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jueves, 23 de abril de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 23 DE ABRIL DEL 2015


Si comes de este pan, vivirás para siempre
Pascua

Juan 6, 44-51. Pascua. Como el cuerpo es sostenido por el alimento, así nuestra alma necesita de la Eucaristía. 


Por: Ignacio Sarre | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51
Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.

Oración introductoria
Señor, creo en ti. Creo que por amor te has quedado en la Eucaristía para darme el pan que me da la vida. Confío en tu planes divinos y te pido en esta oración una fe que me haga ver mucho más allá de las preocupaciones, de las tristezas, para poder caminar siempre hacia delante.

Petición
Señor, ayúdame a amarte más, a quererte más, a buscar solamente lo que a ti te agrade.

Meditación del Papa Francisco
Es necesario tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de aquello que Jesús ha dicho o hecho. No. ¡Es precisamente una acción de Cristo! Es Cristo que actúa ahí, que está sobre el altar.
Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo, el cual se hace presente y nos reúne en torno a sí, para nutrirnos de su Palabra y de su vida. Esto significa que la misión y la identidad misma de la Iglesia surgen de allí, de la Eucaristía, y allí toman siempre forma. Una celebración puede resultar también impecable desde el punto de vista exterior. ¡Bellísima! Pero si no nos conduce al encuentro con Jesucristo, corre el riesgo de no traer ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra vida.
A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia y permearla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida. El corazón se llena de confianza y de esperanza pensando en las palabras de Jesús recogidas en el evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”. Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria, de preocupación por los necesitados, y por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, en la certeza de que el Señor realizará aquello que nos ha prometido: la vida eterna. ¡Así sea!» (S.S. Francisco, catequesis, 12 de febrero de 2014).

Reflexión

Tenemos hambre, hambre de Dios. Necesitamos el pan de vida eterna. Quizás hemos probado otros banquetes y hemos descubierto que no sacian nuestro deseo plenamente. Pero Cristo se revela como el alimento que necesitamos, el único que puede colmar nuestras necesidades y darnos la fuerza para el camino.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que en la comunión recibimos el pan del cielo y el cáliz de la salvación, el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó para la vida del mundo (cfr. CIC 1355).

Como el cuerpo es sostenido por el alimento, así nuestra alma necesita de la Eucaristía. Cristo baja del cielo al altar, por manos del sacerdote. Viene a nosotros y espera que también nosotros vayamos a El, que le busquemos con frecuencia para recibirle, para visitarle en el Sagrario.

Es pan de vida eterna, según su promesa: Que todo el que ve al Hijo y cree en El tenga la vida eterna. Quien vive sostenido por la Eucaristía, crece progresivamente en unión con Dios, y viéndole en este mundo bajo el velo de las especies del pan y el vino, nos preparamos para contemplarle cara a cara en la vida futura.

Propósito
Acercarme a la Eucaristía debidamente preparado y con la máxima frecuencia posible.

Diálogo con Cristo
Señor Jesús, me das el pan que necesito para poder vivir plenamente mi vocación. ¿Realmente «aprovecho» este sacramento? ¿Estoy consciente de que la Eucaristía no es un símbolo, que eres Tú, un Dios vivo, hecho hostia, el que voy a recibir en mi interior? Te suplico que esta meditación me lleve a contemplarte en la Eucaristía y nunca permitas que se me haga una costumbre, un rito o un hábito sin sentido.

OCHO REGALOS QUE NO CUESTAN UN CENTAVO


Ocho regalos que no cuestan un centavo

 

1.- El regalo de Escuchar. 
Pero realmente escuchar, sin interrumpir, bostezar, o criticar. Sólo 
escuchar. 

2.- El regalo del Cariño. 

Ser generoso con besos, abrazos, palmadas en la espalda y apretones de manos, estas pequeñas acciones demuestra el cariño por tu familia y amigos. 

3.- El regalo de la sonrisa. 
Llena tu vida de imágenes con sonrisas, dibujos, caricaturas y tu 
regalo dirá: "me gusta reír contigo" 

4.- El regalo de las notas escritas. 

