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sábado, 29 de noviembre de 2014

JESÚS, TÚ ERES EL CAMINO


Jesús, tú eres el Camino


Jesús, tú eres el Camino:
contigo nada me falta;
en verdes praderas me haces recostar;
me conduces hacia fuentes tranquilas
y reparas mis fuerzas;
me guías por el sendero justo.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo porque tú vas conmigo.
Tu vara y tu cayado me sosiegan.

MEDITACIÓN DE ADVIENTO PARA EL DOMINGO 30 DE NOVIEMBRE DEL 2014


MEDITACIÓN DE ADVIENTO


Esperamos como Salvador al Señor Jesucristo (Mc 13,33-37)
1° Domingo del Tiempo de Adviento - 30 de noviembre de 2014

El tiempo fluye inexorable, y es así que nos encontramos de nuevo al comienzo del año litúrgico con la celebración del I Domingo del Adviento. El tiempo de Adviento dura cuatro semanas y culmina con la celebración del nacimiento de Jesús. La liturgia de este tiempo está caracterizada por la espera de una venida, de un “adviento”. La actitud propia del Adviento está expresada en este grito del profeta Isaías: “¡Ánimo, no temáis! Mirad que vuestro Dios viene... él vendrá y os salvará” (Is 35,4). 

Movidos por este certeza, nosotros esperamos que venga Dios a salvarnos. Hoy día es más claro que nunca que el mundo está sometido a la esclavitud del pecado y que de esta esclavitud no puede salvarse a sí mismo. A pesar de todos los adelantos científicos y tecnológicos de nuestro tiempo, perduran la violencia, el terrorismo, la guerra, la corrupción, la pobreza y el hambre en vastos sectores de la tierra, la destrucción de la familia, la pornografía con su cortejo de abusos, etc. Es claro que no podemos esperar ser salvados de todos esos males por algún esfuerzo humano, por muy poderoso que sea. De todo eso no nos puede salvar sino una intervención personal de Dios mismo. Esto es lo que esperamos. 

La espera de que venga Dios mismo a salvarnos es una actitud esencial de la fe cristiana. Confiando en que sólo una intervención de Dios puede lograr que se establezca la paz en nuestro mundo actual y que la familia, como fundamento de la sociedad, recupere su santidad y unidad, el Santo Padre Juan Pablo II ha promulgado un “Año del Rosario” que va desde octubre 2002 a octubre 2003. Se trata de implorar por medio de la plegaria del Rosario esa intervención salvífica de lo Alto. Los esfuerzos diplomáticos y políticos se han revelado incapaces; la guerra no hace más que empeorarlo todo. Sólo Dios nos salvará. Conviene que recordemos las palabras de Juan Pablo II: “Algunas circunstancias históricas ayudan a dar un nuevo impulso a la propagación del Rosario. Ante todo, la urgencia de implorar de Dios el don de la paz... 

Al inicio de un milenio que se ha abierto con las horrorosas escenas del atentado del 11 de septiembre de 2001 y que ve cada día en muchas partes del mundo nuevos episodios de sangre y violencia, promover el Rosario significa sumirse en la contemplación del misterio de Aquél que ‘es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad’ (Ef 2, 14)... 

Otro ámbito crucial de nuestro tiempo, que re-quiere una urgente atención y oración, es el de la familia, célula de la sociedad, amenazada cada vez más por fuerzas disgregadoras, tanto de índole ideológica como práctica, que hacen temer por el futuro de esta fundamental e irrenunciable institución y, con ella, por el destino de toda la sociedad... Fomentar el Rosario en las familias cristianas es una ayuda eficaz para contrastar los efectos desoladores de esta crisis actual” (Rosarium Virginis Mariae, 6). 

El Papa afirma que no podemos cifrar esperanzas en esfuerzos humanos: “Las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo Milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo Alto... puede hacer esperar en un futuro menos oscuro” (Ibid. 40). Los cristianos creemos firmemente que “Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él” (Jn 3,17). 

