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martes, 30 de junio de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 30 DE JUNIO DEL 2015


¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!
Tiempo Ordinario

Mateo 8,23-27. Tiempo Ordinario. Quiero encontrar en ti la serenidad y el equilibrio entre lo que puedo hacer por mí solo y lo que ya corresponde a tu amor.


Por: Samuel Hurtado | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Mateo 8,23-27
Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!». Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Oración introductoria
Jesucristo, muchas veces no comprendo muchas cosas que me suceden ni sé explicar los problemas que surgen en mi vida diaria. Tú eres Dios, y duermes en la barca de mi alma si yo te soy fiel; por eso necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que "no te enteras de mi vida". Dame ese poco de fe que le faltó a los apóstoles, pues aun dormido, Tú eres el Dueño del universo. Oh, Jesús, calma la tempestad de mis tentaciones y de mis dificultades y, entonces, yo podré ver de una manera diferente tu voluntad.

Petición
Dulce Jesús, aunque muchas veces no comprendo las circunstancias que vivo, yo me acojo a ti para ver en todas ellas tu mano amorosa y protectora. Que sepa decir, desde hoy, hágase como quieras, pues la misma tormenta obedece a tu amor.

Meditación del Papa Francisco
La situación que se da sobre el barco es el miedo. Cuando hay una gran agitación en el mar, el barco se cubría por las olas. ‘¡Sálvanos, Señor, que estamos perdidos!’, dicen. ¡El miedo! Incluso aquella es una tentación del diablo: tener miedo de avanzar en el camino del Señor.
Hay una tentación que dice que es mejor quedarse aquí, donde estoy seguro. Pero esto es el Egipto de la esclavitud. Tengo miedo de seguir adelante, tengo miedo de ir hacia donde me llevará el Señor. El temor, sin embargo, no es un buen consejero. Jesús muchas veces, ha dicho: ¡No tengan miedo! El miedo no nos ayuda.
Cuando Jesús trae la calma al agitado mar, los discípulos en la barca se llenaron de temor. Siempre, ante el pecado, delante de la nostalgia, ante el temor, debemos volver al Señor. Mirar al Señor, contemplar al Señor. Esto nos da estupor por un nuevo encuentro con el Señor. ‘Señor, tengo esta tentación: quiero quedarme en esta situación de pecado; Señor, tengo la curiosidad de saber cómo son estas cosas; Señor, tengo miedo’. Y ellos vieron al Señor: ‘¡Sálvanos, Señor, estamos perdidos!' Y llegó la sorpresa del nuevo encuentro con Jesús. No somos ingenuos ni cristianos tibios, somos valientes, valerosos. Somos débiles, pero hay que ser valientes en nuestra debilidad. Y nuestro valor muchas veces debe expresarse en una fuga y no mirar hacia atrás, para no caer en la mala nostalgia. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 2 de julio de 2013, en Santa Marta).
Reflexión 
Uno de los puntos más comunes en la vida: la incertidumbre de lo que nos pasa o pasará. En esto, se distinguen quienes no tienen fe de los creyentes: se preocupan demasiado en qué comerán o ganarán el día de mañana, mientras que el cristiano se prepara para el futuro viviendo rectamente el presente. Dios nos va poniendo en el camino las soluciones; pero sólo las vemos a largo plazo. Es aquí donde entra nuestra fe: hoy, quizá, nos atrapa la estrechez económica o la muerte de un ser querido… sin embargo, Dios lo permite, porque de ello sacará un bien mucho mayor. Y mientras no alcanzamos a ver el "porqué", Cristo nos acompaña y su sola presencia y nuestra oración nos darán la fuerza para llegar a ser felices con Él.

Propósito
Hoy dedicaré en medio de mis ocupaciones habituales, 10 minutos para hablar con Cristo, pidiéndole el regalo de confiar más en Él.

Diálogo con Cristo
Jesús, desde hoy quiero vivir viendo más allá de lo que veo. Sé que dificultades siempre he de tener y que me enfrentaré con tormentas y con baches en el camino. Pero Tú vas a mi lado. Ojalá no te despierte con mis quejas inútiles. Inútiles, porque Tú sabes lo que me sucede y te propones arreglarlo, y eso desde que moriste por mí. Por supuesto, dame la fe necesaria y la voluntad para resistir en el barco aunque éste se tambalee de aquí a allá. Jesús, no quiero preocuparme excesivamente por el futuro, pues aún no existe. Más bien quiero encontrar en ti la serenidad y el equilibrio entre lo que puedo hacer por mí solo y lo que ya corresponde a tu amor.


