Páginas

martes, 24 de marzo de 2015

RAMOS PACÍFICOS...


Ramos pacíficos



para denunciar toda injusticia,
para combatir toda opresión,
para borrar toda frontera,
para superar cuanto divide a los hombres,
para propiciar el desarme...,
para ofrecer un perdón sin condiciones,
para cantar al hombre nuevo,
para acercar a los que están lejos,
para enseñar a compartir,
para enseñar a hablar en una misma lengua,
para aprender a rezar juntos,
para ser testigo del amor,
para perdonar todas las deudas y los intereses.
Señor, aquí me tienes,
haz de mi un instrumento de tu paz y de tu amor. Amén

EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 24 DE MARZO DEL 2015


La fe verdadera
Cuaresma y Semana Santa

Juan 8, 21 -30. Cuaresma. La fe no es una virtud que por nuestras propias fuerzas podamos alcanzar. Es un don de Dios que debemos pedirle. 


Por: H Juan Pablo Peña Castillo | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Juan 8, 21 -30 
Jesús les dijo también: «Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir». Los judíos se preguntaban: « ¿Pensará matarse para decir: «Adonde yo voy, ustedes no pueden ir»? Jesús continuó: «Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho: "Ustedes morirán en sus pecados". Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados». Los judíos le preguntaron: « ¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo. De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo». Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre. Después les dijo: «Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada». Mientras hablaba así, muchos creyeron en él. 

Oración inicial
Enséñame, Señor, a seguir el camino de tu voluntad y a buscarte con todo el anhelo de mi corazón para que, alcanzando la meta de la experiencia de tu amor, transmita a mis hermanos la alegría y paz de tu presencia.

Petición 
Que la contemplación y escucha de tu palabra fortalezcan en mi alma la fe, la esperanza y el amor por Ti.

Meditación del Papa Benedicto XVI
Y es siempre Jesús quien tiene que ayudarnos a entender una y otra vez que el poder de Dios es diferente, que el Mesías tiene que entrar en la gloria y llevar a la gloria a través del sufrimiento..
Esto aparece bajo la palabra clave “irse”, “ir hacia”. Según Juan, Jesús habló en dos ocasiones de su “irse” donde los judíos no podían ir. Quienes lo escuchaban trataron de adivinar el sentido de esto y avanzaron dos suposiciones. En un caso dijeron: “¿Se irá a los que viven dispersos entre los griegos para enseñar a los griegos?”. En otro, comentaron: “Será que va a suicidarse?” En ambas suposiciones se barrunta algo verdadero y, sin embargo, fallan radicalmente en la verdad fundamental. Sí, su irse es un ir a la muerte, pero no en el sentido de darse muerte a sí mismo, sino de transformar su muerte violenta en la libre entrega de su propia vida» (Cf Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, segunda parte, p. 30).
Reflexión 
«Yo me voy, y ustedes me buscarán…» Una vez más Cristo se encuentra ante la incomprensión y cerrazón de los fariseos que, no cansados de interrogarle y perseguirle, no comprenden sus palabras y le juzgan con la dureza de su corazón. Sin embargo, aunque la respuesta de Jesús es dura, no deja de ser una llamada amorosa a elevarnos por encima de las miras humanas y a adentrarnos en el horizonte de la fe; a descubrirle en nuestros hermanos y de manera especial a renovar en nuestro corazón ese deseo de Dios. Creer en Cristo va más allá de los sentimientos y emociones. Es Él quien nos muestra el camino de la verdadera fe, el camino hacia el encuentro con el Padre: «El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada». ¿Realmente vivo haciendo lo que a Él le agrada? ¿Busco en todo momento cumplir su voluntad? ¿La acepto cuando lleva consigo el dolor de la cruz? Sólo la fe nos hace penetrar el misterio de la cruz (misterio que esta semana santa viviremos acompañando a Cristo) con la confianza y fortaleza de saber que es Él quien nos guía aún en medio del sufrimiento: «Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy ».

