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lunes, 7 de octubre de 2013

¿POR QUÉ ESTOY EN EL MUNDO?


¿Por qué estoy en el mundo?
Autor: Padre Mariano Blas 

Estoy en este mundo porque Dios me dio la vida, porque me quiere. Y así, he vivido veinte, treinta, cuarenta o más años, envuelto, cobijado por su amor. Y me creó para algo importante; no para el egoísmo, no para la mediocridad, menos todavía para la desdicha. Me creó para ser feliz aquí y allá, para ser útil, para realizar algo útil.

A estas alturas de la vida ¿como habré realizado el sueño de Dios? ¿Qué sentido tiene para mí la vida? Soy su criatura. Todo es regalo de Dios en mí, existo de favor y de cariño de un creador, y los siguientes días de mi vida seguiré viviendo por el cariño de mi Padre.

¡Gracias! tendría que ser una de las palabras más repetidas, más maravillosas. La debería decir todos los días, a todas horas. Gracias al amanecer, gracias al mediodía, gracias al atardecer, gracias por este día, gracias por los días que están por venir.

Yo soy el que escribo cada día la vida de un desdichado o de un hombre feliz y realizado. Con mis actos de amor o con mis egoísmos construyo el palacio o la choza en la que viviré por toda la eternidad. A nadie podré culpar de mi pobreza, porque tengo a mi disposición todos los materiales que saben utilizar los santos para construir sus bellos castillos de bondad.

Hoy he hecho de mi vida lo que yo he querido. Hoy he sido un santo o un pecador. Posiblemente he sido un mediocre. Por decisión mía. Pero mañana también puedo, por propia decisión, cambiar radicalmente de manera de vivir. Puedo ser un santo, si me lo propongo.

EL EVANGELIO DE HOY: 07.10.2013

Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
El buen samaritano
Lucas 10, 25-37. Tiempo Ordinario. Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere darse a los demás, sin ninguna distinción.
 
El buen samaritano
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37

Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?» El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás». Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Oración introductoria

Señor, dame la sabiduría y el amor para descubrir y actuar, buscando el bien de los demás, en las diversas situaciones de mi vida cotidiana. No permitas que el ajetreo de mis pendientes me haga pasar de largo y no ver a esa persona que necesita que me detenga a platicar con ella para darle consuelo o simplemente una sonrisa.

Petición

Señor, quiero amarte en los demás, con todo el corazón, con toda el alma y con todas mis fuerzas. Por eso pido a la santísima Virgen del Rosario, que celebramos hoy, que interceda por mí para que esta oración me ilumine y me ayude a nunca ser indiferente a las necesidades de los demás.

Meditación del Papa Francisco

Recordemos la parábola del buen samaritano: Jesús no propone como modelo el comportamiento del sacerdote y del levita, que evitan socorrer a quien había caído en manos de los ladrones, sino el del samaritano que ve la situación de aquel hombre y la afronta concretamente, asumiendo los riesgos. María ha pasado muchos momentos no fáciles en su vida, desde el nacimiento de Jesús, cuando "no había sitio para ellos en la posada", hasta el Calvario. Como una buena madre está a nuestro lado, para que no perdamos jamás el arrojo frente a las adversidades de la vida, frente a nuestra debilidad, frente a nuestros pecados: nos fortalece, nos señala el camino de su Hijo. Jesús, desde la cruz, dice a María indicando a Juan: "Mujer, ahí tienes a tu Hijo", y a Juan: "Ahí tienes a tu madre". En aquel discípulo estamos representados todos nosotros: el Señor nos encomienda en las manos llenas de amor y de ternura de la Madre, de modo que podamos contar con su ayuda para afrontar y vencer las dificultades de nuestro camino humano y cristiano; no temer las dificultades, afrontarlas con la ayuda de mamá. (S.S. Francisco, 4 de mayo de 2013).

Reflexión

Muchas lecciones les ha dado Nuestro Señor a los fariseos, pero ninguna tan bella como ésta. Es de esas ocasiones en las que Cristo da a conocer su doctrina y su mandamiento a todos los hombres, y lo hace de manera muy velada.

Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere donarse a los demás, y ese donarse cuesta, porque no a todos los tratamos o queremos de la misma manera. Por ello tenemos que lograr amar a todos por igual, sin ninguna distinción. Quererlos a todos, sin preferir a nadie. Es difícil mas no imposible.

Dios nos ha dado el ejemplo al vivir su propia doctrina: "no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos", pero Él no la dio solo por sus amigos, sino también por sus enemigos, y muchos santos han hecho lo mismo.

Propósito

Imitemos a Cristo en su vida de donación a los demás, y vivamos con confianza y constancia su mandamiento: "vete y haz tú lo mismo".

Diálogo con Cristo 

Señor, Tú lo sabes todo: mi debilidad al amar a los demás, especialmente aquellos que están más cerca de mí, porque si hay impaciencia, si hay juicios temerarios, si hay indiferencia, no hay verdadero amor. Ayúdame a crecer en la convicción de que Tú me has creado para amar y servirte en esta vida y que sólo superando mi egoísmo mediante la vivencia del amor, podré gozar de Ti y alabarte eternamente en el cielo.