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domingo, 12 de abril de 2015

DECÁLOGO PARA SABER ENVEJECER

Decálogo para saber envejecer
Acaso lo más interesante, y además, gran verdad, sea pensar que 


Por: Antonio Gil 



El verano y las vacaciones son, sin duda, una época propicia para rejuvenecer, para mostrar nuestra mejor silueta, para considerarnos más en forma.

Todo el mundo quiere ser joven y parecerlo. Incluso las personas de edad más avanzada. Quizás porque, como decía alguien, "nada nos hace envejecer con mayor rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos". Por eso, lo mejor será pensar que aún somos jóvenes.

Como suele decir Manuel Alcántara, con su fino humor: "Y dentro de cien años, cuando todos seamos jóvenes...". Pues, eso. Acaso lo más interesante, y además, gran verdad, sea pensar que "toda edad tiene sus propios frutos; hace falta saberlos recoger". Para quien quiera conocer los secretos de "saber envejecer", valga este decálogo fácil y sencillo.

1. "Cuidarás tu presentación cada día". Arréglate como si fueras a una fiesta. ¡Qué más fiesta que la vida! Que al verte se alegren los ojos de los demás.

2. "No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación". Saldrás a la calle y al campo de paseo: "El agua estancada se pudre".

3. "Amarás el ejercicio físico". Un rato de gimnasia, una caminata razonable dentro o fuera de casa, por lo menos abrir la puerta, regar las rosas, contestar el teléfono.

4. "Evitarás actitudes y gestos de viejo derrumbado". La cabeza gacha, la espalda encorvada, la mirada perdida, no favorecen nada. Que la gente diga un piropo cuando pasas: "¡Qué recto va el señor! ¡Qué guapa la señora!".

5. "¡No hablarás de tu edad, ni te quejarás de tus achaques reales o imaginarios!". Acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que eres. A la gente no le gusta oír historias de hospital. Cuando te pregunten cómo estás, dirás que. ¡muy bien!

6. "Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas". Al mal tiempo, buena cara. Sé positivo y`de buen humor. La vejez no es cuestión de años sino un estado de ánimo. El corazón no envejece.

7. "Tratarás de ser útil a los demás". Ayuda con una sonrisa, un consejo, un servicio. No te coloques el cartel de "inservible".

8. "Trabajarás con tus manos y con tu mente". Haz lo que puedas. El trabajo es la terapia infalible.

9. "Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas". Desde luego, las que se anudan en el hogar, integrándote a todos los miembros de tu familia.

10. "No pensarás que todo el tiempo pasado fue mejor". Deja de estar condenando tu mundo y maldiciendo tu momento.

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 12 DE ABRIL DEL 2015



Dichosos los que no han visto y han creído
Pascua

Juan 20 19-31. 2o. Domingo de Pascua. Fiesta Divina Misericordia. La resurrección de Cristo es nuestra esperanza y la luz que ilumina nuestra vida. 


Por: H. Laureano López | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Juan 20 19-31
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con ustedes. Como el Padre me envió, también yo les envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibir el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con ustedes». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.


Oración introductoria
Dios mío, me pongo en tu presencia experimentando el mismo miedo que sintieron tus Apóstoles. Señor Jesús, Tú bien conoces todos mis temores, miedos e inseguridades con los que vivo día con día y que me quitan la paz interior que sólo Tú me puedes dar. Te ofrezco esta meditación por todos aquellos que sufren la tribulación y turbación interior de su corazón, para que la gracia del Espíritu Santo penetre hasta los rincones más íntimos de su alma y escuchen tus palabras tan reconfortantes: «La paz esté con ustedes»

Petición
¡Señor mío y Dios mío! Lléname de paz interior para dejar de ser incrédulo y me convierta en un creyente fervoroso.

Meditación del Papa Francisco
Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos: Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: “Señor mío y Dios mío”.
Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: “Sus heridas nos han curado”.
San Juan XXIII y san Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.»(Homilía de S.S. Francisco, 27 de abril de 2014).
Reflexión apostólica
La vida diaria puede presentarnos ocasiones o circunstancias diversas que nos llevan a perder la paz interior (dificultades familiares, laborales, escolares, personales, etc). ¿Cómo recobrar esta paz para poder transmitirla también a los demás? Ordenando nuestra vida, como decía san Agustín. Teniendo una recta jerarquía del amor, que él llama ordo amoris (el orden del amor). Todas nuestras dificultades se reducen a "problemas de amor". No es que amemos poco, sino que podemos amar desordenadamente si no tenemos claras nuestras prioridades del amor. El vértice de este triángulo del amor le corresponde a Dios, luego viene el amor al prójimo y, en el puesto más bajo, el amor a nosotros mismos. Por eso san Agustín en dos palabras resumió lo que es la auténtica paz interior: tranquillitas ordinis. La tranquilidad del orden (interior). Pidamos a Dios que nos ayude a reestructurar nuestro orden del amor, para que podamos ayudar a todas las personas a que también encuentren esta paz auténtica.
Propósito
Haré hoy un examen de conciencia que me ayude a descubrir cuál es la jerarquía de amor en mi vida, que me ayude a crecer en la paz interior.

Diálogo con Cristo
Jesús, soy consciente que únicamente Tú puedes darme la paz verdadera y duradera. Sé que Tú quieres darme esta paz. Ayúdame a ordenar mi jerarquía interior de amores para que pueda reinar en mi corazón esta paz y tranquilidad que me regalas.

