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lunes, 1 de febrero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 1 DE FEBRERO DEL 2016


Cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo
Milagros


Marcos 5, 1-20. Tiempo Ordinario. Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio 


Por: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Es que Él le había dicho: Espíritu inmundo, sal de este hombre. Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Le contesta: Mi nombre es Legión, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos. Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos 2000 - se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti. Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.

Oración introductoria
Padre Santo, ten misericordia de mí. Tú conoces mi miseria y sabes cuánto necesito de tu gracia para poder seguir tu mandato del amor. Concédeme que este momento de oración aumente mi fe, esperanza y caridad.

Petición
Señor, dame la gracia de la confianza para crecer en la esperanza.

Meditación del Papa Francisco
Y Jesús sanaba: dejaos curar por Jesús. Todos nosotros tenemos heridas, todos: heridas espirituales, pecados, enemistades, celos; tal vez no saludamos a alguien: «¡Ah! Me hizo esto, ya no lo saludo». Pero hay que curar esto. «¿Y cómo hago?». Reza y pide a Jesús que lo sane. Es triste cuando en una familia los hermanos no se hablan por una estupidez, porque el diablo toma una estupidez y hace todo un mundo. Después, las enemistades van adelante, muchas veces durante años, y esa familia se destruye. Los padres sufren porque los hijos no se hablan, o la mujer de un hijo no habla con el otro, y así los celos, las envidas… El diablo siembra esto. Y el único que expulsa los demonios es Jesús. El único que cura estas cosas es Jesús. Por eso, os digo a cada uno de vosotros: dejaos curar por Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la herida. Cada uno de nosotros tiene una; no sólo tiene una: dos, tres, cuatro, veinte. Cada uno sabe. Que Jesús cure esas heridas. Pero, para esto, tengo que abrir el corazón, para que Él venga. ¿Y cómo abro el corazón? Rezando. «Pero, Señor, no puedo con esa gente, la odio, me ha hecho esto, esto y esto…». «Cura esta herida, Señor». Si le pedimos a Jesús esta gracia, Él nos la concederá. Déjate curar por Jesús. Deja que Jesús te cure.  (Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).

Reflexión
¿Nuestra vida es un tormento por ver a Jesús, como la de este endemoniado? ¿Es un tormento que nos ciega al pecado y hace herir constantemente nuestra alma? ¿Ya nadie es capaz de soportarnos, ni siquiera nosotros mismos, sino sólo Cristo que nos visita?

Cristo se dirigió a la región de Gerasa explícitamente para salvar al endemoniado, aunque el endemoniado no lo sabía y una vez que lo supo no lo aceptó. El mismo poseído es quien se arroja a sus pies para pedirle que se aleje de él, para pedirle que no lo atormente. La presencia de Cristo nos perturba cuando nuestro pecado nos mantiene alejados de Él. Y podría ser que también nosotros nos arrojemos a sus pies para pedirle que se vaya, en lugar de pedirle nuestra curación. Parecería que es una visita casual, por pura coincidencia, lo que para Él es la salvación de nuestra alma. Pero ya lo dice Cristo "No son los sanos los que necesitan de curación, sino los enfermos".

Por otro lado, ¿cuántas veces optamos por el valor material de las cosas que tener a Cristo entre nosotros? Preferimos la cantidad de nuestras posesiones al bien y salvación de un alma. Porque, ¿qué son 2000 cerdos comparados con la gracia de ser curado por Cristo? Los habitantes de la región de Gerasa escuchaban atentos el milagro y se alegraban con el desposeído, pero sus corazones se cerraron al escuchar la pérdida de los cerdos por el precipicio. Creemos en Jesús pero hasta la multiplicación de los panes, no hasta la cruz. Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio a "nuestros cerdos".

Propósito
Confiemos plenamente en Jesús. No importa si para ello necesita de nuestros bienes, pues ¿de qué nos sirve ganar todo el mundo si al final perdemos nuestra alma?

Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por buscarme constantemente y mostrarme tu infinita misericordia, a pesar de mi debilidad, de mi infidelidad. Aumenta mi caridad para que viva atento a las múltiples oportunidades que me das para colaborar con tu gracia y crecer en el amor. Que sepa tomar cada encuentro con los otros como una oportunidad para dar testimonio de Jesucristo.

OTRO HIJO PRÓDIGO



Otro ‘hijo pródigo’
Autor:  Padre Guillermo Ortiz SJ.


Un oyente de 28 años nos dio su testimonio:

“Yo estaba en la mala - dice. Estaba en la droga. Pasa que yo era muy para dentro. No me sacaban una palabra ni a garrotazos. No los culpo, pero me faltaba el afecto de mis padres y entré en la droga. Me daba cuenta del peligro. Estaba mal porque rozaba la muerte, pero no quería saber nada con ningún centro de rehabilitación. Un día soñé con la Virgen. Yo estaba en una guerra, en un campo de batalla y llegaban muchísimos soldados. Corrí buscando refugio y en el sueño ví una gran cortina. Abrí esa cortina y había una imagen inmensa de María. Yo me refugié en ese lugar. Desde entonces empecé a rezar el rosario todos los días, para que la virgen me proteja en esta guerra a muerte con la droga. Rezaba uno, seis, diez rosarios por día.” “Todavía me cuesta, me dice nuestro amigo, porque tengo muchas tentaciones, pero la Virgen me ayudó a salir”.

Esta es la cuaresma de nuestro amigo, ese tiempo fuerte de prueba y oración profunda y decidida. Ese tiempo de prueba que también Jesús, el Hijo amado de Dios, vivió en el desierto, donde rechazó el mal con la fuerza del amor indestructible y persistente del Padre Dios.

Los que entienden lo que significa salir de la droga después de estar tan metido en ella, consideran que la experiencia de Néstor, es un verdadero milagro del amor de Dios, y el dice que no se lo merece.

Señor, que el poder de la cruz nos cure del mal y nos llene de la fuerza de tu Vida.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS: LUNES 1 DE FEBRERO DEL 2016


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS 
Febrero 1


Ya iniciamos el segundo mes del año; los días ya se van pasando y el tiempo con ellos y la vida con él.
La gente vulgar sólo piensa en pasar el tiempo; la gente de talento piensa más bien en aprovecharlo; porque, entre el pasado que ya no es y el futuro que aún no es, está el presente en el que residen nuestros deberes y que está bajo nuestra responsabilidad.

Una cosa es perder el tiempo y otra es emplearlo; el poeta dijo con acierto:
"Y continuo se te acuerde
de que el tiempo bien gastado,
aunque parezca pasado,
ni se pasa, ni se pierde"

¿Quién será el que pierde el tiempo? El que lo pasa sin ser útil para Dios ni para el prójimo.
A veces nos preguntamos qué día habrá sido el más feliz de nuestra vida; no es difícil responder: cada día es el más feliz, porque cada día se nos presenta la oportunidad de emplearlo mejor en el servicio de Dios y de los prójimos, y en ese servicio precisamente radica nuestra felicidad y la de los demás.
La causa de la alegría será la práctica del bien; tu acción en ti mismo, el esfuerzo por mejorarte; tu acción apostólica, que intenta hacer el bien en los demás; ojalá imites al Maestro, del que se pudo afirmar: “Pasó haciendo el bien” (Hech 7,38). ¿Se podrá decir lo mismo de ti?


* P. Alfonso Milagro

CONOCE AL ÁNGEL DE DACHAU ASESINADO POR LOS NAZIS Y DECLARADO MÁRTIR POR EL PAPA


Conoce al “Ángel de Dachau” asesinado por los nazis y declarado mártir por el Papa



 (ACI).- El P. Engelmar Unzeitig fue un joven sacerdote de origen checo que fue arrestado por los nazis el 21 de abril de 1941.

