Páginas

miércoles, 7 de enero de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 7 DE ENERO DEL 2015


Jesús caminando por el mar
Navidad

Marcos 6, 45-52. Es Él realmente quien viene a nuestro encuentro en los momentos de dificultad. 


Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Marcos 6, 45-52
En aquel tiempo, después de la multiplicación de los panes, Jesús apremió a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra. Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no temáis». Subió entonces con ellos a la barca, y el viento se calmó, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.

Oración introductoria
Señor, al inicio de esta oración quiero ponerme en tu presencia, porque mi mente también esta embotada. Sé que Tú me ves, me escuchas, me conoces, me inspiras. Que tu presencia amorosa en esta meditación no me haga temer, sino confiar más en tu Providencia.

Petición
Señor, no dejes nunca que desconfíe de Ti. Sé Tú mi fortaleza y mi gran seguridad.

Meditación del Papa Francisco
El evangelio de hoy nos presenta el episodio de Jesús que camina sobre las aguas del lago. Después de la multiplicación de los panes y de los peces, Él invita a los discípulos a su subir a la barca y a esperarle en la otra orilla, mientras se despide de la multitud y después se retira solo a rezar en el monte, hasta la noche tarde.
Y mientras tanto en el lago se levantó una fuerte tempestad, y justamente en medio de la tempestad Jesús va a la barca de los discípulos, caminando sobre las aguas del lago. Cuando los discípulos lo ven se asustan, piensan que es un fantasma, pero Él los tranquiliza: “Coraje, soy yo, no tengan miedo. […]En la barca están todos los discípulos, unidos por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, de la 'poca fe'. Pero cuando en esa barca sube Jesús, el clima inmediatamente cambia: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos pequeños y asustados se vuelven grandes en el momento en el cual se arrodillan y reconocen en su maestro al Hijo de Dios.
Cuantas veces también a nosotros nos sucede lo mismo: sin Jesús, lejos de Jesús nos sentimos miedosos e inadecuados, a tal punto que pensamos no poder lograr nada. Falta la fe, pero Jesús está siempre con nosotros y escondido quizás, pero presente y siempre pronto a sostenernos.(S.S. Francisco, 10 de agosto de 2014).
Reflexion
Una constante en Jesucristo es que cuando se encuentra solo toma ese tiempo para platicar con su Padre. ¿Cuánto desearía Cristo estos momentos de oración? Por eso despide a sus discípulos y se preocupa de que los demás vayan tranquilos a sus casas.

¿Qué amor tiene Dios por sus hijos, que los despide uno a uno deseándoles lo mejor para el viaje? Imagínate que es Dios amoroso quien te invita todos los días a vivir cerca de Él. Dios nos da un ejemplo grandísimo: después de un día lleno de trabajo, se aleja en la montaña para orar. Eso hay que hacerlo todos los días, al final de la jornada, para agradecer de la manera más fácil a Dios por los beneficios recibidos.

Es Él realmente quien viene a nuestro encuentro en los momentos de dificultad. Viene como un Padre amoroso que quiere ayudarnos. Por eso no nos sintamos como los apóstoles, que ante el cansancio de una noche de trabajo no le reconocemos al acercarse. El nos dice: "Ánimo, no temáis". Por lo tanto, refugiémonos en la fe, porque ella nos dará la certeza de estar siempre cerca de Cristo y que Él nunca nos abandonará.

Propósito
Antes de iniciar mi meditación, hacer siempre actos de fe, confianza y amor a Dios.

Diálogo con Cristo 
Jesús, estoy convencido de que quien cree en Ti, y te ama de verdad, jamás desconfía por más tribulaciones que padezca. En este Año de la Fe quiero tener ese encuentro profundo, real, personal y comprometedor contigo, porque sé que a mayor fe, más felicidad.

