Páginas

domingo, 31 de mayo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 31 DE MAYO - LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo
El misterio del amor más bello

Mateo 28, 16-20. Solemnidad Santísima Trinidad. Cada vez que nos persignamos a lo largo del día, invocamos el nombre bendito de la Trinidad. 


Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Mateo 28, 16-20
Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

Oración introductoria
Dios mío, gracias por quedarte conmigo, por estar ahí todos los días de mi vida. Perdona mi frialdad, mi falta de atención, mi falta de correspondencia a tanto amor, al no cumplir tu mandato de evangelización con más generosidad y convicción.

Petición
Dios Padre, Jesús salvador, Espíritu Santo santificador, iluminen y guíen mi oración para aceptar y comprender más el misterio de la Santísima Trinidad.

Meditación del Papa Francisco
También ellos han escuchado las palabras del mandato de Jesús: “Vayan, y hagan discípulos a todas las naciones”. Nuestro compromiso de pastores es ayudarles a que arda en su corazón el deseo de ser discípulos misioneros de Jesús. Ciertamente, muchos podrían sentirse un poco asustados ante esta invitación, pensando que ser misioneros significa necesariamente abandonar el país, la familia y los amigos. Dios quiere que seamos misioneros. ¿Dónde estamos? Donde Él nos pone: en nuestra Patria, o donde Él nos ponga.
Ayudemos a los jóvenes a darse cuenta de que ser discípulos misioneros es una consecuencia de ser bautizados, es parte esencial del ser cristiano, y que el primer lugar donde se ha de evangelizar es la propia casa, el ambiente de estudio o de trabajo, la familia y los amigos. Ayudemos a los jóvenes. Pongámosle la oreja para escuchar sus ilusiones. Necesitan ser escuchados. Para escuchar sus logros, para escuchar sus dificultades, hay que estar sentados, escuchando quizás el mismo libreto, pero con música diferente, con identidades diferentes. ¡La paciencia de escuchar! Eso se lo pido de todo corazón. En el confesionario, en la dirección espiritual, en el acompañamiento. Sepamos perder el tiempo con ellos. Sembrar cuesta y cansa, ¡cansa muchísimo! Y es mucho más gratificante gozar de la cosecha… ¡Qué vivo! ¡Todos gozamos más con la cosecha! Pero Jesús nos pide que sembremos en serio. No escatimemos esfuerzos en la formación de los jóvenes. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de julio de 2013).
Reflexión
Hace apenas dos semanas celebrábamos la solemnidad de la Ascensión del Señor, y la Iglesia nos ofrece en el Evangelio de hoy un pasaje que bien podría servir también para la fiesta de la Ascensión: son las últimas recomendaciones que Jesús hace a sus discípulos antes de subir al cielo. Pero aquí está el núcleo del mensaje: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". ¡Somos cristianos porque fuimos bautizados en el nombre de la Santísima Trinidad! Desde la pila de nuestro bautismo somos hijos de nuestro gran Padre Dios, que se nos dio a conocer en tres personas distintas.

Muchas veces, cuando no entendemos alguna cosa, un poco en plan de broma decimos que "es más oscuro que el misterio de la Santísima Trinidad". Y, sin embargo, nada es más cercano a nuestra vida cristiana que este maravilloso dogma. Cuantas veces nos persignamos a lo largo del día, invocamos el nombre bendito de la Trinidad. ¿Y qué otra cosa decimos, sino: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"? Además, cada vez que rezamos el Gloria, hacemos un acto de adoración y de glorificación a la Trinidad Santísima: "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo". Pero, tal vez no somos muy conscientes de este misterio. Sabemos que Dios es Uno y Trino a la vez, pero no mucho más...

El verdadero amor, el amor más bello, más hermoso y noble es el amor puro y casto, el amor que sabe olvidarse de sí mismo y renunciar al propio egoísmo, al propio capricho y al placer desordenado para pensar en el bien y en la felicidad auténtica de la persona amada.