¿Su crimen? Predicar contra el Tercer Reich, especialmente contra el trato hacia el pueblo judío. También por incentivar a su congregación a permanecer fiel a Dios y a resistir las mentiras del régimen nazi.

Como castigo, el sacerdote fue enviado al campo de concentración de Dachau, conocido como “el monasterio más grande del mundo” porque llegó a encerrar a cerca de 2700 clérigos, de los cuales el 95 por ciento eran sacerdotes católicos polacos.

El P. Unzeitig tenía 30 años, y había sido ordenado dos años antes de su llegada a Dachau. Nació en 1911 en Greifendorf, la actual República Checa. Ingresó al seminario a los 18 años y se convirtió en sacerdote de la Sociedad Misionera Mariannhill, cuyo lema era: “Si nadie más va: ¡yo voy!”.

Durante su cautiverio estudió ruso para poder ayudar a los que llegaban de Europa Oriental y por su actitud de servicio a los demás se le consideró como un hombre santo dentro de Dachau.

El trato hacia los sacerdotes y ministros en Dachau era impredecible: a veces les permitían alabar y otras eran tratados severamente. Por ejemplo, en un Viernes Santo, para “celebrar la ocasión”, los nazis seleccionaron a decenas de sacerdotes para torturarlos.

Por varios años el P. Unzeitig gozó de buena salud pese al maltrato que recibía. Sin embargo, cuando una epidemia de fiebre tifoidea asoló el campo, él y otros 19 sacerdotes se ofrecieron de voluntarios para hacer lo que nadie quería: atender a los enfermos y moribundos, lo que significaba una certera sentencia de muerte.

Así él y sus compañeros bañaban y cuidaban a los enfermos. También oraban con ellos y les administraban los últimos ritos.

A pesar de las circunstancias difíciles, el P. Unzeitig encontró esperanza y alegría en su fe, tal como se refleja en las cartas que le envió a su hermana:

“Hagamos lo que hagamos, queramos lo que queramos, es seguramente solo la gracia que nos lleva y nos guía. La gracia todopoderosa de Dios nos ayuda a superar obstáculos...el amor duplica nuestra fuerza, nos hace ingeniosos, nos hace sentir contentos y libres interiormente. Si la gente se diera cuenta de lo que Dios tiene preparado para los que le aman! ", escribió.

En otra carta señaló:

“Incluso detrás de los sacrificios más difíciles y los peores sufrimientos está Dios con su amor paternal, que está satisfecho con la buena voluntad de sus hijos y a ellos y otros da la felicidad ".

El 2 de marzo de 1945 el P.Unzeitig sucumbió a la fiebre tifoidea junto con otros dos sacerdotes voluntarios. El campo de concentración de Dachau fue liberado por los soldados estadounidenses unas semanas después.

En reconocimiento a sus virtudes heroicas, el P. Engelmar Unzeitig fue declarado Venerable por el Papa Benedicto XVI el 3 de julio del año 2009.

El pasado 21 de enero el Papa Francisco reconoció oficialmente al P. Unzeitig como mártir, asesinado por odio a la fe, lo cual abre el camino para su beatificación.



Traducido por María Ximena Rondón. 
Publicado originalmente en CNA.

SIN ORACIÓN NO HAY CONVERSIÓN


Sin oración no hay conversión



La oración es necesaria para convertirnos y para convertir a las personas, porque la conversión es una gracia que da Dios, y Él la da porque es obtenida mediante la oración.

Efectivamente si rezamos por los pecadores, obtendremos su conversión. Y si queremos convertirnos, debemos rezar nosotros, o alguien debe rezar por nosotros.

Si estamos en amistad con Dios y vamos por el buen camino, es porque alguien ha rezado por nuestra conversión alguna vez, ya sea un alma de la tierra, o del Purgatorio o del Cielo.

De modo que si buscamos la salvación del mundo, o al menos de nuestras familias y seres más queridos, no tenemos otra alternativa sino rezar mucho. Entonces sí que veremos verdaderos milagros a nuestro alrededor, y el verdadero y completo fruto de nuestra oración recién lo veremos en el Cielo.

