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jueves, 24 de diciembre de 2015

FELIZ NAVIDAD A TODOS LOS LECTORES DE GOTITAS ESPIRITUALES



A todos los lectores y visitantes del 
Blog Católico Gotitas Espirituales,
les deseo desde Perú una Feliz Navidad!!!

Que el Niño Jesús habite en sus corazones, 
que todo sea paz, amor, unión y felicidad.
Son mis sinceros deseos. Abrazos y Bendiciones.

PazenlaTormenta - Judith

ZAPATOS PARA ESTAR CON JESÚS


ZAPATOS PARA ESTAR CON JESÚS




Sólo faltaban cinco días para la Navidad. Aún no me había atrapado el espíritu de estas fiestas. Los estacionamientos llenos, y dentro de las tiendas, el caos era mayor. No se podía ni caminar por los pasillos. ¿Por qué vine hoy?, me pregunté.

Me dolían los pies lo mismo que mi cabeza. En mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero yo sabía que si no les compraba algo se resentirían. Llené rápidamente mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las colas de las cajas registradoras. Escogí la más corta, calculé que serían por lo menos 20 minutos de espera.

Frente a mí había dos niños, uno de 10 años y su hermana de 5. Él iba mal vestido con un abrigo raído, zapatos deportivos muy grandes, probablemente 3 tallas más grande. Los jeans le quedaban cortos. Llevaba en sus sucias manos unos cuantos billetes arrugados. Su hermana iba vestida parecido a él, sólo que su pelo estaba enredado. Ella llevaba un par de zapatos de mujer dorados y resplandecientes.

Los villancicos navideños resonaban por toda la tienda y yo podía escuchar a la niñita tararearlos. Al llegar a la caja registradora, la niña le dio los zapatos cuidadosamente a la cajera, como si se tratara de un tesoro. La cajera les entregó el recibo y dijo: son $16.09. El niño puso sus arrugados billetes en el mostrador y empezó a rebuscarse los bolsillos. Finalmente contó $13.12. Bueno, creo que tendremos que devolverlos, volveremos otro día y los compraremos, añadió. Ante esto la niña dibujó un puchero en su rostro y dijo: "Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos". Volveremos a casa trabajaremos un poco más y regresaremos por ellos. No llores, vamos a volver.
Sin tardar, yo le completé los tres dólares que faltaban a la cajera. Ellos habían estado esperando en la cola durate un buen rato y después de todo, era Navidad. Y en eso un par de bracitos me rodearon con un tierno abrazo y una voz me dijo, muchas gracias señor.

Aproveché la oportunidad para preguntarle qué había querido decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos. Y la niña, con sus grandes ojos redondos, me respondió:
"Mi mamá está enferma y yéndose al cielo. Mi papá nos dijo que se iría antes de Navidad para estar con Jesús. Mi maestra de catecismo dice que las calles del cielo son de oro reluciente tal como estos zapatos. ¿No se le verá a mi mamá hermosa caminando por esas calles con estos zapatos?"
Mis ojos se inundaron al ver una lágrima bajar por su rostro radiante. Por supuesto que sí, le respondí. Y en silencio, le di gracias a Dios por usar a estos niños para recordarme el verdadero valor de las cosas.

ORACIÓN PARA REZAR EN FAMILIA ANTE EL PESEBRE EN NOCHEBUENA


Oración para rezar en familia ante el Pesebre en Nochebuena


Lector 1:
Querido Padre, Dios del cielo y de la tierra:

En esta noche santa te queremos dar gracias por tanto amor. Gracias por nuestra familia y por nuestro hogar. Gracias por las personas que trabajan con nosotros.

Bendícenos en este día tan especial en el que esperamos el nacimiento de tu Hijo. Ayúdanos a preparar nuestros corazones para recibir al Niño Jesús con amor, con alegría y esperanza. Estamos aquí reunidos para adorarlo y darle gracias por venir a nuestro mundo a llenar nuestras vidas.

