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domingo, 18 de agosto de 2013

OLVIDA EL PASADO


Olvida el pasado
Autor: Torres Pastorino

                                     
      
Desenterrar los muertos del pasado no aporta ningún beneficio al presente.

¿Por qué mirar hacia atrás si estamos caminando hacia adelante?

El pasado es el cimiento del presente, así como los muros del primer piso construido hoy, son la sustentación de la azotea del mañana.

Quien está en el primer piso busca subir a la azotea, y no escarbar los cimientos.

Sube a contemplar las estrellas que te llaman desde tu futuro camino.

No escarbes en el pasado que ya se fue y no volverá jamás.

Lo que pasó, acabó. La vida pasada trae experiencia y aprendizaje, aprovechémosla.

CALOR DEL CORAZÓN


Calor en el corazón
Autor: Scott Gross

Era una mañana de intenso frío en Denver. El tiempo, imprevisible. 

Primero, una ola más cálida dio a la nieve oportunidad de fundirse y correr, para desaparecer en las bocas de tormenta o escurrirse en silencio junto a las aceras, a través de los patios y bajo los cercos, hasta completar su desaparición en las zonas bajas. Después volvió el frío, multiplicado, trayendo una nueva capa de blanca precipitación que congeló cuanto  restaba del previo ataque invernal, y lo escondió hasta convertirlo en una trampa helada para los transeúntes.

Era un día ideal para quedarse en casa, estar resfriado y esperar que mamá nos trajera un tazón de sopa. Para escuchar las noticias en la radio e imaginarse bloqueado por la nieve sin demasiados inconvenientes. Así habría debido ser.

Yo tenia que hablar en el Centro de Congresos de Denver, ante unas doscientas personas que, como yo, habrían querido estar en casa. En cambio estábamos allí, reunidos en el Centro de Congresos, sin poder hacer nada por el clima salvo hablar de él.

Necesitaba una pila para mi micrófono portátil. Mal momento para caer en la pereza: no había traído repuesto. Como no tenia alternativa, decidí afrontar al viento, con la cabeza baja, levantando el cuello y chapaleando con mis zapatos de vestir, demasiado delgados.

A la vuelta de la esquina descubrí un anuncio indicando que a corta distancia había un quiosco. Si apuraba el paso a trancos más largos, tal vez habría podido llegar hasta la puerta y refugiarme del viento sin inhalar mucho ese aire que quemaba los pulmones. A los habitantes de Denver les gusta bromear con los de afuera diciéndoles que, en su ciudad, el frió del invierno es agradable.

En el interior del almacén había solo dos personas; una detrás del mostrador, con un distintivo que decía Roberta. A juzgar por su aspecto, ésta habría preferido estar en su casa, llevando a su hijito sopa caliente y palabras reconfortantes, en vez de malgastar el día atendiendo una avanzada comercial en el centro de Denver, casi desierto.

Debía ser una especie de faro, un refugio para los pocos necios que se arriesgaban a salir con ese frío.

El otro refugiado era un caballero alto, ya entrado en años, que parecía cómodo en ese ambiente. No aparentaba tener prisa por volver a cruzar el umbral y encontrarse de nuevo a merced del viento en esas aceras cubiertas de hielo. No pude menos que preguntarme si el anciano habría perdido el camino o el seso.

Había que estar chiflado para salir a revolver la mercadería de un supermercado un día como ese. 

Pero no tenia tiempo para ocuparme de un viejo que había perdido el juicio.

Necesitaba una batería: dos centenares de personas importantes, que tenían otras cosas que hacer en la vida, esperaban mi regreso al Centro de Convenciones. Nosotros teníamos un propósito.

De alguna manera el viejo se las arregló para llegar al mostrador antes que yo. Roberta sonrió. Él no dijo una palabra. Ella tomó los escasos artículos de la compra e ingresó los importes en la registradora. El viejo se había arrastrado por las calles de Denver por un miserable panecillo y una banana
¡Craso error!

Un hombre en sus cabales habría postergado el panecillo y la banana hasta la primavera, para disfrutar la ocasión de vagar por las calles vueltas a la normalidad. Pero ese tipo no. Él había lanzado su viejo esqueleto al frío como si no hubiera un mañana.

Y tal vez no había un mañana. Después de todo era bastante anciano.

