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sábado, 19 de abril de 2014

¡CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA!



Autor: P Clemente González | Fuente: Catholic.net 
¡Cristo ha resucitado!
¡Levántate tú que duermes, y te iluminará Cristo Resucitado!


Cristo resucitado, me atrevo a ponerme en tu presencia para que me llenes de Ti y del gozo de tu triunfo sobre el mal y la muerte. Creo firmemente en tu presencia renovadora, pero aumenta mi pobre fe. Confío que eres Tú quien me guiará en esta meditación y en toda mi vida para vivir como un hombre o mujer nuevo(a). Enciéndeme con el fuego de tu amor, para que me entregue a Ti sin reservas y quemes con tu Espíritu Santo mi debilidad y cobardía para darte a conocer a mis hermanos.

Enséñame, Cristo resucitado, a descubrirte, para ser un instrumento de tu amor, a buscar las cosas de arriba y a gozar de tu presencia a lo largo del día. Transfórmame, como a los primeros discípulos, en un apóstol convencido de tu resurrección, capaz de darlo todo por Ti.

1. «Mujer, ¿por qué lloras?»

Las horas amargas del calvario han dejado una huella profunda en los discípulos. Aflora en ellos la duda, el desencanto. Les viene el deseo de regresar al pasado, de no haberse encontrado nunca con Cristo, de no haberle nunca entregado su amor.

Quizás el prototipo de estos momentos de soledad y abandono es María Magdalena. Ella había cambiado radicalmente su vida para consagrarse completamente al amor de Jesucristo, y sin embargo, ahora no lo encuentra. Llora desconsolada. Cristo se le aparece bajo la forma del jardinero y pregunta... 

A nosotros también nos ocurre que el Señor se nos “esconde”, no lo hallamos con la facilidad de antes, y podría tocar a nuestra puerta el llanto, la desazón... Pero es necesario abrir bien los ojos. María todavía no tiene una fe plena en su Señor. Él ha muerto, y parece que todo ha terminado... ¡Lo tiene delante y no lo reconoce!

¿No nos sucede a nosotros otro tanto? Cristo está delante de nosotros en esa situación difícil, en ese fracaso aparente, en las pequeñas cruces de todos los días. Y nos pregunta, nos grita de mil maneras diversas, ¿por qué lloras? ¿No te has dado cuenta que he resucitado y estoy contigo para siempre?

Nos resulta urgente abrir los ojos de la fe. Cristo no acostumbra aparecer como Yahvé en el Antiguo Testamento. No hay rayos ni temblores. Jesucristo resucitado no quiere que le tengamos miedo y opta por lo sencillo. ¡Cristo camina con nosotros en lo cotidiano! Jesucristo se nos quiere manifestar en el trato con la familia, en la relación con el compañero de trabajo, la vecina, el cumplimiento del deber cotidiano. ¡Lo tenemos delante de los ojos, pero muchas veces no queremos descubrirlo! Da la impresión, en ocasiones, que conocer a Cristo sería más “fácil” si pusiera requisitos más complicados ... pero a Cristo se le conoce en la humildad de lo ordinario vivido de modo extraordinario.

“¡Levántate tú que duermes, y te iluminará Cristo!” nos anuncia la liturgia pascual. Pero podríamos decir también, levántate tú que estás abatido, triste, confundido, y sal al encuentro del Resucitado. Él ha olvidado ya tu pasado, tus traiciones e infidelidades. Él quiere secar hoy tus lágrimas. Es por eso que, como con María Magdalena, quiere iniciar contigo ahora un diálogo de corazón a Corazón...

2. «Si tú te lo has llevado...» 

María Magdalena es una mujer que ama profundamente a Jesucristo. Impresiona que un enamorado sea capaz de ciertas “locuras” para agradar al amado y disfrutar de su presencia. El amor, cuando es auténtico, es donación, y su único límite es no tener límites.

Este amor que no conoce obstáculos lleva a esta mujer a decir cosas que, a simple vista, pueden parecer delirios o incluso acusaciones sumamente comprometedoras. Primero le insinúa al jardinero que ha sido un profanador del sepulcro de Cristo: “si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto...” Ella no está buscando culpables, sino que pide ayuda a quien sea. Su interés está en recuperar al amor de su vida que se le ha escondido. No reprocha, no reclama, simplemente suplica: “¡Oriéntame para encontrar al Maestro!” ¿También nosotros acudimos con ese interés a nuestra dirección espiritual, a los sacramentos? ¿Le pedimos a la Iglesia, a sus ministros, con verdadero interés, que nos muestren dónde está el Cristo vivo? ¿O nos hemos acostumbrado a su presencia silenciosa en la Eucaristía y en los hermanos?

