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sábado, 7 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 7 DE FEBRERO DEL 2015


Como ovejas sin pastor
Tiempo Ordinario

Marcos 6, 30-34. Tiempo Ordinario. Cada uno de nosotros tiene su propia misión en este mundo. 


Por: Joseí Garnica | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34 
En aquel tiempo los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. 

Oración introductoria 
Señor, el día de hoy, como a los apóstoles, me llamas a un lugar solitario para descansar de mis afanes y preocupaciones, ¡quieres hablar conmigo! Señor, llévame a tu lado siempre y compadécete de mí como te compadeciste de la multitud, porque soy una pobre oveja que necesita de Ti, de tu misericordia, Tú eres mi único pastor.

Petición
María, intercede por mí para que sepa entender y vivir el sentido cristiano del descanso.

Meditación del Papa Francisco
Y después hay una expresión que se repite en la Biblia, tantas veces: «El Señor tuvo gran compasión». La misma compasión que tenía, dice el Evangelio, cuando vio a tanta gente como ovejas sin pastor. Cuando Dios visita a su pueblo, está cerca de él, se acerca a él y siente compasión: se conmueve”.


El Señor se siente profundamente conmovido, como lo estuvo ante la tumba de Lázaro. Del mismo modo se conmovió aquel Padre cuando vio volver a casa a su hijo pródigo. Cuando nosotros queremos anunciar el Evangelio, llevar adelante la Palabra de Jesús, éste es el camino. El otro camino es el de los maestros, el de los predicadores de aquel tiempo: los doctores de la ley, los escribas, los fariseos… Alejados del pueblo, hablaban… bien: hablaban bien. Enseñaban la ley, bien. Pero alejados. Y ésta no era una visita del Señor: era otra cosa. El pueblo no sentía esto como una gracia, porque faltaba la cercanía, faltaba la compasión, es decir, padecer con el pueblo. En la historia hubo tantos buenos predicadores, pero si no fueron capaces de sembrar esperanza, esa prédica no sirve. Es vanidad. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 16 de septiembre de 2014, en Santa Marta).

Reflexión
Jesús se presenta en este evangelio como un hombre incansable de predicar a su Padre, como autor de innumerables milagros, como sabio, maestro y pastor. Sin embargo todo esto nos da una visión limitada de lo que realmente es Cristo.

En la historia ha habido muchos "líderes sociales", pero Jesús hace una diferencia, tiene un rostro que le diferencia de los demás y es la misión que le viene dada de su Padre. Es tan absorbente su misión que no tiene tiempo ni para comer. Y en medio de sus planes y su cansancio también busca momentos de reposo con los suyos, con los apóstoles que continuarán la misión que recibió del Padre.

Cada uno de nosotros tiene su propia misión en este mundo. Nuestra vida familiar, el colegio, la universidad, el trabajo serán muy distintos si vivimos con mayor coherencia aquello que predicamos. Cristo fue coherente con su misión pero pagó esta coherencia con la traición y la muerte. A nosotros tal vez no nos suceda lo mismo, pero podemos seguir el ejemplo de Cristo con coraje y valentía.

Propósito
Respetar el tiempo que tengo destinado para mi oración, encuentro con la misericordia de Dios.

Diálogo con Cristo 
Jesús mío, gracias por enseñarme que descansar y divertirse no es incompatible con pensar y servir a los demás. Tu compasión fue siempre pronta y eficaz porque no «dabas» sino que «te dabas» a los demás. Te pido perdón por mis impaciencias, por mis juicios temerarios sobre los otros, por las veces que no he sido compasivo con los demás, por el sufrimiento que haya podido provocar en los que me rodean y por no haber sabido reservar el mejor tiempo para mi oración.

VIVIR


VIVIR


Vivir, es vibrar a cada instante, ante la emoción de percibir
la maravilla de la creación que nos rodea.

Vivir, es entender que cada minuto que transcurre no volverá.

Es atraparlo intensamente, porque forma parte del tiempo,
que sabemos ha quedado en el ayer.

Vivir, es saber dar lo mejor de nosotros, es vibrar en la bondad,
y llevar a su máxima expresión, nuestra capacidad de ser.

Vivir, es gozar los momentos bellos
y desafiarse a sí mismo ante las adversidades.

Vivir, es aprender más cada día, es evolucionar y cambiar
para hacer de nosotros un ser mejor que ayer,
un ser que justifica su existir.