Desafortunadamente la sociedad está muy secularizada estamos bombardeados de hedonismo, de sexo y de erotismo... ¡Da una pena enorme ver a tantos jóvenes, en la flor de la vida, ya con ideas erróneas sobre el amor y con comportamientos a veces tan desviados! Por eso hay que proponerle a los jovenes estas ideas para tratar de sembrar así en su corazón valores nobles y sentimientos generosos. Y como los jóvenes aman lo bello y lo grande, responden a estos ideales de un modo positivo.

Pues la Santísima Trinidad es el misterio del amor de Dios; del amor más puro y más hermoso del universo. Más aún, es la revelación de un Dios que es el Amor en Persona, según la maravillosa definición que nos hizo san Juan: "Dios es Amor" (I Jn 4, 8). Siempre que nos habla de Sí mismo, se expresa con el lenguaje bello del amor humano. Todo el Antiguo y el Nuevo Testamento son testigos de ello. Dios se compara al amor de un padre bueno y a la ternura de la más dulce de las madres; al amor de un esposo tierno y fiel, de un amigo o de un hermano. Y en el Evangelio, Jesús nos revela a un Padre infinitamente cariñoso y misericordioso: ¡Con qué tonos tan estupendos nos habló siempre de Él! El Buen Pastor que carga en sus hombros a la oveja perdida; el Padre bueno que hace salir su sol sobre justos e injustos, que viste de esplendor a las flores del campo y alimenta a los pajarillos del cielo; el Rey que da a su hijo único y lo entrega a la muerte por salvar a su pueblo; o esa maravillosa parábola del hijo pródigo, que nos revela más bien al Padre de las misericordias, "al padre con corazón de madre" -como ha escrito un autor contemporáneo–, con entrañas de ternura y delicadeza infinita.

Éste es el misterio del amor más bello, el misterio de la Santísima Trinidad: las tres Personas divinas que viven en esa unión íntima e infinita de amor; un amor que es comunión y que se difunde hacia nosotros como donación de todo su Ser. Y porque nos ama, busca hacernos partícipes de su misma vida divina: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra morada" (Jn 14, 23). Y también porque nos ama, busca el bien supremo de nuestra alma: la salvación eterna. ¡Éste es el núcleo del misterio trinitario!

Propósito
Ojalá que todas las veces que nos persignemos y digamos: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", lo hagamos con más atención, nos acordemos de que Dios es Amor y de que nos ama infinitamente; agradezcamos ese amor y vivamos llenos de confianza, de alegría y de felicidad al sabernos sus hijos muy amados. Y, en consecuencia, tratemos de dar a conocer también a los demás este amor de Dios a través de la caridad hacia nuestros prójimos: "Todo el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios, porque Dios es Amor".

EL MISTERIO MÁS GRANDE - LA SANTÍSIMA TRINIDAD


El Misterio más grande
Un misterio que no se resuelve con la cabeza, sino que se vive y palpita en el corazón


Por: Jesuita Guillermo Ortiz | Fuente: es.radiovaticana.va




Es un misterio. Pero misterio de amor grande, santo, inmortal. Un misterio que no se resuelve con la cabeza, sino que se vive y palpita en el corazón.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, repetimos como síntesis de la fe, y son palabras vivas del corazón. Hay un padre, un hijo y hay amor; nos revelan que Dios no es solo, individual, aislado, distante, sino que Dios es familia, personas diferentes completamente, el Padre y el Hijo, pero unidos en un abrazo de amor herido y a la vez invencible, poderoso. Dios es comunión de Amor en la diversidad de las personas, hasta tal punto que el Amor es la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu santo. Y el amor no es estático, el amor mueve, crea, da sentido, direcciona, sana, libera, vivifica. Dios Amor es Vida en plenitud.

Cuando nombramos a Dios haciendo el signo de la cruz sobre nosotros, revivimos, actualizamos el abrazo de la Trinidad con sus bendiciones, dones, beneficios y milagros del Amor divino con vos y conmigo: El Padre amante nos da a su Hijo amado, para que Jesús resucitado nos abrace, nos ilumine y encienda con este amor; para que nos reúna, nos una, nos cure del mal y nos llene con la fuerza poderosa del Espíritu de Vida plena en el Amor.