Pero el amor de la Magdalena la empuja a más: “...yo lo recogeré”. ¿Cómo podrá una mujer sola cargar una cierta distancia el cuerpo de un hombre de 33 años, con la musculatura propia de un carpintero y peregrino, de un hombre-Dios que pudo expulsar Él solo a los mercaderes del templo? A la Magdalena, nuevamente, no le interesan las dificultades: su amor la empuja a vencerlas.

En nuestra vida también hay enormes dificultades y algunas nos parecen incluso imposibles. Sin embargo, el amor de un alma convencida se crece ante la adversidad. Su amor es tan intenso que, de un cierto modo, le descubre que Cristo resucitado está a su lado. Sólo le interesa encontrarlo, poseerlo y darse a Él sin medida.

3. «¡María!»

Cristo resucitado se conmueve ante el amor desinteresado y fiel de la Magdalena y la llama por su nombre. No puede seguir ocultándose y se le descubre. Y es que un amor así, a pesar de nuestras debilidades pasadas, conmueve a nuestro Señor hasta lo más profundo de su ser y se siente “desarmado”, no puede no corresponder a nuestro amor.

Jesús ha vencido al mal – incluso el que nosotros hemos cometido –, y nosotros hemos triunfado con Él. La Magdalena se postra ante Él, y Él la llena del gozo de su resurrección, como quiere llenarnos a nosotros en este rato de oración. Sólo basta perseverar en la prueba y pedir su gracia, buscar para encontrarlo. 

Pero Cristo Resucitado nos muestra que Él no se deja ganar en generosidad. María Magdalena no pensaba encontrar más que un cadáver, y sin embargo, Cristo se le muestra con su cuerpo glorioso, vivo para siempre. Animados por esta confianza, debemos también acercarnos con una disposición de entrega a Jesucristo, para pedirle que nos ayude a vencer al hombre viejo, a vivir como hombres o mujeres nuevos...

La resurrección obra una auténtica transformación en la Magdalena. Ya no llora. Ahora es enviada por Cristo a anunciar el gozo de su triunfo: “Ve y dile a mis hermanos..” ¡Por primera vez en el Evangelio Cristo nos llama hermanos suyos! ¡Se ha realizado la filiación divina: somos verdaderamente hijos adoptivos de Dios y hermanos de Cristo! Y como tales, participamos de su misma misión... La resurrección no podemos guardarla en el baúl de los recuerdos, sino anunciarla a los cuatro vientos como María Magdalena, de manera que muchos otros hombres y mujeres se conviertan en apóstoles convencidos del Reino de Cristo.

María Magdalena sale a dar testimonio de la resurrección, pero su amor no le permite sólo rezar y dar ejemplo con su vida virtuosa para que los demás conozcan a Cristo. Ella siente la necesidad, esencial a nuestra vocación cristiana, de hacer algo, hablar, predicar, atender, ayudar, etc., todo lo que pueda, para dar a conocer el amor de Cristo al mundo.

SUGERENCIAS PARA VIVIR LA FIESTA DE DOMINGO DE RESURRECCIÓN



Sugerencias para vivir la fiesta de Domingo de Resurrección

Contemplar los lugares donde Cristo se apareció después de Su Resurrección.

Dibujar en una cartulina a Jesús resucitado.

Adornar y rellenar cascarones de huevo y regalarlos a los vecinos y amigos explicándoles el significado.

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 20 DE ABRIL DEL 2014 - DOMINGO DE RESURRECCIÓN

EL EVANGELIO DE HOY:
 DOMINGO 20 DE ABRIL DEL 2014
DOMINGO DE RESURRECCIÓN


Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»


Palabra de Dios
Salmo
Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo

Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia. 
Diga la casa de Israel: 
eterna es su misericordia. R/.

La diestra del Señor es poderosa, 
la diestra del Señor es excelsa. 
No he de morir, viviré 
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos 
es ahora la piedra angular. 
Es el Señor quien lo ha hecho, 
ha sido un milagro patente. R/.