Hoy al contemplar el pesebre recordamos especialmente a las familias que no tienen techo, alimento y comodidad. Te pedimos por ellas para que la Virgen y San José les ayuden a encontrar un cálido hogar.


Lector 2:
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tu nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia.
Que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote.

(En este momento alguien de la familia pone al Niño Jesús en el pesebre o si ya esta allí se coloca un pequeño cirio o velita delante de El).

Lector 3:
Santísima Virgen Maria, gracias por aceptar ser la Madre de Jesús y Madre nuestra, gracias por tu amor y protección. Sabemos que dia a dia intercedes por nosotros y por nuestras intenciones, gracias Madre.

Querido San José, gracias por ser padre y protector del Niño Jesús, te pedimos que ruegues a Dios por nosotros para que seamos una familia unida en el amor y podamos ser ejemplo de paz y reconciliación para los demás.
Amén

Rezar: 1 Padre Nuestro, 1 Ave Maria, 1 Gloria

Fuente: Navidad es Jesús

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 24 DE DICIEMBRE DEL 2015


Bendito sea el Señor que ha redimido a su pueblo
Adviento

Lucas 1, 67-79. Adviento. Hoy como hace más de dos mil años, Cristo viene a nacer a nuestro corazón. Cumple su promesa, mostrándonos su misericordia. 


Por: Juan Pablo López Castellanos, L.C. | Fuente: Catholic.net 



Catholic.net te invita a prepararte en este Adviento a través de este “Retiro virtual” donde podrás hacer un alto en tu camino, y a la hora que tú puedas, tener un tiempo  de silencio y meditación.
Retiro Virtual de Adviento para preparación de Navidad"PARA DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD "
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Del santo Evangelio según san Lucas 1, 67-79
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso salvador en la casa de David, su siervo. Así lo había anunciado desde antiguo, por boca de sus santos profetas: que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar su misericordia a nuestros padres y acordarse de su santa alianza.
El Señor juró a nuestro padre Abraham concedernos que, libres ya de nuestros enemigos, lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia delante de él, todos los días de nuestra vida. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos y a anunciar a su pueblo la salvación, mediante el perdón de los pecados. Y por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en las tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.


Oración introductoria
Gracias, Jesús, por venir a nacer entre nosotros. Este día, más que pedirte, quiero agradecerte por cumplir lo que habías prometido desde antiguo. Gracias por venir a quedarte con nosotros, gracias por mostrarnos tu misericordia. Ilumínanos y sácanos de las tinieblas en que vivimos, para que descubramos el camino de la paz. Y permítenos vivir sin temor, en santidad y justicia en tu presencia.

Petición
Señor, qué gran don nos has hecho con tu venida. Dispón nuestro corazón para recibirte como es debido y Tú que decidiste nacer en una cueva, acepta el cálido rincón de nuestro corazón.

Meditación del Papa Benedicto XVI
Animado por el Espíritu Santo, Zacarías habló así de la misión de su hijo: "Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo/pues irás delante del Señor para preparar sus caminos, /y dar a su pueblo el conocimiento de la salvación/mediante el perdón de sus pecados". Todo esto se hizo evidente treinta años más tarde, cuando Juan comenzó a bautizar en el río Jordán, llamando al pueblo a prepararse, con aquel gesto de penitencia, a la inminente venida del Mesías, que Dios le había revelado durante su permanencia en el desierto de la Judea. Por esto fue llamado "Bautista", es decir, "Bautizador".


Cuando un día Jesús mismo viene de Nazaret a ser bautizado, Juan se negó al principio, pero luego aceptó y vio al Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó la voz del Padre Celestial que proclamaba a su Hijo. Pero su misión no estaba aún cumplida: poco tiempo después, se le pidió que precediera a Jesús también con una muerte violenta: Juan fue decapitado en la prisión del rey Herodes, y así dar testimonio pleno del Cordero de Dios, que antes había reconocido y señalado públicamente.
Queridos amigos, la Virgen María ayudó a su anciana pariente Isabel a llevar a término el embarazo de Juan. Que ella nos ayude a todos a seguir a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, que el Bautista anunció con gran humildad y celo profético.» (S.S. Benedicto XVI, 24 de junio de 2012).