Hago el signo de la cruz sobre mí y los míos. Lo repito pensando y sintiendo que Dios nos abraza en su amor a mí y a vos, porque por el bautismo somos hijos suyos en el Hijo amado. Y cuando rezamos, cuando participamos de los sacramentos y servimos al hermano,  respiramos la misma Vida plena en el Amor que respiran el Padre y el Hijo.

Hago el signo de la cruz pensando y sintiendo: el Dios altísimo, nuestro Padre que nos mira, nos quiere y nos cuida, nos dio a su Hijo con un cuerpo como el mío y el tuyo, para que nos abrace y nos una a Dios y entre nosotros con el Espíritu de Amor santo, en tantas bendiciones y gracias. Tengo este signo de la Trinidad, de la Cruz, impreso en el cuerpo, por la cruz que el sacerdote me hizo con el santo crisma en el bautismo.

FLORECILLAS A MARÍA: DÍA 31 DE MAYO - FIN DEL MES DE MAYO DEDICADO A LA VIRGEN MARÍA



Flor del 31 de mayo: María Reina del Cielo
Fiesta de la Visitación de la Virgen

Meditación: “Apareció en el cielo una gran señal: una Mujer vestida de Sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Apocalipsis 12,1). Ha sido coronada Reina del Cielo la Madre del Señor de cielos y tierras. Esposa de Dios y Madre del Redentor, quien aquí en la tierra Le demostró obediencia y siempre Su consejo contempló, ¿cómo no podremos nosotros no ser sus esclavos y servirle junto a ángeles y santos?. “En la Iglesia todos están llamados a la santidad, pues ésta es la Voluntad de Dios: vuestra santificación (conforme Primera Tesalonienses 4,3 y Efesios 1,4). María se entregó a ésta Voluntad Divina y será verdaderamente Madre y Reina nuestra si buscamos responder a su llamado de santidad. No la hagamos llorar más por los pecados que en el mundo hay, sino que entreguemos nuestra voluntad para sólo por Ella trabajar.

Oración: ¡Oh María, Reina del Cielo y de nuestro corazón!. Haznos esclavos de tu amor para hacer la Santa Voluntad y llegar a la Patria Celestial. Que tengamos la humildad de la violeta, y estemos vestidos como ella, de penitencia. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Recitar el Regina Coeli (Reina del Cielo):

Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque El que mereciste engendrar, aleluya,
resucitó como lo había dicho, aleluya.
Ruega por nosotros a Dios, aleluya.
Regocíjate y alégrate, Virgen María, aleluya,
porque verdaderamente resucitó el Señor, aleluya.

DA LO MEJOR DE TI


Da lo mejor de ti

 

"Estamos hechos para brillar, como los niños,
que con auténtica humildad no tienen que fingir nada,
simplemente son lo que son.
 
Cuando tu ser se abre del todo al amor y a Dios,
dejas de ser un estorbo para ti mismo y para los otros.
 
El amor es la única manera de ganar, te empuja
hacia arriba y te brinda descanso mental.
 
Cuando te entregas y te limitas sólo a amar, sucede algo sorprendente: descubres un poder que ya está dentro de ti.
 
El mundo cambia cuando tu cambias, se ablanda si te ablandas,
te ama cuando decides amarlo y te entregas.
 
Entrega es la decisión de dejar de pelear con el mundo
 y con los otros y empezar a amarlos y aceptarlos.
 
Es una paulatina liberación del dolor y una liberación
que no se logra por la fuerza, sino serenamente".
Lo que se pide es cambiar tu manera de enfocar
la realidad y manejarla con ternura.
 
Ámate, ama y da lo mejor de ti.

OJALÁ QUE TENGAS...


Ojalá que tengas...


Suficiente felicidad para mantenerte dulce;

Suficientes pruebas para mantenerte fuerte;

Suficiente pena para mantenerte humano;

Suficiente esperanza para mantenerte feliz;

Suficientes fracasos para mantenerte humilde;

Suficiente éxito para mantener tu anhelo;

Suficientes amigos para darte consuelo;

Suficiente riqueza para suplir tus necesidades;

Suficiente entusiasmo para esperar con ilusión;

Suficiente fé para desterrar la depresión;

Suficiente determinación para hacer cada día mejor
 que el día de ayer.