Secuencia

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia 
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

Palabra de Dios



Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. 
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor

LA LEYENDA DEL CONEJO DE PASCUA


Leyenda del “conejo de Pascua”

Su origen se remonta a las fiestas anglosajonas pre-cristianas, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad asociado a la diosa Eastre, a quien se le dedicaba el mes de abril. Progresivamente, se fue incluyendo esta imagen a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania, esto dio orígen también a una curiosa leyenda que cuenta que, cuando metieron a Jesús al sepulcro que les había dado José de Arimatea, dentro de la cueva había un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.

El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas.

Así pasó mucho rato, viéndolo; pasó todo un día y toda una noche, cuando de pronto, el conejo vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca!

El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado.

Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.

Desde entonces, cuenta la leyenda, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.

LA TRADICIÓN DE LOS HUEVOS DE PASCUA


La tradición de los “huevos de Pascua”

El origen de esta costumbre viene de los antiguos egipcios, quienes acostumbraban regalarse en ocasiones especiales, huevos decorados por ellos mismos. Los decoraban con pinturas que sacaban de las plantas y el mejor regalo era el huevo que estuviera mejor pintado. Ellos los ponían como adornos en sus casas.

Cuando Jesús se fue al cielo después de resucitar, los primeros cristianos fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes de la fiesta de Pascua, en la que todos los cristianos debían hacer sacrificios para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevo durante la Cuaresma. Entonces, el día de Pascua, salían de sus casas con canastas de huevos para regalar a los demás cristianos. Todos se ponían muy contentos, pues con los huevos recordaban que estaban festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús.

Uno de estos primeros cristianos, se acordó un día de Pascua, de lo que hacían los egipcios y se le ocurrió pintar los huevos que iba a regalar. A los demás cristianos les encantó la idea y la imitaron. Desde entonces, se regalan huevos de colores en Pascua para recordar que Jesús resucitó.

Poco a poco, otros cristianos tuvieron nuevas ideas, como hacer huevos de chocolate y de dulce para regalar en Pascua. Son esos los que regalamos hoy en día.

¿CÓMO SE CELEBRA EL DOMINGO DE PASCUA?


¿Cómo se celebra el Domingo de Pascua? 

Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el cirio pascual, que simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes.
En algunos lugares, muy de mañana, se lleva a cabo una procesión que se llama “del encuentro”. En ésta, un grupo de personas llevan la imagen de la Virgen y se encuentran con otro grupo de personas que llevan la imagen de Jesús resucitado, como símbolo de la alegría de ver vivo al Señor.

En algunos países, se acostumbra celebrar la alegría de la Resurrección escondiendo dulces en los jardines para que los niños pequeños los encuentren, con base en la leyenda del “conejo de pascua”.

La costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua, es la regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos.

A veces, ambas tradiciones se combinan y así, el buscar los huevitos escondidos simboliza la búsqueda de todo cristiano de Cristo resucitado.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN


Autor: Teresa Fernández | Fuente: Catholic.net 
Domingo de Resurrección
La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Contempla los lugares donde Cristo se apareció después de Su Resurrección



El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.

Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.

Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar? 

Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.

San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.

Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.

La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.

Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.

Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.

LA VIRGEN MARÍA ES LA PRIMERA PARTÍCIPE DE TODO EL SACRIFIO - SÁBADO SANTO



Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
María es la primera partícipe de todo el sacrificio
Sábado Santo. Tratemos de imitar a María en su fe, en su esperanza y en su amor, que la sostienen en medio de la prueba.



Contemplemos el corazón de la Santísima Virgen -dolorido en la pasión, en las lamentaciones del profeta Jeremías. El profeta está refiriéndose a la destrucción de Jerusalén, pero en esta poesía, que es la lamentación, hay muchos textos que recogen el dolor de una madre, el dolor de María. Como dice el profeta: "Un Dios que rompe las vallas y entra en la ciudad". 

Podría ser interesante el tomar este texto desde el capítulo II de las lamentaciones de Jeremías, e ir viendo cómo se va desarrollando este dolor en el corazón de la Santísima Virgen, porque puede surgir en nuestra alma una experiencia del dolor de María, por lo que Dios ha hecho en Ella, por lo que Dios ha realizado en Ella; pero puede darnos también una experiencia muy grande de cómo María enfrenta con fe este dolor tan grande que Dios produce en su corazón. 

Un dolor que a Ella le viene al ver a su hijo en todo lo que había padecido; un dolor que le viene al ver la ingratitud de los discípulos que habían abandonado a su hijo; el dolor que tuvo que tener María al considerar la inocencia de su hijo; y sobre todo, el dolor que tendría que provenirle a la Santísima Virgen de su amor tan tierno por su hijo, herido por las humillaciones de los hombres. 