Cuando Roberta hubo calculado el total, una vieja mano cansada se hundió en el bolsillo del gabán.
- Vamos- pensé- ¡Tú tendrás todo el día, pero yo tengo que hacer!.
Como un garfio, la mano rescató un monedero tan vetusto como su dueño. 
Unas pocas monedas y un billete arrugado cayeron sobre el mostrador. Roberta  lo manejó como si se tratara de un tesoro.

Ya depositada la escasa compra en una bolsa de plástico, sucedió algo extraordinario. Aunque su dueño no había dicho palabra, una vieja mano cansada se alargó lentamente sobre el mostrador, tembló por un momento antes
de aquietarse.

Roberta abrió las asas de plástico de la bolsa y las deslizó suavemente por las muñecas del hombre. Los dedos pendían en el aire, torcidos y moteados con manchas de la vejez.

Roberta ensanchó su sonrisa. Recogió la otra mano fatigada y las sostuvo a ambas junto a su cara morena. Las calentó. Por encima y por debajo. Luego, por ambos lados.

Después alargó la mano para tironear de la bufanda, que se estaba descolgando de los hombros anchos, aunque encorvados, y la ciñó al cuello.

Él seguía sin pronunciar palabra. Parecía querer grabar ese momento en su memoria. Tenia que durarle hasta la mañana siguiente, en que volvería arrastrar los pies por la calle helada.

Roberta abrochó un botón que había eludido las maniobras de esa manos viejas. Luego lo miró a los ojos, y sacudiendo un delgado índice, fingió un regaño:
- Bueno, señor Johnson, quiero que tenga mucho cuidado. Hizo una breve pausa para mayor énfasis y añadió con sinceridad: - Necesito verlo mañana aquí.

Las últimas palabras resonaron como una orden en los oídos del anciano.

Después de una breve duda, giró sobre sus talones y, arrastrando a duras penas un pie delante del otro, salió lentamente a la helada mañana de Denver.

Entonces me di cuenta de que no había venido en busca de una banana y un panecillo, sino de calor. Para el corazón.
- Vaya Roberta- dije-. Eso sí que es atender bien al cliente. ¿Era tu tío, tu vecino, alguien especial?
Casi la ofendió que yo pensara que ella sólo era capaz de brindar tan maravilloso servicio a personas especiales. Por lo visto, para Roberta todo el mundo es especial.

EL EVANGELIO DE HOY: 18.08.2013

Autor: P. Martín Irure | Fuente: Catholic.net
He venido a traer fuego sobre la tierra
Lucas 12, 49-53. Tiempo Ordinario. Anunciar y vivir el estilo de vida de Jesús provoca rechazo, descrédito, conflicto y división.
 
He venido a traer  fuego sobre la tierra
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53

He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Oración introductoria

Señor, Tú viniste a traer fuego a la tierra, ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo en mi corazón! Que esta oración me dé el fuego de tu amor, de la fe y de la esperanza, pues sólo con estas tres virtudes teologales podré vivir mi vocación a la santidad.

Petición

Señor, aumenta mi fe para poder amarte sobre todas las cosas y a mi prójimo como a mí mismo.

Meditación del Papa

Hay una pasión nuestra que debe crecer desde la fe, que debe transformarse en el fuego de la caridad. Jesús nos ha dicho: He venido para echar fuego a la tierra y como querría que ya estuviese encendido. Orígenes nos ha transmitido una palabra del Señor: "Quien está cerca de mí está cerca del fuego". El cristiano no debe ser tibio. El Apocalipsis nos dice que este es el mayor peligro del cristiano: que no diga no, sino un sí muy tibio. Esta tibieza desacredita al cristianismo. La fe tiene que ser en nosotros llama del amor, una llama que realmente encienda mi ser, que sea una gran pasión de mi ser, y así encienda al próximo. Este es el modo de la evangelización: "Accéndat ardor próximos", que la verdad se vuelva en mí caridad y la caridad encienda como fuego también al otro. Sólo con este encender al otro por medio de la llama de nuestra caridad crece realmente la evangelización, la presencia del Evangelio, que ya no es sólo palabra, sino también realidad vivida. (Benedicto XVI, 9 de octubre de 2012).

Reflexión

En el camino que Jesús recorre con sus discípulos hacia Jerusalén, nos va exponiendo diversas actitudes sobre su misión y el seguimiento de los discípulos.

Jesús exige al discípulo una determinación sincera, tajante y total. Jesús no quiere medianías. Ante Él hay que decidirse. El Reino de Dios, el proyecto de Dios es lo más importante para el discípulo del Evangelio. ¡O se lo toma o se lo deja!