Creo, Señor, pero que crea con más firmeza (San Clemente XI, Oraciones)

NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS:30 DE JUNIO


Nardo del 30 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, Camino, Verdad y Vida!

Meditación: Sabes, Señor, me parece verte en una colina de la hermosa Galilea. Vestido de blanco estás, el manto no llevas, Tus discípulos están descansando y el cielo se está pintando de un rojo tornasolado. Se levanta un rico olor a tierra mojada, y sobre la colina en que pones Tu mirada un trigal se alza, parece como que el campo se ha vestido de dorado para alabar al Dios de lo alto. En la otra colina, sencillas flores multicolores esparcidas la tapizan, y sonríen al nuevo día. Más allá hay un campo ralo en el que no crece ningún sembrado. Señor, me parece que me quieres decir que el mundo así está. A pesar de que toda la tierra fue regada con la Santísima Sangre de Mi Señor, en muchos lugares la semilla no germinó pues no se trabajó con fe y amor. Fue entonces que la planta murió y la tierra en desierto se convirtió. La otra colina en la que germinan flores sencillas son las que han luchado en un campo no tan trabajado, pero donde los talentos a Dios se han presentado y El los ha premiado. El trigal del cual se saca el Pan son todos aquellos a quienes el Señor eligió para ser Sus testigos, y que se vistieron de dorado, abrazándose con nardos pues junto a El su vida han entregado.
Señor, que en la Santa Llaga de Tu Corazón nos abrazas a todos con el Fuego del Amor, escóndenos allí hoy, para evitar que caigamos en el mal. Purifícanos cual metal, para que alcancemos la Verdadera Vida en la Tierra Prometida.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Llenemos el altar que hemos preparado de flores físicas y espirituales, y cantemos en alabanza al Corazón del Amor, que es Jesús, Nuestro Redentor.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.


SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN TI CONFÍO, MÁS AUMENTA MI FE

EL TREN DE LA VIDA


EL TREN DE LA VIDA



En un viaje en tren, a lo largo del trayecto, pueden suceder una gran diversidad de situaciones. Nuestra existencia terrenal puede ser comparada a uno de esos viajes, más o menos largo. Primero, porque está llena de embarques y desembarques, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y grandes tristezas en algunas partidas.

Cuando nacemos, entramos en el convoy y nos encontramos con personas que deseamos que sigan siempre con nosotros: nuestros padres. Infelizmente, eso no va a suceder: en alguna estación ellos descenderán y nos dejarán huérfanos de sus cariños, amistad y compañía insustituibles. Mas durante el viaje, otras personas especiales embarcarán y seguirán viaje con nosotros: nuestros hermanos, amigos, amores e hijos. 

El viaje no es igual para todos. Algunos hacen un paseo, otros sólo ven tristezas, y otros todavía circulan por los vagones, para ayudar a quien precise. Muchos descienden y dejan nostalgias eternas... Otros pasan de una forma que, cuando desocupan su asiento, nadie se da cuenta.

Curioso es constatar que algunos pasajeros que nos resultan complicados, se acomodan en vagones distantes del nuestro, lo cual no impide, está claro, que durante el recorrido nos aproximemos a ellos y los abracemos, aunque jamás podamos seguir juntos, porque habrá alguien a su lado ocupando aquel lugar.

Pero eso no importa, pues el viaje está lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, despedidas.

Lo importante, es que hagamos nuestro viaje de la mejor manera posible, buscando relacionarnos lo mejor posible con los demás pasajeros, viendo en cada uno de ellos lo mejor que tienen.

Debemos acordarnos siempre que, en algún momento del trayecto, ellos podrán flaquear y tenemos que entenderlos, pues nosotros también flaquearemos muchas veces y queremos que haya alguien que nos entienda.

La gran diferencia, al final, es que en el tren de la vida, nunca sabemos en qué estación tendremos que descender, y mucho menos en qué estación descenderán nuestros amores, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado. Es posible que, cuando tengamos que desembarcar, la añoranza nos venga a hacer compañía. Porque no es fácil separarnos de los amigos, ni dejar que los hijos sigan viaje solos.