LAS OBRAS DE MISERICORDIA

La Misericordia
Ser misericordioso es tener un corazón compasivo. La misericordia, junto con el gozo y la paz, son efectos del amor; es decir, de la caridad



Por: P. Sergio G. Román | Fuente: Desde la fe



"Al amigo se le conoce en la enfermedad y en la cárcel”

Las prisiones son un verdadero infierno. No sólo por las penas físicas -que se agravan por la sobrepoblación y por el daño que se causan entre sí los presos- sino, sobre todo, por la pena moral del remordimiento en los culpables y de la justa indignación en los inocentes, que también los hay.

Algunos tratan de aliviar, en lo posible, las penas de ese infierno y visitan con frecuencia a los presos: son las madres y las esposas. Algunas perseveran aunque la sentencia sea larga, muy larga o para siempre; otras, los dejan solos.

Hay quienes, movidos por motivos religiosos o simplemente humanitarios, visitan también las cárceles, llevando consuelo, esperanza y, a final de cuentas, redención. Estas visitas caritativas pueden parecer inútiles para quienes no tienen fe y siguen considerando a la religión como “opio del pueblo”. Por eso me dio mucho gusto leer en los periódicos que la Comisión de Pastoral Penitenciaria de la Arquidiócesis de México, entregaba, por medio del cardenal Rivera Carrera, los documentos que acreditaban la libertad de algunos presos que habían sido ayudados por esos voluntarios que los visitaban, cumpliendo el mandato misericordioso de Jesús. En lo que va del año han ayudado a conseguir su libertad a 230 presos. ¡Una misericordia efectiva!

¿Qué es?

La palabra misericordia tiene su origen en dos palabras del latín: misereri, que significa tener compasión, y cor, que significa corazón. Ser misericordioso es tener un corazón compasivo. La misericordia, junto con el gozo y la paz, son efectos del amor; es decir, de la caridad.

Pasaporte para el cielo

¿Qué se necesita para ir al cielo? ¿Acaso rezar mucho? ¿No faltar a los mandamientos? Pues resulta que lo que Jesús nos pide es que seamos misericordiosos con Él; y lo somos si nos comportamos misericordiosamente con los más necesitados.

Si deseo, pues, ir al cielo, más me vale que comience a preocuparme efectivamente por los prójimos que necesitan de mí.

“Bienaventurados los misericordiosos...”
No sólo en los tiempos históricos en los que vivió Jesús antes de su ascensión, sino en estos tiempos en que vivimos, hace falta la misericordia. Cuando la desgracia alcanza proporciones desmedidas, la misericordia se vuelve una necesidad que atienden oficialmente las organizaciones mundiales o nacionales. Sabemos que la ONU y otras organizaciones filiales ayudan a las víctimas de guerra, a los refugiados, a los que padecen hambre. La Cruz Roja es el paladín de la ayuda voluntaria y desinteresada a los que sufren. En México, y en casi todos los países, hay obras semejantes que se distinguen por su altruismo y filantropía. A nivel de católicos, tenemos Cáritas (Caridad) que trata de expresar en obras la fe de la Iglesia.

Todos estos movimientos necesitan de tu colaboración. La medida de tu compromiso dependerá de la conciencia que tengas de la urgencia de ayuda de tus hermanos necesitados. Una persona que da su tiempo, su dinero y lo que es y sabe a este tipo de organizaciones, se llama “voluntario”. ¿Te gustaría serlo?

Pero también puedes serlo de una forma autónoma o formar equipo con tu familia o tus vecinos. Sólo se necesita un corazón compasivo y, como seguramente ya te habrás dado cuentas, tú lo tienes y lo tienen tus hijos, tu esposa y toda esa gente buena con la que convives.

No necesitamos buscar a quién ayudar, la vida misma nos va presentando la oportunidad. Basta tener los ojos abiertos y, más que los ojos, el corazón.