Creer en Cristo va más allá de las palabras piadosas, de los sentimientos y emociones. Nuestro mundo necesita de cristianos no sólo convencidos sino fraguados en el misterio de la fe. Esta fe es como una gran fogata que sólo se mantiene encendida con los leños de las obras: «Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta» (St. 2, 17)
Es la fe la que nos permite ver a Jesús en las personas que nos rodean y es el impulso a buscar que el mayor número de almas le conozcan y le amen. Es por eso que la necesidad de ahondar en nuestra fe, a través de la oración, de la lectura de su palabra, de la participación de los sacramentos, se hace cada día más urgente. La fe no es una virtud que por nuestras propias fuerzas podamos alcanzar. Se trata de un don de Dios que debemos pedir incesantemente no sólo para nosotros sino para todos aquellos que viven sin esta brújula que oriente sus vidas hacia la meta que es Dios.

Propósito
Este día trataré a las personas que me encuentre, mirándolas desde la fe, como trataría al mismo Cristo.

Diálogo con Cristo
Señor, tu sabes que mi fe muchas veces es débil, y que ante las preocupaciones y quehaceres del día a día fácilmente languidece. Fortaléceme Señor con este don para que te descubra en mis hermanos, para que ante las cruces que tú permitas en mi camino, sepa responder a tu voluntad con la mirada puesta en Ti. ¡Creo Señor! ¡Ayúdame a creer en Ti con firmeza!


«La fe cristiana es esto: el encuentro con Cristo, Persona viva que da a la vida un nuevo horizonte y así la dirección decisiva». Benedicto XVI, Mensaje a los jóvenes en Stará, Boleslavo, 28 de septiembre de 2009.


EL ÁGUILA Y LA SERPIENTE


El águila y la serpiente
Autor: Padre Rafael García-Herreros



En el interior de cada persona se libra una gran batalla. Por un lado 
encuentra el águila que asciende. Todo lo que el águila representa es bondad y belleza. Esta se eleva muy por encima de las nubes y, aun cuando cae en picada hacia los valles, construye su nido en los riscos verticales de las montañas.

Este águila se alimenta de esfuerzo y entrega, forma también parte de su
menú el sacrificio y las luchas. Está acostumbrado a soportar privaciones y lleva con hidalguía las pruebas. Nunca se derrota y está siempre dispuesta a volver a empezar.

Al otro lado de nuestro interior se encuentra la escurridiza serpiente, la
víbora de cascabel. Este taimado y engañoso reptil representa los peores
aspectos de una persona: su lado oscuro. La serpiente se alimenta de los
fracasos y caídas de la persona. La depresión es otro de sus bocados  y se justifica a sí misma por su presencia en la masa escurridiza. Por eso nos enseña a huir y a nunca enfrentarnos a nosotros mismos. Tiene la facilidad de arrástranos a los vicios y suscitar en nosotros nuestros más bajos instintos...

La gran pregunta es ¿Cuál de las dos ganará la batalla por nuestra vida?

La respuesta es mas sencilla de lo que nos imaginamos:

¡ganará a la que más alimentemos!!

¿A cuál estás alimentando más mi querido hermano?

--------------

Si en tu vida toma control el fracaso y la mediocridad que te llevan a
eludir constantemente tus responsabilidades... ¿no será que dejaste que la serpiente se enseñoreara en tu vida?.

Dios no creó para el fracaso, sino para la libertad, y aunque digamos que
ésta nos ha traído muchos sinsabores, también es cierto que nos ha regalado experiencias maravillosas y felices junto a nuestros seres queridos.

¡¡Deja de alimentar a la serpiente y de quejarte de tu propia suerte!!

¡¡Si te caíste, sigue el ejemplo del águila y  vuélvete a levantar!!

