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sábado, 27 de febrero de 2016

LECTURAS BÍBLICAS PARA EL TERCER DOMINGO DE CUARESMA: DOMINGO 28 DE FEBRERO 2016


Lecturas
3 Domingo de Cuaresma – Ciclo C
Domingo 28 de Febrero de 2016

“Reconcilia incondicionalmente“

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Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (3,1-8a.13-15):

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo: «Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.»
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés.»
Respondió él: «Aquí estoy.»
Dijo Dios: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.»
Y añadió: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.» Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.
El Señor le dijo: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.»
Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los israelitas y les diré: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros.” Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?»
Dios dijo a Moisés: «”Soy el que soy”; esto dirás a los israelitas: `Yo-soy’ me envía a vosotros”.»
Dios añadió: «Esto dirás a los israelitas: “Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación”.»

Palabra de Dios    

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Salmo

Salmo Responsorial: 102,1-2.3-4.6-7.8.11

R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R/.

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Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10,1-6.10-12)

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquéllos. No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.

Palabra de Dios


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 13, 1-9

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?” Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”.»

Palabra del Señor

Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc 13, 1-9

¿DÓNDE ESTAMOS NOSOTROS?

Unos desconocidos le comunican a Jesús la noticia de la horrible matanza de unos galileos en el recinto sagrado del templo. El autor ha sido, una vez más, Pilato. Lo que más les horroriza es que la sangre de aquellos hombres se haya mezclado con la sangre de los animales que estaban ofreciendo a Dios.

No sabemos por qué acuden a Jesús. ¿Desean que se solidarice con las víctimas? ¿Quieren que les explique qué horrendo pecado han podido cometer para merecer una muerte tan ignominiosa? Y si no han pecado, ¿por qué Dios ha permitido aquella muerte sacrílega en su propio templo?

Jesús responde recordando otro acontecimiento dramático ocurrido en Jerusalén: la muerte de dieciocho personas aplastadas por la caída de un torreón de la muralla cercana a la piscina de Siloé. Pues bien, de ambos sucesos hace Jesús la misma afirmación: las víctimas no eran más pecadores que los demás. Y termina su intervención con la misma advertencia: «si no os convertís, todos pereceréis».

La respuesta de Jesús hace pensar. Antes que nada, rechaza la creencia tradicional de que las desgracias son un castigo de Dios. Jesús no piensa en un Dios «justiciero» que va castigando a sus hijos e hijas repartiendo aquí o allá enfermedades, accidentes o desgracias, como respuesta a sus pecados.

Después, cambia la perspectiva del planteamiento. No se detiene en elucubraciones teóricas sobre el origen último de las desgracias, hablando de la culpa de las víctimas o de la voluntad de Dios. Vuelve su mirada hacia los presentes y los enfrenta consigo mismos: han de escuchar en estos acontecimientos la llamada de Dios a la conversión y al cambio de vida.

Todavía vivimos estremecidos por el trágico terremoto de Haití. ¿Cómo leer esta tragedia desde la actitud de Jesús? Ciertamente, lo primero no es preguntarnos dónde está Dios, sino dónde estamos nosotros. La pregunta que puede encaminarnos hacia una conversión no es «¿por qué permite Dios esta horrible desgracia?», sino «¿cómo consentimos nosotros que tantos seres humanos vivan en la miseria, tan indefensos ante la fuerza de la naturaleza?».

Al Dios crucificado no lo encontraremos pidiéndole cuentas a una divinidad lejana, sino identificándonos con las víctimas. No lo descubriremos protestando de su indiferencia o negando su existencia, sino colaborando de mil formas por mitigar el dolor en Haití y en el mundo entero. Entonces, tal vez, intuiremos entre luces y sombras que Dios está en las víctimas, defendiendo su dignidad eterna, y en los que luchan contra el mal, alentando su combate.

EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 27 DE FEBRERO DEL 2016


Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida
Cuaresma y Semana Santa


Lucas 15, 1-3.11-32. Cuaresma. Dios no se cansa de esperarnos, por mucho que nos alejemos de Él. 


