Autor: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net Jesús bendice a los niños | |
Mateo 19, 13-15. Tiempo Ordinario. Somos felices cuando ponemos en Dios nuestra confianza como niños. | |
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos les regañaban. Jesús dijo: Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos. Les impuso las manos y se marchó de allí. Oración introductoria Señor, inicio esta oración con la humildad y docilidad de un niño que busca el abrazo de su padre amoroso. Ayúdame a saber escucharte y a recibir tu Reino con la sencillez de un niño. Petición Jesús, concédeme el don de buscar la humildad voluntaria, motivado por tu ejemplo. Meditación del Papa Francisco ¿Qué dice el Evangelio? Que Jesús se indignó diciendo "dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. A quien es como ellos pertenece el Reino de Dios".[...] Tantas veces somos controladores de la fe en lugar de ser facilitadores de la fe de la gente. Es una tentación que tenemos; la de adueñarnos, apropiarnos del Señor. Como en el caso de una madre soltera que va a la iglesia, a la parroquia, pide bautizar al niño y le responde "un cristiano o una cristiana": no, no puedes, tú no estás casada. Mirad esta chica que ha tenido el coraje de llevar adelante su embarazo y de no abortar: ¿Qué encuentra? Una puerta cerrada. Y así sucede a muchas. Este no es un buen celo pastoral. Esto aleja del Señor, no abre las puertas. Y así cuando vamos por esta vía, con esta actitud, no hacemos bien a la gente, al pueblo de Dios. Pero Jesús ha instituido siete sacramentos y nosotros con esta actitud instituimos el octavo, el sacramento de la aduana pastoral. Jesús se indigna cuando ve estas cosas porque ¿quién sufre con esto? Su pueblo fiel, la gente que le ama tanto. Pensemos en el santo pueblo de Dios, pueblo sencillo, que quiere acercarse a Jesús. Y pensemos en todos los cristianos de buena voluntad que se equivocan y en vez de abrir una puerta la cierran. Y pidamos al Señor que todos aquellos que se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas para encontrar este amor de Jesús. (Cf. S.S. Francisco, 25 de mayo de 2013, homilía en Santa Marta). . Reflexión: "Dejad que los niños se acerquen a mí... y no se lo impidáis". Las palabras de Jesús suenan como un ligero reclamo. Para los adultos las "cosas de niños" representan un segundo plano, no son importantes. Avanzando en años, y con la experiencia de la vida, comienzan a ver las "cosas de niños" como comportamientos superados. Por nuestra ansia de dejar atrás todo infantilismo nos olvidamos de todo lo bueno que tiene la niñez: como la pureza, la simplicidad, la sinceridad de sentimientos, que son justamente las virtudes que Jesús valora más. Si somos complicados, ambiguos o poco coherentes, ¿no será porque no hemos sabido conservar el tesoro de nuestra infancia? El Señor ve en los niños el reflejo del Reino de los Cielos, porque su conocimiento es todavía puro. Es un tabernáculo interior donde el mal y el pecado no pueden penetrar. La felicidad de los niños, su desenvoltura y su espontaneidad no son sólo manifestación de inconsciencia, ingenuidad o infantilismo, como diríamos nosotros. Muchas personas viven siempre amargadas, demasiado angustiadas por los problemas económicos, por la situación en el trabajo o en la familia, incluso objetivamente difíciles. Creen tener el deber de resolver todo solos, olvidando que Dios está siempre presente y nos ayuda. Sin embargo, toma otra dimensión cuando miramos a Dios. Somos más felices cuando ponemos en Él nuestra confianza y nuestra seguridad. Si tuviésemos más fe, y dejásemos a Él el timón de nuestra vida, encontraríamos de nuevo la serenidad de nuestra infancia. Propósito Hacer una visita al Santísimo, o una oración especial, para decirle a Dios que quiero obedecerle siempre y en todo, renunciando, con plena confianza, a mi propia voluntad. Diálogo con Cristo Jesucristo, dame la fe y la confianza para creer con todo mi corazón que tu gracia me basta. Enséñame a tener la docilidad de los niños para no dudar ni darle vueltas a las cosas que dispongas en mi camino. No permitas que me dé miedo ser santo, que tema lanzarme y convertirme en un auténtico discípulo y misionero de tu amor. |
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sábado, 16 de agosto de 2014
EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 16 DE AGOSTO DEL 2014
OFRECIMIENTO DEL DÍA A LA VIRGEN MARÍA
OFRECIMIENTO DEL DÍA A LA VIRGEN MARÍA
¡Oh Señora mía,
oh Madre mía!
Yo me ofrezco todo/a a ti,
y en prueba de mi filial afecto
te consagro en este día
mis ojos, mis oidos.
mi lengua, mi corazón:
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo/a tuyo/a.
oh Madre de bondad,
guardame, defiéndeme y utilízame
como instrumento y posesión tuya.
Amén.
LA IGLESIA DE CRISTO
LA IGLESIA DE CRISTO
Jesucristo, el Señor Resucitado, sigue presente entre nosotros por medio de su Iglesia, su Cuerpo, su Sacramento;
la Iglesia, icono de la Trinidad;
la Iglesia, Madre, Esposa, Virgen;
la Iglesia, “experta en humanidad”;
la Iglesia, Misterio y Don, vivificada por el Espíritu,
administradora y dispensadora de los misterios de Dios y de toda gracia;
Católica en su alma, sin exclusividades,
sin formas cerradas ni un único modo de santidad;
Católica, con la riqueza, siempre fiel y renovada de la Tradición,
que no divide ni separa, sino que une en Comunión, que integra;
rica en su liturgia, hermosa por la vida de sus hijos,
embellecida por el Espíritu con la santidad de sus miembros,
los santos, llamados, con razón, “los mejores hijos de la Iglesia” .