Mientras tanto, en algún lugar, hay una estación principal a la cual vamos todos. Allí nos reencontramos todos. Y cuando llegue esa hora, tendremos grandes emociones al poder abrazar a nuestros amores y matar la añoranza que nos hizo compañía por tanto tiempo...

Que nuestro breve viaje sea una gran oportunidad de aprender y enseñar, entender y atender a aquéllos que viajan a nuestro lado, porque no fue el azar que los colocó allí...

Que aprendamos a amar y a servir, comprender y perdonar, pues no sabemos cuánto tiempo aún nos resta hasta la estación donde tendremos que dejar el tren.

Si tu viaje no transcurre exactamente como esperaba, dale una nueva dirección.

Admírate de la belleza del camino.

Busca una manera de dar utilidad a tus horas.

Preocúpate por aquéllos que siguen viaje a tu lado.

Deja de lado las quejas y haz que tu trayecto quede marcado con rastros de luz.

Piensa en eso... Y buen viaje!

DETRÁS DE UNA GOTA DE MIEL


Detrás de una gota de miel
Detrás de todo, como origen y como meta, vibra la mente y el corazón de un Dios muy cercano...
Por: P. Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net 




Detrás de una gota de miel hay un número incontable de misterios, de belleza, de frescura, de vida.

Porque en esa gota de miel se concentra el esfuerzo de cientos y cientos de abejas que trabajaron desde el alba hasta el anochecer en miles y miles de flores.

Porque esas flores brotaron en plantas y árboles desde esa vida que desarrollaron gracias a una pequeña semilla.

Porque el viento y el sol, la lluvia y el rocío, la tierra y el abono, sostuvieron y animaron la fuerza de la savia que transformó una parte de una planta en una flor maravillosa y fecunda.

Porque detrás de todo, como origen y como meta, vibra la mente y el corazón de un Dios ingenioso, artista, enamorado de la vida, muy cercano a los lirios, a las acacias, a las abejas y a los hombres y mujeres de nuestro mundo de bellezas.

Sí: hay muchos misterios y maravillas detrás de una simple gota de miel. Por eso, mientras brilla ante mis ojos, mientras resbala en ese mendrugo de pan fresco que pronto entrará en mi cuerpo, puedo agradecer a Dios el cariño inmenso que me ofrece, sencillamente, gracias al trabajo de sus abejas.

EL SACERDOTE


El sacerdote
Es aquél que ha recibido el Sacramento del Orden, de las manos de un Obispo válidamente consagrado.



Por: Mons. Rafaello Martinelli | Fuente: Catholic.net 





¿QUIÉN ES EL SACERDOTE?
Es aquél que ha recibido el Sacramento del Orden, de las manos de un Obispo válidamente consagrado.

¿QUÉ ES EL SACRAMENTO DEL ORDEN?
Es uno de los siete sacramentos instituidos por Cristo, gracias al cual viene donado a quien lo recibe, “una especial consagración (Ordenación), que, por un don singular del Espíritu Santo, permite ejercer una potestad sagrada al servicio del Pueblo de Dios en nombre y con la autoridad de Cristo” (Compendio del CIC, 323).