Por: Javier González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3.11-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola. Dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."


Oración introductoria
Señor, ¡qué grande es tu amor y misericordia! Me identifico con esos dos hijos del Evangelio que no saben recibir y corresponder a tu amor. Conduce esta oración para que mi corazón no se endurezca y sea dócil a las inspiraciones.

Petición
Señor, ayúdame a confiar siempre en tu gran misericordia pero no permitas que abuse de tanto amor.

Meditación del Papa Francisco
Después está escrito que el Señor es “compasivo” en el sentido que nos concede la gracia, tiene compasión y, en su grandeza, se inclina sobre quien es débil y pobre, siempre listo para acoger, comprender y perdonar. Es como el padre de la parábola del Evangelio de san Lucas: un padre que no se cierra en el resentimiento por el abandono del hijo menor, sino que al contrario continúa esperándolo —lo ha generado— y después corre a su encuentro y lo abraza, no lo deja ni siquiera terminar su confesión —como si le cubriera la boca—, qué grande es el amor y la alegría por haberlo reencontrado; y después va también a llamar al hijo mayor, que está indignado y no quiere hacer fiesta, el hijo que ha permanecido siempre en la casa, pero viviendo como un siervo más que como un hijo, y también sobre él el padre se inclina, lo invita a entrar, busca abrir su corazón al amor, para que ninguno quede excluso de la fiesta de la misericordia. ¡La misericordia es una fiesta!
De este Dios misericordioso se dice también que es “lento a la ira”, literalmente, “largo en su respiración”, es decir, con la respiración amplia de paciencia y de la capacidad de soportar. Dios sabe esperar, sus tiempos no son aquellos impacientes de los hombres; Él es como un sabio agricultor que sabe esperar, deja tiempo a la buena semilla para que crezca, a pesar de la cizaña.  (Homilía de S.S. Francisco, 13 de enero de 2016).
Reflexión
Sabiendo que somos hijos de Dios pensamos que lo merecemos todo. A veces no somos ni capaces de agradecer a nuestro Creador por el gran don de la vida. Y, mucho menos, nos esforzamos por corresponder a su amor infinito.
¿Cuánto hemos recibido de Dios? ¡Todo! Sin embargo lo vemos como una obligación de parte de Él. Podríamos llegar a quejarnos cuando no recibimos lo que queremos y tal vez hasta hemos llegado al punto de exigirle.
Dios, en su infinita bondad, no cesa de colmarnos de sus gracias y hasta cumple con nuestros caprichos. No importa si le agradecemos o no.
Lo más hermoso es ver que Dios no se cansa y por mucho que nos alejemos de Él, cuando deseamos volver, ahí está con los brazos abiertos esperándonos con un corazón lleno de amor.
Dios es el Pastor que se alegra al encontrar la oveja perdida. Él es el Padre misericordioso que espera a su hijo perdido con grandes ansias, le perdona cualquier falta cuando ve un verdadero arrepentimiento y lo llena de su amor. Digamos a Cristo: "Señor Tú lo sabes todo tu sabes que te quiero"

Propósito
Vivir hoy de tal modo que pueda ser admitido en el festín eterno del cielo.

Diálogo con Cristo
Señor y Padre mío, con qué facilidad puedo engañarme a mí mismo al seguir el camino fácil que me ofrece la vida y ser un ciego y sordo indiferente a las necesidades de los demás, para concentrarme sólo en mi propia felicidad. Dame tu gracia para saber mantenerme siempre a tu lado. Que no me aleje de tu gracia, porque entonces mi corazón se convertirá en roca, insensible a recibir y corresponder a tu amor. Libremente quiero depender siempre y en todo de Ti.

MARÍA ES UNA MUJER CON EL CORAZÓN EN EL CIELO


María es una mujer con el corazón en el cielo
La alegría no puede abandonar nunca a quien cree en Dios. Y éste debería ser el rostro de nosotros los cristianos.