Reflexión 
Hoy como hace más de dos mil años, Cristo viene a nacer a nuestro corazón. Él, como dice el evangelio, cumple su promesa, mostrándonos su misericordia, para sacarnos de las tinieblas en que vivimos y guiarnos por el camino de la paz. Él viene para ser luz y para dar paz. Él es la estrella que brilla en medio de la oscuridad de nuestro caminar por esta vida. Pero para encontrar esa luz, debemos apagar todo lo que nos impide ver la estrella de Belén que nos guía a Él. Y para encontrar esa paz, debemos salir del barullo y ruido de la ciudad, para encontrarlo en una cueva.

En la Navidad todo mundo sabe que hay alegría y fiesta, pero no todos saben el motivo. Muchas veces escuchamos y decimos: “¡Feliz Navidad!” a toda persona que nos encontramos; pero algunas veces nos olvidamos de felicitar al festejado. La Navidad es un tiempo de amor, gozo y paz. Pero no debemos perder de vista que la gran alegría, noticia y don, es que Dios se hizo hombre por nosotros. En esta Navidad, recordemos al Recién Nacido y con los pastores, ofrezcámosle lo mejor que tenemos.

Propósito
Me prepararé para recibir con un corazón limpio a Nuestro Señor y le agradeceré que venga a quedarse conmigo.

Diálogo con Cristo
Jesús, esta noche vamos a contemplar tu cuerpecito envuelto en pañales y buscando calor. Déjame esta Navidad, ofrecerte un corazón caliente, amoroso, que te proteja del frío de la noche. Gracias por hacerte uno como nosotros; permítenos esta noche a nosotros hacernos como Tú: niños, que aprendamos a ver en todo el amor de tu Padre, incluso en el frío y soledad de la noche, como tu primera noche hecho hombre. Esta noche, sí queremos estar junto a ti y deseamos que esta vez sí seas Tú el centro de la fiesta.


"Navidad es la gran fiesta de las familias. Jesús, al venir a la tierra para salvar a la sociedad humana y para de nuevo conducirla a sus altos destinos, se hizo presente con María su Madre, con José, su padre putativo, que está allí como la sombra del Padre Eterno. La gran restauración del mundo entero comenzó allí, en Belén; la familia no podrá lograr más influencia que volviendo a los nuevos tiempos de Belén" (Juan XXXIII, Alocución del 25 de diciembre de 1959)
Preguntas o comentarios al autor  Juan Pablo López Castellanos, L.C.

POR TU NACIMIENTO JESÚS


POR TU NACIMIENTO JESÚS...



Estamos a pocas horas del acontecimiento más dulce y sublime de la cristiandad: el nacimiento de Jesús. Es un buen momento para que recemos así:



Por tu nacimiento, Jesús, haz que la Iglesia sea la gran familia de Dios que lleve a todos la Buena Nueva de la salvación.

Por tu nacimiento, Jesús, haz que todos los pueblos y razas encuentren la paz, don de Dios, fruto del amor y de la justicia.

Por tu nacimiento, Jesús, haz que todos los pobres, enfermos, emigrantes, presos, los que son mal mirados y los que lloran a sus seres queridos, se sientan amados por Dios.

Por tu nacimiento, Jesús, haz que esta familia viva unida, nos comprendamos y nos queramos como Tú nos amas.

Por nuestros amigos y sus familias, para que pueden celebrar felices la Navidad.

Estamos agradecidos, Padre Dios, a Ti que lo iluminas todo, por eso te decimos: Padre nuestro...

EL GRAN REGALO DE DIOS


El gran regalo de Dios



En cada Navidad nos maravillamos de la bondad de Dios, nuestro Padre, que nos regaló a su mismo Hijo Unigénito, hecho niño en Belén. Ese día, inspirados por el ejemplo de la generosidad de Dios, acostumbramos a prodigar regalos a nuestro alrededor, a parientes y amigos. Pero hay dones más valiosos  —¡y tan necesarios!— que podemos hacernos sin gastar un centavo.