Vivir, es amar intensamente a través de una caricia,
es escuchar en silencio la palabra del ser amado.

Es perdonar sin réplica una ofensa es aspirar la presencia del otro,
es besar con pasión a quien nos ama.

Vivir, es contemplar apaciblemente, la alegría de un niño,
escuchar al adolescente aceptando sus inquietudes sin protestar.
acompañar con gratitud la ancianidad en su soledad.

Vivir, es comprender al amigo ante la adversidad y aunque
se tenga mil argumentos para contradecirlo o justificarlo,
finalmente sólo escucharlo, es tener la capacidad de
regocijarme ante sus triunfos y su realización.

Vivir, es sentir que nuestro existir no fue en vano
y en la medida en que nos atrevamos a dar lo mejor de nosotros
en cada momento, logremos manifestar 
la grandeza de nuestra alma para amar.

Vivir, es permanecer en paz ante la presencia de Dios,
contemplando en silencio la inmensidad de su Ser.

Vivir, es vibrar y sentir, es amar y gozar,
es observar y superar, es dar y aceptar,
es ser y permanecer, es comprender que nuestro tiempo
es lo único que poseemos para realizar plenamente nuestro ser.

QUE SEAN BUENOS AMIGOS


Qué sean buenos amigos 
Un buen amigo y una buena relación de amistad no es algo que surge espontáneamente y sin esfuerzo. Por eso hay que preparar a los hijos desde la infancia, para la vida de amistad
Por: Ángeles Carranza | Fuente: Familia y educación




Un buen amigo y una buena relación de amistad no es algo que surge espontáneamente y sin esfuerzo. Por eso hay que preparar a los hijos desde la infancia, para la vida de amistad: ¿Qué queremos que sepan?


Que sepan distinguir entre verdadera amistad y falsa..
Que sepan elegir bien a sus amigos.
Que sean capaces de tener muchos amigos.
Que sean capaces de mantener en el tiempo una amistad.
Que estén dispuestos a portarse bien con sus amigos, cumpliendo
los deberes para con ellos.

Si educar es preparar para la vida, es fundamental preparar a los hijos para esa fuente de felicidad que es la amistad autentica.

¿Qué es la amistad?

La amistad es una modalidad de amor. Existen diferentes tipos de amor: entre esposos, padre e hijos, entre hermanos, abuelos y nietos, y entre amigos. En todos hay que dar y recibir. Por tanto, la preparación para el amor implica aprender a dar y aprender a recibir en lo material y en lo espiritual (buenos ejemplos, consejos, correcciones oportuna etc.).


¿Qué es lo que hace que la amistad sea diferente de las demás modalidades de amor?

Lo propio de la amistad es el afecto desinteresado. En la amistad verdadera cada amigo quiere a su amigo no por lo que puede obtener de él, sino por sí mismo , por ser quien es. Le quiere por ser persona y por ser un determinado tipo de persona. En esta amistad se busca el bien del otro como persona a través de la ayuda mutua, y se crea entre ambos un compromiso.


La amistad es una relación social privada que supone el afecto. La esencia de la amistad es la correspondencia, sin estos aspectos no hay amistad.


Otro rasgo de la relación de amistad: es la comunicación de aspectos íntimos de la propia verdad a otra persona; el amigo le da no simplemente algo de lo que tiene o hace, sino algo de lo que es, algo de si mismo. Por eso se puede decir que la amistad es un intercambio de confidencias, una comunicación leal y abierta de los secretos del corazón.

Una amistad interesada que no persigue la mejora personal entre los amigos es, por tanto, una falsa amistad.

En la amistad verdadera existen unas reglas que no deben ignorar: hay que ser sincero, generoso, leal, respetuoso y en muchas cosas
hasta valiente. Un amigo no es tu cómplice para comportarte mal y taparte. El vicio compartido no genera amistad.


¿Cómo se averigua, en la practica, si mi amigo es verdadero o falso?

La prueba de la amistad es la prueba del tiempo. Si la amistad es verdadera permanece a lo largo de los años, sin ser afectada por el olvido o por el distanciamiento, también crece en la distancia.

Otra prueba: si una relación de amistad hace peores como personas a los dos amigos no es verdadera amistad, lo contrario es señal inequívoca de amistad.


