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martes, 9 de julio de 2013

ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN, SÚPLICA PARA TIEMPOS DIFÍCILES


ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN
SÚPLICA PARA TIEMPOS DIFÍCILES

"Tengo mil dificultades:
ayúdame.
De los enemigos del alma:
sálvame.
En mis desaciertos:
ilumíname.
En mis dudas y penas:
confórtame.
En mis enfermedades:
fortaléceme.
Cuando me desprecien:
anímame.
En las tentaciones:
defiéndeme.
En horas difíciles:
consuélame.
Con tu corazón maternal:
ámame.
Con tu inmenso poder:
protégeme.
Y en tus brazos al expirar:
recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén."

¿QUIÉNES SOMOS PARA QUEJARNOS ANTE DIOS?

Autor: Claudio de Castro | Fuente: Catholic.net
¿Quiénes somos para quejarnos ante Dios?
Ocurre que de pronto piensas que Dios te ha olvidado. Te asedian tantos problemas y no los puedes comprender.
 
¿Quiénes somos para quejarnos ante Dios?
Ocurre que de pronto piensas que Dios te ha olvidado. Te asedian tantos problemas y no los puedes comprender. Quedas envuelto en un torbellino del que parece no existir una salida.

Recientemente pasé por algo parecido, y sentí una gran confusión. Procuraba estar tranquilo y confiar en Jesús.

Solía visitarlo en el Sagrario para quejarme... ¿Hasta cuando?...

Y oraba con el Salmo 6:

Señor, no me reprendas en tu ira, ni me castigues si estás enojado.
Ten compasión de mí que estoy sin fuerzas; sáname pues no puedo sostenerme.
Aquí estoy sumamente perturbado, tú, Señor, ¿hasta cuando?...
Vuélvete a mí, Señor, salva mi vida, y líbrame por tu gran compasión.


Sentía entonces como si una voz interior me dijera:
-Lee a Job.

-¿Job?- me dije extrañado.

Y fue lo que empecé a hacer, y lo que te recomiendo cuando no entiendas lo que te ocurre, y cuando sientas que no puedes más.

Mientras escribo, tengo frente a mí una Biblia. Está abierta en el libro de Job. Ahora se ha vuelto un amigo entrañable. Me ayudó a comprender las enseñanzas de Nuestro Señor. ¿Quiénes somos para quejarnos ante Dios? ¿Acaso pensamos ofrecer nuestros sufrimientos por la salvación de las almas? No somos dignos de nada. Todo es gracia de Dios. Job lo supo bien:

Reconozco que lo puedes todo, y que eres capaz de realizar todos tus proyectos. Hablé sin inteligencia de cosas que no conocía, de cosas extraordinarias, superiores a mí. Yo sólo te conocía de oídas; pero ahora te han visto mis ojos. Por eso retiro mis palabras y hago penitencia sobre el polvo y la ceniza.
(Job 42,2-6)

Comprendes de pronto lo pequeño e insignificante que eres ante la inmensidad y magnificencia de Dios.

Parece como si Dios mismo te llevara al límite, para probar tu fe, fortalecerla y hacerte comprender que sin él nada podemos.

Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación. (Siracides 2,5)

A Él le agradan los hombres humildes, sencillos, rectos de corazón. Y nos enseña a ser como desea que seamos.





  • Preguntas o comentarios al autor
  • Claudio de Castro
     

    ¡NECESITABA UN ABRAZO!


    ¡NECESITABA UN ABRAZO!

    Hace veinte años, yo trabajaba como taxista para subsistir. Lo hacía en el turno de la noche y mi taxi se convirtió en un confesionario móvil. Los pasajeros se subían, se sentaban detrás de mí en total anonimato, y me contaban acerca de sus vidas. Encontré personas cuyas vidas me asombraban, me ennoblecían, me hacían reír y me deprimían. Pero ninguna me conmovió tanto como la mujer que recogí en una noche de agosto. 

    Respondí a una llamada de unos pequeños edificios en una tranquila parte de la ciudad. Asumí que recogería a algunos saliendo de una fiesta o un trabajador que tenía que llegar temprano a una fábrica de la zona industrial de la ciudad. Cuando llegué a las 2:30 am el edificio estaba oscuro excepto por una luz en la ventana del primer piso. Aunque la situación se veía peligrosa, yo siempre iba hacia la puerta. Este pasajero debe ser alguien que necesita de mi ayuda, razoné para mí. 