Por: Juan J. Ferrán, L.C. | Fuente: Catholic.net 




María es una mujer alegre. La alegría es la virtud de los resucitados, de los que tienen a Dios, de los que han puesto su corazón en el cielo. Vemos esta alegría en María Magdalena cuando descubre al Resucitado, en los discípulos de Emaús cuando reconocen a Cristo en la fracción del pan, en los apóstoles cuando Cristo resucitado se les presenta en el Cenáculo.

La alegría no puede abandonar nunca a quien cree en Dios. Y éste debería ser el rostro de nosotros los cristianos que ya vivimos de alguna forma nuestra fe en la resurrección. Por el contrario, la tristeza, como vivencia habitual y permanente, no entra nunca, pase lo que pase, en la vida de quien cree en Cristo.

María es una mujer con el corazón en el cielo. María veía todo a través del cielo. ¿Qué importancia tenían el sufrimiento, las carencias, las luchas, los sacrificios, los esfuerzos, las renuncias, los momentos difíciles, cuando todo eso se ve desde el cielo? Ninguna. Todo es parte de ese camino hacia el cielo, ese camino estrecho que tanto asusta al ser humano, que conduce a Dios. Ella ha sido nuestra precursora en este camino, dándonos ejemplo. Sigamos a María en esta vida que sin duda es para todos "un valle de lágrimas", pero tengamos siempre el corazón arriba, junto a Dios, con espíritu de resucitados.

Dios nos ha dado a María como Madre, Abogada, Intercesora, Mediadora, Amiga y Compañera. En la espiritualidad cristiana debe haber un gran sitio para María en el corazón de cada cristiano. De lo contrario nuestra espiritualidad estaría incompleta, sería muy pobre. Podríamos proponer algunos caminos o medios de espiritualidad mariana para nuestro corazón de cristianos.

El amor tierno y filial a María. María debe convertirse en la vida de un cristiano en objeto de ternura, de cariño, de afecto. A María hay que quererla como se quiere a una madre. Lejos de nuestra espiritualidad una actitud seca, austera, distante, fría hacia quien nos ama tanto, hacia quien aboga tanto por nosotros ante Dios, ante quien tanto nos cuida, ante quien vigila nuestros pasos para que no caigamos en el mal. De ahí la necesidad de tener con María momentos de encuentro, diálogos cordiales, intimidad y confianza. No puede pasar un día en nuestra vida que no nos dirijamos a Ella con la sencillez de un niño a contarle a nuestra Madre del Cielo nuestros problemas, nuestras alegrías, nuestras luchas, nuestros planes.


Pero la devoción a María no debe quedarse sólo en un afecto y amor, porque entonces se empobrecería. Debe convertirse en imitación de sus virtudes. Para nosotros María es la obra perfecta de Dios y en Ella resaltan con luz muy especial todos aquellos aspectos de una vida que agradan a Dios. Aunque nunca seremos tan perfectos como Ella, sin embargo podemos seguir sus pasos para llegar a Cristo a través de María. Su mayor deseo es que amemos a su Hijo, que seamos como Él, que vivamos su Evangelio. ¡Qué María sea nuestra guía en este camino!

Y no olvidemos esas formas de oración particular centradas en María como pueden ser el Santo Rosario. Una devoción que hay que llegar a gustar y gozar, metiendo el corazón en cada Avemaría, en cada invocación, en cada recuerdo de María. En casa en familia, ante el Santísimo, en los viajes, el rosario debe ser nuestro acompañante.

CRÍTICAS, BURLAS Y TRAICIONES A JESÚS


Críticas, burlas y traiciones a Jesús.
Jesús, ¿tuvo enemigos? ¿Cómo actuó frente a ellos? ¿Los condenaba? ¿Quién estaba detrás de aquéllos que decidieron darle muerte y convertirse en sus enemigos?


Por: P. Antonio Rivero, L.C | Fuente: Libro Jesucristo. 




