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miércoles, 6 de agosto de 2014

EL VALOR DE LA MUJER


EL VALOR DE LA MUJER


Cuenta la leyenda que al principio del mundo, cuando Dios decidió crear a la mujer, encontró que había agotado todos los materiales sólidos en el hombre y no tenía más de que disponer.

Ante este dilema y después de profunda meditación, hizo esto:
Tomo la redondez de la luna, las suaves curvas de las olas, la tierna adhesión de la enredadera, el trémulo movimiento de las hojas, la esbeltez de la palmera, el tinte delicado de las flores, la amorosa mirada del ciervo, la alegría del sol y las gotas del llanto de las nubes, la inconstancia del viento y la fidelidad del perro, la timidez de la tórtola y la vanidad del pavo real, la suavidad de la pluma de un cisne y la dureza del diamante, la dulzura de la paloma y la crueldad del tigre, el ardor del fuego y la frialdad de la nieve.
Mezclo tan desiguales ingredientes, formó a la mujer y se la dio al hombre.
Después de una semana, vino el hombre y le dijo: ¡¡¡Señor, la criatura que me diste me hace desdichado, quiere toda mi atención, nunca me deja solo, charla incesantemente, llora sin motivo, parece que se divierte al hacerme sufrir y vengo a devolvértela porque no puedo vivir con ella!!!

Bien, contestó Dios y tomó a la mujer.
Pasó otra semana, volvió el hombre y le dijo: Señor, me encuentro muy solo desde que te devolví a la criatura que hiciste para mí, ella cantaba y jugaba a mi lado, me miraba con ternura y su mirada era una caricia, reía y su risa era música, era hermosa a la vista y suave al contacto. Me cuidaba y protegía cuando lo necesitaba, me daba dulzura, ternura, comprensión y amor sin condiciones, por  favor Dios, devuélvemela, ¡¡¡porque no puedo vivir sin ella!!!

Ya veo, dijo Dios, ahora valoras sus cualidades, eso me alegra mucho, claro que puedes tenerla de nuevo, fue creada para ti, pero no olvides cuidarla, amarla, respetarla y protegerla, porque de no hacerlo, corres el riesgo de quedarte de nuevo sin ella...

ENFRÉNTATE A LA VIDA



ENFRÉNTATE A LA VIDA

Esta vez, no te hablaré de lo que es la vida. Compartiré los momentos que te hacen firme ante ella.
Si estás cansado de llevar siempre la misma rutina, ¡¡FIJA TUS METAS!!!
Traza las líneas del horizonte que te gustaría alcanzar y lucha por llegar a Ellas.

Sé que será difícil; pues hay obstáculos que te hacen caer, mas te puedes levantar y seguir adelante.
Encontrarás tropiezos que te harán más fuerte para enfrentarte a ella con valor.

Podrás ver al sol frente a frente y sin temor a la oscuridad de la noche, que a veces te resulta fría y aterradora.

Si deseas ser una de tantas personas que van por la vida, cual hoja al viento, no hagas nada, tan solo déjate llevar. Más aún si el viento deja de soplar, en cualquier momento caerás.

¡¡LUCHA, SÉ VALIENTE!!. La vida está en tus manos. ¡¡ERES JOVEN!!, tienes todo el potencial para realizar tus sueños anhelados.

Por último quiero decirte que todo esto nunca tendrá razón si no llevas a tu lado a aquel que Te dio la vida. A tu creador.

Gamaliel Díaz Cervantes

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 6 DE AGOSTO DEL 2014 - LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS

Autor: José Fernández de Mesa | Fuente: Catholic.net
La Transfiguración
Mateo 17, 1-9. Fiesta Transfiguración. Pidamos a Dios que realice en nosotros una "transfiguración interior" que nos permita contemplar su divinidad.
La Transfiguración
Del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9


En aquel tiempo toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle». Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos». 

Oración introductoria

Señor, creo, auténticamente estoy convencido, que hoy me invitas a compartir esa vivencia que tuvieron Pedro, Santiago y Juan en mi oración. Dame tu luz para saber apartar toda distracción y poder contemplarte, conocerte y amarte más.

Petición

Señor, que siempre escuche tu voz, en mi corazón.