Hagamos de nuestras obras de misericordia una cuestión de familia en la que todos participemos, cada quien de acuerdo con sus posibilidades y su edad.

Quizás no esté a nuestro alcance adoptar a un huérfano de guerra o ir a socorrer a los damnificados de un terremoto en el otro lado del mundo, pero sí lo está el dar compañía a un solitario, el visitar a un enfermo, el ayudar a un estudiante a pasar un examen, el conseguir trabajo a un amigo, el acudir al novenario de un difunto... ¡tantas cosas que podemos hacer!

Recordando

Cuando íbamos al catecismo nos enseñaron que las obras de misericordia de dividen en espirituales y corporales.

Las espirituales son:

- Enseñar al que no sabe.
- Dar un buen consejo al que lo necesita.
- Corregir al que yerra.
- Perdonar las injurias.
- Consolar al triste.
- Soportar las flaquezas del prójimo.
- Orar por vivos y difuntos.

Las corporales son:

- Dar de comer al hambriento.
- Dar de beber al sediento.
- Dar posada al peregrino.
- Vestir al desnudo.
- Visitar al los enfermos.
- Socorrer al cautivo.

Estas obras de misericordia son pedidas por el mismo Cristo (Mt 25, 31-46); la Iglesia añadió una más:

* Enterrar a los muertos.


Se considera que las obras de misericordia corporales se pueden expresar en una sola: dar limosna.

PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO - LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Padre, Hijo y Espíritu Santo
Vivir inmersos en ese Amor de Dios manifestado en su Hijo y en el Espíritu Santo


Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net




El espejo es implacable con nuestra belleza y nuestras imperfecciones. A todos podemos engañar, menos al espejo... y a Dios.

Podemos disimular, podemos recubrir las cicatrices, podemos usar los mejores ungüentos, las mejores pinturas, podemos poner aspecto juvenil con ropa nueva, con un nuevo peinado, con unos buenos lentes, podemos sonreír a diestra y siniestra, pero a la hora de la verdad, al enfrentarnos al espejo, todo eso pasa y nos encontramos la figura y la imagen de nosotros mismos ante quien no podemos definitivamente fingir ni disimular. Y el espejo es implacable con el paso del tiempo. Algún día llega en que nos volvemos irreconocibles a nosotros mismos, pues hicieron presencia las arrugas y las canas, y llegamos a preguntarnos: ¿Este soy yo? ¿Tanto tiempo ha pasado? ¿Verdaderamente éste soy yo?

Pero además de reflejarnos a nosotros mismos el espejo nos revela la semejanza y el parecido con nuestros progenitores. Somos figura de nuestros padres. De esa misma manera, el espejo nos tendría que decir que cada día nos parecemos más a Dios si en verdad somos imagen y semejanza suya. Cada día tendríamos que parecernos más a Dios si en verdad somos hijos suyos.

Tendremos que reflejar en nuestro rostro y en nuestra vida la creatividad, el ingenio, la alegría, el amor para mejorar este mundo maravilloso y encantador en el que nos ha tocado vivir, y emplear toda nuestra capacidad para mejorar este mundo que salió bello y armónico de las manos de Dios. Somos hechura del Padre que se complació en nosotros e hizo este mundo bello como el teatro en que tenemos que ir realizando nuestro papel cocreador con nuestro Dios, engendrando un mundo en que la armonía entre las cosas y los seres humanos sea la nota distintiva, empleando toda nuestra capacidad para desterrar la basura, el desorden, el destrozo de la naturaleza, y realzar la armonía entre los mismos seres humanos, que tenemos entre otras muchas cosas bellas que Dios nos ha dado, la capacidad de engendrar nuevos seres para este mundo. No le tengamos miedo a la vida. Es el distintivo de nuestro Creador y tiene que ser también el distintivo de los humanos. Cuando viene la primavera los tallos de las plantas que habían estado inactivos, como muertos, cobran nueva vida y aparecen los botones y enseguida las flores vario-pintas y fragantes. Así tiene que ser la primavera de nuestra vida que se prolonga de día en día.