DECÁLOGO PARA ESCUCHAR AL PRÓJIMO


Decálogo para escuchar al prójimo
Autor: Yusi Cervantes Leyzaola


Especialmente al prójimo más próximo: esposa, esposo, hijos, padres, hermanos, amigos, compañeros… 

1.- Que el objetivo sea el correcto
Aclarémoslo de una vez: el objetivo de escuchar al prójimo es verdaderamente conocer lo que tiene que decir: sus pensamientos, sus experiencias, sus sentimientos... para comprenderlo mejor , para conocerlo más, para enriquecernos con el don que el prójimo hace de sí mismo al expresarse, todo en un ambiente de respeto absoluto. Los siguientes no son objetivos válidos: tener un sonido de fondo; obtener información con la cual atacar después; mientras oímos, pensar en como rebatir al otro dice; ganar la pelea.

2.- Tener una posición física adecuada
La mejor posición es sentarse frente a frente, en forma relajada, mirándose a la cara con suavidad en el gesto. Nada de escuchar dándose la espalda o mientras el otro está en otra habitación. Tampoco se debe voltear distraídamente a otro lado mientras el prójimo habla.

3.- Procurar una adecuada posición mental
Según la dificultad de la comunicación, podemos escuchar en primera posición: yo soy yo, tú eres tú, te escucho desde mi lugar. Pero si encuentro dificultades para entenderte, me pongo en la segunda posición, es decir, me pongo en tu lugar: veo, pienso y siento desde tu perspectiva, me pongo en tus zapatos. Si la dificultad es aún mayor, me pongo en la tercera posición: veo las cosas desde fuera, como si fuera el espectador que observa como hablamos tú y yo. Esto me permite ser más objetivo y separarme de emociones e ideas que me hacen daño.

4.- Buscar lo que verdaderamente quiere decir el otro
No interpretemos, no demos por supuesto, no pensemos por el otro. En caso de duda, hay que preguntar. Si nos sentimos lastimados con lo que dice alguien que nos quiere, probablemente estamos entendiendo mal. Nuevamente, hay que preguntar. «¿Podrías aclarar más este punto?», «¿Lo que quieres decir es...?».

5.- Investigar desde qué punto de vista habla el otro
Quien habla, ¿es hombre o mujer? ¿Dónde vive? ¿Qué edad tiene? ¿Cuál es su estado civil? ¿Qué información tiene? ¿Qué estudios tiene? ¿La opinión de quién conoce? ¿Cuáles son sus creencias y valores fundamentales? ¿Cuál es su experiencia laboral? ¿En qué ocupa sus días? Todas estas cuestiones, y otras más, nos ayudan a situar el punto de vista del otro y facilitan que entendamos lo que dice y por qué lo dice. Esto nos ayuda a comprender y respetar nuestras diferencias.

6.- Tratar de entender a partir de qué experiencias de su historia es que habla
¿Qué ha ocurrido en su vida? ¿Qué aprendizajes ha tenido? ¿A quiénes ha conocido y tratado? ¿Qué logros y experiencias positivas ha tenido? ¿Qué dificultades o experiencias negativas ha vivido? ¿Cómo pueden éstas haber influido en sus criterios, sus temores, sus anhelos…?

7.- Tratar de detectar qué necesidad o necesidades se manifiestan tras lo que expresa
Pueden ser de seguridad, protección, control de su propia vida, afecto, expresión, realización de su misión en la vida, felicidad... El descubrir las necesidades implícitas en lo que el otro dice es una de las partes más significativas del ejercicio de escuchar y con frecuencia es el tema más importante.

8.- Percibir qué sentimientos tiene el otro en el momento de hablar
No es lo mismo -y no podemos tomarlo de la misma manera- algo que nos dice el prójimo cuando está contento o cuando está deprimido, tranquilo o enojado, agotado o lleno de energía, lúcido o confuso... Cada momento es diferente, y hay que tomarlo en cuenta.

9.- Buscar cuál es su intención positiva
Por más que nos moleste lo que el otro nos dice, siempre podemos encontrar una intención positiva en sus palabras, y ésta nos enriquece, nos calma y equilibra.