Esto puede ser un simple "gracias por ayudarme", un detalle como estos puede ser recordado de por vida Y TAL VEZ CAMBIARLA. 

5.- El regalo de un cumplido. 
Un simple y sincero "te ves genial de rojo", "has hecho un gran 
trabajo" o "fue una estupenda comida" puede hacer especial un día. 

6.- El regalo del favor. 

Todos los días procura hacer un favor.

7.- El regalo de la soledad. 

Hay días que no hay nada mejor que estar solo. Sé sensible a aquellos días y da este regalo o solicítalo a los demás. 

8.- El regalo de la disposición a la gratitud. 

La forma más fácil de hacer sentir bien a la gente es decirle cosas 
que no son difíciles de decir como "Hola" y "Muchas Gracias". 

Los amigos son raras joyas, que pueden hacerte enojar y sonreír, que poco a poco aprenden a escuchar, a alentarte y ellos siempre abrirán su corazón a nosotros. Demuéstrale a tus amigos lo mucho que los estimas regalándoles este mensaje.

POR QUÉ CREO EN LA IGLESIA CATÓLICA +


Por qué creo en la Iglesia católica
Cada uno pone sus ojos en lo que le interesa... ¿Dónde pones tus ojos en los santos o en los escándalos?
Por: P. Jordi Rivero | Fuente: Corazones.org



Creo en la Iglesia por gracia de Dios

La fe es un regalo inmerecido que libremente recibimos.


Creo en la Iglesia porque creo en Jesucristo

Quien cree que Jesús es Dios debe creer también en todo lo que El ha hecho y dispuesto para nuestra salvación. La Iglesia nace de su costado traspasado de donde vertió agua y sangre. La Iglesia sigue viviendo del agua (Bautismo) y de la Sangre (Eucaristía) derramada en la Cruz.


Creo en la Iglesia por la Eucaristía

Dios hace muchísimos milagros para recordarnos las verdades de la fe. Muchos de estos son verificados por rigurosos estudios científicos: Lanciano, Lourdes, Guadalupe y muchos otros. El milagro más grande es la Eucaristía. El dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día" Juan 6,54. Es El mismo Cristo en la Eucaristía quien se hace realmente presente cada día en más de 500.000 iglesias católicas en todos los continentes.

Algunos dicen: "Jesús está en todas partes. Para que ir a la Iglesia". Hay que enseñarles: Sí, Jesús está en todas partes, pero sólo en la Eucaristía está presente en forma substancial para que lo comamos y tengamos vida nueva. Para sanarnos, liberarnos del mal, unirnos en la Iglesia y darnos fuerza para vivir la santidad. Sólo en la Iglesia se encuentra a Cristo Eucaristía.

Cristo ha venido para reunirnos, como un pastor recoge a sus ovejas. Quiere así que seamos su Cuerpo Místico para que en EL seamos todos hijos del Padre. Quiso hacernos familia suya. Por eso funda una sola Iglesia, con una sola fe, un solo bautismo.


Creo en la Iglesia porque es obra de Dios y no de hombres

No escojo a la Iglesia como podría escoger mi plato favorito. La Iglesia es institución divina y no capricho humano. Los hombres pueden fundar otras muchas iglesias y religiones para reunirse y hacer cosas buenas. A estas guardo respeto y a quienes buscan la verdad con sinceridad les tengo admiración. Pero no por eso olvido que Jesús, Dios y hombre verdadero, quiso reunirnos en UNA IGLESIA, la que El fundó.


Creo en la Iglesia "Católica" que significa "Universal"

La Iglesia católica no es sólo para un grupo o región. Es para todo pueblo, raza y nación. Está en todas partes, es la más grande y bien organizada del mundo. No porque sus miembros sean más inteligentes sino porque es obra de Dios.