"Porque nunca nos ha enviado el Señor
una prueba que no podamos soportar
sino que juntamente con la prueba
nos dará la salida para que podamos resistir"
San Pablo: I Cor. 10,13

EL AMOR DE DIOS


El Amor de Dios



Usa la imaginación que Dios te ha dado e imagínate como un bebe pequeño en los brazos de su padre y piensa que ese padre es Dios. Te quiere porque has nacido en su familia, eres parte suya.  Tienes su sangre, la de Jesús. El ha dado su vida, la vida eterna. La tienes dentro de ti, El quería otro hijo en la familia, por eso te engendró.

Ahora, tú eres ese bebé en los brazos de tu Padre Dios y está durmiendo. Para qué le sirves?

    - Para que te mire. A Dios le gusta mirarte.
    - Para que te sienta. A Dios le gusta sentirte en sus brazos.
    - Para que te ame. Dios es amor y le gusta amar.
    - Para que te tenga. Dios es un Padrazo y le gusta tener hijos en su familia

    Qué tienes que hacer para que Dios te mire ? Nada
    Qué tienes que hacer para que Dios te sienta ? Nada
    Qué tienes que hacer para que Dios te tenga ? Nada
    Qué tienes que hacer para que Dios te... ? Nada
    Qué tienes que hacer para que Dios te ame ? N... A... D... A...

Dios te ama porque eres suyo. Si eres bueno o malo, todavía te ama. El padre amaba al hijo pródigo (y era malo) porque era su hijo. Dios te ama porque quiere amarte y no hay nada que puedas hacer para que te deje amar o puedas ganar su amor. Es su naturaleza amar.

A PRUEBA...


A Prueba 




Escucha, nunca sabes, si dirán las palabras justas que estabas esperando.

Abre, nunca sabes, si era la persona que siempre soñaste.

Despierta, nunca sabes, si ese día cambiará el resto de tu vida.

Habla, nunca sabes, si tus palabras despertarán sentimientos en personas insospechadas.

Cambia, nunca sabes, si el nuevo camino, te traerá nuevas alegrías.

Analiza, nunca sabes, si la situación que te acongoja, está disfrazada de oportunidad.

Arriesga, nunca sabes, si tus movimientos audaces, serán el comienzo de una cadena de éxitos notables.

Camina, nunca sabes, si tus huellas, serán el camino que sigan aquellos que confían en Ti.

Perdona, nunca sabes, si las ofensas son en realidad pruebas que te ayudan a crecer.

Estimula, nunca sabes, si tus acciones generarán acontecimientos a tu favor.

Agradece, nunca sabes, si lo bueno o lo malo que te sucede, es ni más ni  menos, que la señal, de que el Buen Dios, te está poniendo 

NO TE ACOSTUMBRES AL MILAGRO QUE ES DIOS


No te acostumbres al milagro que es Dios
Meditaciones para toda la Cuaresma
Martes quinta semana de Cuaresma. No pierdas la capacidad de apreciar lo que significa la presencia de Dios en tu vida.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




Nm 21, 4-9
Jn 8, 21-30

La Cuaresma, como camino de conversión y de transformación, es al mismo tiempo, una exigencia de una firme decisión de frente a Dios nuestro Señor. La Cuaresma nos pone delante lo que nosotros tenemos o podríamos elegir: con Dios o contra Él; junto a Él o separados de Él. Esta decisión no simplemente se convierte en una elección que hacemos, sino es una decisión que tiene una serie de repercusiones en nuestra vida.

El ejemplo de la Serpiente de Bronce que nos pone el Libro de los Números, no es otra cosa sino una llamada de atención al hombre respecto a lo que significa alejarse de Dios. Cuando el pueblo se aleja de Dios aparece el castigo de las serpientes venenosas. Dios, al mismo tiempo, les envía un remedio: la Serpiente de Bronce.

En ese mirar a la Serpiente de Bronce está encerrado el misterio de todo hombre, que tiene que terminar por elegir a Dios o por apartarse de Él. Está en nuestras manos, es nuestra opción el hacer o no lo que Dios pide.