¿QUÉ EFECTOS PRODUCE EL SACRAMENTO DEL ORDEN?
“El sacramento del Orden otorga una efusión especial del Espíritu Santo, que configura con Cristo al ordenado en su triple función de Sacerdote, Profeta y Rey, según los respectivos grados del sacramento. La ordenación confiere un carácter espiritual indeleble: por eso no puede repetirse ni conferirse por un tiempo determinado.
¿CON QUÉ AUTORIDAD SE EJERCE EL SACERDOCIO MINISTERIAL?
Los sacerdotes ordenados, en el ejercicio del ministerio sagrado, no hablan ni actúan por su propia autoridad, ni tampoco por mandato o delegación de la comunidad, sino en la Persona de Cristo Cabeza y en nombre de la Iglesia. Por tanto, el sacerdocio ministerial se diferencia esencialmente, y no sólo en grado, del sacerdocio común de los fieles, al servicio del cual lo instituyó Cristo” (Compendio del CIC, 335-336).
¿POR QUÉ ES NECESARIO EL SACERDOTE?
Porque así lo ha querido Jesucristo, instituyendo su Iglesia. La voluntad de Cristo es por tanto el motivo fundamental y determinante. Es el mismo Cristo que ha querido que sin el sacerdote no se puedan celebrar dos esenciales sacramentos: la Eucaristía y la Penitencia. “El carácter sacramental que distingue los sacerdotes, en virtud del Orden recibido, hace que la presencia en su ministerio, sea único, necesario e insustituible” (Juan Pablo II, Carta a los Sacerdotes, Jueves Santo 2000). 
¿CUÁL ES LA MISIÓN DEL SACERDOTE?
- Su misión es peculiar:
· Actúa en el nombre y en la persona de Cristo Cabeza (in persona Christi capitis), para el bien de las almas. “Solo Cristo es el verdadero sacerdote, los demás son sus ministros” (Sto. Tomas de Aquino, Commentarium in epistolam ad Hebraeos, c.7, lect. 4);
· Es colaborador del Obispo, en una Iglesia particular: “Reciben del obispo el cuidado de una comunidad parroquial o de una función eclesial determinada” (CIC, 1595).
· Forman con los demás presbíteros un ‘único presbiterio diocesano’, en comunión y bajo la autoridad del Obispo, al cual debe obediencia (cfr. Concilio Vaticano II,Presbyterorum ordinis, 8).
    · Es “consagrado para:
* Predicar el Evangelio,
* Celebrar el culto divino, sobre todo la Eucaristía de la cual prende fuerza su ministerio,
* y ser Pastor de los fieles” (Compendio del CIC, 328).
- “En virtud del sacramento del Orden, los presbíteros participan de la universalidad de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. El don espiritual que recibieron en la ordenación los prepara, no para una misión limitada y restringida, sino para una misión amplísima y universal de salvación “hasta los extremos del mundo” (Hch 1,8), dispuestos a predicar el evangelio por todas partes" (CIC, 1565).
¿CUÁLES CARACTERÍSTICAS TIENE LA MISIÓN DEL SACERDOTE?
Su misión es:
- “eclesial porque nadie anuncia o se lleva a sí mismo, sino que, dentro y a través de su propia humanidad, todo sacerdote debe ser muy consciente de que lleva a Otro, a Dios mismo, al mundo. Dios es la única riqueza que, en definitiva, los hombres desean encontrar en un sacerdote;
de comunión, porque se lleva a cabo en una unidad y comunión que sólo de forma secundaria tiene también aspectos relevantes de visibilidad social. Estos, por otra parte, derivan esencialmente de la intimidad divina, de la cual el sacerdote está llamado a ser experto, para poder llevar, con humildad y confianza, las almas a él confiadas al mismo encuentro con el Señor;
jerárquica y doctrinal, sugieren reafirmar la importancia de la disciplina (el término guarda relación con "discípulo") eclesiástica y de la formación doctrinal, y no sólo teológica, inicial y permanente” (Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Clero, 16-3-09).
¿QUÉ CONLLEVA LA ESPECIAL UNIÓN ENTRE EL SACERDOTE Y CRISTO?
El Sacerdote está íntimamente unido a Cristo a tal punto que es y actúa “en el Nombre de Cristo”, Sumo y eterno sacerdote, por fuerza de la unción del Espíritu Santo.
  • Esto significa y comporta:
· Que su ser sacerdote no es mérito propio, ni viene de una elección de una comunidad o de un grupo, sino que es fruto de la llamada gratuita de Dios: “No son ustedes los que me han elegido a mí, soy Yo quien los ha elegido a ustedes, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca” (Jn 15,16). Tal llamada viene reconocida y acogida en la libertad de manera personal, y es confirmada y autentificada por el Obispo ordenante;
· El sacerdote está marcado por un especial carácter espiritual indeleble, que lo configura a Cristo Sacerdote, Profeta y Rey. Participa en tal modo “de la autoridad con la cual Cristo mismo hace crecer, santificar y gobernar su propio cuerpo” (Concilio Vaticano II, Presbyterorum ordinis, 2).