Jesús anuncia con pasión el Reino de Dios. Es el ardor con que propone a sus seguidores asumir su vocación de entrega, de "quemar las naves", de aceptar como lo más importante, con santa obsesión y entrega, el proyecto de Dios, asumido totalmente por Jesús.

El mensaje de Jesús causa, a veces, conflicto: con uno mismo (sus tendencias, ilusiones, planes) y con la familia.

No es que Jesús pretenda sembrar la división en los vínculos familiares. Sino, quiere resaltar que lo primero es el Reino de Dios, el proyecto de salvación, su propuesta y entrega total. Jesús busca la radicalidad. El único Absoluto es Dios.

La imagen bíblica del fuego no habla de destrucción. Sino que es la fuerza de vida. La que viene a traer el Mesías. Lo dice Juan el Bautista. Yo les bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo, a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego (Lc 3, 16).

Lucas en el libro de los Hechos describe la venida del Espíritu Santo como fuego. Aparecieron lenguas como de fuego (Hch 2, 3). Éste es el fuego que quiere Jesús prender en el corazón de sus seguidores. Es el ardor, el ímpetu de la entrega decidida a la causa de Evangelio.

El mismo Jesús ha de pasar por esa prueba terrible. Y sufre la angustia hasta que llegue el momento de la destrucción en su cuerpo, para que la vida florezca.

He venido a traer… división 

Esta afirmación de Jesús no contradice en nada el mandamiento del amor, que Él mismo lo propone como el único. En nada se contrapone con la paz a los hombres, que prometen los ángeles en el nacimiento de Jesús (Lc 2, 14).

Jesús viene a establecer entre sus seguidores y entre los hombres la verdadera paz, a pesar de las envidias, codicias, guerras que se dan entre unos y otros. Su enseñanza y su testimonio son la prueba más evidente de que Él es el signo de contradicción (Lc 2, 34), que Simeón avisó a María, la Madre, en el momento de la presentación del Niño en el templo. Él fue el mártir que se entregó voluntariamente a la muerte para ser el "pacificador" de los hombres entre sí y con el Padre.

La división que indica Jesús es consecuencia de la opción radical por seguirle a Él. A pesar de que muchas veces la vocación de ser cristiano no es comprendida ni siquiera por los propios familiares, sin embargo, Jesús sigue llamando a la entrega total, hasta el martirio cruento muchas veces, de sus verdaderos discípulos.

En una sociedad que favorece la muerte de los no-nacidos y de los ancianos, que aplaude lel crecimiento injusto de las riquezas en manos de pocos, frente a la miseria que sufren la mayoría de los ciudadanos, el cristiano está llamado a ser "signo de contradicción" como Jesús. El discípulo de Jesús, fiel y coherente, tiene que estar dispuesto a sufrir la contradicción constante de una vida entregada a la causa de los más desfavorecidos.

Anunciar y vivir el estilo de vida de Jesús provoca en esta sociedad consumista rechazo, descrédito, conflicto y división. Es una constante en la historia de la Iglesia. Es el cumplimiento de la bienaventuranza proclamada por el mismo Jesús: Dichosos serán ustedes cuando los injurien y los persigan, y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía (Mt 5, 11).

La Palabra de Jesús provoca división. Y esto sucede en el interior de la Iglesia, entre aquellos que se afirman como cristianos comprometidos. El modo de interpretar y llevar a la práctica la Palabra de Dios origina en la Iglesia diversas tendencias, movimientos y comunidades. De tal modo que se dan dentro de la Iglesia grupos extremistas, unos más cercanos a vivir la fe desde una seudomística que les evade del esfuerzo social a favor de los marginados y otros que entienden la práctica del Evangelio como una lucha permanente por el cambio social.

Es difícil optar y mantenerse en un equilibrio nacido de una fe profunda y una praxis pastoral que vaya creando la coherencia entre fe y vida, oración y acción, compromiso por el Reino y compromiso social.

Diálogo con Cristo

Jesús, te pido que me des la madurez, la coherencia y el coraje para nunca tener miedo a la vida. Sé que nunca te alejas y lo que permites, aunque a veces no me guste o no lo entienda, tiene una buena razón de ser. Con tu gracia podré seguirte en todas las circunstancias de la vida, pero humildemente te suplico me des la fuerza de voluntad que necesito para serte siempre fiel.

Propósito

Vivir el Evangelio, transformarse cada uno para transformar la sociedad.