La paz es un bien tal que no puede apetecerse otro mejor ni poseerse otro más provechoso. (San Agustín, De Civitate Dei)

ATIENDE MI ORACIÓN




Atiende mi oración
Autor: J. Alonso Lockward 


Hoy que estoy triste 
y que la mente vaga en la nube 
del tiempo, 
déjame decirte que te quiero. 

Déjame reafirmar que solamente 
buscaré ser tu siervo. 
Que nada me interesa en esta tierra, 
que nada intento ser sin ti. 

Señor, 
ahora que retuerce 
mis telas interiores la tristeza, 
escucha mi oración. 

Te hablo 
desde el fondo del pez 
que me ha tragado 
y en este fango de cisterna rota, 
sin llanto y sin canción, 
con todas mis entrañas 
yo te alabo. 

Yo te alabo, Señor, 
aunque esté triste. 
Vacío de saber, 
lleno de nunca, 
lanzo el alma a tu cielo. 

Quiero que sepas
que mi amor es tuyo 
Ayer, cuando fui, 
Ahora cuando estoy 
Y mañana cuando no sé.

EL RESPETO


El respeto



Respeta a Dios sobre todas las cosas...
Es el fundamento de nuestra civilización.

Respeta a tus padres...
Es la piedra angular de nuestra más sagrada institución:
la familia.

Respeta a tus hermanos, a tus amigos y a tus vecinos...
En esa forma te realizas como cristiano.

Respeta tu cuerpo...
Así indicas que te respetas a ti mismo.

Respeta la bandera de tu país...
Eso significa tu identidad.

Respeta las banderas de los demás países...
Así manifiestas tu amor al mundo.

Respeta las opiniones de los demás...
Eso indica tolerancia y humildad.

Respeta los animales que surcan los aires, los mares y la tierra...
En esa forma expresas tu amor al producto de la creación.

Y por último, medita bien estas palabras:
Si quieres que se te respete como persona...
Si deseas que se respete a los tuyos...
No hagas a nadie lo que no te gustaría
que te hicieran a ti.

SE ME NOTA... QUIEN RESUCITA ES DIFERENTE


Se me nota...Quien resucita es diferente
Que el anuncio pascual llegue a todos los pueblos de la tierra, y que toda persona de buena voluntad, se sienta protagonista en esta Pascua.


Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net




En la Resurrección de Cristo hemos resucitado todos.

Que el anuncio pascual llegue a todos los pueblos de la tierra, y que toda persona de buena voluntad, se sienta protagonista en este día en que actuó el Señor, el día de su Pascua, en el que la Iglesia, con gozosa emoción, proclama que el Señor ha resucitado realmente.

Este grito que sale del corazón de los discípulos, en el primer día después del sábado, ha recorrido los siglos, y ahora, en este preciso momento de la historia, vuelve a animar las esperanzas de la humanidad con la certeza inmutable de la resurrección de Cristo, Redentor del hombre.

Hoy es el día que este grito me interpela a mí, y que en este preciso momento me llena de alegría, paz y felicidad. Cristo verdaderamente me ha resucitado. Se nota fácilmente quiénes siguen a Jesús Resucitado:

Tienen un encanto especial.

Son alegres y acogedores.

No se dan importancia ni buscan aplauso o recompensa de cualquier tipo.

Están siempre dispuestos a aceptar los trabajos más duros o más humildes.

Son sinceros y responsables.

No tienen miedo, o saben vencer el miedo.

No se echan para atrás.

Son colaboradores, participativos, imaginativos.

Siempre son personas de esperanza, positivas.

Y son especialmente amistosas y pacificadoras, cálidas y cercanas, personas de toda confianza.

Viven o se esfuerzan por vivir las Bienaventuranzas.

No aman la riqueza por encima de todo, son austeras, sin apegos, saben compartir, incluso de lo que necesitan. Hacen opción por los pobres y se esfuerzan por ser pobres de espíritu.

No cultivan el orgullo ni se creen superiores.

No envidian ni se comparan.

Son humildes, vacías de sí mismas. Es la pobreza interior, la más difícil. Por eso son personas sufridas, llenas de paciencia y mansedumbre.

No se sienten ofendidas, porque no viven para sí.

No son indiferentes ante los demás, sino sensibles y compasivas.

Saben llorar con los que lloran, perfectas consoladoras. Otros lloran por los golpes que reciben, porque la vida les trata mal. ¡Cuántas lágrimas amargas e inocentes! No se rebelan ni odian ni se desesperan, pero lloran.

No toleran la injusticia, aunque sea al más pequeño. Luchan por un mundo solidario, en que todos consigan su dignidad y sus derechos. Sueñan con un mundo nuevo, con la civilización del amor.

No son duras inquisidoras, sino comprensivas y compasivas. Tienen entrañas de misericordia. Saben perdonar, estar cercanas, volcarse sobre las miserias humanas. Se conmueven ante cualquier sufrimiento, como Dios.

No aman la impureza o la mentira. Tienen el corazón limpio. Son libres, no les esclavizan los vicios. Son auténticas, transparentes, verdaderas. Se lavan con agua de arrepentimiento, reconocen su fallo o su error.

No utilizan la violencia, sólo para sí mismas; pero irradian la paz, y la crean, la defienden. Para todos, personas amigas del diálogo y promotoras de reconciliación y del perdón.

No se acobardan a la hora de defender al oprimido; lo defienden siempre, aún a riesgo de ser criticadas y perseguidas. Son profetas de la libertad y la justicia, y por eso, tantas veces son mártires.

¿Me reflejo en alguno de estos rasgos?