Esboza una sincera sonrisa... y regálala a quien nunca la ha tenido. Recoge un rayo de sol en tu corazón... y hazlo volar allá en donde reina la noche. Descubre una fuente... y permite bañarse en ella a quien vive en el barro. Vierte una lágrima... y ponla en el rostro de quien nunca ha llorado. Enciende el valor en tu pecho... y ponlo en el ánimo de quien no sabe luchar. Descubre la vida... y alienta a quien se arrastra por ella. Cultiva la esperanza... e irradia su luz a tu alrededor. Imprégnate de bondad... y dónala a quien la desconoce. Descubre el amor... y comunica su fuego al mundo.

Amigo/a: ¡Qué hermoso es hacer de tu vida una Navidad! Anímate a esparcir a manos llenas en el hogar, en el barrio, en tu ambiente de trabajo, el fuego del amor, la luz de la alegría y la fuerza de la esperanza. Que esta celebración cristiana te ayude a meditar y proyectar a tu vida la sorprendente bondad que Dios tiene con nosotros.



Enviado por el P. Natalio

ALEGRÍA SIN NOSTALGIAS

Alegría sin nostalgias
¡Alegría, alegría para todos!
Pero ¿quién es capaz de odiar en Navidad? Habría que tener muy corrompido el corazón para hacerlo...


Por: José Luis Martín Descalzo | Fuente: Días grandes de Jesús 




El mensaje en Navidad no puede ser otro que éste: Alegría, alegría, alegría.

- Alegría para los niños que acaban de nacer, y para los ancianos que en estos días se preguntan si llegarán a las navidades del año que viene.

- Alegría para los que tienen esperanza y para los que ya la han perdido.

- Alegría para los abandonados por todos y para las monjas de clausura que estas noches bailarán como si se hubieran vuelto repentinamente locas.

- Alegría para las madres de familia que en estos días estarán más cansadas de lo habitual y para esos hombres que a lo mejor en estos días se olvidan un poquito de ganar dinero y descubren que hay cosas mejores en el mundo.



- ¡Alegría, alegría para todos!

- Alegría, porque Dios se ha vuelto loco y ha plantado su tienda en medio de nosotros.

- Alegría, porque Él, en Navidad, trae alegría suficiente para todos.

Con frecuencia oigo a algunos amigos que me dicen que a ellos no les gusta la Navidad, que la Navidad les pone tristes. Y, mirada la cosa con ojos humanos, lo entiendo un poco. La Navidad es el tiempo de la ternura y la familia y, desgraciadamente, todos los que tenemos una cierta edad, vemos cómo en estos días sube a los recuerdos la imagen de los seres queridos que se fueron. Uno recuerda las navidades que pasó con sus padres, con sus hermanos, con los que se fueron, y parece que dolieran más esos huecos que hay en la mesa familiar.

Sin embargo, creo que mirando la Navidad con ojos cristianos son infinitamente más las razones para la alegría que esos rastros de tristeza que se nos meten por las rendijas del corazón. Por de pronto en Navidad descubrimos más que en otras épocas del año que Dios nos ama.

La verdad es que para descubrir ese amor de Dios hacia nosotros en cualquier fecha del año basta con tener los ojos limpios y el corazón abierto. Pero también es verdad que en Navidad el amor de Dios se vuelve tan apabullante que haría falta muchísima ceguera para no descubrirlo. Y es que en Navidad Dios deja la inmensidad de su gloria y se hace bebé para estar cerca de nosotros.

Se ha dicho que los hombres podemos admirar y adorar las cosas grandes, pero que amarlas, lo que se dice amarlas, sólo podemos amar aquello que podemos abrazar. Por eso al Dios de los cielos podemos adorarle, al pequeño Dios de Belén nos es fácil amarle, porque nos muestra lo mejor que Dios tiene, su pequeñez, su capacidad de hacerse pequeño por amor a los pequeños.

