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jueves, 8 de agosto de 2013

LAS ESCONDIDAS


LAS ESCONDIDAS

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.

Cuando el ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, la LOCURA, como siempre tan loca, les propuso: "Vamos a jugar a las escondidas"... 


La INTRIGA, levanto la ceja intrigada y la CURIOSIDAD sin poder contenerse pregunto: ..."¿las escondidas?"... ¿y eso cómo es?. ; es el juego, explicó la LOCURA, en que yo me tapo los ojos y comienzo a contar de uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar al primero de ustedes que encuentre ocupara mi lugar para continuar el juego.


El ENTUSIASMO bailo entusiasmado, secundado por la EUFORIA; la ALEGRIA dio tantos saltos que terminó por convencer a la DUDA, e incluso a la APATÍA, a la que nunca le interesaba nada.

Pero no todos quisieron participar. La VERDAD prefirió no esconderse; ¿para qué? si al final siempre la hallaban.
La SOBERBIA opinó que era un juego tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiera sido de ella)
La COBARDÍA prefirió no arriesgarse.

1, 2, 3......... Comenzó a contar la LOCURA. 

La primera en esconderse fue la PEREZA que como siempre tan perezosa se dejo caer tras la primera piedra del camino. 
La FE subió al cielo, la ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con su esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol mas alto.


La GENEROSIDAD casi no alcanza a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos, que si un lago cristalino (el lago del espejo), ideal para la BELLEZA, que si una rendija hecha en un árbol, perfecto para la TIMIDEZ, que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD, que si una ráfaga de viento, magnifico para la LIBERTAD. Así termino por acurrucarse en un rayito de sol.

El EGOISMO en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio aireado, cómodo, pero solo para él.
La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris).
Y la PASIÓN y el DESEO, en el centro de los volcanes.
El OLVIDO... se me olvidó donde se escondió el OLVIDO... pero eso no importa.

Cuando la LOCURA contaba 999.999 el AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse pues todo lo encontraba ocupado. Hasta que divisó un rosal, y enternecido, decidió esconderse entre sus flores.

La primera en aparecer fue la PEREZA, a solo tres pasos detrás de una piedra. Después se escuchó a la FE discutiendo con Dios pues no todas sus aspiraciones habían sido satisfechas; la PASION y el DESEO descubiertas fueron pues salieron despavoridas entre el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la ENVIDIA y, claro, pudo deducir donde estaba el TRIUNFO.

Al EGOISMO no tuvo ni que buscarlo, el solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. 


De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la BELLEZA. Con la DUDA fue más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún en qué lado esconderse.


Así fue encontrando a todos al TALENTO entre la hierba fresca a la ANGUSTIA en una oscura cueva, a la MENTIRA detrás de un arco iris (mentira!, si estaba en el fondo del océano) y hasta el OLVIDO...que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas.

Pero sólo el AMOR no aparecía por ningún lado. La LOCURA busco en cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y, cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y pensó: ..." El AMOR, siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas "...
Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas cuando de pronto un doloroso grito se escuchó ... las espinas habían herido en los ojos al AMOR.

La LOCURA no sabía qué hacer para disculparse: imploró, lloró, pidió perdón y hasta prometio ser su lazarillo.......
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las escondidas, en la tierra "...¡ EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA ! ..."

EL RACIMO DE UVAS



EL RACIMO DE UVAS

Un día llamaron a la puerta de un convento, y abrió el
hermano portero llamado Barragán, este vio con asombro
que un hortelano de las tierras de al lado le
entregaba un hermoso racimo de uvas tan grande que le
causó admiración, diciéndole: hermano te regalo este
racimo de uvas en agradecimiento por la buena atención
que me prestas cada vez que vengo al convento, sin
pensarlo dos veces el hermano portero le dio las
gracias por tan precioso regalo y le dijo que no
tardarían mucho en dar cuenta de él.

Apenas salió el hortelano del convento ya se relamía
pensando en que se lo comería el solo y no decir nada
a los demás, al fin y al cabo se lo habían regalado
para él.

Lo lavó y dejó escurrir en un clavo que había colgado
en la pared, mirándolo con alegría por el gran festín
que le esperaba.

Pero la viva conciencia del hermano portero le hizo
pensar que en el convento había un hermano enfermo que
no gustaba de comer nada, debido a su enfermedad.
Este pensó para sí que sería una buena obra alegrarle
el día a este enfermo y de paso llenarle el estómago,
tan necesitado de alimento.

