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domingo, 15 de marzo de 2015

¿QUÉ ES EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA?

¿Qué es el Jubileo de la Misericordia?
Un perdón general, una indulgencia abierta a todos, y la posibilidad de renovar la relación con Dios y con el prójimo...


Por: Redacción Radio Vaticano | Fuente: es.radiovaticana.va



El Papa Francisco anunció este viernes, 13 de marzo de 2015, en la Basílica de San Pedro, la celebración de un Año Santo extraordinario. Este Jubileo de la Misericordia se iniciará el presente año con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. El Santo Padre, al inicio del año, exclamó: “Estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Éste es el tiempo de la misericordia. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales. ¡Adelante!”
El anuncio se realizó en el segundo aniversario de la elección del Papa Francisco, durante la homilía de la celebración penitencial con la que el Santo Padre dio inicio a la 24 horas para el Señor, iniciativa propuesta por el Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización para promover en todo el mundo la apertura extraordinaria de las iglesias y favorecer la celebración del sacramento de la Reconciliación. El tema de este año ha sido tomado de la carta de San Pablo a los Efesios: “Dios rico en misericordia” (Ef 2,4).
La apertura del próximo Jubileo adquiere un significado especial ya que tendrá lugar en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, ocurrida en 1965. Será por tanto un impulso para que la Iglesia continúe la obra iniciada con el Vaticano II. Durante el Jubileo las lecturas para los domingos del tiempo ordinario serán tomadas del Evangelio de Lucas, conocido como “el evangelista de la misericordia”. Dante Aligheri lo definía “scriba mansuetudinis Christi”, “narrador de la mansedumbre de Cristo”. Son bien conocidas las parábolas de la misericordia presentes en este Evangelio: la oveja perdida, la moneda extraviada, el padre misericordioso.
El anuncio oficial y solemne del Año Santo tendrá lugar con la lectura y publicación junto a la Puerta Santa de la Bula, el Domingo de la Divina Misericordia, fiesta instituida por San Juan Pablo II que se celebra el domingo siguiente a la Pascua.
Antiguamente, para los hebreos el jubileo era un año declarado santo, que recurría cada 50 años, y durante el cual se debía restituir la igualdad a todos los hijos de Israel, ofreciendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal. A los ricos, en cambio, el año jubilar les recordaba que llegaría el tiempo en el que los esclavos israelitas, llegados a ser nuevamente iguales a ellos, podrían reivindicar sus derechos. “La justicia, según la ley de Israel, consistía sobre todo en la protección de los débiles (S. Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente 13).
La Iglesia católica inició la tradición del Año Santo con el Papa Bonifacio VIII, en el año 1300. Este Pontífice previó la realización de un jubileo cada siglo. Desde el año 1475 – para permitir a cada generación vivir al menos un Año Santo – el jubileo ordinario comenzó a espaciarse al ritmo de cada 25 años. Un jubileo extraordinario, en cambio, se proclama con ocasión de un acontecimiento de particular importancia.
Los Años Santos ordinarios celebrados hasta hoy han sido 26. El último fue el Jubileo del año 2000. La costumbre de proclamar Años Santos extraordinarios se remonta al siglo XVI. Los últimos de ellos, celebrados el siglo pasado, fueron el de 1933, proclamado por Pío XI con motivo del XIX centenario de la Redención, y el de 1983, proclamado por Juan Pablo II por los 1950 años de la Redención.
La Iglesia católica ha dado al jubileo hebreo un significado más espiritual. Consiste en un perdón general, una indulgencia abierta a todos, y en la posibilidad de renovar la relación con Dios y con el prójimo. De este modo, el Año Santo es siempre una oportunidad para profundizar la fe y vivir con un compromiso renovado el testimonio cristiano.
Con el Jubileo de la Misericordia, el Papa Francisco pone al centro de la atención el Dios misericordioso que invita a todos a volver hacia Él. El encuentro con Él inspira la virtud de la misericordia.
El rito inicial del jubileo es la apertura de la Puerta Santa. Se trata de una puerta que se abre solamente durante el Año Santo, mientas el resto de años permanece sellada. Tienen una Puerta Santa las cuatro basílicas mayores de Roma: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María Mayor. El rito de la apertura expresa simbólicamente el concepto que, durante el tiempo jubilar, se ofrece a los fieles una “vía extraordinaria” hacia la salvación.
Después de la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, serán abiertas sucesivamente las puertas de las otras basílicas mayores. La misericordia es un tema muy sentido por el Papa Francisco quien ya como obispo había escogido como lema propio  “miserando atque eligendo”. Se trata de una cita tomada de las homilías de san Beda el Venerable, el cual, comentando el episodio evangélico de la vocación de San Mateo, escribe: “Vidit ergo lesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me” (Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme). Esta homilía es un homenaje a la misericordia divina. Una traducción del lema podría ser: “Con ojos de misericordia”.
En el primer Ángelus después de su elección, el Santo Padre decía que: “Al escuchar misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia” (Ángelus del 17 de marzo de2013).
También este año, en el Ángelus del 11 de enero, manifestó: “Estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Éste es el tiempo de la misericordia. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales. ¡Adelante!”. Y en el mensaje para la Cuaresma del 2015, el Santo Padre escribe: “Cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”.
En el texto de la edición española de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium el término misericordia aparece 29 veces.
El Papa Francisco ha confiado al Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización la organización del Jubileo de la Misericordia.
Lista de los años jubilares con los respectivos papas:
  • 1300: Bonifacio VIII
  • 1350: Clemente VI
  • 1390: proclamado por Urbano VI, presidido por Bonifacio IX
  • 1400: segundo jubileo de Bonifacio IX
  • 1423: Martín V
  • 1450: Nicolás V
  • 1475: proclamado por Pablo II, presidido por Sixto IV
  • 1500: Alejandro VI
  • 1525: Clemente VII
  • 1550: proclamado por Pablo III, presidido por Julio III
  • 1575: Gregorio XIII
  • 1600: Clemente VIII
  • 1625: Urbano VIII
  • 1650: Inocencio X
  • 1675: Clemente X
  • 1700: Abierto por Inocencio XII, concluido por Clemente XI
  • 1725: Benedicto XIII
  • 1750: Benedicto XIV
  • 1775: proclamado por Clemente XIV, presidido por Pío VI
  • 1825: León XII
  • 1875: Pío IX
  • 1900: León XIII
  • 1925: Pío XI
  • 1933: Pío XI
  • 1950: Pío XII
  • 1975: Pablo VI
  • 1983: Juan Pablo II
  • 2000: Juan Pablo II
  • 2015: Francisco
  • En los años 1800 y 1850 no hubo jubileo a causa de las circunstancias políticas de la época. 