10.- Confirmar si verdaderamente entendí
¿Cómo? Preguntando: ¿Lo que quieres decir es esto? Por lo que dices, yo entendí esto, ¿es así? ¿Podrías aclararme este punto? ¿Podrías decirme más sobre esto?

MAESTRÍA EN EL VIVIR


Maestría en el vivir
Autor: Gonzalo Gallo G.


Dichoso el que se acepta a sí mismo y acepta a los demás, sin beber las aguas de la envidia. 
       
Dichoso el que trabaja con lo bueno que hay en todos los seres, sin amargarse la vida por los errores propios o ajenos.
       
Dichoso el que evita compararse con los demás, y sabe equilibrar la suavidad con la firmeza. 
       
Dichoso el que es enemigo del chisme y amigo de la verdad, el que es tolerante y comprensivo. 
       
Dichoso el que no viaja al ayer con rencor ni al futuro con angustia, sino que vive el hoy con entusiasmo.
       
Dichoso el que tiene a Dios como amigo y a todos como hermanos, amando igualmente a la naturaleza y a toda forma de vida. 
       
Dichoso el que dedica tiempo a los seres amados y pone su hogar antes que el trabajo y las riquezas. 
       
Dichoso el que actúa con ética y sabe elegir lo mejor sin lastimarse ni lastimar.
       
¡Quienes conocen esos goces son maestros en el Arte de Vivir!

COMPAÑEROS DE VIAJE


Compañeros de viaje
Reflexiones para el cristiano de hoy
Todos, lejanos o cercanos, vamos hacia adelante, nos acercamos, inexorablemente, a una meta común: el cielo.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net



En tren, en autobús, en coche, en avión o en barco, viajamos juntos.

Desde que cruzamos la puerta, comenzamos a ser compañeros de viaje. Quizá solo por unas horas, en ocasiones durante varios días. Luego, cada uno seguirá su camino, hasta alcanzar la meta que esperaba.

Mientras dura el viaje, estamos juntos. Tal vez en silencio, por respeto a los pensamientos del otro. Tal vez en una conversación intrascendente, hablando del tiempo, del fútbol o del mal estado de las carreteras. Tal vez, en un diálogo profundo, porque logramos conectar en un interés común.

El tiempo no perdona. Llega la hora de separarnos. Si el viaje ha permitido un encuentro feliz y fecundo, queda en el corazón algo de tristeza. Quizá nos volveremos a ver más adelante, en una de esas misteriosas casualidades de la vida. O tal vez hemos intercambiado teléfonos y mails, deseosos de seguir nuestro diálogo.

¿Qué significó ese encuentro casual? ¿Fuimos simplemente dos extraños que estaban juntos durante el viaje? ¿Había algo dentro de cada uno que nos permitía compartir intereses, ideales, sueños, temores y esperanzas?

Si alargamos la mirada, seremos capaces de reconocer que somos compañeros de camino de cada ser humano. Algunos están lejos, a miles de kilómetros de distancia. Otros están muy cerca, en el piso de arriba o de abajo, aunque en ocasiones no sabemos sus nombres...

Todos, lejanos o cercanos, vamos hacia adelante, nos acercamos, inexorablemente, a una meta común: la que inicia tras la muerte.

El camino hacia esa meta definitiva parece largo. Para algunos, el final llega de modo inesperado. Para otros, se retrasa más de lo que desearían. Para todos, esa meta nos une misteriosamente: al otro lado de esa frontera descubriremos que en cada uno había un alma llamada a lo eterno, hermanada, profundamente, con los demás seres humanos.

El viaje continúa, en este tren tranquilo o en ese camión que nos marea con sus curvas. Tú y yo estamos de camino. Somos compañeros, y es hermoso cuando logramos sintonizar en temas que deciden el presente y el futuro: Dios, el amor, la verdad, la justicia, la misericordia, la belleza de lo eterno...