Observar que le pasa a nuestros hijos con los amigos.


 ¿Cómo distinguir al buen amigo del falso? esto dicen dos chicos adolescentes:

Los  amigos  verdaderos  te  ayudan en  la necesidad,  te  comprenden, mientras que los amiguetes te abandona en un momento difícil.
El amigo verdadero es el que no te va a fallar nunca, estando a tu lado en los momentos buenos y malos, sin actuar por interés.


¿ Cuales son lo deberes para con los amigos?

Estos deberes se derivan de la práctica de los valores que exigen la amistad. El amigo tiene que ser: 

Fiel al compromiso de la amistad.
Firme ante las dificultades.
Sin abandonarlo en las necesidades.
Leal que le lleva a evitar la murmuración y la critica.
Corregir, la lealtad implica ello. La corrección mutua entre los amigos, hace mejores a los dos.
Respetar, valorándolo en lo que es, beneficiarle.
Comprender,   consolar   y   el   estímulo   en  los   momentos   de ocupación y desánimo.
Aconsejar en las decisiones importantes y difíciles.
Buen ejemplo en todo tipo de situaciones.

Con  todo   esto   vemos   que   una  amistad  autentica  es   una   situación educativa permanente. Y un descanso para los padres.

La relación de amistad responde a una necesidad espiritual del hombre y ayuda mucho a vivir los valores.        

Algunos objetivos y medios para la educación de la amistad.

Se trataría de que los hijos lleguen a tener las siguientes conductas:

1. Que tengan amigos.

Hacer una labor preventiva. Implica educar sin proteccionismo, ya que los hijos mimados no saben adaptarse a las necesidades de los demás y no aceptan las reglas de la convivencia. Esto constituye un serio obstáculo para llegar a tener amigos.
Favorecer los juegos y deportes, la entrada de compañeros del
colegio en casa, excursiones, etc.

2.Que tengan buenos amigos.

Estimular y valorar las conductas amistosas como por ejemplo, prestar apuntes, visitar a un compañero de clase enfermo, ayudar a estudiar, etc.
Que sepan distinguir entre la verdadera y la falsa amistad, el compañerismo o una relación solo para divertirse.

3.Que sean buenos amigos.

El buen ejemplo de los padres en su vida de amistad.
Las buenas lecturas. Libros que relatan historias de verdadera amistad.

4.Que sepan hacer compatible vida de amistad y vida familiar.

Padres e hijos adolescentes, necesitan mucha flexibilidad, para lograr que la vida familiar no impida la vida de amistad y viceversa.
También es útil establecer acuerdos y reglas de juego en esta cuestión con base en este principio: un tiempo para la familia y un tiempo para los amigos.

5. Que traten de ser amigos de sus padres y de sus hermanos.

Aún disculpando la actitud de los adolescentes de hablar temas de intimidad solo con los amigos es deseable que los hijos se esfuercen en abrir su corazón en casa, de hecho lo necesitan pero les cuesta hacerlo.
Los padres podemos facilitar esta actitud de los hijos si ponemos empeño en escuchar y comprenderles.
Se necesita, además, que los hijos quieran el bien que sus padres les proponen cada día, que acepten interiormente sus orientaciones.
Es conveniente abrirse a ellos y pedirles opinión y consejo en algunos temas, de este modo se estará fomentando que ellos hagan lo mismo. Se necesita mucho trato personal, tiempo, tacto y paciencia.

La confianza es necesaria para una educación eficaz. Para que los hijos adolescentes lleguen a confiar en sus padres es necesario que previamente confien en ellos. Es otro requisito de la amistad.




Ángeles Carranza
Orientadora familiar

MARÍA, DICHOSA LA QUE HA CREÍDO


María, dichosa la que ha creído
Ella nos enseña que creer es sencillo aunque ser fiel a la fe comporta una espada que traspasa el alma.


Por: P. Pedro Barrajón, L.C. | Fuente: la-oracion.com



La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia en la fe", nos dice el Catecismo de la Iglesia (n. 148). Muchos cristianos encuentran difícil el ejercicio de la fe. El Espíritu Santo nos ha dejado en María un modelo cercano para vivir la fe. Ella nos invita a abandonarnos en Dios, como lo hizo en el momento en que el ángel le anunció el plan que el Señor tenía para Ella. Juan Pablo II habla del "claro oscuro" de la fe de la Virgen María y de una peregrinación en la fe. Cuando pensamos en la fe de los grandes personajes del Antiguo Testamento, de María, de José quizás tenemos en mente la fe de unos "gigantes", que, en comparación con nosotros, hombres y mujeres de poca fe, son muy superiores a nosotros.