Cuando uno lee el Evangelio se extraña de que hubiera gente que tuviera enemistad y malquerencia contra Jesús. Si Jesús es bondad, mansedumbre, comprensión, corazón abierto, ¿cómo hay quienes no le quieren? No se entiende por qué tuviera enemigos. Esto tiene que ser obra del gran enemigo que quiere servirse de algunos para deshacerse de Jesucristo, que es la Luz, el Camino, la Verdad y la Vida. Todas las potencias del mal se abalanzaron contra el Justo. La envidia, el odio, la soberbia, la mentira, la falsedad se unieron para destruir al Santo. ¿Por qué? ¿Quién venció en esta lucha?

Durante su vida terrena Jesús tuvo personas que no quisieron aceptar su misión salvadora. La postura que Él adoptó frente a ellas fue la de convertirlas y atraerles a su divino corazón, unas veces con palabras suaves, otras, exigentes; unas veces, prefirió el silencio respetuoso; otras, la frase sagaz e inteligente. No a todos pudo conquistar para su Padre, porque les respetó la libertad. Pero Él vino para salvar a todos.

¿Quiénes consideraron a Jesús como enemigo?

Aclaremos una cosa: Jesús no consideró a nadie como su enemigo. A todos amó y por todos derramó su sangre preciosísima. Serán ellos, los que no le aceptaron, los que se consideraban como enemigos suyos. ¿Quiénes eran éstos?

En el campo religioso, lo consideraron un enemigo y un peligro la mayor parte de los escribas, fariseos y sumos sacerdotes (no todos) porque se arrogaba la autoridad de llevar a plenitud la ley, porque rechazaba ciertas interpretaciones que de ella hacían, porque desenmascaraba el legalismo y la hipocresía en sus relaciones con Dios y con los hombres. Basta leer el capítulo 23 de san Mateo para darnos cuenta de todo esto. Las acusaciones de Cristo se dirigen no contra los fariseos en cuanto tales, herederos de los profetas ni contra su doctrina, realmente elevada, sino contra sus actitudes hipócritas y contra las formalidades externas a que habían reducido la religión.

Dice Monseñor Juan Straubinger, comentando este capítulo de san Mateo: "Este espíritu de apariencia, contrario al Espíritu de verdad que tan admirablemente caracteriza a nuestro divino Maestro, es propio de todos los tiempos, y fácilmente lo descubrimos en nosotros mismos. Aunque mucho nos cueste confesarlo, nos preocuparía más que el mundo nos atribuyera una falta de educación, que una indiferencia contra Dios. Nos mueve muchas veces a la limosna un motivo humano más que el divino, y en no pocas cosas obramos más por quedar bien con nuestros superiores que por gratitud y amor a nuestro Dios". Evitemos en nuestra vida toda hipocresía e insinceridad. La hipocresía es asesina de toda autenticidad y rectitud de vida y priva de la posibilidad de un diálogo espontáneo y sencillo con el Creador y de una relación cordial y recta con los hombres.

En el campo civil, lo consideraron enemigo Herodes, porque creyó que el niño recién nacido ponía en peligro su reino; y Pilatos, desde el momento en que presentaron a Jesús como sedicioso y enemigo del César.

No pensemos que Jesucristo nos hará la vida imposible o que nos aguará la fiesta, como se dice. Jesús es incapaz de hacernos esto. Él quiere siempre nuestro bien, busca siempre nuestro bien. Y cuando nos exige, nos exige por amor. Ni a Herodes quiso quitarle su trono ni a Pilato. Es más, a Pilato le dijo que la autoridad que tenía como procurador la había recibido de Dios mismo.

En el corazón de Jesús no cabe, no podía caber ni una sombra de resentimiento, de malquerencia, de desprecio. Su corazón es un remanso de paz, de bondad y de caridad para con todos.

¿Cómo actuó Jesús frente a ellos?
Frente a los escribas fariseos y sumos sacerdotes: hostigó ciertamente su legalismo e hipocresía, desenmascaró su falsa religiosidad y dureza de corazón, puso en evidencia cómo deformaban la voluntad de Dios y cómo se dejaban llevar de la vanidad y amor por las riquezas, defendió su misión divina, etc. Pero acogió a quien humildemente se acercó a él, como le sucedió a Nicodemo (cf. Juan 3) y alabó al escriba que respondió correctamente (cf. Lc 10, 28).