¿Cómo logramos que esta salvación obtenida por Cristo se haga efectiva en cada uno de nosotros y en el mundo? ¿Cómo podemos ser liberados de la esclavitud del pecado? Hay un solo medio: la fe en Cristo. Debemos creer que la salvación no es obra nuestra sino de Cristo y, convencidos de esto, acoger a Cristo en nuestra vida. Esa fe la expresamos estando en vela a la espera de su venida final. 

Creemos que “de nuevo vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin” (El Credo). En el Evangelio de hoy, para exhortarnos a esperar su venida y a estar en vela cuando venga, Jesús propone una parábola: “Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele. Velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada”.

 Cuando Jesús, después de obtener la salvación del género humano, ascendió al cielo en presencia de sus apóstoles, se les aparecieron dos ángeles que les dijeron: “Este mismo Jesús vendrá de nuevo” (Hech 1,11). Al irse, “dio atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo”. Sabemos que a todos nos infundió su Espíritu -“Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo” (Hech 1,8)-, y que este don hace de nosotros “hijos de Dios” y “testigos de Cristo”. 

Estas son las atribuciones que nos dio. Y nos encomendó la tarea de “ir y hacer discípulos de todos los pueblos“ (Mt 28,19), cada uno en su propio ambiente. Mientras esperamos y anhelamos la venida final de Cristo, en este tiempo de Adviento cada uno debe examinarse para ver si está velando, es decir, si vive como hijo de Dios y testigo de Cristo y si cumple con fidelidad la misión que le ha sido encomendada. 

Es un tiempo de oración, de conversión y de moderación en el uso de los bienes de este mundo. Nuestra mente debe estar orientada al cielo “de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo”
 (Fil 3,20).

 + Felipe Bacarreza Rodríguez Obispo Auxiliar de Los Ángeles (Chile)

EVANGELIO DEL DOMINGO 30 DE NOVIEMBRE DEL 2014 - PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO


Vivir el 1º domingo Adviento, ciclo B
MARCOS 13, 33-37

¡Andaos con cuidado, ahuyentad el sueño, que no sabéis cuándo va a ser el momento! Es como un hombre que se marchó de su país: dejó su casa, dio a los siervos su autoridad -a cada uno su tarea- y en especial al portero le mandó mantenerse despierto. Por tanto, manteneos despiertos, que no sabéis cuándo va a llegar el señor de la casa -si al oscurecer o a media noche o al canto del gallo o de mañana-, no sea que, al llegar de improviso, os encuentre dormidos. Y lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: manteneos despiertos.


UNA IGLESIA DESPIERTA

Las primeras generaciones cristianas vivieron obsesionadas por la pronta venida de Jesús. El resucitado no podía tardar. Vivían tan atraídos por él que querían encontrarse de nuevo cuanto antes. Los problemas empezaron cuando vieron que el tiempo pasaba y la venida del Señor se demoraba.

Pronto se dieron cuenta de que esta tardanza encerraba un peligro mortal. Se podía apagar el primer ardor. Con el tiempo, aquellas pequeñas comunidades podían caer poco a poco en la indiferencia y el olvido. Les preocupaba una cosa: «Que, al llegar Cristo, nos encuentre dormidos».
La vigilancia se convirtió en la palabra clave. Los evangelios la repiten constantemente: «vigilad», «estad alerta», «vivid despiertos». Según Marcos, la orden de Jesús no es solo para los discípulos que le están escuchando. «Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: Velad». No es una llamada más. La orden es para todos sus seguidores de todos los tiempos.

Han pasado veinte siglos de cristianismo. ¿Qué ha sido de esta orden de Jesús? ¿Cómo vivimos los cristianos de hoy? ¿Seguimos despiertos? ¿Se mantiene viva nuestra fe o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad?

¿No vemos que la Iglesia necesita un corazón nuevo? ¿No sentimos la necesidad de sacudirnos la apatía y el autoengaño? ¿No vamos a despertar lo mejor que hay en la Iglesia? ¿No vamos a reavivar esa fe humilde y limpia de tantos creyentes sencillos?