Es la Iglesia, Corazón de Cristo para el mundo,
la que muestra y señala el horizonte último y esperanzador al hombre, le acompaña en todo momento,
sostiene, por su alma católica, a todo cristiano,
por la Comunión de los Santos, lazos invisibles del Espíritu.
Cuántas realidades en la Iglesia y en la evangelización dependen de la oración, y del ofrecer un enfermo en silencio su dolor, y de entregar al Padre el trabajo de cada día, en la casa, en el colegio, en la oficina, para la redención del mundo!
La Iglesia, Maestra del espíritu, Maestra y educadora, como lo es en su catequesis, en su enseñanza, en sus movimientos y grupos, en sus parroquias, en sus Institutos y Facultades;
la Iglesia Madre como lo es en tantas personas que nos han acompañado, en tantos sacerdotes que nos han forjado y han sido transparencia del amor de Cristo.
La Iglesia, Misterio de Comunión, enriquecida por la gracia del Espíritu Santo en su jerarquía, en el ministerio sacerdotal y en los carismas, para la santidad y edificación de todos, para el bien común, con la gran bendición que es, para la Iglesia, el carisma principal y fundante del ministerio sacerdotal.
La Iglesia, Virgen y Esposa, mariana por excelencia,
que encuentra en María, Madre de Dios, modelo de fe, su realización más plena y perfecta.
La Iglesia mira a la Virgen María, y reconoce en Ella la tierra virginal que “ha dado su fruto” (Sal 66),
el fruto bendito de sus entrañas, nuestro Dios y Salvador.
Así, al celebrar el sacrificio eucarístico,
el Banquete pascual de Cristo Resucitado,
la entrega sacramental de su Cuerpo y Sangre,
le miramos únicamente a Él, nuestro Señor,
nuestro Salvador, nuestro Sacerdote y Mediador en quien encontramos “gracia que nos auxilie en tiempo oportuno”,
porque Él sigue presente en la historia de los hombres,
iluminando, sanando, plenificando, redimiendo,
por medio de la Iglesia, por medio de los sacramentos de su Amor.
No es necesario que veamos claro si vamos progresando o no en el camino de la santidad. Lo importante es ir caminando en el Señor.
CÓMO AMAR AL ADULTO MAYOR
CÓMO AMAR AL ADULTO MAYOR
Déjalo hablar... porque hay en su pasado un tesoro lleno de verdad, de belleza y de bien.
Déjalo vencer... en las discusiones, porque tiene necesidad de sentirse seguro de sí mismo.
Déjalo ir a visitar... a sus viejos amigos, porque entre ellos se siente revivir.
Déjalo contar... sus historias repetidas, porque se siente feliz cuando lo escuchamos.
Déjalo vivir... entre las cosas que ha amado, porque sufre al sentir que le arrancamos pedazos de su vida.
Déjalo gritar... cuando se ha equivocado, porque los ancianos como los niños tienen derecho a la comprensión.
Déjalo tomar un puesto... en el automóvil de la familia cuando van de vacaciones, porque el año próximo tendrás remordimientos de conciencia si el abuelito ya no está más.
Déjalo envejecer... con el mismo paciente amor con que dejas crecer a tus hijos, porque todo es parte de la naturaleza.
Déjalo rezar... como él sabe, como él quiere, porque el adulto mayor descubre la sombra de Dios en el camino que le falta recorrer.
Déjalo morir... entre brazos llenos de piedad, porque el amor de los hermanos sobre la tierra, nos hace presentir mejor el torrente infinito de amor del Padre en el Cielo.
UNA PENITENCIA CURIOSA
UNA PENITENCIA CURIOSA
San Felipe Neri era un santo con gran sentido común. Trataba a sus penitentes de una manera muy práctica.
Una señora tenía la costumbre de confesarse con él muy habitualmente y casi siempre tenía el mismo pecado del que arrepentirse: el de calumniar a sus vecinos. Por ello, San Felipe, le dijo:
– <<De penitencia, vas a ir al mercado, compras una gallina y me la traes. Pero de camino, la vas desplumando y dejando las plumas en las calle conforme caminas>>.
La señora pensó que ésta era una penitencia rara, pero deseando recibir la absolución, hizo conforme se le había indicado y por fin regresó donde san Felipe.
– <<Bueno, Padre, he completado mi penitencia>>. Y le mostró la gallina desplumada.
– <<Oh, de ningún modo la has completado – le dijo el santo. Ahora regresarás al mercado y en el camino, recoges todas las plumas y las pones en una bolsa. Entonces regresas aquí con la bolsa>>.
– <<¡Pero eso es imposible! – lloró la señora –, ¡esas plumas deben de estar ahora por toda la ciudad por el efecto del viento!>>.
– <<Es cierto – replicó el santo –, pero tienes aún menor oportunidad de recoger todos los calumnias que has esparcido sobre tus vecinos>>.
Los falsos rumores que decimos de los demás, las mentiras que esparcimos, no sabemos dónde van a parar, ni qué mal pueden hacer. Cuesta mucho después querer arreglar lo que hemos estropeado. Es imposible rectificar lo que hemos dicho. Y hablar mal de los otros es una de las cosas que más daño pueden hacer en tu ambiente.