¿Sabía usted que cada día hay en el mundo 50.000 nuevos católicos? Cada mes hay un millón y medio de católicos más que el mes anterior. Cada año hay 18 millones de católicos más que el año anterior. Durante el gobierno del Papa Pablo VI, la Iglesia Católica pasó de 600 millones a 750 millones. Durante el gobierno del Papa Juan Pablo II el número de católicos pasó de 750 millones a 1,086 millones en 2003. Esto a pesar de un esfuerzo intenso de parte del mundo para desprestigiarla y destruirla.


Creo en la Iglesia porque sólo ella enseña con autoridad divina toda la verdad

Jesús confió a los Apóstoles la revelación divina contenida en su Palabra. Les prometió el Espíritu Santo y les comunicó la facultad de enseñar en Su nombre. «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.» -Lucas 10,16. Sólo la Iglesia Católica es gobernada por el Papa y los obispos, sucesores de los Apóstoles, herederos de esta promesa. Ellos poseen por lo tanto la autoridad del magisterio para enseñar toda la Palabra revelada y profundizar su contenido sin error, con la protección y guía del Espíritu Santo.

Mientras que en otras Iglesias hay diversidad de interpretaciones Bíblicas, sólo la Iglesia Católica ha enseñado la verdad plena con total consistencia en todas partes desde el principio. Sólo ella posee el Depósito de Fe que contiene todo lo que Jesús nos reveló: La Biblia y la Tradición Apostólica.


Creo en la Iglesia porque veo la obra de Dios en María nuestra madre

Los católicos hacemos lo que Jesús pidió al discípulo amado en la Cruz: Llevamos a María a nuestra casa. Cf. Jn 19,27.


Creo en la Iglesia por el testimonio de los Apóstoles y los Padres


Creo en la Iglesia por el testimonio de los santos, nuestros hermanos mayores

Ellos son Evangelios vivos, ejemplos de lo que Dios hace en los que viven plenamente en la Iglesia y son alimentados con Cristo vivo a través de ella.


Creo en la Iglesia porque no me dejo llevar por los escándalos sino por la Palabra de Dios

Es cierto que hay escándalos en la Iglesia. Ya Jesús lo advirtió. Pero también hay cientos de miles de mártires que han derramado su sangre por Cristo en cada siglo incluso el nuestro. Millones y millones viven su fe inspirados por el Evangelio.

Sé bien que la Iglesia está formada de seres humanos pecadores. Pero Jesús quiso reunir en ella a los pecadores para hacerlos hijos de su Padre, Dios. No todos se convierten. Desde el principio algunos desde adentro le traicionan. Pero Jesús no revoca su alianza sellada con Su Sangre. Sigue siempre fiel a sus promesas. Jesús dijo: "Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella." Mateo 16,18

Cada uno pone sus ojos en lo que le interesa: unos miran a los santos y ven Evangelios vivos dignos de ser imitados. Otros en cambio sólo miran los malos ejemplos para justificar el rechazo a la Iglesia.

¿Dónde pones tus ojos en los santos o en los escándalos? Jesús nos advierte: "el que no tiene pecado, que tire la primera piedra". Por mi parte prefiero mirar a los santos, nuestros hermanos mayores pues tengo mucho que aprender de ellos y aprecio sus ayudas. No desisto en la esperanza de llegar a ser uno de ellos por la misericordia de Dios que perdona y da la gracia.

En cada siglo los enemigos de la Iglesia anuncian su inminente desaparición. Sin embargo ella los entierra a todos. Han pasado 2000 años. Todo imperio se ha derrumbado pero la Iglesia sigue siendo la misma madre con más de mil millones de hijos e hijas, más de 405.450 sacerdotes y más de 3.000 obispos. El número de seminaristas está aumentando y también las ordenaciones sacerdotales. Todavía hay muchachas que optan por la vida religiosa y aun surgen nuevas comunidades religiosas.