· Su actuar es un verdadero servicio. “Está enteramente referido a Cristo y a los hombres. Depende totalmente de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido a favor de los hombres y de la comunidad de la Iglesia. El sacramento del Orden comunica "un poder sagrado", que no es otro que el de Cristo. El ejercicio de esta autoridad debe, por tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el último y el servidor de todos” (CIC, 1551);
· La misión recibida por el sacerdote, ejercitada no a su placer, sino a nombre de Cristo, del él es ministro, signo, transparencia sobre todo testimonio de su vida conformándola siempre a la de Cristo. “recibe el Evangelio de Cristo, del cual ahora te haces mensajero. Cree lo que lees, enseña lo que crees, vive lo que enseñas” (Rito de Ordenación);
· “Comporta que no queremos imponer nuestro rumbo y nuestra voluntad; que no deseamos llegar a ser esto o lo otro, sino que nos abandonamos a Él, donde sea y del modo que Él quiera servirse de nosotros” (Benedicto XVI, Homilía Misa Crismal, Jueves Santo 2009).
· “Es el mismo Cristo el que actúa en quienes Él ha escogido como ministros suyos; los sostiene para que su respuesta se desarrolle en una dimensión de confianza y de gratitud que despeje todos los temores, incluso cuando aparece más fuerte la experiencia de la propia flaqueza (cfr. Rm 8, 26-30), o se hace más duro el contexto de incomprensión o incluso de persecución” (Benedicto XVI, Mensaje para la XVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 20-1-09).
¿EN QUÉ SENTIDO EL SACERDOTE ACTÚA A NOMBRE DE TODA LA IGLESIA?
- “El sacerdocio ministerial no tiene solamente por tarea representar a Cristo –Cabeza de la Iglesia– ante la asamblea de los fieles, actúa también en nombre de toda la Iglesia cuando presenta a Dios la oración de la Iglesia y sobre todo cuando ofrece el Sacrificio Eucarístico.
- "En nombre de toda la Iglesia", expresión que no quiere decir que los sacerdotes sean los delegados de la comunidad. La oración y la ofrenda de la Iglesia son inseparables de la oración y la ofrenda de Cristo, su Cabeza. Se trata siempre del culto de Cristo en y por su Iglesia. Es toda la Iglesia, cuerpo de Cristo, la que ora y se ofrece, ‘per ipsum et cum ipso et in ipso’, en la unidad del Espíritu Santo, a Dios Padre. Todo el cuerpo, ‘caput et membra’, ora y se ofrece, y por eso quienes, en este cuerpo, son específicamente sus ministros, son llamados ministros no sólo de Cristo, sino también de la Iglesia. El sacerdocio ministerial puede representar a la Iglesia porque representa a Cristo” (CIC, 1552-1553).
¿QUÉ ESPERA LA GENTE DEL SACERDOTE?
“De los sacerdotes, los fieles esperan solo una cosa: que sean especialistas que promuevan el encuentro entre el Hombre con Dios. Al sacerdote no se le pide que sea un experto en economía, en construcción o en Política. De él se espera que sea un experto en la vida espiritual. (…) Lo que los fieles esperan de él es que sea testimonio de la entera Sabiduría, contenida en la Palabra revelada” (Benedicto XVI, Discurso al Clero, Catedral de Varsovia, 25 Mayo 2006).
Por eso es más importante asegurar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y garantizar una adecuada e integral formación sacerdotal a cuantos están estudiando para el sagrado ministerio.
¿QUIÉN PUEDE SER SACERDOTE?
- Puede serlo solo el Bautizado de sexo masculino. “La Iglesia se reconoce vinculada a la elección hecha por el Señor mismo. Por este motivo la ordenación de las mujeres no es posible” (Juan Pablo II, Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, 26-27).
- “Nadie tiene derecho a recibir el sacramento del Orden. En efecto, nadie se arroga para sí mismo este oficio. Al sacramento se es llamado por Dios. Quien cree reconocer las señales de la llamada de Dios al ministerio ordenado, debe someter humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda gracia, el sacramento sólo puede ser recibido como un don inmerecido” (CIC, 1578).
- A los sacerdotes en la Iglesia Latina les es pedido el Celibato (cfr. Fragmento: Celibato de los Sacerdotes: ¿por qué existe en la Iglesia latina?).
- “Pidan, pues, al dueño de la mies, que envíen operarios a su mies” (Mt 9,38). “Nuestro primer deber ha de ser por tanto mantener viva, con oración incesante, esa invocación de la iniciativa divina en las familias y en las parroquias, en los movimientos y en las asociaciones entregadas al apostolado, en las comunidades religiosas y en todas las estructuras de la vida diocesana” (Benedicto XVI, Mensaje para la XVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 20-1-09).

El Primicerio
de la Basílica de los Santos Ambrosio y Carlos en roma
Monseñor Raffaello Martinelli