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sábado, 9 de noviembre de 2013

EL PADRE NUESTRO DE DIOS


El Padre Nuestro de Dios

Dios Padre

«Hijo mío que estás en la tierra,
preocupado, solitario, tentado,
yo conozco perfectamente tu nombre
y lo pronuncio como santificándolo,
porque te amo.

No, no estás solo, sino habitado por Mí,
y juntos construimos este reino
del que tú vas a ser el heredero.

Me gusta que hagas mi voluntad
porque mi voluntad es que tú seas feliz
ya que la gloria de Dios es el hombre viviente.

Cuenta siempre conmigo
y tendrás el pan para hoy, no te preocupes,
sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos.

Sabes que perdono todas tus ofensas
antes incluso de que las cometas,
por eso te pido que hagas lo mismo
con los que a ti te ofenden.

Para que nunca caigas en la tentación
cógete fuerte de mi mano

SEÑOR, ENSÉÑAME A ENVEJECER


SEÑOR, ENSÉÑAME A ENVEJECER


¡Señor! ¡Enséñame a envejecer! Hazme comprender que la Comunidad no tiene la culpa si ya no me encomienda responsabilidades ni pide mi opinión y ha llamado a otros para que ocupen mi lugar. Aleja de mí el orgullo de la experiencia vivida y la convicción de que soy necesario.

Que no me aferre únicamente a la ley del tiempo mientras poco a poco me voy desprendiendo de las cosas y me dé cuenta de que en este turnarse de tareas, descubro una de las experiencias más interesantes de la vida que se renueva bajo el impulso de tu Providencia.

Haz, oh Señor, que yo pueda ser útil todavía, contribuyendo con el optimismo y la oración a la alegría y al entusiasmo de quienes están de turno en las responsabilidades, viviendo un estilo de vida humilde y sereno en contacto con el mundo en continua renovación, sin quejas sobre el pasado, conviertiendo mis sufrimientos humanos en un don de reparación social.

Que mi retiro de la vida activa se cumpla de una manera simple y natural como un feliz ocaso del sol.

Perdona si solamente hoy, en la tranquilidad, logro comprender todo lo que Tú me has amado y socorrido. Que al menos ahora yo tenga viva y penetrante la percepción del destino de gozo que me has preparado y hacia el cual me has encaminado desde el primer día de mi vida.

Señor, ¡enséñame a envejecer así! AMÉN

EL EVANGELIO DE HOY: 09.11.2013

Autor: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net
La purificación del Templo
Juan 2, 13-22. Fiesta Basílica de Letrán. Hoy sigue habiendo mercaderes en el Templo. ¿Qué está en mis manos hacer?
 
La purificación del Templo
Del santo Evangelio según san Juan 2, 13-22


Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas, palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre". En esos momentos, sus discípulos se acordaronde lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora. Después intervinieron los judíos para preguntarle: "¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?" Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré". Replicaron los judíos: "Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?" Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.

Oración introductoria

Padre mío, te pido guíes mi oración para que aumente mi fe y mi celo por estar siempre dispuesto a defender la verdad que me has revelado en la Sagrada Escritura. Sé que siempre me escuchas, dame la capacidad de percibir tu voz, Señor y Dios mío.

Petición

Señor, concédeme corresponder a tu inmenso amor siendo siempre fiel a tu Palabra.

Meditación del Papa Francisco

«¡Somos privilegiados! Y el celo apostólico no es un entusiasmo por tener el poder, por tener algo. Es algo que viene de dentro, que el Señor lo quiere de nosotros: un cristiano con celo apostólico. Y ¿de dónde viene este celo apostólico? Viene del conocimiento de Jesucristo. Pablo ha encontrado a Jesucristo, se encontró con Jesucristo, pero no con un conocimiento intelectual o científico –eso es importante, porque nos ayuda--, sino con ese primer conocimiento, el del corazón, del encuentro personal. Esto es lo que empuja a Pablo a seguir, a proclamar a Jesús siempre. Está siempre en problemas, pero no en problemas por problemas, sino por Jesús; proclamando a Jesús, estas son las consecuencias. El celo apostólico, subrayó, solo se puede entender en una atmósfera de amor. El celo apostólico tiene algo de locura, pero de locura espiritual, de sana locura. (cf S.S. Francisco, 16 de mayo de 2013).

Reflexión

No deja de sorprendernos ver a Jesús enfurecido, sacando a los mercaderes del Templo a latigazos. Tenía que defender algo sagrado: la casa de su Padre. Es lógico que se enfade por una situación como esa. ¿Qué haríamos nosotros si entrásemos en la casa de nuestros padres y aquello se hubiera convertido en un mercado persa? Si no hiciéramos nada, ¡menudos hijos seríamos!

Lo más probable es que siguiéramos el ejemplo de Cristo. Porque Jesús amaba a su Padre infinitamente y no podía consentir aquel abuso. El amor apasionado le impulsaba a actuar de aquel modo.

Hoy sigue habiendo "mercaderes en el Templo". Sabemos que cada hombre es "templo del Espíritu Santo" y hay muchos hombres y mujeres cuyos templos están siendo profanados con todo tipo de abusos morales y físicos. Este panorama debería "quemarnos" las entrañas y suscitar en nosotros una pasión por lo que es sagrado: cada ser humano.

¡Cuántos atropellos a su dignidad! Cada aborto, cada violación, cada acto de esclavitud es una verdadera profanación.

Propósito

Nosotros, como cristianos, deberíamos salir en defensa de todos esos hermanos nuestros que sufren, pues ahí está también Cristo sufriendo. ¿Qué está en mis manos?

Diálogo con Cristo

Espíritu Santo, te pido la sabiduría y la fortaleza para saber defender a la Iglesia. Que nunca acepte la mediocridad o la indiferencia. Frecuentemente dejo que la apatía o la flojera disminuyan mis ganas de trabajar, por eso te pido que enciendas en mí el fuego de tu amor para ser un apóstol, empezando por mi propia familia.