ORACIÓN DE VISITA A SAN JOSÉ


VISITA A SAN JOSÉ

¡Oh castísimo esposo de la Virgen María, mi amantísimo protector San José! Todo el que implora vuestra protección experimenta vuestro consuelo. Sed, pues, Vos mi amparo y mi guía. Pedid al Señor por mí; libradme del pecado, socorredme en las tentaciones y apartadme del mal y del pecado. Consoladme en las enfermedades y aflicciones. Sean mis pensamientos, palabras y obras fiel trasunto de cuanto os pueda ser acepto y agradable para merecer dignamente vuestro amparo en la vida y en la hora de la muerte. Amén.

Jaculatoria.-¡Oh glorioso San José! Haced que sea constante en el bien; corregid mis faltas y alcanzadme el perdón de mis pecados.

LA PEREZA


La pereza
Madre de todos los vicios
Tendencia a la ociosidad o por lo menos a la negli­gencia y entorpecimiento en la acción
Por: P. Miguel Ángel Fuentes, V.E. | Fuente: El Teólogo Responde




Considero que soy perezoso en el cumplimiento de mis obligaciones, no obstante que me gradué de la universidad con muy buenas notas; no me he titulado y de esto hace ya más de un año y no he buscado trabajo todavía, aunque por mi posición económica no lo requiero de inmediato y no hay nadie que dependa de mí. Pero estoy perdiendo el tiempo. Me he tratado de enmendar y estoy avanzando en mi tesis, pero a ritmo muy lento y de una forma no muy diligente aunque me empeño en romper este vicio. Pero como no lo he vencido, me mantiene muy intranquilo. No se habla mucho sobre la pereza; ¿qué tipo de pecado es: mortal o venial? ¿cómo medir su gravedad? ¿cómo tener un criterio cierto y no laxo, ni escrupuloso, para juzgarme?

La pereza es la tendencia a la ociosidad o por lo menos a la negli­gencia y al entorpecimiento en la acción. Se llama acedia cuando se refiere a la pereza respecto del procurar la amistad con Dios y los bienes espirituales, a causa de los esfuerzos exigidos para su conservación. En este caso se aproxima a la tibieza espiritual.

La gravedad se mide, por lo general, por la importancia de las obligaciones que ella hace descuidar. Puede, por tanto, ser leve o grave, según las omisiones o negligencias que suscite.

La acedia llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino. Se opone a la caridad porque hace que el hombre no encuentre placer en Dios y considere las cosas que se refieren a Dios como cosa triste, sombría y melancólica.

Cuando se trata de una simple tentación o estado involuntario de abatimiento y desgano no es pecado. Pero cuando se trata de una positiva y voluntaria resistencia a las cosas divinas constituye un pecado grave contra la caridad para con Dios.

En cuanto a los pecados que este vicio engendra, los autores espiri­tuales lo consideran madre de todos los vicios.


Los remedios que deben prescribirse para vencerla serán:

1º Convencerse de la necesidad de producir fruto, de la gravedad de las omisiones que pueden resultar de la pereza; del peligro del hábito de pereza; de la gravedad que implica al ponernos en ocasión de todos los pecados.

2º Contemplar el ejemplo y las enseñanzas de Cristo y los santos.

3º Trabajar la voluntad y el carácter, habituándose a superarse en pequeños esfuerzos, hasta adquirir la firmeza y constancia en el obrar.

¿QUÉ ES LA GUARDIA SUIZA?

¿Qué es la Guardia Suiza?
A lo largo del tiempo la Guardia Suiza ejerció un papel muy importante en la protección de la persona del Sumo Pontífice 


Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net



Al hablar de Roma vienen a nuestra mente tantos recuerdos. El Coliseo, las Termas de Carcala, los palacios renacentistas, las fuentes de Bernini en Piazza Navona, la inolvidable fuente de Tívoli. Son recuerdos vivos a los cuales asociamos esta bella y eterna ciudad mediterránea.