PAPA FRANCISCO: UN BUEN PROFESOR AMA CON MÁS INTENSIDAD AL ALUMNO DIFÍCIL


Francisco: un buen profesor ama con más intensidad 
al alumno difícil
 Fecha: 14 de Marzo de 2015



Enseñar es un trabajo bellísimo, porque permite ver crecer día tras día a las personas que son confiadas a nuestro cuidado. Es un poco como ser padres, al menos espiritualmente y es una gran responsabilidad. Así lo ha asegurado el papa Francisco en la audiencia con los miembros de la Unión Católica Italiana de Profesores, Dirigentes, Educadores, Formadores (UCIIM). A ellos se ha dirigido como “colegas” porque “también yo he sido profesor como vosotros y conservo un bonito recuerdo de los días pasados en el aula con los estudiantes”.


El Papa ha explicado que enseñar es un trabajo serio, que solo una personalidad madura y equilibrada puede asumir. “Un compromiso de este tipo puede intimidar, pero es necesario recordar que ningún profesor está solo: siempre comparte el propio trabajo con otros colegas y con toda la comunidad educativa a la que pertenece”.

Por otro lado el Pontífice ha recordado que esta Asociación ha cumplido 70 años y ha invitado a hacer balance. “En estos años habéis contribuido a hacer crecer el país, habéis contribuido a reformar la escuela, habéis contribuido sobre todo a educar generaciones de jóvenes”, ha observado Francisco.  