¿Es que no nos preguntamos nunca por qué la Virgen, en todas sus apariciones, nos pide con tanta insistencia que oremos, y mucho? Ella sabe muy bien que la salvación individual y colectiva sólo puede venir por la oración.

Dejemos de lado, entonces, tantas cosas que nos hacen perder un precioso tiempo inútilmente, y dediquemos más tiempo a la oración, en especial el Santo Rosario, y preparémonos a ver cosas admirables en nuestras vidas y en las vidas de aquellos que amamos.

La oración es la solución a todo, porque si está bien hecha, la oración lo obtiene todo de Dios.

Pero aunque nuestra oración no sea perfecta, oremos igualmente, y mucho, porque a orar se aprende orando, y con el paso del tiempo iremos mejorando nuestro trato personal, de amor y amistad con Dios, su Madre, los Ángeles, los Santos y las Benditas Almas, pues no otra cosa es la oración, sino un diálogo con Dios, la Virgen y los Santos.

Seguramente las cosas quizás no nos van del modo que querríamos que nos vayan. Pues bien, tenemos una solución a ello: Rezar. Y si las cosas se complican, recemos más aún, porque la perseverancia en la oración obtiene infaliblemente dones del Señor, que si no son los que esperamos, sí en cambio serán aquellos que necesitamos.


© Sitio Conviértanse

MI SEÑOR...


MI SEÑOR...


Mi Señor, quiero poder siempre caminar contigo y experimentar a tu lado el nuevo rostro de Dios. Quiero ser transformado por Ti para luego ir al mundo entero a darte los frutos que corresponda. Estoy llamado a cooperar contigo en la extensión de tu Reino, a trabajar continuamente por tu Iglesia y por llevar tu Palabra a los que aún no te conocen o creen conocerte pero no viven según tus mandatos. Quiero imitar tu ejemplo e vida que pasaste por el mundo haciendo el bien, llevando alegrías y sanando los dolores.


 Ayúdame a llevarte hoy a todas las personas con las que pueda encontrarme en este camino de vida que me estoy trazando. Tú me has elegido para ser tu amigo, no tu esclavo. Eres mi gran amigo, el que nunca falla y que todo lo perdona. Tú me has elegido y quieres que te acompañe en este viaje por la vida y por nuestra salvación. Contigo estoy dispuesto a todo, porque me siento seguro de que me acompañas y pides al Padre por mi protección y porque nunca caiga en las trampas del mundo. Deseo vivir mi profesión de fe unido a tu voluntad y a tu amor. Amén.

EL VALOR DEL PERDÓN


El valor del perdón
Una actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la venganza y el odio nunca pueden


Fuente: encuentra.com 




Los resentimientos nos impiden vivir plenamente sin saber que un simple acto del corazón puede cambiar nuestras vidas y de quienes nos rodean.

En los momentos que la amistad o la convivencia se rompen por cualquier causa, lo más común es la aparición de sentimientos negativos: la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza, llevándonos a perder la tranquilidad y la paz interior. Al perder la paz y la serenidad, los que están a nuestro alrededor sufren las consecuencias de nuestro mal humor y la falta de comprensión. Al pasar por alto los detalles pequeños que nos incomodan, no se disminuye la alegría en el trato cotidiano en la familia, la escuela o la oficina.

Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino por el contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de disculpar interiormente las faltas que han cometido otros.

En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes de los demás, pero en muchas otras, nos sentimos heridos sin una razón concreta, por una pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio.

La imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros resentimientos:

Cuando nos damos el lujo de interpretar la mirada o la sonrisa de los demás, naturalmente de manera negativa;


– Por una respuesta que recibimos con un tono de voz, a nuestro juicio indiferente o molesta;

– No recibir el favor que otros nos prestan, en la medida y con la calidad que nosotros habíamos supuesto;

– En el momento que a una persona que consideramos de “una categoría menor”, recibe un favor o una encomienda para lo cual nos considerábamos más aptos y consideramos injusta la acción.
Es evidente que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez enjuiciamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos.