¿No hemos de recuperar el rostro vivo de Jesús, que atrae, llama, interpela y despierta? ¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más? ¿No nos damos cuenta de que una Iglesia "dormida" a la que Jesucristo no seduce ni toca el corazón, es una Iglesia sin futuro, que se irá apagando y envejeciendo por falta de vida?

¿No sentimos la necesidad de despertar e intensificar nuestra relación con él? ¿Quién como él puede liberar nuestro cristianismo de la inmovilidad, de la inercia, del peso del pasado, de la falta de creatividad? ¿Quién podrá contagiarnos su alegría? ¿Quién nos dará su fuerza creadora y su vitalidad?

José Antonio Pagola


EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 29 DE NOVIEMBRE DEL 2014



Estad siempre alerta
Tiempo Ordinario


Lucas 21, 34-36. Tiempo Ordinario. Vigilar y orar para descubrir si estamos aprovechando al máximo el tiempo presente. 


Por: Ignacio Sarre | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Lucas 21, 34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre. 

Oración introductoria
Señor Jesús, sé que tu Evangelio de hoy no tiene la finalidad de causar miedo o inquietud. Tú no estás esperando un momento de debilidad para llamarnos a juicio, al contrario, personalmente creo que llamas a cada persona en su mejor momento. Ilumina esta oración para que continúe con entusiasmo y confianza mi camino hacia la santidad: hacer lo que me toca hacer, siempre y todo por amor a Ti.

Petición
Señor, dame la gracia de la perseverancia final.

Meditación del Papa Francisco
Saber "discernir los espíritus", discernir si una cosa nos hace permanecer en el Señor o nos aleja de Él. Nuestro corazón siempre tiene deseos, tiene anhelos, tiene pensamientos. Pero, ¿estos son del Señor o algunos de estos nos alejan del Señor? Hay que poner a prueba lo que pensamos y deseamos: Si esto va en la línea del Señor, así irá bien, pero si no va... Poner a prueba los espíritus para ver si son verdaderamente de Dios, porque muchos falsos profetas proceden del mundo. Profetas y profecías o propuestas: "¡Yo quiero hacer esto!" Pero no te lleva al Señor, te aleja de Él.
Por esto es necesaria la vigilancia. El cristiano es un hombre o una mujer que sabe vigilar su corazón. Y muchas veces nuestro corazón, con tantas cosas que van y vienen, parece un mercado local: de todo, encuentras de todo allí... ¡Y no! Debemos saber -esto es del Señor o esto no lo es- para permanecer en el Señor... (Cf. S.S. Francisco, 7 de enero de 2014, homilía en Santa Marta).
Reflexión
En nuestras vidas hay "sorpresas" que en realidad no lo son tanto. No debería sorprendernos que llegue así la cuenta mensual del teléfono, si hemos estado haciendo largas llamadas al exterior. Para quien se dedica a los estudios y no se ha dedicado responsablemente a ellos, es lógico que al llegar al examen "le sorprenda" lo difícil que es. ¡Era de esperar! Nosotros mismos preparamos y fraguamos estas sorpresas, que pueden resultar desagradables o negativas.

Pero sucede lo mismo en sentido positivo. Quien cumple su trabajo con profesionalidad, es emprendedor y tiene iniciativa, está "preparándose" una buena sorpresa, que puede ser un ascenso de puesto, más prestaciones, etc. De nosotros depende, entonces, que muchas situaciones del futuro sean buenas o malas.

Por eso, el Señor nos recomienda vigilar y orar; estar activos, construyendo nuestras vidas. Vigilar y orar para descubrir si estamos aprovechando al máximo el tiempo presente, ¡no vaya a ser que nos estemos preparando una sorpresa desagradable para el futuro!

Propósito
Prepararnos en el Adviento, orando y meditando para estar preparados a la venida de Jesús.