Haciendo referencia al mandamiento “ama al Señor tu Dios y a tu prójimo”, el Santo Padre se ha preguntado, “¿quién es el prójimo para un profesor?” El prójimo son sus estudiantes, es con ellos con los que pasa sus días. “¡Son ellos los que esperan de él una guía, una dirección, una respuesta y, antes aún, buenas preguntas!”, ha asegurado.

Por otro lado, ha indicado que el deber de un buen profesor --más incluso en el caso de un profesor cristiano-- es el de amar con mayor intensidad a sus estudiantes más difíciles, más débiles, más desfavorecidos. "Y hay algunos que hacen perder la paciencia, ¡pero a esos debemos amarlos más!", ha exclamado. Así, el Santo Padre ha pedido a los presentes “amar más a los estudiantes ‘difíciles’, a los que no quieren estudiar, a los que se encuentran en situaciones complicadas, a los discapacitados y los extranjeros, que hoy son un gran desafío para la escuela”.

También ha querido recordar que si hoy una asociación profesional de profesores cristianos “quiere testimoniar la propia inspiración, está llamada a comprometerse en las periferias de la escuela, que no pueden ser abandonadas a la marginación, la ignorancia, a la  delincuencia”. En un sociedad a la que le cuesta encontrar puntos de referencia --ha advertido-- es necesario que los jóvenes encuentren en la escuela una referencia positiva. Y esto ocurre si “dentro hay profesores capaces de dar un sentido a la escuela, al estudio y a la cultura, sin reducir todo solo a la transmisión de conocimientos técnicos sino con el objetivo de construir una relación educativa con cada estudiantes, que debe sentirse acogido y amado por lo que es, con todos sus límites y sus potencialidades”. A propósito el Papa ha asegurado a los presentes que deben enseñar no solo contenidos de una materia, sino también los valores de la vida y las costumbres de la vida.

Además, el Obispo de Roma ha recordado que la comunidad cristiana tiene muchos ejemplos de grandes educadores que se han dedicado a colmar las carencias de la formación escolar o a fundar escuelas a su vez. A este punto, ha mencionado a san Juan Bosco. “A estas figuras podéis mirar también vosotros, profesores cristianos, para animar desde dentro una escuela que, a prescindir de su gestión estatal o no estatal, necesita educadores creíbles y testigos de una humanidad madura y completa”, ha exhortado el Pontífice.

Finalmente, el Papa ha subrayado que la enseñanza no es solo un trabajo: es una relación en la que cada profesor debe sentirse por entero implicado como persona, para dar sentido a la tarea educativa hacia los propios alumnos.  

JESÚS ESTÁ CONMIGO, DIOS ESTÁ CONMIGO


Jesús está conmigo, Dios está conmigo
Meditaciones para toda la Cuaresma
Cuarto domingo de Cuaresma. Reflexionar si nuestro corazón está realmente puesto en Dios o en nuestros criterios humanos.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




Cuando Jesús habla de los contrastes tan profundos que hay entre el modo de entender la fe por parte de sus contemporáneos, y la fe que Él les está proponiendo, no lo hace simplemente para que nosotros digamos: ¿Cómo es posible que esta gente teniendo tan claro no entendiesen nada? Jesús viene a fomentar en todos nosotros un dinamismo interior que nos permita cambiar de comportamiento y hacer que nuestro corazón se dirija hacia Dios nuestro Señor con plenitud, con vitalidad, sin juegos intermedios, sin andar mercadeando con Él.

La mentalidad de los fariseos, que también puede ser la nuestra, se expresa así: “Yo soy el pueblo elegido, por lo tanto yo tengo unos privilegios que recibir y que respetar”. Sin embargo, Jesús dice: “No; el único dinamismo que va a permitir encontrarse con la salvación no es el de un privilegio, sino el de nuestro corazón totalmente abierto a Dios”. Éste es el dinamismo interior de transformarme: orientándome hacia Dios nuestro Señor, según sus planes, según sus designios.

Esto tiene que hacer surgir en mi interior, no el dinamismo del privilegio, sino el dinamismo de humildad; no el dinamismo de engreimiento personal, sino el dinamismo de ser capaz de aceptar a Dios como Él quiere.