Esta misma situación es la que vivían los hebreos de cara a Dios en medio de las adversidades, en medio de las dificultades: los hebreos se encontraban en el desierto y estaban hartos del milagro cotidiano del maná y de las dificultades que tenían, lo que hace que el pueblo murmure contra Dios. Algo semejante nos podría pasar también a nosotros: ser un pueblo que se acostumbra al milagro cotidiano y acaba murmurando contra Dios, como les pasó a los judíos de la época de nuestro Señor: acostumbrados, se cegaron al milagro que era tener frente a ellos, ni más ni menos, que a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

También nosotros podemos ser personas que acaban por acostumbrarse al milagro: El milagro «tan normal» de la vida de Dios en nosotros a través del Bautismo y a través de la Eucaristía. El milagro «tan normal» del constante perdón de nuestro Señor a través de la confesión, a través de nuestro encuentro con Él. El milagro «tan normal» de la Providencia de nuestro Señor que está constantemente ayudándonos, sosteniéndonos, robusteciendo nuestro corazón.

Y cuando uno se acostumbra al milagro, acaba murmurando, acaba quejándose, porque ha perdido ya la capacidad de apreciar lo que significa la presencia de Dios en su vida. Ha perdido ya la capacidad de apreciar lo que puede llegar a indicar la transformación que Dios quiere para su vida.

La Cuaresma son cuarenta días en los cuales Dios nos llama a la conversión, a la transformación. Cada Evangelio, cada oración, cada Misa durante la Cuaresma no es otra cosa sino un constante insistir de Dios en la necesidad que todos tenemos de convertirnos y de volvernos a Él. Sin embargo, pudiera ser que nos hubiésemos acostumbrado incluso a eso; como quien se acostumbra a ser amado, como quien se acostumbra a ser consentido y se transforma en caprichoso en vez de agradecido, porque así es el corazón humano.

La constante llamada a la conversión, la constante invitación a la transformación interior —que es la Cuaresma—, nos puede hacer caprichosos, superficiales e indiferentes con Dios, en lugar de hacernos agradecidos. Y, cuando se presenta el capricho, aparece la queja y la rebelión en contra de Dios, y aparece también la ceguera de la mente y la dureza de la voluntad: “Ellos no comprendieron que les hablaba el Padre”. Los judíos habían llegado a cerrar su mente y endurecer su voluntad de tal manera que ya ni siquiera comprendían lo que Jesucristo les estaba queriendo transmitir. ¡Qué tremendo es esto en el alma del hombre! ¡Qué efectos tan graves tiene!

Jesús, en el Evangelio de hoy, nos dice: “Si no creen que Yo soy, morirán en sus pecados”. En la vida no tenemos más que dos opciones: abrirnos a Dios en el modo en el cual Él vaya llegando a nuestra vida, o morir en nuestros pecados. Es la diferencia que hay entre levantarse o quedarse tirado; entre estar constantemente superándose, siguiendo la llamada que Dios nuestro Señor nos va haciendo de transformación personal, de cambio, de conversión, o vernos encerrados, encadenados cada vez más por nuestros pecados, debilidades y miserias.

Preguntémonos: ¿Dónde encuentro dificultades para superarme? ¿En mi psicología, en mi afectividad, en mi temperamento, en mi amor, en mi vida de fe, en mi oración? Muy posiblemente lo que me falta en esa situación no sea otra cosa sino la capacidad de poner a Dios nuestro Señor como centro de mi existencia. Creer que Cristo verdaderamente es Dios, creer que Cristo verdaderamente va a romper esa cadena. Recordemos que Cristo necesita de nuestra fe para poder romper nuestras cadenas; Cristo necesita de nuestra voluntad abierta y de nuestra inteligencia dispuesta a escuchar, para poder redimir nuestra alma; Cristo necesita nuestra libertad.