Para saber perdonar necesitamos:

– Evitar “interpretar” las actitudes.

– No hacer juicios sin antes de preguntarnos el “por qué” nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).

– Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay porque seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto… entonces nosotros debemos pedir perdón.

Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:

– Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.

– Pensar la manera de llegar a una solución.

– Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.

– Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.

– Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.

– Olvidar en incidente y seguir como si nada hubiera pasado.

El Perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de comprender las fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a que las corrijan.

Es necesario recordar que los sentimientos negativos de resentimiento, rencor, odio o venganza pueden ser mutuos debido a un malentendido, y es frecuente encontrar familia en donde se forma un verdadero torbellino de odios. Nosotros no perdonamos porque los otros no perdonan. Es necesario romper ese círculo vicioso comprendiendo que “Amor saca amor”. Una actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la venganza y el odio nunca pueden, y es lograr restablecer la armonía.

Una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta.

Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma de mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos negativos.

LA FE ES UN DON GRATUITO


La fe es un don gratuito
A veces se tienen tesoros que no somos capaces de valorar, la fe es un gran tesoro, las dificultades ponen a prueba nuestra fe, y de nada sirve una fe muerta sino viva.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net 




La fe es gratuita y la respuesta también es libre. La fe es un gran tesoro. Tenemos tesoros que no somos capaces de valorar. Es como el que tiene una avioneta arrumbada en un oscuro garaje, llena de polvo y telarañas, que nunca ha usado. La avioneta está ahí sin sospechar lo que es. Cree que es un trasto más del garaje, como la estantería llena de botes o ruedas viejas. Y un día viene alguien y la saca, la limpia, le engrasa el motor, le llena el depósito de gasolina, arranca… y ¡a volar!

¿Os imagináis lo que sentiría la avioneta si fuese capaz de sentir? Creo que lo más grande no sería la emoción de notar el viento de frente con fuerza o de ver pasar a gran velocidad los bosques, los montes y las colinas desde lo alto…, sino descubrir de repente lo que en realidad era, aquello para lo que fue creada… ¡Para volar!

Existe además la fe religiosa, la fe en Dios, en Jesús. El creyente vive de la fe. Vivir la fe es más importante que hablar de ella, y quien oye hablar de ella sin fe, no descubre nada, es como un ciego al que le explican cómo es la luz. Jesús no hace muchas preguntas a sus oyentes, no les exige admitir verdades, sino que les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? ¿Os fiáis de mí? . ¿Por qué no me creéis? ; etc.

Muchas personas, cuando les preguntamos si creen, nos hablan de una fe apoyada en el ambiente, en la tradición: Siempre se ha hecho así; Mi familia ha sido siempre católica…. Y reducen su fe a los sacramentos, que tienen más un tinte social que de expresión de fe. Y sin embargo, sabemos que la auténtica fe cristiana brota de una experiencia de Dios, exige creer en Él y una respuesta personal. No basta con creer lo que otros digan, ni siquiera con creer a los curas.

Queremos que la fe sea un seguro de vida ante el dolor o ante los problemas. Ser creyente supone asumir todos los valores personales, familiares y sociales con su realidad actual y sus expectativas de futuro. Jesús no imponía nada, invitaba a seguirlo. Es verdad que a nadie adulaba o pretendía engañar con falsas promesas. Habla de las exigencias del seguimiento, pero en cualquier caso uno es libre de aceptar. Y quien lo siga tendrá la alegría del que ha encontrado un gran tesoro.

Quien tiene fe, ve a Dios en todos los acontecimientos y en todas partes. La fe no es visión, no es conocimiento ni seguridad. La fe es vivir con la firme convicción de que estamos en manos de Dios, que es a la vez Amor y Poder. La fe es desprendernos de nuestras ansiedades y temores, de nuestras dudas y desesperaciones. La fe es un salto, un impulso, un intento, un no aferrarse a las seguridades. La fe es un don, no se gana a puños. Jesús mandará a sus discípulos a dar testimonio de su fe, a anunciar lo que habían visto, oído y vivido (1 Jn 1, 1-4).