Es cierto que ellos vivieron de fe, pero su fe, fue como la nuestra sometida a la prueba. No fue una fe fácil, sino siempre en camino, siempre abierta a las grandes sorpresas de Dios. María, a quien el ángel Gabriel llamó "llena de gracia" y llena de la presencia del Espíritu Santo, una vez que el mensajero celeste la dejó, se quedó sola con la carga de misterio que llevaba en su corazón y en su cuerpo. Muchas preguntas se haría dentro de su alma y muchas preguntas le podrían poner los otros a las que Ella no sabría responder. Vivió toda su vida con el misterio y lo aceptó abandonándose en manos del Padre. Por ello, Isabel al saludarla la llama dichosa porque ha creído (Lc 1, 45).

Isabel, quizás sin saberlo, nos está dando la clave de la felicidad, de la dicha, que tanto buscamos los hombres y tan difícil nos es acercarnos a ella y poseerla en plenitud. Isabel pone en relación la felicidad, con la fe. En la medida en que tenemos más fe, somos más dichosos. A veces pensamos lo contrario, que la fe nos hace infelices, que nos obliga a someternos a una serie de reglas insoportables, que nos encierra en una prisión llena de preceptos, que no nos deja disfrutar de la vida. Y no es así. La fe nos da la verdadera dimensión del ser humano que es la dimensión espiritual. Es cierto que tenemos un cuerpo, pero este mismo cuerpo está como permeado por el alma. Y la fe nos abre a la dimensión del espíritu que, junto con el cuerpo, constituye la unidad el ser humano en su ser personal.

María fue una mujer libre y liberadora porque vivió de fe. Fue dichosa en la fe. Abrió horizontes nuevos a su vida gracias a la fe. Ella nos enseña que creer es sencillo aunque ser fiel a la fe comporta una espada que traspasa el alma, "para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 35).

El cristiano es, como María, hombre de fe y por eso es dichoso. "Santo triste, triste santo", decía la gran santa de Ávila. La fe nos da la clave de la felicidad, de esa plenitud de una existencia de quien se sabe amado por un Amor infinito que nunca fallará. María llevó en su corazón y en su cuerpo ese Amor, el Emmanuel, el Dios con nosotros que nos acompaña en cada instante. Ella lo dio al mundo y nos lo da a cada uno de nosotros para que, acogiéndolo en la fe, se nos abran, también a nosotros, las puertas de la felicidad.

LOS PRIMEROS VIERNES DE CADA MES


Los Primeros Viernes
Una bendición que no pasa de moda
Aquella herejía jansenista quiso apartar a las almas de la Sagrada Comunión, pero Jesús le ganó la partida...
Por: Pedro García Cmf | Fuente: www.riial.org




Corrían los últimos años del siglo diecisiete y se había echado sobre toda Europa dentro de la Iglesia una herejía verdaderamente mala, maldita, nacida del mismo infierno. Se le llamó Jansenismo. ¿En qué consistía?

Tenía las apariencias de algo muy justo, como era el respeto grande a Dios. Decían aquellos herejes, que se confesaban muy católicos: Como Dios es tan grande, tan santo, tan santísimo, solamente nos podemos acercar a El con un alma purísima, con una conciencia inmaculada, con una santidad digna de Dios. Esto es lo que decían ellos.

Pero, como nadie se veía con una limpieza de alma tan exquisita, ¿qué ocurría? Pues que las almas, en vez de acercarse confiadamente a Dios, huían de El por miedo. Sobre todo, se alejaron de la Sagrada Comunión. No se atrevían a comulgar porque nadie era digno de recibir al Señor. Total, que el Sacramento de los Sacramentos no servía para otra cosa sino para caer de rodillas ante él en adoración profunda, llena de temor, y para nada más.