Meditación del Papa Francisco

La montaña en la Biblia representa el lugar de la cercanía con Dios y del encuentro íntimo con Él; el lugar de la oración, donde estar en la presencia del Señor. Allí arriba en el monte, Jesús se muestra a los tres discípulos transfigurado, luminoso, bellíssimo ; y después aparecen Moisés y Elías, que conversan con Él. Su rostro es tan resplandeciente y sus ropas tan cándidas, que Pedro se queda estupefacto, tanto que quisiera quedarse así, casi parar ese momento. Pero enseguida resuena de lo alto la voz del Padre que proclama a Jesús su Hijo predilecto, diciendo: "Escuchadlo". Esta palabra es importante ¿eh? Nuestro Padre que ha dicho a estos apóstoles y también nos dice a nosotros ´escuchad a Jesús, porque es mi Hijo predilecto´. Tengamos esta semana esta palabra en la cabeza y en el corazón. Escuchad a Jesús. Y esto no lo dice el Papa, lo dice Dios Padre, a todos, a mí, a vosotros, a todos, a todos. […] Escuchad a Jesús, no lo olvidéis.
Es muy importante esta invitación del Padre. Nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a ser personas que escuchan su voz y se toman en serio sus palabras. Para escuchar a Jesús, es necesario estar cerca de Él, seguirlo, como hacían las multitudes del Evangelio que le perseguían por las calles de Palestina» (SS Papa Francisco, 16 de marzo de 2014).

Reflexión

Jesús se aparta con tres de sus apóstoles para orar, y lo hace en un monte alto. ¿Qué sentido tiene este detalle para Él? Sin duda alguna Jesucristo escogió un lugar adecuado para ofrecer una señal de su divinidad.

Jesús, para sus apóstoles, es el maestro y el guía de sus vidas, pero es fácil comprender que con el transcurrir del tiempo y las largas horas en su compañía perdieran de vista que Jesús era también el Mesías. En el capítulo 16 de este mismo evangelio podemos leer cómo Pedro realiza su confesión de fe, y manifiesta por primera vez que Cristo es el Mesías, el enviado por Dios para redimir al mundo. Probablemente los milagros y curaciones no lograban mantener esta llama de fuego interior, que es la fe, en el corazón de los apóstoles, y Jesús quiso transfigurarse delante de ellos, es decir, mostrarse en toda su divinidad.

También nosotros podemos ser como los apóstoles. Los hechos extraordinarios o milagrosos no son suficientes para mantener viva nuestra fe. En ocasiones pueden ayudarnos, pero la realidad es que a Cristo, a Dios, se le conoce en el diálogo, es decir, en la oración. Pidamos a Dios que realice en nosotros una "transfiguración interior" que nos permita contemplar su divinidad con el fin de conocerle y amarle cada día con más intensidad.

Propósito

Dedicar 15 minutos adicionales a esta meditación para gustar más de la contemplación de Cristo en el monte de la oración.

Diálogo con Cristo

Señor, sólo Tú eres la respuesta a todos mis anhelos y aspiraciones. Concédeme saber escucharte siempre para poder discernir el bien y el mal y, con tu gracia, podré adherirme a tu voluntad. Gracias por recordarme que nunca debo temer, porque Tú siempre estás conmigo, llenando mi vida de dones que tristemente, en ocasiones, dejo pasar. 

VIERON EL CIELO POR UN RATO Y QUERÍAN QUEDARSE - LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS


Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Vieron el cielo por un rato y querían quedarse
Querían quedarse allí para siempre, pero no era aún el momento. En el cielo querremos quedarnos para siempre

Vieron el cielo por un rato y querían quedarse


Les hizo ver el cielo por un rato. 

Querían quedarse allí para siempre, pero no era aún el momento. En el cielo querremos quedarnos para siempre, y será verdad, y será posible. 

Los condenados querrán ir al cielo por un rato al menos, y no irán ni siquiera por un rato. ¡Qué mal se está aquí! Pero allí se quedarán eternamente, en el lugar donde no se ama y donde la infelicidad ha puesto su morada eterna. ¡Qué bien se está aquí! Cuando uno dice eso es porque lo siente. 