Jesús los desnudó y les puso de manifiesto un pecado fundamental: la falta de verdad en sus vidas, de desamor a la verdad, e incluso de odio a la verdad. Ellos no soportaban que Jesús dijera: "Yo soy la Verdad". Su rechazo de Jesucristo no fue por razones de honestidad. Lo rechazaron por ser precisamente Él, con su modo de vida singular, con su doctrina específica y nueva, con sus enseñanzas particulares nunca oídas antes. Por eso Jesús les dijo: "Yo he venido en nombre de mi Padre y vosotros no me recibís".

Para probar esta desafección de algunos fariseos hacia Cristo está el testimonio de la cruz y los relatos de la Pasión. La confianza de Cristo en su Padre era como una llamada de atención a su presunción. La verdad de Cristo dolía a su doblez. El desprendimiento de Cristo chocaba contra la avaricia farisea. La humildad de Jesús era una lección difícil a su soberbia y orgullo. Muchas cosas de Cristo les molestaba a los fariseos: su seguridad, su virilidad, su amor a los pobres y pecadores, su autoridad, su arrastre, su sencillez, su porte distinguido, su sonrisa serena, el brillo de sus ojos...Muchas cosas eran para los fariseos motivo de fastidio.

Frente a los jefes políticos, Jesús es respetuoso con ellos. Les hace ver cuál es su misión, recibida de Arriba. Les pone en su lugar: al César lo que es del César. Intenta abrirles a la verdad de su mensaje. Incluso los excusa, como hizo a Pilato. No se rebaja a la curiosidad malsana de Herodes.

En general, Jesús supo enfrentar a sus enemigos sin miedo. Sigue con su posición definida, aunque incómoda para ellos (cf Jn 11, 14-16), guiado por la meta que el Padre le encomendó, que es de índole sobrenatural (cf Mc 8, 33).

Sigue predicando, esperando ser escuchado a pesar de posiciones ciegas (cf. Lc 20, 47-48).

Cuando ve la seguridad y la inminencia de la muerte que le preparan, sigue luchando, no para ganarse amigos, sino para dar un último esfuerzo y terminar totalmente su misión. Los enemigos nunca lo frenaron o intimidaron (cf. Lc 21, 37-38).

No evita al enemigo ni tampoco busca enfrentarse con él. No se agita febrilmente para vencer. Su objetivo no es ser reconocido vencedor, sino alcanzar su ideal (cf. Jn 19, 30). Jesús sabe aislarse de un ataque físico, cuando considera oportuno continuar todavía su obra antes de que llegue su hora (cf. Jn 8, 59; Lc 4, 23-30).

Jesús es el Justo. Pero, como dice el Libro de la Sabiduría, el justo siempre es un problema para el pecador: "Tendamos lazos al justo, que nos fastidia, se enfrenta a nuestro modo de obrar, nos echa en cara faltas contra la Ley y nos culpa de faltas contra nuestra educación. Se gloría de tener el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un reproche de nuestros criterios, su sola presencia nos es insufrible, lleva una vida distinta de todas y sus caminos son extraños. Nos tiene por bastardos, se aparta de nuestros caminos como de impurezas; proclama dichosa la suerte final de los justos y se ufana de tener a Dios por padre. Veamos si sus palabras son verdaderas, examinemos lo que pasará en su tránsito. Pues si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará de las manos de sus enemigos. Sometámosle al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará" (2, 12-20).

Pero a todo esto, Jesús respondió con sus brazos extendidos, con su costado abierto para acoger a todos y con su palabra de perdón: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23, 34).

Jesús y su enemigo principal, Satanás
Es el enemigo verdadero de Jesús. Y Jesús, sí lucha contra él y contra sus planes. Recibe de él ataques. Actúa en el mundo (cf Jn 13, 2), busca condenar al hombre (cf. Mt 13, 19). Por eso, Jesús busca vencerlo (cf. Jn 12, 31). Su lucha contra Satanás es la lucha contra el mal. Por ello Cristo busca, ante todo, hacer el bien, construir el Reino de Dios.