    Por lo tanto caminé hacia la puerta y toqué... "un minuto" respondió una frágil voz. Pude escuchar que algo era arrastrado a través del piso, después de una larga pausa, la puerta se abrió. 
    Una pequeña mujer de unos ochenta años se paró enfrente de mí. Ella llevaba puesto un vestido floreado, y un sombrero con un velo, como alguien de una película de los años 40. A su lado, una pequeña maleta de nylon. El apartamento se veía como si nadie hubiera vivido ahí durante muchos años. Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas, no había relojes en las paredes, ninguna baratija o utensilio. En la esquina había una caja de cartón llena de fotos y una vajilla de cristal. La señora repetía su agradecimiento por mi gentileza.
    - "No es nada", le dije. "Yo sólo intento tratar a mis pasajeros de la forma que me gustaría que mi mamá fuera tratada". 
    - "Oh, estoy segura de que es un buen hijo", dijo ella. Cuando llegamos al taxi me dio una dirección, entonces preguntó: - "¿Podría llevarme a través del centro?".
    - "Ese no es el camino más corto", le respondí rápidamente.
    - "Oh, no importa", dijo ella, "No tengo prisa, voy camino del asilo". La miré por el espejo retrovisor, sus ojos estaban llorosos. 
    - "No tengo familia"- ella continuó, "el doctor dice que no me queda mucho tiempo". Tranquilamente estiré mi brazo y apagué el taxímetro.
    - "¿Qué ruta le gustaría que tomara?", le pregunté. Por las siguientes dos horas, conduje  a través de la ciudad. Ella me enseñó el edificio donde había trabajado como operadora de elevadores. Me dirigí hacia el vecindario donde ella y su esposo habían vivido cuando ellos eran recién casados. Ella me pidió que nos detuviéramos enfrente de un almacén de muebles donde una vez hubo un salón de baile, al que ella iba a bailar cuando era joven. Algunas veces me pedía que pasara lentamente enfrente de un edificio en particular o una esquina y veía en la oscuridad, y no decía nada. Con el primer rayo de sol apareciéndose en el horizonte, ella repentinamente dijo:
    - "Estoy cansada, vámonos ahora". 

    Me dirigí en silencio hacia la dirección que ella me había dado. Era un edificio bajo, como una pequeña casa de convalecencia, con un camino para autos que pasaba bajo un pórtico. 
    Dos asistentes vinieron hacia el taxi tan pronto como pudieron. Debían haber estado esperándola. Yo abrí la cajuela y dejé la pequeña maleta en la puerta. La mujer estaba lista para sentarse en una silla de ruedas.
    - "¿Cuánto le debo?", ella preguntó, buscando en su bolsa.
    - "Nada", le dije.
    - "Tienes que vivir de algo", ella respondió.
    - "Habrá otros pasajeros", yo respondí. Casi sin pensarlo, me agaché y la abracé. Ella me sostuvo con fuerza, y dijo:
    - "¡¡¡Necesitaba un abrazo!!!".

    Apreté su mano, entonces caminé hacia la luz de la mañana. Atrás de mí una puerta se cerró, fue un sonido de una vida concluída. No recogí a ningún pasajero en ese turno, vagué sin rumbo por el resto del día. No podía hablar, ¿Qué habría pasado si a la mujer la hubiese recogido un conductor malhumorado o alguno que estuviera impaciente por terminar su turno?, ¿Qué habría pasado si hubiera rehusado a atender la llamada, o hubiera tocado el claxon una vez, y me hubiera ido? . En una vista rápida, no creo que haya hecho algo más importante en mi vida. Estamos condicionados a pensar que nuestras vidas están llenas de grandes momentos, pero los grandes momentos son los que nos atrapan bellamente desprevenidos, en los que otras personas pensarán que sólo son pequeños momentos. La gente tal vez no recuerde exactamente lo que tú hiciste o lo que dijiste... pero siempre recordarán cómo los hiciste sentir.