Y éste sí que es un motivo de alegría: un Dios hermano nuestro, un Dios digerible, un Dios vuelto calderilla, un hermoso tipo de Dios que los hombres nunca hubiéramos podido imaginar si Él mismo no nos lo hubiera revelado y descubierto. Y si en Navidad descubrimos que Dios nos ama y que podemos amarle, podemos también descubrir cómo podemos amarnos los unos a los otros.

Lo mejor de la Navidad es que en esos días todos nos volvemos un poco niños y, consiguientemente, se nos limpian a todos los ojos. Durante el resto del año todos miramos con los ojos cubiertos por las telarañas del egoísmo. Nuestros prójimos se vuelven nuestros competidores. Y vemos en ellos, no al hermano, sino al enemigo potencial o real.

Pero ¿quién es capaz de odiar en Navidad? Habría que tener muy corrompido el corazón para hacerlo. La Navidad nos achica, nos quita nuestras falsas importancias y, por lo mismo, nos acerca a los demás. ¿Y qué mayor alegría que redescubrir juntos la fraternidad?

Por eso, amigos míos, déjenme que les pida que en estos días no se refugien ustedes en la nostalgia. No miren hacia atrás. Contemplen el presente. Descubran que a su lado hay gente que les ama y que necesita su amor. Si lo hacen, el amor de Dios no será inútil. Y también en sus corazones será Navidad.

EL INVENTARIO DE LAS COSAS PERDIDAS

El inventario de las cosas perdidas
Sembrando Esperanza I. En nuestra sociedad hay muchos sufrimientos y situaciones muy difíciles…, ¿qué hago yo por ellos?


Por: P. Dennis Doren LC | Fuente: Catholic.net 





La vida puede ser vivida o transformarse en un simulacro. Puede ser serena, puede ser competitiva, puede ser alegre, puede ser triste, pero siempre es irrecuperable. El ser humano, eternamente insatisfecho, padece cuando no tiene nada y también padece cuando tiene demasiado. No quiere conservar sus bienes para disfrutarlos, sino mantenerlos para acrecentarlos. Si alguien es demasiado amado, se siente atosigado; si nadie lo ama, se siente desgraciado; cuando está con una persona, añora otra presencia; cuando está en alguna parte, quisiera estar en otra. Tantas veces el valor lo obtiene de lo que se ha perdido; tantas veces lo largamente anhelado aburre y desespera. ¿Hasta cuándo?, ¿hasta cuándo dejaremos escapar lo que tenemos buscando lo que tampoco disfrutaremos?, ¿y hasta cuándo seguiremos pensando que es tarde, que ya no hay oportunidad?

Vivamos el momento, disfrutemos lo que tenemos, y nunca, pero nunca, olvidemos que el único tiempo que podemos perder es el que todavía no ha llegado. El resto es pasado, ¡no sigamos perdiendo el tiempo! 

Aquel día lo vi distinto, tenía la mirada enfocada en lo distante, casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que ese era el último día de su vida. Me aproximé y le dije: ¡Buen día, abuelo! Y él extendió su silencio. Me senté junto a su sillón y luego de un misterioso instante, exclamó: ¡Hoy es día de inventario, hijo! -¿Inventario? -pregunté sorprendido. - Sí. ¡El inventario de las cosas perdidas!- me contestó con cierta energía y no sé si con tristeza o alegría. Y prosiguió: -Del lugar de donde yo vengo, las montañas quiebran el cielo como monstruosas presencias constantes. Siempre tuve deseos de escalar la más alta. Nunca lo hice, no tuve el tiempo ni la voluntad suficientes para sobreponerme a mi inercia existencial. 

Recuerdo también a Mara, aquella chica que amé en silencio por cuatro años; hasta que un día se marchó del pueblo, sin yo saberlo. ¿Sabes algo? también estuve a punto de estudiar ingeniería, pero mis padres no pudieron pagarme los estudios. Además, el trabajo en la carpintería de mi padre no me permitía viajar. ¡Tantas cosas no concluídas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas! 