Hoy la Iglesia es perseguida, despreciada y difamada por todas partes. Pero su autoridad moral sigue siendo un faro de luz inextinguible que puede ser odiado pero no ignorado. La sucesión de Pedro jamás se ha roto. El Papa sigue gobernando a la Iglesia y los católicos por todo el mundo siguen unidos en comunión con él. A pesar de su ancianidad, el Papa es capaz de reunir a cientos de miles de jóvenes para escucharle enseñar la Palabra de Dios. La Santa Sede mantiene relaciones con 178 países (2011).

Todo esto sólo puede ser obra de Dios. Por eso creo y por eso no puedo dejar de anunciar la verdad a mis hermanos.

Y usted: ¿Conoce la Iglesia católica o la caricatura que hacen de ella sus enemigos? ¿Está usted sobre la roca firme establecida por Cristo o en las arenas movedizas de interpretaciones humanas? Jesús te llama. No lo hagas esperar.

SAN JORGE, MÁRTIR, PATRONO DE INGLATERRA, 23 DE ABRIL



Jorge, Santo
Jorge, Santo

Mártir, Patrono de Inglaterra, 23 de abril


Fuente: ACI Prensa



Mártir

Martirologio Romano: San Jorge, mártir, cuyo glorioso certamen, que tuvo lugar en Dióspolis o Lidda, en Palestina, celebran desde muy antiguo todas las Iglesias, desde Oriente hasta Occidente (s. IV).

Etimológicamente: Jorge = Aquel que trabaja la tierra, es de origen griego.

Breve Biografía

La vida de San Jorge se popularizó en Europa durante la Edad Media, gracias a una versión bastante "sobria" de sus actas.

Según cuenta la tradición, el santo era un caballero cristiano que hirió gravemente a un dragón de un pantano que aterrorizaba a los habitantes de una pequeña ciudad. El pueblo sobrecogido de temor se disponía a huir, cuando San Jorge dijo que bastaba con que creyesen en Jesucristo para que el dragón muriese. El rey y sus súbditos se convirtieron al punto y el monstruo murió.

Por entonces estalló la cruel persecución de Diocleciano y Maximiano; el santo entonces comenzó a alentar a los que vacilaban en la fe, por lo que recibió crueles castigos y torturas, pero todo fue en vano.

El emperador mandó a decapitar al santo, sentencia que se llevó a cabo sin dificultad, pero cuando Diocleciano volvía del sitio de la ejecución fue consumido por un fuego bajado del cielo.

Esta versión popular de la vida del santo, induce a que en realidad San Jorge fue verdaderamente un mártir de Dióspolis (es decir Lida) de Palestina, probablemente anterior a la época de Constantino.

No se sabe exactamente como llegó a ser San Jorge patrón de Inglaterra. Ciertamente su nombre era ya conocido en las islas Británicas antes de la conquista de los normandos.

En todo caso, es muy probable que los cruzados especialmente Ricardo I hayan vuelto del oriente con una idea muy elevada sobre el poder de intercesión de San Jorge.

CATEQUISTA POR VOCACIÓN



Catequista por vocación

Todo catequista debe caminar sobre los pasos de María en nuestra misión catequística


Por: Cristina Baffeti | Fuente: www.paracatequistas.com



Una vocación es un regalo de Dios, pues como él dijo "yo los he elegido". Cuando decimos sí a Dios, hemos de saber exactamente que hay en ese sí. Sí significa (me entrego) total y absolutamente, sin calcular el precio, sin hacer ningún análisis ni cuestionamiento ¿está bien esto? ¿es conveniente? Nuestro sí a Dios se da sin ninguna reserva. El amor inmenso no mide sólo se da.

La entrega total a Dios debe expresarse en pequeños detalles.
La entrega total supone una amorosa confianza en él y para esa entrega total debemos abandonamos sin límites en sus brazos.
Debemos afianzar nuestra pertenencia a Jesús, porque solo él merece nuestro amor y entrega total. Nuestra tarea debe ser realizada con un corazón humilde, con la humildad de Cristo, él nos utiliza para que seamos su compasión y amor en el mundo a pesar de nuestras debilidades y flaquezas. No importa cuanto damos, lo que importa es cuanto amor ponemos en lo que damos.

