. Cuaresma. Ya se vislumbra el final del camino: la muerte en la cruz. Hagamos caso de las insistentes llamadas de Dios a la conversión. 


Por: Aníbal de Jesús Espino Rodríguez | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según Lucas 4, 24-30
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria». «Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio». Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó. 

Oración introductoria
Señor Jesús, al comenzar esta breve conversación contigo, quisiera actuar mi fe en tus palabras; mi esperanza, en tus promesas, y mi caridad, en tu inmenso amor por mí. Gracias, Señor, por ser quien eres. Gracias por cómo me tratas. Gracias por ser mi más grande bienhechor. Gracias, en fin, por todo; porque todo lo que soy y tengo, es gracia tuya.

Petición
Señor, te ruego que abras mi corazón a tus palabras, y que por medio de ellas, me decida por fin a ser generoso contigo. No quiero ser como esos hombres a los que visitaste en tu aldea y no te reconocieron. Quiero ser como aquellos otros, que, viéndote escondido detrás de un manto, supieron identificarte con corazón limpio.

Meditación del Papa Francisco
El Evangelio presenta la imagen de la viuda precisamente en el momento en el que Jesús comienza a sentir las resistencias de la clase dirigente de su pueblo: los saduceos, los fariseos, los escribas, los doctores de la ley. Y es como si Él dijera: Sucede todo esto, pero mirad allí, hacia esa viuda. La confrontación es fundamental para reconocer la verdadera realidad de la Iglesia que cuando es fiel a la esperanza y a su Esposo, se alegra de recibir la luz que viene de Él, de ser —en este sentido— viuda: esperando ese sol que vendrá.
Por lo demás, no por casualidad la primera confrontación fuerte que Jesús tuvo en Nazaret, después de la que tuvo con Satanás, fue por nombrar a una viuda y por nombrar a un leproso: dos marginados. Había muchas viudas en Israel, en ese tiempo, pero sólo Elías fue invitado por la viuda de Sarepta. Y ellos se enfadaron y querían matarlo.
Cuando la Iglesia es humilde y pobre, y también cuando confiesa sus miserias —que, además, todos las tenemos— la Iglesia es fiel. Es como si ella dijera: Yo soy oscura, pero la luz me viene de allí. Y esto nos hace mucho bien. Entonces recemos a esta viuda que está en el cielo, seguro, a fin de que nos enseñe a ser Iglesia de ese modo, renunciando a todo lo que tenemos y a no tener nada para nosotros sino todo para el Señor y para el prójimo. Siempre humildes y sin gloriarnos de tener luz propia, sino buscando siempre la luz que viene del Señor. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 24 de noviembre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
El Señor nos muestra en el Evangelio la necedad de los hombres al escuchar la palabra de Dios. Jesús habla, en primer lugar, de dos extranjeros que recibieron la gracia de Dios: un leproso y una viuda. En ellos, están representados todos los leprosos, es decir, los pecadores, los que están infectados con la lepra del egoísmo, y por otra parte, nos muestra a la viuda, la figura del necesitado. A ambos, Dios presta su socorro, a ambos, los abraza con su inmenso amor.

Ahora, podemos preguntarnos por qué dice esto el Señor. ¿Qué encontró Jesús en su pueblo natal? ¿Incredulidad? Tal vez. ¿Soberbia? Quizás. Todo esto lo podemos suponer, pero lo que no podemos suponer es lo que se nos narra: ellos quisieron despeñarlo, lo quisieron matar. Jesús les reprochó el que no estuvieran abiertos a la acción de Dios, al divino amor que les tenía. Les recordó cómo hasta los extraños no eran ajenos a la caridad de Divina. Sin embargo, los nazarenos no estuvieron abiertos ni dispuestos para escuchar esas bellas palabras de Dios: Os amo.

Propósito
Hoy haré un acto de generosidad con aquella persona que me parece más antipática.

Diálogo con Cristo
Muchos leprosos y muchas viudas había en Israel; muchos pecadores y necesitados hay hoy en día en nuestro mundo, pero sólo visitaste y obraste, Señor, con los que se abrieron a tu amor. Yo convivo a diario contigo, Jesús; presencio cada día infinidad de tus milagros. No obstante, no quiero acostumbrarme a tu presencia y a tus milagros, no quiero tenerte como a un cualquiera. Por eso, te pido que abras, Jesús Bendito, mi corazón, y te ameré como nadie lo ha hecho jamás.

¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo! (Beato Juan Pablo II, 22 de octubre 1978)

 


Preguntas o comentarios al autor Aníbal de Jesús Espino Rodríguez

UN EQUIPAJE LIGERO


Un equipaje ligero
Autor: Nadia Kabande



En días pasados tuve el placer de encontrarme con una persona la cual  estimo mucho y hacia tiempo que no la veía personalmente. Con una  conversación abierta y sincera como siempre me comento que me observaba con un semblante alegre, tranquila incluso que hasta en la mirada me notaba  un brillo especial; Con una sonrisa en los labios me pregunto: ¿a que se debía tal cambio? Estaba acaso ¿enamorada?.

Riendo respondí: no lo que sucede es que he aprendido a ser feliz, 
aceptándome tal cual soy, dando siempre lo mejor de mí, no permitiendo que  los problemas de los demás y los míos me afecten demasiado, disfrutando  cada una de las cosas que realizo, no guardando rencores ni resentimientos. Todo esto es una tarea ardua sin embargo, trabajando día con día con el auto estima te ayuda a mantenerlo en alto.

Satisfecha me dijo: la vida es muy larga y corta a su vez. Es por eso que tienes que aprender a llevar tu equipaje lo más ligero que puedas para que lo que le vayas echando a tu maleta no te pese demasiado a lo largo de tu vida. Esto es entre menos problemas, rencores y angustias guardes tu vida será más placentera y fácil.

Ahora yo te pregunto, ¿cómo llevas tu equipaje? 

UN DÍA CUALQUIERA


Un día cualquiera...



Un día cualquiera decidí, decidí seguir adelante.

 
Decidí no esperar a las oportunidades,
sino yo misma salir a buscarlas.
Y acepté que cada problema es un obstáculo
que sólo invita a crecer.
 
Un día cualquiera decidí, decidí ver en cada noche
el brillo oculto del siguiente amanecer.
Y aprendí, aprendí que lo difícil no es soñar,
sino jamás cumplir los sueños.
 

Un día cualquiera agradecí por tener el privilegio
de llamarle a alguien " amor "
Y comprendí, comprendí que el amor es más
que un simple estado, es una necesidad de vida.
Y que de nada sirve ser luz, si esa luz no ilumina
el camino de los demás. 
Un día cualquiera entendí, aprendí, acepté.

Y un día como hoy agradecí.

¿SOY CULPABLE DE MÍ MISMO?


¿Soy culpable de mí mismo?
Necesito abrir los ojos ante mi situación actual y verla con realismo y con esperanza.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




Cada decisión deja una huella: en mi vida, en la de los seres cercanos, en otros corazones que no conozco pero que, de modos misteriosos, quedan bajo la influencia de mis actos.

Con el pasar del tiempo, las decisiones configuran un mosaico. Como enseñaba san Gregorio de Nisa, en cierto sentido somos padres de nosotros mismos a través de nuestros actos.

¿Qué imagen he trazado en mi alma? ¿Hacia dónde está dirigida mi mirada? ¿Qué busco, qué sueño, qué temo, qué lloro, qué me causa alegría? ¿Hacia dónde oriento el cincel cada vez que plasmo la estatua de mi vida?

Si los defectos dominan mi corazón, siento pena. Surge entonces la pregunta: ¿soy culpable de mí mismo? ¿Son mis decisiones las que me llevaron a esta situación de apatía, de tibieza, de orgullo, de envidia, de rencores?

En ocasiones busco la culpa fuera de mí. Incluso tal vez tenga algo de razón: hay personas que me han herido profundamente, que un día llegaron a provocar esa angustia o ese odio que me carcome a todas horas. Pero en otras ocasiones tengo que reconocerlo: la culpa es completamente mía.

Necesito abrir los ojos ante mi situación actual y verla con realismo y con esperanza. Sobre todo, necesito aprender a leer mi vida desde un corazón que me conoce como nadie: el corazón de Dios.

A Él puedo preguntarle si soy culpable de mí mismo, si me he dañado tontamente, si he permitido que me ahoguen asuntos insustanciales, si me he encerrado en un pesimismo dañino.

Luego, desde el diagnóstico del Médico divino, podré abrirme a su gracia para curar mi voluntad, para orientar mis pensamientos a un mundo nuevo y bello, para dar pasos concretos que me permitan perdonar y pedir perdón.

Será posible, entonces, que esa libertad con la que tantas veces he hecho daño, a otros y a mí mismo, empiece a ser usada para construir una vida nueva, desde la luz del Espíritu Santo y con la meta que embellece todo: amar a Dios y a los hermanos.