Luego, su mirada se hundió aún más en el vacío y se humedecieron sus ojos y continuó: -En los treinta años que estuve casado con Rita, creo que sólo cuatro o cinco veces le dije "te amo". 
Luego de un breve silencio, regresó de su viaje mental y mirándome a los ojos me dijo: -Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida, a mí ya no me sirve, a tí sí. Te lo dejo como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo. Luego, con cierta alegría en el rostro, continuó con entusiasmo y casi divertido: -¿Sabes qué he descubierto en estos días? -¿Qué, abuelo? Aguardó unos segundos y no contestó, sólo me interrogó nuevamente: -¿Cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre? La pregunta me sorprendió y sólo atiné a decir con inseguridad: -No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearle el mal. ¿Tener malos pensamientos, tal vez? Su cara reflejaba negativa. Me miró intensamente, como remarcando el momento, y en tono grave y firme me señaló: -El pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.
Al día siguiente regresé temprano a casa, luego del entierro del abuelo, para realizar en forma urgente mi propio inventario de las cosas perdidas.

El pecado de omisión puede ser considerado como el pecado del mundo. Continuamente oímos hablar de hambre (de Dios), de sufrimientos, de enfermedades, injusticias, de envidias, de críticas, etc..., ahora bien, ¿no formamos nosotros parte de esta sociedad consumista que al mismo tiempo se lamenta de lo que sucede en el mundo, de la miseria espiritual y humana de tantos seres humanos?, ¿comparto los sufrimientos de los demás?, ¿pongo de mi parte todo lo humanamente posible por aliviar las necesidades de los que viven a mi alrededor?, ¿no hay en mi vida amigos, familiares y conocidos a los que podría echar una mano y llevarlos a Dios, compañeros con las que podría ser más amable y servicial?, ¿busco el interés de los demás, o solamente estoy preocupado por mis propias cosas? 

En nuestra sociedad hay muchos sufrimientos y situaciones muy difíciles…, ¿qué hago yo por ellos?, ¿soy para los demás?, ¿tengo tiempo para escuchar, para sonreír, para dar una palabra de ánimo...?, ¿transmito optimismo a aquellos que se encuentran deprimidos y sin ilusión?, ¿qué hago por mis hermanos los hombres?, ¿soy constructor de esperanza? 

Les propongo: ¡hagamos nuestro inventario... antes de que las cosas ya estén perdidas!

TODOS LOS DÍAS PUEDE SER NAVIDAD


Todos los días puede ser Navidad
El optimismo es la tarjeta de identificación del cristiano. Este optimismo nace de la certeza de que Dios nació y puso su morada entre nosotros. En esta Navidad Cristo quiere nacer de nuevo en el corazón de los hombres con una condición: dejarlo entrar.


Por: Jorge Enrique Mújica | Fuente: Virtudes y valores 




A veces somos medio miopes y vemos lo blanco, negro y lo negro, blanco. ¿Cuestión de perspectivas? No, cuestión de no engañarnos ni dejarnos engañar; cuestión de equilibrio. A veces nos pasamos de negativos y nos ponemos pesimistas hasta la médula de los huesos. Otras veces nos pasamos de optimistas que nos desubicamos de la realidad. Lo correcto es la mesura, la moderación, la sensatez.


Que si este año se atacó la Navidad más que el otro; que si esta vez menos escuelas la festejaron; que si este año el ayuntamiento prohibió el Belén; que si ahora vetaron los adornos cristianos en lugares públicos; que si se está despojando a la Navidad de su razón y sentido; que si… Sí, no es para hacer fiesta pero tampoco para hundirnos en la tristeza. “Ya para qué celebro la Navidad”, pensará alguno. El pesimismo es una actitud tentativa a elegir en estos casos, pero hay otra más noble y elevada: el optimismo, la actitud por la que el cristiano siempre debería optar.