María, el Sábado Santo en la noche y domingo en la madrugada, es una mujer que acaba de perder a su hijo. Todas las fibras de su ser están sacudidas por lo que ha visto en los días culminantes de la pasión. Cómo impedirle a María el sufrimiento y el llanto, si había pasado por una dramática experiencia llena de dignidad y de decoro, pero con el corazón quebrantado. 

María -no lo olvidemos-, es madre; y en ella está presente la fuerza de la carne y de la sangre y el efecto noble y humano de una madre por su hijo. Este dolor, junto con el hecho de que María haya vivido todo lo que había vivido en la pasión de su hijo, muestra su compromiso de participación total en el sacrificio redentor de Cristo. María ha querido participar hasta el final en los sufrimientos de Jesús; no rechazó la espada que había anunciado Simeón, y aceptó con Cristo el designio misterioso de su Padre. Ella es la primera partícipe de todo sacrificio. María queda como modelo perfecto de todos aquellos que aceptaron asociarse sin reserva a la oblación redentora. 

¿Qué pasaría por la mente de nuestra Señora este sábado en la noche y domingo en la madrugada? Todos los recuerdos se agolpan en la mente de María: Nazaret, Belén, Egipto, Nazaret de nuevo, Canaán, Jerusalén. Quizá en su corazón revive la muerte de José y la soledad del Hijo con la madre después de la muerte de su esposo...; el día en que Cristo se marchó a la vida pública..., la soledad durante los tres últimos años. Una soledad que, ahora, Sábado Santo, se hace más negra y pesada. Son todas las cosas que Ella ha conservado en su corazón. Y si conservaba en el corazón a su Hijo en el templo diciéndole: "¿Acaso no debo estar en las cosas de mi Padre?". ¡Qué habría en su corazón al contemplar a su Hijo diciendo: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, todo está consumado!" 

¿Cómo estaría el corazón de María cuando ve que los pocos discípulos que quedan lo bajan de la cruz, lo envuelven en lienzos aromáticos, lo dejan en el sepulcro? Un corazón que se ve bañado e iluminado en estos momentos por la única luz que hay, que es la del Viernes Santo. Un corazón en el que el dolor y la fe se funden. Veamos todo este dolor del alma, todo este mar de fondo que tenía que haber necesariamente en Ella. Apenas hacía veinticuatro horas que había muerto su hijo. ¡Qué no sentiría la Santísima Virgen! 

Junto con esta reflexión, penetremos en el gozo de María en la resurrección. Tratemos de ver a Cristo que entra en la habitación donde está la Santísima Virgen. El cariño que habría en los ojos de nuestro Señor, la alegría que habría en su alma, la ilusión de poderla decir a su madre: "Estoy vivo". El gozo de María podría ser el simple gozo de una madre que ve de nuevo a su hijo después de una tremenda angustia; pero la relación entre Cristo y María es mucho más sólida, porque es la relación del Redentor con la primera redimida, que ve triunfador al que es el sentido de su existencia. 

Cristo, que llega junto a María, llena su alma del gozo que nace de ver cumplida la esperanza. ¡Cómo estaría el corazón de María con la fe iluminada y con la presencia de Cristo en su alma! Si la encarnación, siendo un grandísimo milagro, hizo que María entonase el Magníficat: "Mi alegría qué grande es cuando ensalza mi alma al Señor. Cuánto se alegra mi alma en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava, y desde ahora me dirán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí, su nombre es Santo". ¿Cuál sería el nuevo Magníficat de María al encontrarse con su hijo? ¿Cuál sería el canto que aparece por la alegría de ver que el Señor ha cumplido sus promesas, que sus enemigos no han podido con Él? 

Y por qué no repetir con María, junto a Jesús resucitado, ese Magníficat con un nuevo sentido. Con el sentido ya no simplemente de una esperanza, sino de una promesa cumplida, de una realidad presente. Yo, que soy testigo de la escena, ¿qué debo experimentar?, ¿qué tiene que haber en mí? Debe brotar en mí, por lo tanto, sentimientos de alegría. Alegrarme con María, con una madre que se alegra porque su hijo ha vuelto. ¡Qué corazón tan duro, tan insensible sería el que no se alegrase por esto! 

Tratemos de imitar a María en su fe, en su esperanza y en su amor. Fe, esperanza y amor que la sostienen en medio de la prueba; fe, esperanza y amor que la hicieron llenarse de Dios. La Santísima Virgen María debe ser para el cristiano el modelo más acabado de la nueva criatura surgida del poder redentor de Cristo y el testimonio más elocuente de la novedad de vida aportada al mundo por la resurrección de Cristo. 