Junto a estos símbolos de la ciudad se encuentra uno que por folclórico, no deja de ser importante y representativo de la ciudad de Roma, y específicamente de la Ciudad del Vaticano. Me refiero a la Guardia Suiza. Quien ha tenido la oportunidad de visitar la Plaza de San Pedro, la Basílica Vaticana, o de adentrarse a las oficinas de la Santa Sede a través del Borgo Santa Anna habrá aprovechado la oportunidad para tomarse o tomar una fotografía a los Guardias Suizos. Muchas de estas fotografías, seamos sinceros, han sido tomadas por miembros del sexo femenino que han quedado impresionadas por la gallardía y el buen aspecto físico de estos jóvenes. Su variopinto uniforme –azul, amarillo y rojo- cuenta una leyenda, fue diseñado por el propio pintor de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel Buonarrotti y cuentan con dos de ellos: uno para el invierno y otro para el verano. Estos jóvenes suizos, cuya edad oscila entre los 19 y 30 años, estatura mínima de 1.74 m. y provenientes de los Cantones suizos, dedican dos años de su vida a la Guardia personal del Papa, con posibilidad de continuarse por otro período igual de tiempo. Pero dejemos a un lado elementos folclóricos y adentrémonos para conocer a este interesante organismo de la Santa Sede.

Su nombre oficial es Corpo della Guardia Svizzera Pontificia (Cohors Helvetica), Cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia. Está formado por un capitán comandante, que actualmente es Pius Segmüller, un capellán en la persona de Mons. Alois Jehle, un teniente, Theodor Mäder, dos sub-tenientes, Peter Hasler y Jean Daniel Pitteloud y un ayudante Andreas Clemenz. El cuerpo lo forman 110 personas, entre efectivos y auxiliares.

Su historia se remonta a los finales del siglo XIV en donde numerosos soldados suizos junto con algunos soldados extranjeros estaban al servicio de la Santa Sede. Pero la idea de un cuerpo estable y disciplinado de soldados suizos que se dedicaran a la custodia de la persona del Papa y de los Palacios Pontificios se debe al Papa Julio II quien el 21 de enero de 1505 comunicó a los “Estados Confederados de la Alta Alemania” el encargo que había dado a Pietro von Hertenstein de conducir hasta Roma 200 soldados suizos para custodiar los palacios pontificios. El 21 de enero de 1506 llegaron a Roma 150 soldados que atravesaron Porta del Popolo y se dirigieron a la Plaza de San Pedro en donde Julio II los bendijo solemnemente. Esta fecha es considerada como el inicio de la Guardia Suiza Pontificia.

A lo largo del tiempo la Guardia Suiza ejerció un papel muy importante en la protección de la persona del Sumo Pontífice, pues debe situarnos en la Edad Media donde los intereses políticos se mezclaban muchas veces con los religiosos. Varias veces el Papa tuvo que huir o defenderse de las invasiones extranjeras y los Guardias Suizos estaban ahí para cumplir con su papel de custodios. El momento histórico más importante fue el 6 de mayo de 1527 en donde murieron 147 guardias suizos defendiendo al Papa, durante el saqueo de Roma. Solamente 42, de los 200 soldados suizos se salvaron defendiendo al Papa Clemente VII en el Castel San Angelo.

La Guardia Suiza se ha reorganizado varias veces, siendo la última vez el 5 de abril de 1979. Una de las ceremonias más características de esta Guardia tiene lugar el 6 de mayo de cada año, las cinco de la tarde en el Patio de San Dámaso, dentro de los Palacios del Vaticano. Se trata del juramento que hacen los nuevos reclutas. Con sus vistosos uniformes toman con la mano izquierda la bandera de la Guardia Suiza, mientras que la mano derecha se alza al cielo con los dedos pulgar, índice y medio extendidos, simbolizando las tres personas de la Santísima Trinidad, pues el juramento se hace en nombre de la Santísima Trinidad.

Durante su estancia de dos años en Roma, además del servicio invaluable que prestan a la Santa Sede y al Sumo Pontífice, los guardias suizos estudian idiomas, informática y cursos universitarios.