Sin pensarlo mucho descolgó el racimo de uvas y se fue
a la enfermería a regalárselo a tan delicado enfermo.
El enfermo al ver el racimo abrió los ojos
sobresaltado al ver su gran tamaño, y el portero le
dijo: Hermano Matías me han regalado este racimo para
mí, pero pensando en tu enfermedad y sabiendo que no
te apetece comer nada, quizás estas uvas te abran el
apetito, el hermano Matías se lo agradeció de corazón
que se hubiese acordado de él, diciéndole que si se
moría le tendría muy presente cuando estuviera en el
Cielo con Nuestro Señor. El portero le buscó una
fuente donde le colocó el racimo para que fuera
picando cuando gustara. Dejándolo solo, se fue para la
portería pensando en la gran obra que había hecho por
su hermano Matías.

El enfermo cogió el racimo como pudo e iba a dar buena
cuenta del, pero pensó que si lo dejaba haría un buen
sacrificio para remisión de sus pecados y bien
de su alma y decidió no comerlo y dárselo al hermano
enfermero que le atendía con tanta caridad y se
desvivía por él por las noches. 

Gritó al hermano enfermero pensando este que le
sucedía algo por la insistencia en que le llamaba.
Hermano Esteban me ha traído el hermano portero este
racimo para que lo degustara pensando en mi
enfermedad, pero pensé que, ya que no me
entra nada en el estómago y pudiérase que me hiciera
daño he pensado que te lo comas tú, que te portas tan
bien conmigo. El Hermano Esteban insistía en que
lo intentara comérselo pero cuanto más insistía el
enfermero mas lo rechazaba el enfermo. Este decidió
comérselo en su celda dándole las gracias por tan
precioso regalo.

Y mientras caminaba hacia su celda, pensó que mejor
que comérselo él, se lo daría al Hermano cocinero que
bien se esmeraba para que todos lo frailes comieran lo
poco que les llegaba de la huerta y de donativos. Bajó
a la cocina y encontrándose con Buenaventura el
hermano cocinero y topándose de bruces con él y el
racimo le dijo: mira, lo que me han regalado, pero te
lo regalo a ti para que saborees estas uvas tan
hermosas, como hermoso es tu corazón, el hermano
Buenaventura quitándole importancia a lo que decía, le
insistió que se lo diera mejor al prior ya que era tan
responsable con la comunidad.

Y así fue pasando el racimo de hermano en hermano por
todo el convento, hasta que llegó de nuevo a la
portería donde el hermano portero, extrañado y
perplejo por el suceso decidió que no diera más
vueltas el racimo de uvas, y ni corto ni perezoso se
lo comió con tal gusto que le pareció las uvas más
sabrosas que jamás hubiera comido.

Cuando das todo lo mejor de ti para con tus hermanos,
El Señor no te recompensa el treinta, ni el cincuenta
sino el ciento por uno...

DIOS TE NECESITA



DIOS TE NECESITA

Aquella tarde, la comunidad monástica hacía, en su oratorio, una plegaria de intercesión.

Una tras otra, se escuchaban las oraciones de los monjes: "Señor, te pido", "Señor, te pido", "Señor, te pido". También el Abad hacía su plegaria: "Señor, te pido...".

Por fín, todos callaron largamente. Hasta que de nuevo se dejó oír la voz del Abad: "Ahora, Señor, dinos en qué podemos ayudarte; te escuchamos en silencio".

Al cabo de un rato concluyó: "Gracias, Padre, porque quieres contar con nosotros". Y todos los monjes respondieron al unísono: "Amén".

(Porque habían comprendido que la oración, como el amor, tiene dos tiempos: dar y recibir, y que si falta uno de ellos, se muere.)

NUESTRA OFRENDA A DIOS EN LA MISA


Autor: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net
Nuestra ofrenda a Dios en la Misa

Cuando vamos a la Misa, nosotros llevamos al altar nuestra 

vida entera, para ofrecerla con el vino y el pan.
Nuestra ofrenda  a Dios en la Misa


¿Es cierto que el trabajo puede ser llevado al Altar como hostia personal nuestra?...

Todas las religiones han tenido siempre su centro en el altar. Todas han expresado el culto a Dios con el sacrificio. Las víctimas inmoladas --normalmente animales de uso doméstico--, eran la expresión del dominio de Dios sobre todas las criaturas.

El Cristianismo no es una excepción, y todo él converge en Jesucristo que se inmola en el altar de la Cruz.

Después, resucitado, el mismo Jesucristo --que en el Cielo está como víctima glorificada-- se hace presente en nuestros altares.

La Iglesia, entonces, no ofrece ni ofrecerá jamás otro sacrificio que el de Cristo, el que murió en el Calvario y el que ahora está a la derecha de Dios. Esto es el sacrificio de la Misa.

Pero, dirán algunos:

- Muy bien, ése es el sacrificio de Cristo. ¿Y el sacrificio personal mío, el que pueda ofrecer yo a Dios, dónde está?... Si Dios no acepta otro sacrificio que el de Jesús, ¿yo, qué puedo hacer?...