La fe, como la esperanza y el amor, puede crecer o perderse. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. ¿Cómo crecer en la fe? Respirando el amor y el poder de Dios.

A veces somos víctimas del miedo, de la duda, de la inseguridad… Y a nuestra mente se asoman pensamientos negativos: no soy…, no puedo…, no quiero. Y esto nos debilita la fe, nos roba las fuerzas y nos quita la paz. La fe se conoce, se profundiza, se defiende, se alimenta y se transmite. Se alimenta con la Palabra de Dios, con la oración, con la confesión periódica, con la eucaristía. El cristiano debe defenderla sin miedo, propagarla y testimoniarla.

La fe es un don gratuito que nos ha hecho Dios. Dios nos amó primero (1 Jn 4, 19). Nosotros hemos de acogerla, cultivarla, hacer fructificar esos talentos. La fe es un don que exige una respuesta humana.

A veces esta respuesta resulta difícil, ya que en muchos momentos nos encontramos en situaciones complicadas que no sabemos cómo resolver, o en momentos difíciles de asumir, o en circunstancias duras, y la vida no es fácil: una enfermedad o la muerte de un ser querido… Cuando las cosas van mal, tendemos a hundirnos, a ponernos tristes, y es entonces cuando deberíamos confiar más en Dios, en los momentos de duda, por la noche, cuando estés cansado y desanimado, cuando aparentemente nada tiene sentido y te sientes confuso y frustrado.

Aunque no sepas adónde lleva el camino, dondequiera que estés y sientas lo que sientas, ¡Dios lo sabe! Y no temas, porque Jesús es tu luz y tu fuerza. Yo soy la luz, el que me sigue no andará en tinieblas (Jn 12, 46).

La fe es un tesoro que hemos recibido de Dios, de la Iglesia y de nuestra familia. Y que algunos no han sabido o no han querido conservar y engrandecer. Sin ella no nos salvamos (Mc 16,16). Según san Juan, la fe consiste en creer en Jesucristo (Jn 3, 15); en recibirlo (1, 12); en escucharlo (5, 40), en seguirlo (8, 12); en permanecer en Él (15, 4-5), en su palabra (8, 31), en su amor (15, 9). Y así es como por la fe conocemos a Dios. Creer en El evangelio es condición indispensable para entrar en el Reino (Mc 1, 15).

La fe en Jesús realiza milagros (Mt 13, 58), sana y salva (Mc 5, 34). Por eso sin la fe es imposible agradar a Dios (Hb 11,6), y quien persevera en ella, obtendrá la vida eterna (Mt 10,22). Por supuesto que nadie está obligado a creer, es un acto libre y amoroso que sólo el hombre es capaz de hacer.

Lo que la Escritura nos dice es que Dios nos llama, pero sin coaccionar a nadie. Es la fe la que nos lleva a abandonarnos en las manos de Dios, pues sabemos de quién nos fiamos, Y dejamos nuestra suerte en sus manos, seguros y ciertos de que su bondad y misericordia nos acompañan todos los días de nuestra vida.


Las dificultades ponen a prueba nuestra fe y esperanza. La fe nos da nuevos ojos, para ver con los ojos de la fe a Jesús como lo vieron los discípulos. Guiarse por la fe es confiar en Dios, creer en lo que dice y hace. La fe compromete nuestra vida con lo que creemos.

No sirve una fe muerta, sino viva (St 2,14-26), por las obras y no por la fe se justifica la persona (St 2,24). Y la fe tiene que estar encarnada en el aquí, en nuestra historia. Es una pena ver como en pueblos cristianos se da una gran incoherencia. Para que sea viva necesita alimentarse de la palabra, de la oración y sacramentos y fortificarla en la vida.

El crecimiento de la fe es un proceso, como lo es el amor y la esperanza.