Aquellos tres apóstoles se decían a sí mismos y nos decían a nosotros: ¡Qué bien se está en el cielo! Todos los santos han tenido una experiencia semejante a la del Tabor, es decir, han gustado anticipadamente el cielo. Y todos han dicho lo mismo: ¡Qué bien se está aquí...!San Pablo: "Tengo por seguro que..." Santa Teresa; "Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero". San Ignacio de Loyola: "¡Qué miserable me parece la tierra cuando contemplo el cielo!" La aparición sirvió para fortalecerles en el momento de la prueba. En los momentos de dificultad y de dolor conviene recordar los momentos de luz. Las dificultades y problemas duran sólo esta vida, la felicidad del cielo nunca termina. Todos necesitamos esta motivación, este ángel de luz que nos sostenga en medio del dolor. Jesús quiso necesitarlo o simplemente lo necesitó en el supremo dolor, cuando sudaba sangre en Getsemaní. Quiso tener en la hora de su muerte a María como un nuevo ángel que le ofrecía su amor y su presencia para resistir hasta el final. Con cuanto mayor razón necesitamos nosotros la presencia de ese ángel. 

Dios se ha adelantado a dárnoslo en María Santísima, el mismo ángel que a Él le consoló como nadie en este mundo. Cuando uno experimenta a Dios tan intensamente, lo demás desaparece. Se quiere únicamente ser de Dios. Ser de Dios felizmente y para siempre. ¡Quién pudiera decirlo, sentirlo y que fuera verdad!: Soy de Dios, pertenencia suya, nada mío, todo de Él, esclavo, siervo, hijo, consagrado. 

Los santos lo saben, lo empezaron a saber desde este mundo, desde que se despojaron de sus ricas ropas y se vistieron el sayal del siervo. "Mi Dios y mi todo", es una frase que decían en un suspiro de amor. Todos los santos han subido al Tabor desde este mundo, y antes de subir al Calvario. "Este es mi Hijo amado; escuchadle". ¡Con qué amor diría el Padre estas palabras! Con parecido amor dice de los buenos hijos: “Éstos son mis hijos predilectos”: Los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. Sed santos. 

Todos los caminos se han recorrido en busca de lo mismo: la felicidad; y de todos han vuelto sin respuesta muchos, muchísimos hombres; sólo los santos nos han dicho algo diferente: "no me arrepiento". Luego, ¿han hallado lo que otros no? Tal parece. Son felices. Y, ¿por qué?. Porque han servido al mejor Señor que los ha convertido en reyes; porque han salido de su cueva a mejorar el mundo; han amado a su prójimo, han dejado atrás su sucio egoísmo, han vivido de fe y amor; han luchado duramente por mejorar su mundo, la han hecho más pura, más fuerte, más generosa; éstos son los felices. Quién lo creyera, porque han quebrado y hecho pedazos todas las reglas de la lógica humana: Han matado su vida para vivir. "El mundo espera el paso de los santos" –dijo un sabio, Pablo VI-, porque los demás arreglan, si es que arreglan, los problemas materiales: pan y circo; pero el hombre requiere de curación para su alma, doctores del alma que sepan manejar la medicina celestial: Los santos la tienen y la dan; dan y, con Dios, la paz íntima, el por qué de la vida y de todo el peregrinar humano; ofrecen fortaleza y amor. Ellos mismos, con su ejemplo, ofrecen un estímulo a superarse, a elevarse del barro para volar a las alturas. 

Escuchadle. No escuchéis a los falsos profetas, no sigáis la voz del tentador que os presenta la felicidad en forma de drogas, sexo desenfrenado, borracheras, dinero, poder... 

Escuchadle. En las bienaventuranzas, en la invitación a la conversión, en el amor a Dios y a los hombres, en la invitación a la santidad. "Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón". Hoy no queremos escuchar, no queremos obedecer a nadie: ni a Dios, ni a la Iglesia, ni al Papa; ni a los padres, ni aún a la autoridad civil. Se requiere cierta humildad para orar y obedecer. El hombre de hoy, tal vez, se está volviendo progresivamente más soberbio, más seguro de sí y, por eso, no quiere escuchar, Pero el Padre le sigue pidiendo que escuche a quien es el Camino, la Verdad y la Vida. Porque el mismo hombre que no escucha a Dios, si escucha al Padre de la mentira, ese desobediente obedece a sus pasiones, a sus caprichos, hasta el punto de decir: "He aquí el esclavo del pecado, de los vicios. Hágase en mí según vuestros mandatos" Dios dice a los tres apóstoles: 

Escuchadle. Se lo dice en buena forma. Tiempo habrá en que la dura claridad de sus palabras se convierta en encrucijada de salvación o condenación. "Vayan por todo el mundo y proclamen la buena noticia a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará; pero el que no crea se condenará". Mc.16,15-16