Quizá en esta Cuaresma podríamos haber seguido muchas tradiciones, hecho ayuno, vigilias, sacrificios y oraciones, pero a lo mejor, podríamos habernos olvidado de abrir nuestra libertad plenamente a Dios. Podríamos habernos olvidado de abrir de par en par nuestro corazón a Dios para dejar que Él sea el que va guiándonos, el que nos va llevando y el que nos libra —como dice el Evangelio— de morir en nuestros pecados. Es decir, el que nos libra de la muerte del alma, que es la peor de todas las muertes, producida no por otra cosa, sino por el encadenarse sobre nosotros nuestras debilidades, miserias y carencias.

No hay otro camino, no hay otra opción: o rompemos con esas cadenas, creyendo en Cristo, o nuestra vida se ve cada vez más encerrada y enterrada. A veces podríamos pensar que el egoísmo, el centrarnos en nosotros, el intentar conservarnos a nosotros mismos es una especie de liberación y de realización personal y la única salida de nuestros problemas; pero nos damos cuenta que cuanto más se encierra uno en uno mismo, más se entierra y menos capacidad tiene de salir de uno mismo.

El Evangelio de hoy nos dice al final: “Después de decir estas palabras, muchos creyeron en Cristo”. Después de que Cristo habla de la presencia de Dios en su alma y en su vida, la fe en los discípulos hace que ellos se adhieran a nuestro Señor. Vamos a preguntarnos también nosotros: ¿Cómo es mi fe de cara a Jesucristo? ¿Cómo es mi apertura de corazón de cara a Jesucristo? ¿Cuál es auténticamente mi disponibilidad? ¿Soy alguien que busca echarse cadenas todos los días, que busca encerrarse en sí mismo, que no permite que Dios nuestro Señor toque ciertas puertas de su vida?

No olvidemos que donde la puerta de nuestra vida se cierra a Dios, ahí quien reina es la muerte, no la superación; ahí quien reina es la oscuridad, no la luz. A cada uno de nosotros nos corresponde el estar dispuestos a abrir cada una de las puertas que Dios nuestro Señor vaya tocando en nuestra existencia. Estamos terminando la Cuaresma, preguntémonos: ¿Qué puertas tengo cerradas? ¿Qué puertas todavía no he abierto al Señor? ¿En qué aspectos de mi personalidad no he permitido al Señor entrar?

Ojalá que nuestro Señor, que viene a nuestro corazón en cada Eucaristía, sea la llave que abre algunas de esas puertas que podrían todavía estar cerradas. Es cuestión de que nuestra libertad se abra y de que nuestra inteligencia nos ilumine para poder encontrar a Dios nuestro Señor; para poder librarnos de esa cadena que a veces somos nosotros mismos y que impide el paso pleno de Dios por nuestra vida.

Se acerca la Pascua, que es el paso de Señor, el momento en el cual Dios pasa entre su pueblo para liberarlo de sus pecados, nuestras puertas deben estar abiertas. Ojalá que el fruto de esta Cuaresma sea abrirnos verdaderamente a nuestro Señor con generosidad, con libertad, con la inteligencia que nos es necesaria para seguirlo sin ninguna duda y sin ningún miedo, para que Él nos entregue la vida eterna que Él da a los que creen en Él.

DOMINGO DE RAMOS 2015 - DOMINGO 29 DE MARZO


Domingo de Ramos
Recibieron a Cristo mientras entraba a la ciudad con palmas y ramos en muestra de que era el Mesias 


Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net



Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.

Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"

Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.

La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.

Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.

Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.

¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas? 

Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey...” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.

Explicación de la Misa del Domingo de Ramos

La Misa se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.

Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre una superstición pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.

Oración para poner las palmas benditas en el hogar:

Bendice Señor nuestro hogar.
Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
Sé tú, el Rey en nuestro hogar.
Amén.

Sugerencias para vivir la fiesta: