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miércoles, 11 de septiembre de 2013

APROVECHA LA AYUDA DE DIOS


APROVECHA LA AYUDA DE DIOS
-Padre
-Dime hijo
-Estoy sufriendo mucho, tengo muchos problemas
-¿Qué pasa? ¿Por qué?
-Me siento solo, sin apoyo ...
-¿Sin apoyo? me tienes a mí, hijo.
-Pero no es lo mismo, tú no puedes venir y abrazarme y consolarme, tú no pue..
-¡Hey! ¿Por qué no?
-Pues porque tú estás ahí arriba y yo aquí abajo.
-Sí, pero yo siempre estoy contigo.
-Sí pero ... es que Tú no entiendes Señor. Tú eres un padre amoroso en quien puedo confiar pero yo necesito alguien como tú aquí abajo
-Ya lo envié una vez y mira lo que le hicieron.
-Cierto.
-Hijo, yo estoy contigo en todo momento, estoy contigo en tu madre que te abraza todos los días, estoy contigo en el amigo que te consuela porque estallaste, pero tú no lo ves ... Hay personas que tienen tanto que darte de ayuda y tú no la aceptas ...

"Si tienes una amistad, aprovéchala
Si tienes una familia aprovéchala
Si tienes un amor aprovéchalo
Si tienes un error aprovéchalo para ser mejor
Si tienes dificultades ábrete a toda ayuda
Si tienes problemas, resuélvelos con alegría
Y si tienes una vida aprovéchala, porque si no la aprovechas de nada te serviría."

-Padre, hoy he comprendido que a veces Tú me das más ayuda de la que necesito, y que si tengo un problema te tengo a Tí en muchas otras personas, y que cuando me sienta solo por no tener apoyo, mire hacia arriba y se dibuje en mí una sonrisa, porque sé que hay alguien que nunca me deja.
-Te la doy porque sé que tú me necesitas.
-Gracias Padre, ¿Cómo te podría pagar toda tu ayuda?
-Aprovechándola, hijo, aprovechándola.

EL EVANGELIO DE HOY:11.09.2013

Autor: María Cruz | Fuente: Catholic.net
Las bienaventuranzas
Lucas 6, 20-26. Tiempo Ordinario. Salir de nuestros egoísmos para acercarnos a los otros; reír con los que ríen y llorar con los que lloran.
 
Las bienaventuranzas
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 20-26


En aquel tiempo Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas». «Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas. 

Oración 

Gracias, Señor, por este momento de oración. Qué dicha y alegría el poder experimentar tu presencia, tu cercanía. Humildemente te pido, ¡ven Señor Jesús! Ilumina mi oración para que crezcan mi fe y mi fortaleza para saber escogerte siempre a Ti.

Petición

Jesús, dame la sabiduría para saber reconocer en dónde y cómo se encuentra la felicidad.

Meditación del Papa

El cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba. Y cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: "No te olvides de los pobres". Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís. Después he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre... ¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres! (S.S. Francisco, 16 de marzo de 2013).

Reflexión

Si miramos a nuestro mundo vemos gentes que son pobres, que pasan hambre, que sufren, que son excluidos y proscritos... y a nadie se nos ocurre llamarlos dichosos ni tampoco ellos mismos se sienten como tales. Por el contrario vemos gente rica, que disfruta de todas las comodidades posibles y goza el momento presente como si poseyera el mayor tesoro, y todo los miramos con cierta envidia y los calificamos como gente con suerte.

¿Cómo entender el Evangelio? ¿Dónde está el contraste? ¿Cómo explicar estas antinomias?
El Evangelio es una fuerza revolucionaria que trastorna la mentalidad de este mundo presente; las personas que se dejan alcanzar por su influjo se abren a nuevas dimensiones y son capaces de descubrir la riqueza del compartir, de gozar la alegría de la entrega, de experimentar la paz en medio del desconcierto...

Todos necesitamos hacernos pobres de ambicionar cosas superfluas; salir de nuestros egoísmos para acercarnos a los otros; reír con los que ríen y llorar con los que lloran.

Propósito

Que mi cercanía y apoyo a una persona que sufre, le haga experimentar el amor de Cristo.

Diálogo con Cristo

Dios de cielos y tierra que alimentas los pájaros del campo y no olvidas nada de lo que has creado, te pido por todos los hombres que pasan hambre para que descubran en tu Palabra la fuerza que los conforte y encuentren hermanos que sacien su necesidad. 

LAS BIENAVENTURANZAS MEDITADAS


LAS BIENAVENTURANZAS
(Mt 5,3-12)


Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.

Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos:

Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos.


 
Las bienaventuranzas que marcan el inicio del Sermón de la Montaña, el primero de los sermones de Nuestro Señor en el Evangelio de San Mateo. Cuatro de ellas reaparecen en una forma ligeramente diferente en el Evangelio de San Lucas (6, 22), de igual modo al comienzo de un sermón, y que discurren paralelamente a Mateo, 5-7, si no a otra versión del mismo. Y aquí se ilustran con la oposición de las cuatro maldiciones. El relato más completo y el lugar más destacado que se da a las Bienaventuranzas en San Mateo están bastante de acuerdo con el alcance y la tendencia del Primer Evangelio, en el que el carácter espiritual del reino mesiánico – la idea suprema de las Bienaventuranzas – es continuamente destacado, en agudo contraste con los prejuicios judíos.

La forma en la que Nuestro Señor manifestó sus bienaventuranzas las convierte, quizás, en el único ejemplo de sus dichos que puede ser calificado de poético al ser inequívocamente claro el paralelismo de pensamiento y expresión, que es la característica más notable de la poesía bíblica.

Primera bienaventuranza.-

La palabra pobre parece representar un encorvado, afligido, miserable, pobre; mientras que manso es más bien sinónimo de la misma raíz, que se inclina, humilde, manso, gentil. Algunos agregan también a la primera palabra un sentido de humildad; otros piensan en los “mendigos ante Dios” que reconocen humildemente su necesidad de ayuda divina.

Los bienaventurados son pobres “de espíritu”, que por su propia voluntad están dispuestos a soportar por amor de Dios esta dolorosa y humilde condición, incluso aunque realmente sean ricos y felices; mientras que, por otro lado, los realmente pobres pueden no alcanzar esta pobreza “de espíritu”.

Segunda bienaventuranza.-

Puesto que la pobreza es un estado de humilde sujección, el “pobre de espíritu”, está próximo al “manso”, sujeto de la segunda bienaventuranza. Los que humilde y mansamente se inclinan ante Dios y el hombre, “heredarán la tierra” y poseerán su herencia en paz. Esta es una frase tomada del Salmo 36 donde se refiere a la Tierra Prometida de Israel, pero aquí en las palabras de Cristo, es por supuesto sólo un símbolo del Reino de los Cielos, el reino espiritual del Mesías.

Tercera bienaventuranza.-

Los “que lloran” en la tercera bienaventuranza se oponen en Lucas (6, 25) a la risa y a la alegría mundana de similar carácter frívolo. Los motivos del llanto no derivan de las miserias de una vida de pobreza, abatimiento y sometimiento, sino más bien los de las miserias que el hombre piadoso sufre en sí mismo y en otros, y la mayor de todas el tremendo poder del mal por todo el mundo.

A tales dolientes el Señor Jesús les trae el consuelo del reino celestial, “la consolación de Israel” predicha por los profetas, incluso los judíos tardíos conocían al Mesías por el nombre de Menahem, el Consolador.

Estas tres bienaventuranzas, pobreza, abatimiento y sometimiento son un elogio de lo que ahora se llaman virtudes pasivas: abstinencia y resistencia, y la Octava Bienaventuranza nos lleva de nuevo a la enseñanza.

Cuarta Bienaventuranza.-

Lo primero de todo, “hambre y sed” de justicia: un deseo fuerte y continuo de progreso en perfección moral y religiosa, cuya recompensa será el verdadero cumplimiento del deseo, el continuo crecimiento en santidad.

Quinta Bienaventuranza.-

A partir de este deseo interior se debe dar un paso más hacia la acción por las obras de “misericordia”, corporales y espirituales. Por medio de éstas los misericordiosos logran la misericordia divina del reino mesiánico, en esta vida y en el juicio final.

La maravillosa fertilidad de la Iglesia en obras e instituciones de misericordia corporal y espiritual de toda clase muestra el sentido profético, por no decir el poder creativo, de esta sencilla palabra del Maestro divino.

Sexta Bienaventuranza.-

Según la Biblia, la “limpieza de corazón” no puede encontrarse exclusivamente en la castidad interior, ni siquiera, en una pureza general de conciencia, como opuesta a la pureza levítica, o legal, exigida por escribas y fariseos. Cuando menos el lugar adecuado de tal bienaventuranza no parece estar entre la misericordia y la pacificación, ni detrás de la virtud aparentemente de más alcance del hambre y sed de justicia.

Pero frecuentemente en el Antiguo y Nuevo Testamento el “corazón puro” es la simple y sincera buena intención, el “ojo sano”, y opuesto así a los inconfesables fines de los fariseos. Este “ojo sano” o “corazón puro” es más que todo lo precisado en las obras de misericordia y celo en beneficio del prójimo. Y se pone de manifiesto a la razón que la bienaventuranza, prometida a esta continua búsqueda de la gloria de Dios, consistirá en la “visión” sobrenatural del propio Dios, la última meta y finalidad del reino celestial en su plenitud.

Séptima Bienaventuranza.-

Los “pacíficos” son no sólo los que viven en paz con los demás sino que además hacen lo mejor que pueden para conservar la paz y la amistad entre los hombres y entre Dios y el hombre, y para restaurarlas cuando han sido perturbadas.

Es por esta obra divina, “una imitación del amor de Dios por el hombre” como la llama San Gregorio de Nisa, por la que serán llamados hijos de Dios, “hijos de su Padre que está en los cielos”.

Octava Bienaventuranza.-

Cuando después de todo esto a los piadosos discípulos de Cristo se les retribuya con ingratitud e incluso “persecución” no será sino una nueva bienaventuranza, “pues suyo es el reino de los cielos”.

Así, la última bienaventuranza vuelve a la primera y a la segunda. Los piadosos, cuyos sentimientos y deseos, cuyas obras y sufrimientos se presentan ante nosotros, serán bienaventurados y felices por su participación en el reino mesiánico, aquí y en el futuro.

Las ocho condiciones requeridas constituyen la ley fundamental del reino, la auténtica médula y tuétano de la perfección cristiana.

Por su profundidad y amplitud de pensamiento, y su relación práctica sobre la vida cristiana, el pasaje puede ponerse al mismo nivel que el Decálogo en el Antiguo Testamento, y que la Oración del Señor en el Nuevo, y supera ambos por su belleza y estructura poética.

JESÚS TE LLAMA


JESÚS TE LLAMA

Los ojos limpios siempre verán cosas limpias, los ojos atormentados y sufridos, verán la realidad y a las personas como amenaza y tristeza. QUE MARAVILLOSO ES SANAR EL CORAZÓN PARA PODER ACEPTAR Y AMAR A LOS AMIGOS CON RECTA INTENCIÓN. No todas las personas puede ser igual, SOMOS DIFERENTES. 

La alegría está a la puerta de tu corazón, mira hacia la profundidad de tu ser y descubrirás que hay un alguien que espera bendecirte: DIOS ES TU HUÉSPED ESPECIAL. Si aún no encuentras a ese invitado especial, VE Y CORRE AL TEMPLO Y ENCONTRARAS UNA LUZ ROJA ENCENDIDA QUE ES SEÑAL DE QUE JESUCRISTO EN LA EUCARISTÍA TE ESTA ESPERANDO DESDE HACE CIENTOS DE AÑOS. Ábrete con confianza y suma humildad, EL TE AMA MÁS QUE CUALQUIER SER DE LA TIERRA. Hablar con Dios es lo más lindo de la vida, INTÉNTALO.