Según las palabras de nuestro Santo Padre, debemos ser capaces de limpiar lo que está sucio, de calentar lo que está tibio, de fortalecer lo que está débil y de iluminar lo que está oscuro.

No debemos tener miedo de proclamar el amor de Cristo ni de amar como él nos amó, pero para eso es necesario alimentamos espiritualmente. La Madre Teresa dice que si no queremos morir de una "anemia espiritual" debemos alimentar nuestro espíritu. La oración es un proceso que no termina, sino que es prolongación en toda nuestra vida. La vida espiritual del catequista debe ser alimentada por la celebración y por la vivencia de los sacramentos.

El catequista debe ser un hambriento de Dios.
Podemos y debemos convertir nuestro trabajo en oración. Nunca podremos sustituir la oración por el trabajo. Nunca debe ocurrir esto. A menudo nos llenamos de compromisos, tareas y creemos que haciendo muchas cosas es suficiente. Y perdemos ese hermoso contacto con nuestro Padre a través de la oración.
Como catequistas debemos nutrirnos en la vida de oración, el Papa Pablo VI nos dice que la oración ha de ir antes que todo, quien no lo entienda así, quien no lo practique, no puede excusarse en la falta del tiempo, lo que falta es el amor.

Debemos aprender a quedamos en algún momento de nuestro tiempo, con nuestro Padre, ese quedarse con el Padre equivale a la expresión "hablar con Dios", es diferente hablar con Dios, que pensar en Dios. Siempre que hay trato con Dios hay oración.

Orar no es pedir. La oración fortalece nuestra fe y madura nuestra entrega.

Orar es ponerse en manos de Dios, escucharlo. La oración es un doble proceso de hablar y escuchar. Orar es mirar a Dios, es un contacto de corazón y de los ojos. Nuestro trabajo es fructuoso en la medida que expresa una oración realmente sincera.
Orar con generosidad no es suficiente, debemos orar con devoción, con fervor, debemos ser perseverantes y constantes para crecer en este compromiso asumido. Si no oramos todo lo que hagamos no tendrá valor. Los que tomamos en serio este caminar junto a Dios, necesitamos de estos momentos junto con los sacramentos para llevar una vida coherente con la que transmitimos.

Cuando el catequista tiene su crisis de fe, es la crisis de la espiritualidad. Por la fe buscamos a Dios y damos respuestas y entregas a su llamado al compromiso, pero si esa fe no es alimentada espiritualmente, nuestro compromiso y entrega, cada vez serán menos. Un cristiano es alguien que ha descubierto a Dios. Un catequista no es solamente alguien que ha descubierto a Dios, es alguien que también ha escuchado el llamado del Señor, para colaborar con él y aceptar esa misión, tratando de crecer en el amor a Dios Padre, a su Hijo y a su Espíritu.

El catequista debe crecer día a día en la fe.
Todos estamos llamados a crecer en ella.

El catequista, por vocación tiene muy presente este llamado tanto por lo que el mismo se refiere, como con respecto a sus catequizados a quienes debemos ayudar a crecer en la fe. Pero... ¿qué es la fe para un cristiano catequista? ¿cómo podemos crecer en la fe?. Fundamentalmente, la fe es aceptar a Cristo y su mensaje, pero no solamente con la inteligencia sino con el corazón y en la vida. La fe es esa relación personal con Cristo Vivo. Por eso los catequistas somos instrumentos de Dios y servidores de la Palabra, ella debe ser el alimento cotidiano indispensable. San Agustín dice que no vale menos la Palabra de Dios que el Cuerpo de Cristo.

Debemos tener conciencia de que es ser catequista. 
Ser catequista es: Un don antes que un compromiso.
Ser catequista es: Una vocación antes que una opción personal.
Ser catequista: Una respuesta de fe antes que un simple servicio a nuestros hermanos.

El catequista es un hombre en camino, es un enviado por Cristo y como Él va en busca de personas para anunciar la Buena Nueva.