No nos referimos al mero optimismo humano, al que se queda en la naturalidad de un temperamento. Vamos más allá, al optimismo cristiano, ese que ante las realidades difíciles no se arredra ni achicopala; ese que trasciende temperamentos y no conoce más frontera que la de la libertad del ser humano.



Esperanza es el nombre cristiano del optimismo: si el optimismo es nuestra acta de nacimiento, la esperanza es la de bautismo. ¿Y esto que tiene que ver con la Navidad? ¡Todo! Porque Navidad, además de un periodo donde festejamos el cumpleaños del mero, mero, es también un estado del alma, una actitud de vida. Y como la vida se puede afrontar negativa o positivamente, con pesimismo o con optimismo, debemos aprender a vivirla como cristianos.



Solemos entristecernos a la primera. Vemos el cielo nublado y se nos olvida que detrás está el sol, que sólo hace falta atravesar las nubes, ir más allá de ellas. Y para eso es la vida, para eso es el optimismo cristiano. Nuestras vidas deben ser el gran motor de un avión que nos lleve a atravesar los cielos en búsqueda de esa luz que nos da alegría, serenidad y consuelo. Dependen de nosotros, de si queremos un motorcito de aviones vejestorios que nos pueden dejar a medio camino, que no nos garantizan alcanzar la plenitud de nuestra meta, o uno moderno que tiene la potencia y concede la seguridad de conseguir nuestro destino. Cada día fabricamos ese motor. La fe nos dice que arriba hay luz; la caridad que queremos lograrla; la esperanza que podemos conseguirla.


El optimismo cristiano nace de la conciencia de saber que Dios nació y puso su morada entre nosotros. Nace del hecho de que Dios quiere nacer no sólo cada año sino todos los días de la vida en nuestros corazones. ¡Si supiéramos lo que es bueno! Y ni nos pide mansiones, ni hoteles de primera clase, ni chalets en zonas residenciales exclusivas; sigue queriendo anidar en la humildad, en el silencio, en lo oculto. Únicamente pide un corazón dispuesto, un alma preparada, preñada del optimismo que de un ánima así se desprende.


Todos los días puede ser Navidad. Ahora que lo sabemos no podemos dejar pasar la oportunidad de aprovecharla. Con optimismo, con amor, con obras. Es tan fácil: reconciliarse con aquel con quien me enemisté, recordar los detalles hacia el esposo o esposa (como cuando eran novios), agradecer a los abuelos, manifestarles el cariño; si somos hijo, ofrecerse a cocinar la cena, estar disponible a ayudar en lo que se ofrezca…


Cristo nació y murió aparentemente como un fracasado. Y es que Dios aparenta arruinarse pero luego triunfa; sus “fracasos”, siempre son aparentes, son una oportunidad de probar nuestra fe, nuestra confianza en Él. Ahora que lo sabemos no podemos decepcionarle. El hecho de que se minusvalore la Navidad o que algunos la hayan empezado a vaciar de sentido no puede ser motivo para abandonarnos en la melancolía; ¡es la mejor oportunidad para demostrar con obras nuestro amor, para declararnos abiertamente cristianos! Un corazón que ha construido un Belén para Dios puede lograr esto y mucho más porque ya es de Cristo, porque está bañado por el optimismo cristiano.

A un día del nacimiento del Salvador, conviente prepararse para el gran acontecimiento. Como recordaba el Papa Benedicto XVI : «Que el Niños Jesús, al nacer entre nosotros, no nos encuentre distraídos o dedicados simplemente a decorar de luces nuestras casas. Decoremos más bien en nuestro espíritu y en nuestras familias una digna morada en la que Él se sienta acogido con fe y amor. Que nos ayuden la Virgen y san José a vivir el Misterio de la Navidad con una nueva maravilla y una serenidad pacificadora». La preparación exterior es reflejo de la preparación interior. Las fiestas son manifestaciones del gozo por el nacimiento del Salvador. Sólo así tendremos unas navidades completas y autenticamente felices.

¡Feliz Navidad!