La pregunta es muy legítima. Y quién sabe si la respuesta a esta pregunta inquietante nos la dio, y muy acertada, aquel muchacho que trabajaba duro en el taller. El hierro era resistente, pero salía de la fragua, y del torno después, convertido en una pieza maestra, que, levantada a lo alto, le hacía exclamar al simpático obrero:
- ¡Qué hermoso es un eje bien hecho! Me parece que hay en él algo de Dios. Es un poco mi propia hostia.

¡Bien dicho! Cuando vamos a la Misa, no podemos ir con las manos vacías. Si no llevamos algo de la propia vida, algo que nos cueste, algo que signifique sacrificio, dolor, esfuerzo, lucha, deber..., asistiríamos --sólo asistiríamos-- al sacrificio de Cristo, pero no participaríamos en él.

Es decir, no tendríamos ninguna parte nuestra, porque no habríamos llevado nada nuestro para ofrecerlo a Dios. Para que sea sacrificio de Cristo y nuestro, hemos de aportar algo de la propia vida.

Cuando vamos a la Misa, nosotros llevamos al altar nuestra vida entera, para ofrecerla con el vino y el pan, que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, en un solo sacrificio para gloria de Dios.

Allí está nuestra oración, hostia de alabanza, salida de labios limpios, nos dice la misma Biblia. ¡Qué sacrificio tan inocente y tan bello!...

Allí está nuestra pureza de vida, nuestros cuerpos que se ofrecen como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios, como nos enseña San Pablo. ¡Bendita castidad la de los cristianos!...

Pero llevamos al altar, de modo especial, nuestro trabajo de cada día. En la Misa dominical, llevamos el de la semana entera. El trabajo que nos cansa, que nos rinde, que nos hace sudar, que nos aburre muchas veces. Ese trabajo es nuestra cruz, y es por eso también la gran aportación nuestra al sacrificio de Cristo.

Ese problema tan grave de nuestros días, la llamada cuestión social, se ha centrado siempre en la relación trabajo-capital. El capital mandaba, pues tenía todos los resortes en sus manos. Pero los obreros supieron salir por sus derechos, conculcados por los más fuertes. Se creó así una insostenible situación de injusticia y de violenta reacción. Al mantenerse firme el uno, y al verse desatendidas las legítimas reclamaciones de otros, ha venido tanta revolución, tanta guerra, tanta sangre.

Lo lamentable ha sido que en toda la cuestión social se ha tenido marginado a Dios. Los del capital, en la práctica de su religión, no ofrecían a Dios la hostia de su justicia, de su amor, de su caridad. Y los trabajadores, desdeñados, dejaron de mirarse en el Obrero de Nazaret, que nos descubrió a todos desde su taller dónde están los verdaderos valores de la vida.

El trabajo bien hecho --no el flojo y desganado del perezoso--, es una obra de Dios, al que prestamos nuestras manos para que Él siga realizando su tarea creadora.

El trabajo bien realizado por nosotros no se diferencia del de Jesús, el Carpintero de Nazaret, que decía de sí mismo:
- Yo trabajo, como trabaja siempre mi Padre.

Si nuestro trabajo es como el de Cristo, y el de Cristo como el del Padre, estemos seguros de que no podemos escoger para el altar una hostia propia nuestra, ni más agradable a Dios, como ese trabajo de cada día, hecho con la misma perfección del mismo Cristo y del mismo Dios....
Hebr. 13, 15. Rom. 12, 1. Jn. 5,17. 

ORACIÓN PERSONAL PARA LA COMUNIÓN ESPIRITUAL


ORACIÓN PERSONAL PARA LA COMUNIÓN ESPIRITUAL:

Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu santísima Madre; con el espíritu y fervor de los santos.

Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. 
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado,
ven a lo menos espiritualmente a mi corazón. 

(Pausa en silencio para adoración)

Como si ya te hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén.

ALMA DE CRISTO



ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a ti, para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA


LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA


Si bien al hablar del sacrificio de la Misa el Catecismo dice que "la Eucaristía es un sacrificio porque representa (=hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto" (C.E.C. 1366), algo semejante puede decirse de la Eucaristía como sacramento, pues Cristo que está en Ella resucitado, está en actitud oferente, en permanente ofrenda al Padre por nosotros.

La cumbre del culto a Dios es el Sacrificio de la Cruz que se renueva cada día en nuestros altares, pero como la permanencia de Cristo en las especies sacramentales hace referencia directa al Sacrificio eucarístico, bien puede decirse que los fines de la Misa se prolongan en el Sacramento: la adoración, impetración de perdón, la petición y la acción de gracias. Cristo Sacerdote permanece en la Eucaristía como mediador para que nuestro culto sea agradable al Padre.

La adoración eucarística es adoración a Cristo, verdadero Dios. Pero también es adoración al Padre a través de nuestro mediador que es Él: "La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con él, ella se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo presente sobre el altar da a todas a las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda" (C.E.C. 1368).