El catequista debe ser maestro en humanidad, simples en nuestro actuar, sencillos, abiertos, dispuestos.
Supone estar atento profundamente a la sensibilidad y problemas del catequizado. No debemos caer nunca en la tentación de la soberbia, de quien cree saberlo todo. Nuestro caminar debe ser una conversión continua.

No solo debe preparar bien el encuentro sino también responder a sus interrogantes. Por eso es muy importante una formación sólida y permanente. No se debe improvisar. Debemos ser fiel a la tradición y escritura contenida en la fuente Bíblica. Nuestra preocupación debe ser la de transmitir las enseñanzas de Jesús no como una ciencia sino como se debe comunicar, como una experiencia de vida.

La tarea del catequista compromete toda su persona. Debemos ser coherentes y auténticos y esto se adquiere con mucha oración.

El catequista debe ser sembrador de la alegría y de la Esperanza Pascual, que son dones del Espíritu Santo. El Santo Papa, define al catequista como servidor de la verdad y dice, que el evangelizador no es dueño, ni arbitro, sino depositario, heredero y servidor de la verdad. Por eso no se vende, no disimula, no rechaza, no oscurece, no deja de estudiar, no avasalla la verdad.

"Todo catequista debe caminar sobre los pasos de María en nuestra misión catequística" A María Dios, nuestro Padre la eligió para ser Madre de su Hijo, Madre nuestra y Madre de la Iglesia.

Por consiguiente María es la más perfecta discípula y evangelizadora y modelo.

Su vida nos muestra como se abandonó a la acción del Espíritu.
María nos ofrece las mejores lecciones de humildad. María es la perfecta seguidora de Jesús, desde el anuncio del ángel hasta al pie de la Cruz, ella se dejó conducir sin reservas, pues estaba llena del Espíritu Santo.

María vivió su santidad como una criatura normal. Es decir caminó en la fe, escucho la Palabra de Dios, la recibió en su corazón y fue absolutamente fiel a ella. María significa la presencia del Amor Materno de Dios entre nosotros. Por eso debemos tener siempre presente el modelo de María en nuestra actividad catequística para que nos enseñe como hizo con su Hijo Jesús a ser manso y humildes de corazón y de esta manera dar gloria a nuestro Padre que está en los cielos. Debemos como catequistas aprender abandonarnos en los brazos de nuestro Padre como lo hizo María.

COMO TOCAR EL CORAZÓN DE DIOS CON LA ORACIÓN


Cómo tocar el corazón de Dios con la oración
La oración es acercarse a Jesús con humildad y tocarlo desde la fe.


Por: P. Guillermo Serra, LC | Fuente: Catholic.net




La oración es acercarse a Jesús con humildad y tocarlo desde la fe. La oración llena de fe es "la debilidad" de Dios y la fuerza del hombre. Jesús no se resiste a hacer milagros cuando percibe una gran fe. No basta con tocar a Jesús, sino tocarlo con fe y experimentar cómo muchas virtudes, gracias, salen de Él para curar nuestro corazón y cuerpo.

"Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que no había podido ser curada por nadie, se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al punto se le paró el flujo de sangre. Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Como todos negasen, dijo Pedro: «Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen». Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí». Viéndose descubierta la mujer, se acercó temblorosa, y postrándose ante él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había tocado, y cómo al punto había sido curada. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz". (Lucas 8,43-48)

Nuestra propia enfermedad debe ser presentada con fe y esperanza

La mujer hemorroisa sufría desde hacía 12 años esta enfermedad. No había encontrado remedio, se había gastado todo en doctores. Sólo le quedaba una esperanza, ese Jesús del que toda la gente hablaba. Debido a su enfermedad era impura y todo lo que tocase automáticamente se convertía en impuro. Vivía en una soledad total, separada de la sociedad, de su familia, 12 años queriendo "volver a vivir". Esta soledad, necesidad de vivir, de ser alguien, hizo que sin temor se acercase a Jesús. Percibía en Él alguien que podría devolverle la vida, que podría dar sentido a esta enfermedad y poder ser curada.