CONCLUSIÓN 
En el corazón de Jesús no cabían enemigos. Para Él todos somos dignos del amor de su Padre. A todos vino a salvar. Los que se alejan de Jesús lo hacen conscientemente, porque no quieren abrirse a su amor. ¡Lástima que se pierden el calor y el cariño de este Corazón misericordioso de Jesús! Siempre lucha por la verdad, no contra las personas (cf. Mt 22, 23-40). De todo esto se deduce que Jesús ama a sus enemigos. Trata de darles el tesoro de salvación que trae. Los respeta sin devolverles la misma piedra que le arrojan. Pero llega a zarandearlos fuertemente con palabras duras, nunca para molestarlos, sino para arrancarlos de su tensa dureza en el corazón. Podemos decir que su enemigo es el pecado, nunca el hombre. Pero ese pecado anida en el corazón de cada hombre.

CINCO CAMINOS DE PENITENCIA


Cinco caminos de penitencia
Quieren que les recuerde los diversos caminos de penitencia? Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos ellos conducen al cielo.

Por: San Juan Crisóstomo  




Quieren que les recuerde los diversos caminos de penitencia? Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos ellos conducen al cielo.

El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados: Confiesa primero tus pecados, y serás justificado. Por eso dice el profeta: Propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Condena, pues, tú mismo, aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante el Señor, pues, quien condena aquello en lo que faltó, con más dificultad volverá a cometerlo; haz que tu conciencia esté siempre despierta y sea como tu acusador doméstico, y así no tendrás quien te acuse ante el tribunal de Dios.


Éste es un primer y magnífico camino de penitencia; hay también otro, no inferior al primero, que consiste en perdonar las ofensas que hemos recibido de nuestros enemigos, de tal forma que, poniendo a raya nuestra ira, olvidemos las faltas de nuestros hermanos; obrando así, obtendremos que Dios perdone aquellas deudas que ante él hemos contraído; he aquí, pues, un segundo modo de expiar nuestras culpas Porque si ustedes perdonan al prójimo sus faltas -dice el Señor-, también su Padre celestial perdonará las de ustedes.
¿Quieres conocer un tercer camino de penitencia? Lo tienes en la oración ferviente y continuada, que brota de lo íntimo del corazón.


Si deseas que te hable aún de un cuarto camino, te diré que lo tienes en la limosna: ella posee un grande y extraordinario poder.


También, si eres humilde y obras con modestia, en este proceder encontrarás, no menos que en cuanto hemos dicho hasta aquí, un modo de destruir el pecado: De ello tienes un ejemplo en aquel publicano, que, si bien no pudo recordar ante Dios su buena conducta, en lugar de buenas obras presentó su humildad y se vio descargado del gran peso de sus muchos pecados.

Te he recordado, pues, cinco caminos de penitencia: primero, la acusación de los pecados; segundo, el perdonar las ofensas de nuestro prójimo; tercero, la oración; cuarto, la limosna; y quinto, la humildad.
No te quedes, por tanto, ocioso, antes procura caminar cada día por la senda de estos caminos: ello, en efecto, resulta fácil, y no te puedes excusar alegando tu pobreza, pues, aunque vivieres en gran penuria, podrías renunciar a tu ira y mostrarte humilde, podrías orar de manera constante y confesar tus pecados; la pobreza no es obstáculo para dedicarte a estas prácticas. Pero, ¿qué estoy diciendo? La pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de penitencia que consiste en seguir el mandato del Señor, distribuyendo los propios bienes -hablo de la limosna- pues esto lo realizó incluso aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas.

Ya que has aprendido con estas palabras a sanar tus heridas, decídete a usar de estas medicinas, y así, recuperada ya tu salud, podrás acercarte confiado a la mesa santa y salir con gran gloria al encuentro del Señor, rey de la gloria, y alcanzar los bienes eternos por la gracia, la misericordia y la benignidad de nuestro Señor Jesucristo.