El mal era muy grave. Pero fue el mismo Jesús quien puso remedio. Se aparece a Margarita María —precisamente en la octava del Corpus—, le muestra el Corazón sobre su pecho, y le dice unas palabras que han pasado a la historia de la piedad cristiana moderna:

- Este es el Corazón que tanto ha amado a los hombres, que no ha ahorrado nada hasta entregarse del todo por ellos, y, sin embargo, no recibo de ellos más que ingratitud y menosprecios. Encarga a Margarita María que propague la devoción al Corazón de Jesús, y le hace la gran promesa:

- Yo prometo la salvación a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos como una reparación a mi Corazón divino. ¿Cuál fue el resultado? Las almas, antes tan miedosas de acercarse a comulgar, perdieron el temor. Empezaron a comulgar los Primeros Viernes, seguían comulgando los demás días, y después se convirtió la Sagrada Comunión —como lo fue desde el principio en la Iglesia— en el alimento normal del cristiano cara a la vida eterna. Jesús había conseguido con aquella aparición y aquella promesa lo que El pretendía: hacer de la Eucaristía el centro de la vida cristiana.

La verdad es que vale la pena conservar la costumbre de la Sagrada Comunión en los Primeros Viernes. Indiscutiblemente, que trae muchas bendiciones y gracias sobre toda la Iglesia.

En la evangelización primera de muchas Misiones modernas, la práctica de los Primeros Viernes ha jugado un gran papel y ha metido hondamente la costumbre de recibir al Señor en el Sacramento.

Se hizo célebre el caso de un indio piel roja en Norteamérica. El jefe de la tribu, llamado Ciprá, se hace un corte en la mano al trabajar. Ante el peligro de infección, el Padre Misionero le obliga a emprender un largo viaje en busca del médico, el cual, ante la gravedad del caso, le manda quedarse unos días para hacerle una cura radical, antes de que se extienda la gangrena. Y el indio:

- No puedo detenerme. Mañana es Primer Viernes y tengo que ir con los demás de mi tribu a la Misión a recibir la Comunión del “vestidura negra”. Ya volveré después.

- Pero después ya será demasiado tarde, y habré de cortarte la mano.

- No importa. Me cortarás la mano. Pero Ciprá no faltará a la Comunión del Primer Viernes con los demás de la tribu. No hubo manera de convencer a aquel indio cabezón. Marchó, recibió la Comunión de manos del “vestidura negra” —como llamaban al Padre con sotana—, y, al volver, la cosa ya no temía remedio.

- Ya te lo dije... Ahora es necesario amputarte tres dedos al menos. Y el cacique, simpático: - Pues, corta los tres dedos, que no valen lo que una Comunión.

En fin, dejemos al indio piel roja con su mano maltrecha, para preguntarnos ahora nosotros: ¿qué queda de aquella práctica tan bella de la Comunión en los Primeros Viernes? ¿Ha pasado de moda? No, afortunadamente. No ha pasado de moda, aunque hoy ya no tenga la fuerza que tuvo en años pasados. Son muchas las iglesias que se ven muy concurridas en los Primeros Viernes de mes, muchas las confesiones y muy nutridas las filas de los comulgantes. Quizá ya no se mira hoy tanto eso de la promesa de la salvación, que, al fin y al cabo, es una promesa de una revelación privada, en la cual nadie está obligado a creer.

El gran fruto de la práctica de los Primeros Viernes es que ahora se comulga para obsequiar al Corazón de Jesús, para desagraviarle por los pecados del mundo, para rogar por la salvación de todos. Y más que en la promesa a Margarita María, se mira a la gran promesa de Jesús en el Evangelio, que nos dice:

- Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día (Juan 6,57)

Por estas palabras de Jesús en el Evangelio de Juan, sabemos que es imposible se pierda quien ha hecho de la Comunión el alimento ordinario de su vida cristiana. Más que de los Primeros Viernes, hacemos caso de la Comunión en la Misa dominical. Y, lo que es mucho mejor, de la Misa de cada día. Porque son muchos los trabajadores que, después de las labores de la jornada, se meten en la Iglesia para no perder su Comunión diaria. Este, éste ha sido el gran fruto de esa práctica tan devota, que ha conseguido hacer de todos los días otros tantos Primeros Viernes de mes.

Aquella herejía jansenista quiso apartar a las almas de la Sagrada Comunión, pero Jesús le ganó la partida. Por nuestra parte, le decimos al Señor que sí, que cuente con nosotros cuando nos llama al comulgatorio. ¿Por qué no vamos a comulgar, si con la Comunión le damos al Corazón de Jesucristo la mayor de las alegrías?...