He aquí el sacerdocio común de todos los fieles, que por estar bautizados pueden dar culto agradable a Dios, y unidos a Cristo oferente en la Eucaristía (en el sacrificio de la Misa primordialmente) pueden participar del sacerdocio de Cristo, ofreciéndose ellos mismos y todas sus actividades en una total disponibilidad al Padre. El Sacramento de la Eucaristía, como prolongación del Sacrificio del Altar, es donde el cristiano puede -por Cristo, con Él y en Él- rendir el culto más excelso: adorar, dar gracias, pedir bienes y pedir perdón. "La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración" (Juan Pablo II, Carta Dominicae Cenae, 3).

Aunque la oración ante la Eucaristía no se sitúa en el ámbito de la liturgia sacramental, sino en el de la oración cristiana, sin embargo está en íntima relación con ella, ya que la presencia de Cristo en el pan consagrado es consecuencia del Memorial celebrado (de la Misa). Porque el Cuerpo y la Sangre de Cristo se hacen presentes en la celebración eucarística, puede ser adorada la eucaristía al permanecer las especies sacramentales.

Por eso no sólo en la celebración litúrgica, sino también fuera de la misa la eucaristía conserva su profundo sentido sacrificial, pascual y de comunión: "La exposición de la santísima Eucaristía, sea en el copón, sea en la custodia, lleva a los fieles a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo y les invita a la comunión de corazón con él. Así fomenta muy bien el culto en espíritu y en verdad que le es debido" (Eucharisticum mysterium, 60).

Esa comunicación con Cristo presente y cercano hace que se vayan imprimiendo en nosotros sus mismos sentimientos. La oración ante la Eucaristía se alimentará con las palabras del mismo Jesús en su evangelio, pero la sola meditación de su presencia eucarística mueve al orante en su actitud de acogida y escucha a advertir lo que Él quiere decirnos en su presencia silenciosa: la humildad, la generosidad, la pureza, la caridad..., y que el pan está allí para ser comido, y que ese pan que se entrega por muchos es signo de la comunión entre los cristianos.

EL EVANGELIO DE HOY: 08.08.2013

Autor: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net
La confesión de Pedro
Mateo 16, 13-23. Tiempo Ordinario. Cristo ha querido establecer una alianza conmigo porque me ama.
 
La confesión de Pedro
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23


Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!

Oración introductoria

Jesús, al igual que Pedro no me gusta, en muchas ocasiones, el camino que debo recorrer para aspirar a la santidad. Por eso hoy, con mucha fe y esperanza, te busco en la oración para suplicarte me concedas llegar a percibir tus sentimientos y conocer a fondo tu corazón. Que el centro de mi oración seas Tú, y no tanto mis problemas o dificultades personales.

Petición

Señor, que sepa reconocerte siempre como tu instrumento, porque Tú eres la única fuente que emana el bien que puedo hacer.

Meditación del Papa

Es un don de Dios: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos". Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?", en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena. Benedicto XVI, 21 de agosto de 2011.

Reflexión

La fidelidad de Dios es eterna y ha mantenido su promesa y su alianza de generación en generación, independientemente de las infidelidades, rebeldías, traiciones e idolatrías de su pueblo.

La historia del pueblo de Israel es este concatenarse de la fidelidad de Dios y de la infidelidad de su pueblo. La alianza encuentra su pleno cumplimiento en Cristo y en la fundación de su Iglesia. Cristo sella el inicio de la nueva alianza al fundar su Iglesia sobre los Apóstoles, con Pedro como fundamento visible en la tierra: el Papa. Y ratifica esta "alianza nueva y eterna" en el momento de la institución de la Eucaristía, memorial de su pasión redentora, pacto sellado en su Sangre preciosa para la remisión de todos los pecados.

La respuesta inspirada de Pedro –"esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en los cielos"– es el conocimiento interior prometido por Dios para aquellos con quienes establece la nueva alianza: "todos me conocerán". Su Iglesia es el nuevo pueblo, con un mandamiento nuevo, con una doctrina nueva, llamada a crear hombres nuevos bajo la guía del Vicario de Cristo, el sucesor de Pedro.

Señor, crea un mí un corazón nuevo para poder conocerte, amarte y vivir en tu Iglesia el mandamiento nuevo del amor, en respuesta a tu elección y a la nueva alianza que has querido establecer libremente conmigo porque me amas.

Propósito

Renunciar a algo que me cuesta mucho (como oir música un día), y ofrecerlo a Dios por aquellas personas que han perdido su fe.

Diálogo con Cristo

Gracias, Señor, porque siendo Hijo de Dios, has dado tu vida por mí, porque me amas. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu Palabra. Tú me conoces, sabes de mi debilidad, de mi temor al sacrificio, al dolor, por eso confío en Ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.