CRISTO JESÚS ESTÁ CON NOSOTROS ESTA NOCHE


Cristo Jesús está con nosotros esta noche
El Dios de los cielos, queriendo ponerse en nuestras manos, se hace pequeño, indefenso, niño, en el portal de Belén, donde podremos adorarle.


Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net 




Natividad del Señor

"Como el joven se desposa con una doncella, se desposará contigo tu hacedor: como el esposo se alegra con la esposa, así se alegrará tu Dios contigo".

Como en un magnífico exordio, con la alegría de los esposos que conviven juntos, así anuncia el Profeta Isaías la venida de Cristo el Salvador que colmará los deseos de los hombres de una muy estrecha solidaridad con el autor de los siglos, de los continentes y de los hombres.

Cristo Jesús está con nosotros esta noche, este día y todos los siglos, y aunque personajes extraños tratan de acaparar las miradas y atraerlas hacia sí, Cristo Jesús tendrá que ser el único centro de atención, de amor, de paz y de solidaridad.

Benedicto XVI lo expresa magníficamente: "En la gruta de Belén, la soledad del hombre está vencida, nuestra existencia ya no está abandonada a las fuerzas impersonales de los procesos naturales e históricos, nuestra casa puede ser construida en la roca: nosotros podemos proyectar nuestra historia, la historia de la humanidad, no en la utopía sino en la certeza de que el Dios de Cristo Jesús está presente y nos acompaña".

No cabe duda que todos los hombres se preguntan, unos para acogerlo y otros para rechazarlo, cómo es Dios y qué rostro tiene. Los que han intentado acercarse a él, nos han dado su propia versión, y nos han reflejado su experiencia, pero ha sido la suya propia que muchas veces no refleja definitivamente el rostro del verdadero Dios. Ni los profetas, ni los sacerdotes, ni Moisés siquiera, han logrado darnos una versión total del Dios del Universo, e incluso, muchos quisieron hacerse un Dios a su imagen y semejanza, para sostener la precariedad de sus vidas e incluso tratando de encontrar en él, justificación para su estrecha o torcida manera de vivir, justificando sus injusticias, su avaricia, su tremenda avaricia, que deja a muchos sin comer, mientras ellos se permiten disfrutarlo todo.

Todas esas versiones que nos han dejado de Dios, han sido o incompletas o falsas, y podría haber desconcierto, cuando San Juan, en el prólogo de su Evangelio, afirma tajantemente que a Dios nadie lo ha visto. ¿Entonces qué hacer? ¿Está el Señor jugando a las escondiditas? No definitivamente no, pero tendríamos que decir al llegar a este punto, que el verdadero Dios es tan grande, que nunca lo entenderíamos ni podríamos poseerlo con nuestra débil inteligencia y con la cortedad de nuestra manos.

Pero precisamente el Dios de los cielos, queriendo ponerse en nuestras manos, se hace pequeño, indefenso, niño, en el portal de Belén, y en él podremos adorar al Dios que los hombres buscan para tener una respuesta a todas sus inquietudes. Es la respuesta del verdadero Dios, un Dios que se hace niño y se hace hombre, para que el hombre se haga Dios. Y esa realidad se realiza en la persona de Cristo Jesús, que es todo Dios y es al mismo tiempo todo hombre. Qué admirable descubrimiento del Dios de los cielos, creador de cuanto existe. En el Divino Niño podemos adorar la grandeza de Dios, sin olvidarnos que cuando el Hijo de Dios se encarna, ya lleva presente con él la salvación para todos los hombres con su muerte y resurrección.

Es el momento de la adoración, es el momento del amor. a Cristo mismo no lo entenderemos sin amor, y sin amor tampoco comprenderíamos el designio de Dios de hacerse cercano a los hombres. Mientras prendemos luces y más luces en al árbol de Navidad, esforcémonos más por encender el corazón en la luz del corazón de Cristo para que todo el mundo se convierta en una hoguera de amor, de paz, de consuelo y de solidaridad para todos los hombres.


Esta es la VERDADERA Y FELIZ NAVIDAD.