    EL CIEGO BARTIMEO


    EL CIEGO BARTIMEO

    Nos ha podido ocurrir en variadas y numerosas ocasiones. Hemos entrado a una óptica y, antes de sentarnos frente al oftalmólogo, hemos optado por contemplar y pensar en la montura que más nos gustaba como adorno y resorte de las lentes.

    Al leer detenidamente el relato evangélico de este domingo ordinario XXX concluyo que corremos ese riesgo: pedimos lo que es secundario para nuestra felicidad y obviamos aquello que, en verdad, nos la consigue.

    Bartimeo no se anduvo con chiquitas. Cuando Jesús se le acercó y le preguntó “¿qué quieres que haga por ti?”…podría haber pedido el oro y el moro, la luna a sus pies o el sol las veinticuatro horas del día:

    -Una mejor posición social

    -Una salida a su vida familiar

    -Una mayor comprensión en su entorno, etc.


    ¡ Pero... no !,  no se conformó con solicitar de Jesús Maestro unas simples y bonitas “monturas” para su vida. Pretendió, pidió y obtuvo lo más importante para su existencia: ¡VER! 

    Muchos de los amigos que nos rodean viven en una catarata crónica (incluso también nosotros); confundimos la realidad con la verdad, la salvación con la felicidad momentánea, la paz interior con el puro fuego de artificio que se disparan desde tantos cañones interesados y ruidosos. El viejo adagio “ojos que no ven, corazón que no siente” se convierte también en pauta para pasar de largo ante la miseria humana.



    ¡SEÑOR…QUE PUEDA VER!

    Que sea consciente de las cegueras que salen a mi encuentro.

    Que esté dispuesto, siempre que haga falta, a reconocer que el mejor oftalmólogo para mis ojos eres Tú; que la escucha del Evangelio es la mejor receta, la eucaristía el colirium más saludable y certero, la oración la mejor intervención quirúrgica para saber hacia dónde y cómo mirar, una iglesia la mejor consulta para la miopía.



    ¡SEÑOR…QUE PUEDA VER!

    Es el mundo quien al borde del camino… necesita una palabra de aliento.

    Es la humanidad despistada y envilecida… llena pero vacía.

    Es el ser humano que quiere… y no puede dirigirse en la dirección adecuada.

    Es la tierra que en un afán de verlo y entenderlo todo… se niega a la visión de Dios.

    Es el grito de aquellos que queremos estrenar “gafas nuevas” para andar por caminos nuevos sin miedo a caernos.


    Que no seamos como aquel hermano nuestro que, no reconociendo la disminución en su vista, al pasar por delante de una consulta médica y confundiendo un árbol con un peatón le dijo: “yo no necesito ningún oftalmólogo…gracias a Dios veo muy bien”.

    La FE, entre otras cosas, son los OJOS para situarse ante las personas, ante los acontecimientos de la vida, ante nosotros mismos, ante las dificultades o los éxitos, etc.,con una dimensión más profunda y verdadera: JESÚS.


    Autor del texto: Padre J. Leoz

    EL PAQUETE DE GALLETAS



    EL PAQUETE DE GALLETAS

    Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación, le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Para pasar el tiempo buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.

    Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente la señora observó como aquel muchacho sin decir una sola palabra estiraba la mano agarraba el paquete de galletas lo abría y comenzaba a comerlas una a una despreocupadamente.

    La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera pero tampoco dejar pasar aquella situación, así que con un gesto exagerado sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

    Como respuesta el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió.

    La señora, ya enojada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio volvió a comer otra manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

    El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada y el muchacho cada vez más sonriente.

    Finalmente la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.

    Con calma el joven alargó la mano tomó la última galleta y con mucha suavidad la partió exactamente por la mitad. Así con un gesto amoroso ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.

    - Gracias, dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
    - De nada, contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.

    Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el anden y pensó: "¡Qué insolente, qué mal educado ser de nuestro mundo!"

    Sin dejar de mirar con resentimiento al joven sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró dentro de su cartera su paquete de galletas intacto.