Pero también tenemos que parecernos cada día un poquito más a Cristo el Señor, a Jesús, al Salvador, al Hijo de Dios, que tiene su delicia estar con los hombres, hermanarlos, hacerlos una sola familia, acercarlos los unos a los otros, de manera que las barreras que nos dividen, el color, la raza, el dinero, las comodidades, los bienes materiales nos lleguen a parecer ridículos y tendamos puentes para que la miseria, los vicios, los crímenes, las violaciones, la maldad, la división y la muerte se nos conviertan en cosa del pasado. Parece difícil, ¿pero no nos dijo Jesús: "Yo estaré todos los días con ustedes hasta el fin del mundo?" ¿A qué tenerle miedo? Aún un vaso de agua dado en el nombre de Jesús no quedará sin recompensa, ¿qué pasará si empeñamos toda nuestra vida en lograr la unidad y la paz entre todos los hombres?

Pero ya que hemos seguido esta línea, algo que siempre denotará nuestro espejo invisible, será el amor con que Dios nos ha adornado, y que tendrá que ser perfectamente reconocible cuando nos presentemos al tribunal de Dios. Y no tendrá que ser cualquier amor, hecho según las dimensiones del corazón humano, sino el Amor mismo de Dios manifestado en la persona de Cristo Hijo de Dios que se entregó por nosotros y también por el Espíritu Santo de Dios al que llamamos el Espíritu de Amor, y que se refleja en cada uno de los que nos rodean, sobre todo en los más pequeños: "Todo lo que hiciste con el más pequeño de mis hermanos a mí me lo hiciste", nos dice Jesús. Ver a Jesús en los pequeños, en los pobres, en los necesitados hasta verlos como mis propios hermanos, será fruto de la presencia del Espíritu Santo en nosotros, y así seremos más parecidos al Dios que nos ha dado la vida.

Por cierto, al llegar a este punto, debo decirles que estamos celebrando la Fiesta de la Santísima Trinidad, ante la que no caben sino dos actitudes: en primer lugar, la contemplación, la acción de gracias, la alabanza, la alegría por Dios que se nos ha manifestado en su intimidad porque nos quiere y nos ama, y segundo, una vida nueva, de entrega, de generosidad, de amor a todos los que nos rodean y a todo lo que nos rodea, pretendiendo vivir inmersos en ese Amor de Dios manifestado en su Hijo y en el Espíritu Santo, hasta ser como los pececillos en el agua.

Felicidades, Oh Trinidad Santa, Oh Trinidad inmaculada, Felicidades Oh Dios Creador, Felicidades Oh Espíritu de Amor, Felicidades Oh Jesús, Hijo de Dios que nos has metido a la inmensidad del Amor de nuestro Dios, hasta lanzarnos la invitación a vivir en ese seno de amor y de esperanza.

Felicidades a todos mis amigos, porque en cada uno de ustedes veo el rostro de mi Señor, de mi Creador, del Dios que nos ama a todos con locura.

LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A SANTA ISABEL, FIESTA, 31 DE MAYO



Visitación de la Virgen
Visitación de la Virgen

Fiesta, 31 de mayo 


Fuente: ACI Prensa



Fiesta Litúrgica

Luego que María Santísima oyó del ángel Gabriel que su prima Isabel también esperaba un hijo, sintióse iluminada por el Espíritu Santo y comprendió que debería ir a visitar a aquella familia y ayudarles y llevarles las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a saludar a Isabel puesto que es la Virgen María la que siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama.

Por medio de la visita de María llevó Jesús a aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a Isabel, la alegría a Juan, el don de Profecía, etc, los cuales constituyen los primeros favores que nosotros conocemos que haya hecho en la tierra el Hijo de Dios encarnado. San Bernardo señala aquí que desde entonces María quedó constituida como un "Canal inmenso" por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.

Además, nuestra Madre María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.

Este fue el primero de los numerosos viajes de María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo, Ella estará siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando. También fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada hora. Finalmente, Jesús empleó a su Madre para santificar a Juan Bautista y ahora ella sigue siendo el medio por el cual Jesús nos santifica a cada uno de nosotros que somos también hijos de su Santa Madre.