Tratemos de vivir en nuestra vida la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, Madre amantísima de la Iglesia, que consiste especialmente en la imitación de sus virtudes, sobre todo de su fe, esperanza y caridad, de su obediencia, de su humildad y de su colaboración en el plan de Cristo. 

SAN EXPEDITO, MÁRTIR, 19 DE ABRIL DEL 2014 - BREVE BIOGRAFÍA


Hoy 19 de abril es fiesta de San Expedito, mediador ante problemas urgentes



 (ACI).- San Expedito fue un comandante de la legión romana y mártir de la Iglesia del siglo cuarto. Se le venera como protector ante problemas en el trabajo, la familia y en caso de juicios. Es decir, se le suele invocar en problemas urgentes debido a una rápida acción que realizó contra el demonio. Su fiesta se celebra cada 19 de abril.

Según la tradición, cuando San Expedito se iba a convertir, el maligno se le acercó en forma de un cuervo y le empezó a gritar: “cras, cras, cras”. Que en latín significa “mañana, mañana, mañana”. Todo para tratar de que dejase su decisión para después y se enfriara su fe.


El santo de inmediato aplastó al cuervo tentador, diciendo: “¡Hodie, hodie, hodie!” que quiere decir “hoy, hoy, hoy”. “No dejaré nada para mañana, a partir de hoy seré cristiano”, añadió. Al final, murió como un valiente mártir.

San Expedito también es protector de jóvenes, estudiantes y enfermos. Se le representa como un soldado con una cruz en la que está escrito “hodie” (hoy) y la hoja de palma que simboliza el martirio. En sus pies le colocan un cuervo con la palabra “cras” (mañana).

En este día, miles de fieles se congregan en la Parroquia Nuestra Señora Balvanera de Buenos Aires para venerar una antigua imagen de San Expedito y participar de las Misas, confesiones y bendición de objetos.

ORACIONES A SAN EXPEDITO


ORACIÓN A SAN EXPEDITO
PARA VENCER LAS PRUEBAS


¡Señor Jesús acudo a tu auxilio!
¡Virgen Santísima socórreme!
San Expedito, tu que lleno de valor abrirste tu corazón a la gracia de Dios y no te dejaste llevar por la tentación de postergar tu entrega,  ayúdame a no dejar para mañana lo que debo hacer hoy por amor a Cristo.

Ayúdame desde el cielo a renunciar a todo vicio
y tentación con el poder que Jesús me da.
Que sea yo diligente, valiente y disciplinado al servicio del Señor, y no me acobarde ante las pruebas.
Tú que eres el santo de las causas urgentes,
te presento mi necesidad (intención). 

Sobre todo te pido que intercedas por mi para que persevere en la fe,  y así llegue al gozo del cielo con Cristo, con la Virgen María, los ángeles y los santos.
Amén.




ORACIÓN A SAN EXPEDITO

Mi San Expedito de las causas justas y urgentes,
intercede por mi ante Nuestro Señor Jesuscristo, 
para que venga en mi socorro en esta hora de aflicción y desesperanza. 
Mi San Expedito 
tú que eres el Santo guerrero. 
Tú que eres el Santo de los afligidos. 
Tú que eres el Santo de los desesperados. 
Tú que eres el Santo de las causas urgentes,
protégeme, ayúdame, otorgándome: fuerza, coraje y serenidad. 
¡Atiende mi pedido! (hacer el pedido).

Mi San Expedito, 
ayúdame a superar estas horas difíciles,
protégeme de todos los que puedan perjudicarme, 
protege a mi familia, atiende mi pedido con urgencia. 
Devuélveme la Paz y la tranquilidad.

Mi San Expedito! 
Agradeceré tu intercesión por el resto de mi vida 
propagando tu devoción entre los que tienen Fe. 
cambiando mi vida y mis costumbres
glorificando desde ahora a nuestro Padre
y anhelando un día gozar contigo de la eterna bienaventuranza.
Amén

Padre Nuestro, Ave María y Credo.







EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 19 DE ABRIL DEL 2014

Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
Ha resucitado de entre los muertos
Mateo 28, 1-10. Semana Santa. Cristo resucitado, llename de Ti y del gozo de tu triunfo sobre el mal y la muerte.
 
Ha resucitado de entre los muertos
Del santo Evangelio según san Mateo 28, 1-10


Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: "Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis." Ya os lo he dicho." Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: "¡Dios os guarde!" Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: "No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán."

Oración introductoria

Señor Jesús, dame la gracia para que sepa guardar el silencio que me puede llevar a tener un momento de intimidad contigo en esta oración. Creo en ti, Señor, te amo y confío en que Tú también quieres estar conmigo.

Petición

Señor, que sepa prepararme adecuadamente a la celebración de la Vigilia Pascual.

Meditación del Papa Francisco

La fe de María afrontó entonces la incomprensión y el desprecio; y cuando llegó la "hora" de Jesús, la hora de la pasión: la fe de María fue entonces la lamparilla encendida en la noche. Esa lamparilla en plena noche. María veló durante la noche del sábado santo. Su llama, pequeña pero clara, estuvo encendida hasta el alba de la Resurrección; y cuando le llegó la noticia de que el sepulcro estaba vacío, su corazón quedó henchido de la alegría de la fe, la fe cristiana en la muerte y resurrección de Jesucristo.
Porque siempre la fe nos lleva a la alegría y ella es la madre de la alegría que nos enseña a vivir y caminar por este camino de alegría y a vivir esta alegría. Este es el punto culminante, esta alegría del encuentro de Jesús y María. Este es el punto culminante del camino de la fe de María y de toda la Iglesia. ¿Cómo es nuestra fe? ¿La tenemos encendida como María también en los momentos difíciles, en esos momentos de oscuridad? ¿Tengo la alegría de la fe?. (S.S. Francisco, 12 de octubre de 2013). 

Reflexión

Cristo resucitado se conmueve ante el amor desinteresado y fiel de la Magdalena y la llama por su nombre. No puede seguir ocultándose y se le descubre. Y es que un amor así, a pesar de nuestras debilidades pasadas, conmueve a nuestro Señor hasta lo más profundo de su ser y se siente “desarmado”, no puede no corresponder a nuestro amor.

Jesús ha vencido al mal – incluso el que nosotros hemos cometido –, y nosotros hemos triunfado con Él. La Magdalena se postra ante Él, y Él la llena del gozo de su resurrección, como quiere llenarnos a nosotros en este rato de oración. Sólo basta perseverar en la prueba y pedir su gracia, buscar para encontrarlo.

Pero Cristo Resucitado nos muestra que Él no se deja ganar en generosidad. María Magdalena no pensaba encontrar más que un cadáver, y sin embargo, Cristo se le muestra con su cuerpo glorioso, vivo para siempre. Animados por esta confianza, debemos también acercarnos con una disposición de entrega a Jesucristo, para pedirle que nos ayude a vencer al hombre viejo, a vivir como hombres o mujeres nuevos...

La resurrección obra una auténtica transformación en la Magdalena. Ya no llora. Ahora es enviada por Cristo a anunciar el gozo de su triunfo: "Ve y dile a mis hermanos.." ¡Por primera vez en el Evangelio Cristo nos llama hermanos suyos! ¡Se ha realizado la filiación divina: somos verdaderamente hijos adoptivos de Dios y hermanos de Cristo! Y como tales, participamos de su misma misión... La resurrección no podemos guardarla en el baúl de los recuerdos, sino anunciarla a los cuatro vientos como María Magdalena, de manera que muchos otros hombres y mujeres se conviertan en apóstoles convencidos del Reino de Cristo.

María Magdalena sale a dar testimonio de la resurrección, pero su amor no le permite sólo rezar y dar ejemplo con su vida virtuosa para que los demás conozcan a Cristo. Ella siente la necesidad, esencial a nuestra vocación cristiana, de hacer algo, hablar, predicar, atender, ayudar, etc., todo lo que pueda, para dar a conocer el amor de Cristo al mundo.

Propósito

Hoy buscaré servir humildemente a una persona que provoque en mí, sentimientos negativos.

Diálogo con Cristo

Cristo resucitado, me atrevo a ponerme en tu presencia para que me llenes de Ti y del gozo de tu triunfo sobre el mal y la muerte. Creo firmemente en tu presencia renovadora, pero aumenta mi pobre fe. Confío que eres Tú quien me guiará en esta meditación y en toda mi vida para vivir como un hombre o mujer nuevo(a). Enciéndeme con el fuego de tu amor, para que me entregue a Ti sin reservas y quemes con tu Espíritu Santo mi debilidad y cobardía para darte a conocer a mis hermanos.