    EL EVANGELIO DE HOY: 09.07.2013

    Autor: H. Luis Fernando Hernández | Fuente: Catholic.net
    La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos
    Mateo 9, 32-38. Tiempo Ordinario. Cuando me ve fatigado y abatido, no piensa que soy un amargado e ingrato, sino que tiene siempre compasión de mí.
     
    La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos
    Del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38

    En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel».Pero los fariseos decían: «Él expulsa a los demonios por obra del príncipe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies».

    Oración introductoria 

    Tú sabes, Jesús, lo que tengo en mi corazón. Te pido que me ayudes a acudir con un corazón abierto a ti. Soy también yo una de tus ovejas, ten compasión de mí. Dispón mi corazón para hacer esta meditación contigo.

    Petición

    Jesús, sé mi pastor y danos sacerdotes según tu corazón.

    Meditación del Papa 

    Queridos hermanos y hermanas, verdaderamente el mandato misionero encomendado por Cristo a los Apóstoles nos compromete a todos. [...] Con todo, no conviene olvidar que la primera y principal aportación que debemos dar a la acción misionera de la Iglesia es la oración. "La mies es mucha -dice el Señor-- y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies". "Orad, pues venerables hermanos y amados hijos -escribió hace cincuenta años el Papa Pío XII de venerada memoria-: orad más y más, y sin cesar. No dejéis de llevar vuestro pensamiento y vuestra preocupación hacia las inmensas necesidades espirituales de tantos pueblos todavía tan alejados de la verdadera fe, o bien tan privados de socorros para perseverar en ella". Y exhortaba a multiplicar las misas celebradas por las misiones, pues "son las intenciones mismas de nuestro Señor, que ama a su Iglesia y que la quisiera ver extendida y floreciente por todos los lugares de la tierra". (Benedicto XVI, 27 de mayo de 2007).

    Reflexión

    Jesús, visto sin prejuicios, se nos presenta bondadoso y amable. Cuando me ve fatigado y abatido, no piensa que soy un amargado e ingrato, sino que tiene siempre compasión de mí. Por eso, Jesús nos compara con las ovejas. Las ovejas son blancas, dóciles y mansas. Por algo decimos "manso como un cordero...". Jesús ve en nosotros ovejas, no por considerarnos inferiores, sino porque Él se considera nuestro pastor. El Señor es mi pastor, nada me falta (salmo 22).

    La relación entre un pastor y sus ovejas es muy singular: no deja de vigilarlas, sabe cuántas tiene, las conoce a todas. Jesús recorría todas las ciudades en su tiempo. Ahora lo sigue haciendo: recorre todos los lugares de nuestra vida y nuestra alma. Nos enseña en nuestro interior. Proclama en nuestros corazones la Buena Nueva y cura nuestras enfermedades.

    A la oveja, a mí, corresponde dejar entrar a Jesús; he de ser dócil, si quiero aprender de sus palabras. Cuando leo el Evangelio, lo escucho a Él. Cuando me confieso, Él sana mis males.
    Tenemos que pedir por los trabajadores, pues son pocos. Es algo que nos pide Jesús en este evangelio: que no dejemos de rogar por las vocaciones.

    Jesús es el Buen Pastor. ¿Cuántas veces tengo necesidad del Buen Pastor? Los sacerdotes son los pastores que ayudan a Cristo a cuidar su rebaño. ¿Cuántas personas tenemos necesidad de los pastores que ayudan al Buen Pastor?

    Dado que Cristo nos dice que pidamos al dueño de la mies por las vocaciones, hemos de tomar muy en serio esta petición.

    Propósito 

    Invitaré a una persona o amigo a rezar un padrenuestro y avemaría por las vocaciones.

    Dialogo con Cristo 

    Jesús, mi Buen Pastor, te agradezco todos los cuidados que tienes para conmigo. No soy digno de ser tu oveja, pero, dado que lo soy, nunca te apartes de mí. Soy débil y sé que lo soy, por eso, nunca permitas que me aleje de ti, que nunca me aleje de tu rebaño.
    Además, Jesús, te pido aquello que tú me pides: danos sacerdotes santos según tu corazón.


    «Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras.»
    De las Homilías de San Gregorio Magno, papa, sobre los evangelios
    (Homilía 14, 3-6: PL 76, 1129-1130)



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  • H. Luis Fernando Hernán