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martes, 1 de octubre de 2013

EL EVANGELIO DE HOY: 01-10-2013

Autor: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net
He venido a salvar a los hombres
Lucas 9, 51-56. Tiempo Ordinario. Perdonemos hoy con humildad a quien nos ofenda, a ejemplo de Cristo.
 
He venido a salvar a los hombres
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-56

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma? Pero volviéndose, les reprendió y dijo: No sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos. Y se fueron a otro pueblo. 

Oración Introductoria

Padre bueno, que fácilmente juzgo a los demás en vez de estar más alerta sobre mi propio comportamiento, por eso yo si quiero recibirte hoy en mi corazón, sé que tu presencia en mi vida logrará cambiar las actitudes negativas que me alejan de la santidad.

Petición

¡Ven Señor Jesús! Transforma mi debilidad en fuerza de amor.

Meditación del Papa Francisco

Partimos del momento en que Jesús decide emprender su última peregrinación a Jerusalén. San Lucas anota: "Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén". Mientras "asciende" a la Ciudad santa, donde se llevará a cabo su "éxodo" de esta vida, Jesús ve ya la meta, el Cielo, pero sabe bien que el camino que lo lleva de nuevo a la gloria del Padre pasa a través de la Cruz, a través de la obediencia al designio divino de amor por la humanidad. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que "la elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación de la ascensión al cielo". También nosotros debemos tener claro, en nuestra vida cristiana, que entrar en la gloria de Dios exige la fidelidad cotidiana a su voluntad, incluso cuando esto requiere sacrificio, requiere a veces cambiar nuestros planes. La Ascensión de Jesús ocurre concretamente en el Monte de los Olivos, cerca del lugar donde se había retirado en oración antes de la pasión, para permanecer en profunda unión con el Padre: una vez más, vemos que la oración nos da la gracia de vivir fieles al proyecto Dios. (S.S. Francisco, 17 de abril de 2013)

Reflexión

Podemos llamar a este pasaje "el evangelio del perdón sincero". Cristo manda a sus apóstoles a prepararle el camino, para avisar a la gente de ese pueblo que iba a parar allí.

Pero esas personas de Samaría, en lugar de descubrir a Cristo entre el grupo de viajeros, sólo se fijaron en que "tenían intención de ir a Jerusalén". En ese tiempo los samaritanos no se hablaban con los demás judíos que bajaban a Jerusalén. ¡Qué ofensa para Cristo! Por eso los apóstoles le preguntan si quiere que pidan que les caiga fuego del cielo. Esta propuesta de los apóstoles molestó más a Cristo que la ofensa recibida por el pueblo. ¿No vino Cristo a predicar el perdón? ¿No vino Cristo a morir por amor a toda la gente de ayer, de hoy y de siempre, para salvarnos y llevarnos al cielo? ¿Cómo, pues, iba a permitir que una pequeña ofensa mereciera un castigo así de grande? No. Y dice el Evangelio que Cristo les reprendió enérgicamente.

Por tanto, aprendamos de Cristo a perdonar. Pero a perdonar de corazón. Sí, nos cuesta, pero si pedimos ayuda a Cristo, nuestro corazón se liberará de un peso enorme, respirará paz, la paz que sólo Cristo da a los que se la piden y luchan por conseguirla y mantenerla.

Propósito

Perdonemos hoy a aquel que nos ofenda, a ejemplo de Cristo, que murió en esa Cruz y se ofreció como víctima al Padre tanto por los que le iban a amar como por los que le iban a crucificar.

Diálogo con Cristo

Jesucristo, quiero recibirte en mi interior con sencillez, apertura y humildad. Me pongo de rodillas ante Ti y te digo que acepto tu Reino. Quiero configurar toda mi vida con tu Evangelio. Quiero cambiar mis criterios, mis reacciones altaneras, para que todo lo haga por amor. Quiero saber agradecer y valorar a tantas personas santas que has puesto en mi camino. Dame tu gracia para que todo esto sea posible. 

ORACIÓN A SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS PARA OBTENER UNA GRACIA


ORACIÓN A SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS
 PARA OBTENER UNA GRACIA

¡Oh Santa Teresita del Niño Jesús, modelo de humildad, de confianza y de amor! Desde lo alto de los cielos deshoja sobre nosotros esas rosas que llevas en tus brazos: la rosa de humildad, para que rindamos nuestro orgullo y aceptemos el yugo del Evangelio; la rosa de la confianza, para que nos abandonemos a la Voluntad de Dios y descansemos en su Misericordia; la rosa del amor, para que abriendo nuestras almas sin medida a la gracia, realicemos el único fin para el que Dios nos ha creado a su Imagen: Amarle y hacerle amar Tú que pasas tu Cielo haciendo bien en la tierra, ayúdame en esta necesidad y concédeme del Señor lo que Te pido si ha de ser para gloria de Dios y bien de mi alma. Así sea.

Rezar un Padre Nuestro.

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, 1 DE OCTUBRE

Autor: Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Teresa del Niño Jesús, Santa
Sencillez y perfección en las cosas pequeñas, 1 de octubre




Martirologio Romano: Memoria de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años de edad, el día treinta de septiembre († 1897)

Fecha de canonización: 17 de mayo de 1925, por el Papa Pío XI
 
La Iglesia le dedica este día para que la conozcamos y tratemos de imitar sus virtudes de delicadeza y pefección en las cosas pequeñas.

Hay dos santas con el mismo nombre: Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux y Santa Teresa de Ávila (15 de Octubre). Ambas fueron monjas carmelitas, nos dejaron una autobiografía y son santas doctoras de la Iglesia.

María Francisca Teresa (Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux) nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota.

En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el ciudado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno.

Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida.

Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la expeirencia que ella llamó su “conversión”. Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente.
Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar.

Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frenta al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería

Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “ Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.

Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca habia salido de su convento.

Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.”

En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche.

Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos año difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.

En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que después de su muerte derramaría una lluvia de rosas.
El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero.

Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía. Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi graitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”; “Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.”

¿Qué nos enseña Santa Teresita?

Nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita. Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”El secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoltua, con humildad sirvendo a los demás. Esto es a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de confianza y entrega absoluta a Dios.

Nos enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días.

Nos enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad requi-rió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce.

Nos enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar de no oir nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa. En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan y que no podemos evitar. Debemos aprender a reirnos de éstas, a disfrutarlas por que nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios.

Nos enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean. Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo.

Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.