Una conversión que acepte el camino por el cual Dios nuestro Señor va llevando mi vida. No es un camino a través del cual yo manipule a Dios, sino un camino a través del cual Dios es el que me marca a mí el ritmo.
Lo que Jesús nos viene a decir es que revisemos a ver si nuestro corazón está realmente puesto en Dios o está puesto en nuestros criterios humanos, a ver si nosotros hemos sido capaces de ir cambiando el corazón o todavía tenemos muchas estructuras en las cuales nosotros encajonamos el actuar de Dios nuestro Señor.

Más aún, podría ser que cuando Dios no actúa según lo que nuestra inteligencia piensa que debe ser el modo de actuar, igual que los contemporáneos de Jesús, que “se llenan de ira, y levantándose lo sacan de la ciudad”, o cuando nuestro corazón no convertido encuentra que el Señor le mueve la jugada, podríamos enojarnos, porque tenemos un nombramiento, porque nosotros tenemos ante el Señor una serie de puntos que el Él tiene que respetar. Si pretendemos que se hagan las cosas sólo como yo digo, como yo quiero, ¿acaso no estamos haciendo que el Señor se aleje de nosotros?

Cuando nosotros queremos manejar, encajonar o mover a Dios, cuando no convertimos nuestro corazón hacia Él, poniendo por nuestra parte una gran docilidad hacia sus enseñanzas para que sea Él el que nos va llevando como Maestro interior, ¿por qué nos extraña que el Señor se quiera marchar? Él no va a aceptar que lo encajonen. Puede ser que nos quede una especie de cáscara religiosa, unos ritos, unas formas de ser, pero por dentro quizá esto nos deje vacíos, por dentro quizá no tenemos la sustancia que realmente nos hace decir: “Jesús está conmigo, Dios está conmigo.”

¿Realmente estoy sediento de este Dios que es capaz de llenar mi corazón? O quizá, tristemente, yo ando jugando con Dios; quizá, tristemente, yo me he fabricado un dios superficial que, por lo tanto, es simplemente un dios de corteza, un dios vacío y no es un dios que llena. Es un dios que cuando lo quiero yo tener en mis manos, me doy cuenta de que no me deja nada.

Debemos convertir nuestro corazón a Dios, amoldando plenamente nuestro interior al modo en el cual Él nos quiere llevar en nuestra vida. Y también tenemos que darnos cuenta de que las circunstancias a través de las cuales Dios nuestro Señor va moviendo las fichas de nuestra vida, no son negociables. Nuestra tarea es entender cómo llega Dios a nuestra existencia, no cómo me hubiera gustado a mí que llegase.

Si nuestra vida no es capaz de leer, en todo lo que es el cotidiano existir, lo que Señor nos va enseñando; si nuestra vida se empeña en encajonar a Dios, y si no es capaz de romper en su interior con esa corteza de un dios hecho a mi imagen y semejanza, «un dios de juguete», Dios va a seguir escapándose, Dios va a continuar yéndose de mi existencia.

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué no tengo progreso espiritual? Sin embargo, ¡qué progreso puede venir, qué alimento puede tener un alma que en su interior tiene un dios de corteza!

Insistamos en que nuestro corazón se convierta a Dios. Pero para esto es necesario tener que ser un corazón que se deja llevar plenamente por el Señor, un corazón que es capaz de abrirse al modo en el cual Dios le va enseñando, un corazón que es capaz de leer las circunstancias de su vida para poder ver por dónde le quiere llevar el Señor.

Dios no nos garantiza triunfos, no nos garantiza quitar las dificultades de la vida; los problemas de la existencia van a seguir uno detrás de otro. Lo que Dios me garantiza es que en los problemas yo tenga un sentido trascendente.

Que el Señor se convierta en mi guía, que Él sea quien me marque el camino. Es Dios quien manda, es Dios quien señala, es Dios quien ilumina. Recordemos que cuando nosotros nos empeñamos una y otra vez en nuestros criterios, Él se va a alejar de mí, porque habré perdido la dimensión de quién es Él, y de quién soy yo.

Que esta Cuaresma nos ayude a recuperar esta dimensión, por la cual es Dios el que marca, y yo el que leo su luz; es Dios quien guía en lo concreto de mi existencia, y soy yo quien crece espiritualmente dejándome llevar por Él.