En la oración nos presentamos también enfermos, débiles, con temores, resistencias, profundas heridas que todavía sangran. Con facilidad buscamos en el mundo diversos “doctores” que nos puedan curar, distracciones, pasatiempos que en el fondo nos dejan igual y nos vamos desgastando. En la oración nos presentamos conscientes de esta debilidad, pero a la vez llenos de fe porque estamos ante el único que nos puede curar de raíz, el que puede devolvernos la vida, dar un sentido profundo y nuevo a nuestra existencia, a nuestra soledad. Este acto de fe y confianza son los pasos necesarios para llegar hasta el Maestro: "Creo en ti Señor, espero en tu amor, confío en ti, quiero amarte para vivir". Presentamos nuestra vida ante Él, nuestra debilidad, enfermedad, con fe y confianza para que Él nos cure.

Acercarse a Jesús con humildad, con la mirada siempre fija en su Amor y ternura

Con gran fe, se acercó a Jesús por detrás, y con delicadeza, consciente de su impureza, se atrevió a tocarle con fe la orla de su manto.

Cuando hay fe y amor, la oración se convierte en un buscar el bien de la otra Persona: acogerle, cuidarlo, amarlo. Esto es lo que hace la hemorroisa. No piensa en sí misma. No quiere "molestar" al Señor: con humildad se acerca por detrás y busca tocar tan sólo el borde de su manto. Esto sería suficiente. La fe no busca evidencia, no quiere tocar a toda costa, palpar como lo hizo Santo Tomás. Basta con un detalle, un gesto cercano y tierno. Es un decirle a Jesús: "no te quiero molestar, sé que me amas y con tocarte el borde del manto, te darás cuenta que te necesito, que estoy aquí, que te amo y que quiero poderte abrazar… pero soy impura, mi alma es impura, necesito que tu amor me purifique y me haga digna de Ti".

Así la hemorroisa buscando el bien de Jesús, el no "hacerle" impuro, logra su propio bien. La oración es buscar al otro para encontrarse con el otro. Es dejarse encontrar buscando. Es rozar su Corazón para encontrase dentro de él.

La fe mueve el Corazón de Jesús y fija su mirada en la humildad

La mujer queda curada al instante. Jesús no espera a que la mujer le diga qué necesita. Así es el Buen Pastor, conoce a sus ovejas, nos conoce y sabe lo que necesitamos incluso antes de que se lo pidamos. Por eso, muchas veces la oración es ponerse en su presencia, quizás experimentando un silencio que no es indiferencia por parte de Jesús, sino un querer expresar ternura, contemplar a su creatura tan amada y admirarla con amor.

Jesús estaba siendo oprimido por la multitud, sin embargo, sintió que una virtud salía de Él y gritó: « ¿Quién me ha tocado? » Los discípulos, asombrados, no entienden esta pregunta. Decenas de personas están agolpadas, se empujan y estrujan a Jesús y sólo una "le ha tocado", aquella que apenas ha rozado el borde de su manto.

Aquí Jesús nos dice con claridad que tocarle es amarle, es tener la humildad de confiar en Él, de tratarle con ternura y fe. De acercarse a Él como un niño a su Padre y estar, sí, estar junto a Él. Muchos estaban más cerca que la mujer, pero no tenían fe, era quizás más bien curiosidad, rutina.

La oración nunca puede ser curiosidad o rutina. No es una actividad para llenarme de ideas o repetir fórmulas aprendidas de memoria. Esto sería como empujar y estrujar a Jesús, como aquel grupo que lo seguía. No, esta mujer nos enseña que para tocar a Jesús hay que tener fe, hay que acudir con confianza, presentarse con humildad y tener ternura hacia Dios. ¡Ah!, y sobre todo, hay que dejarse querer por el Maestro que nos conoce, nos espera y al instante nos abraza con amor.

Queremos tocarte Jesús. Ayúdanos Señor a tocarte con fe.