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viernes, 21 de junio de 2013
ORACIÓN POR EL PAPA FRANCISCO
ORACIÓN POR EL PAPA FRANCISCO
Oh Jesús, Rey y Señor de la Iglesia: renuevo en tu presencia mi adhesión incondicional a tu Vicario en la tierra, el Papa FRANCISCO. En él tú has querido mostrarnos el camino seguro y cierto que debemos seguir en medio de la desorientación, la inquietud y el desasosiego. Creo firmemente que por medio de él tú nos gobiernas, enseñas y santificas, y bajo su cayado formamos la verdadera Iglesia: una, santa, católica y apostólica.
Concédeme la gracia de amar, vivir y propagar como hijo fiel sus enseñanzas. Cuida su vida, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad. Aplaca los vientos erosivos de la infidelidad y la desobediencia, y concédenos que, en torno a él, tu Iglesia se conserve unida, firme en el creer y en el obrar, y sea así el instrumento de tu redención. Así sea.
Autor: Marcial Maciel
ALMUERZO CON DIOS
ALMUERZO CON DIOS
Había una vez un pequeño niño que quería conocer a Dios. Él sabía que era un largo viaje llegar hasta donde Dios vivía, así es que preparó su mochila con sandwiches y botellas de leche chocolatada y comenzó su viaje.
Cuando había andado tres cuadras, se encontró con un viejecita. Ella estaba sentada en el parque observando a unas palomas.
El niño se sentó a su lado y abrió su mochila. Estaba a punto de tomar un trago de su leche chocolatada cuando notó que la viejecita parecía hambrienta, así es que le ofreció un sandwich. Ella agradecida lo aceptó y le sonrió. Su sonrisa era tan hermosa que el niño quiso verla otra vez, así que le ofreció una leche chocolatada. Una vez más, ella le sonrió. El niño estaba encantado.
Permanecieron sentados allí toda la tarde comiendo y sonriendo, aunque nunca se dijeron ni una palabra. A medida que oscurecía, el niño se dio cuenta de cuan cansado estaba y se levantó para marcharse. Antes de dar unos pasos más, se dio la vuelta, corrió hacia la viejecita y le dio un abrazo. Ella le ofreció su sonrisa más amplia.
Cuando el niño abrió la puerta de su casa un rato más tarde, a su madre le sorprendió la alegría en su rostro. Ella le preguntó: "¿Qué hiciste hoy que te puso tan contento?" Él le respondió: "Almorcé con Dios." Pero antes de que su madre pudiese responder añadió: "¿Y sabes qué? ¡Ella tiene la sonrisa más hermosa que he visto!"
Mientras tanto la viejecita, también radiante de dicha, regresó a su casa. Su vecina estaba impresionada con el reflejo de paz sobre su rostro, y le preguntó: "¿Qué hiciste hoy que te puso tan contenta?" Ella respondió: "Yo comí sandwiches con Dios en el parque". Pero antes de que su vecina respondiera a esto, añadió: "¿Sabes?, es mucho más joven de lo que esperaba."
COMO CONQUISTAR LA PAZ INTERIOR
Cómo conquistar la paz interior
Hay personas que atraen, que sin querer ser el centro de la atención la captan con facilidad, con las que es agradable compartir, con las que uno se siente desde el principio como en familia; que tienen “un algo” que les hace amables (es más fácil quererles o amarles); estas personas tienen una característica común: la alegría.
Es que, cuando uno está cerca de alguien alegre te la pasas bien, no sólo por que nos hace reír, sino por que ve la vida con optimismo y eso es contagioso. No me refiero a los que se pasan haciendo bromas, algunas pesadas, a los que a veces hieren a quienes están a su alrededor para mostrar lo ingeniosos que son o a los que a veces “caen mal” por querer hacerse los chistosos o los demasiado simpáticos. No, me refiero a una actitud un poco más pasiva, pero que se nota enseguida, a las personas que transmiten paz. Para los que transmiten paz parecería que los problemas no existen, o que por lo menos no son tan graves. Y una persona que transmite paz está siempre feliz, siempre con una sonrisa en los labios, eso refleja algo que lleva dentro. Refleja la paz interior.
Yo me imagino a Jesús así. Siempre con una sonrisa, siempre con una palabra amable, dando ánimos y pasándola bien con los que están a su alrededor. Por eso, si viste la película de la Pasión de Mel Gibson, estarás de acuerdo conmigo de que la mejor escena es el flash back de cuando Jesús juega con su madre.
Ese sentido de alegría constante, de paz es algo que atrae mucho a las personas. Pero cual es el secreto para conquistar esa paz. Quisiera comentar brevemente dos textos que nos pueden ayudar a buscar este significado:
1 Me escribes y copio: "Mi gozo y mi paz. Nunca podré tener verdadera alegría si no tengo paz. ¿Y qué es la paz? La paz es algo muy relacionado con la guerra. La paz es consecuencia de la victoria. La paz exige de mí una continua lucha. Sin lucha no podré tener paz".
Este sencillo punto de camino nos pone ante una realidad bien clara, no se puede tener verdadera alegría sino se tiene paz. Desde este punto de vista, se ve cómo la paz del espíritu no puede ser resultado de un equilibrio, de hacer un mix entre “las cosas que nos gustan” y las cosas de Dios. Es más bien la realización de una tarea que empeña toda la vida, como es la lucha por llegar a nuestro último fin, llegar a Dios.
La vida del hombre es un camino que puede llegar a distintos puertos, a distintos finales. Lo importante es que nuestro camino termine en Dios. Pero, durante este caminar debemos luchar contra algunos espejismos que se nos presentan agradables y atractivos, pero que nos conducen hacia la angustia y el miedo, que nos separan de nuestra meta. Estos espejismos son los del placer, los del culto al propio yo, los de la sensualidad o los de la pereza, que nos apartan del verdadero camino y de la verdadera fuente de la paz interior: el amor a Dios.
El amor a Dios, que es nuestro último fin, no sólo corrige el apego a estos espejismos, falsos o aparentes, sino que llena y satisface todas las inclinaciones humanas, llenando el corazón de paz y de alegría.
2 Nos interesa destacar el secreto de la insondable alegría que Jesús lleva dentro de sí y que le es propia. Es sobre todo el evangelio de san Juan el que nos descorre el velo, descubriéndonos las palabras íntimas del Hijo de Dios hecho hombre. Si Jesús irradia esa paz, esa seguridad, esa alegría, esa disponibilidad, se debe al amor inefable con que se sabe amado por su Padre.
Podemos decir que Jesús tiene esa paz por que se sabe amado por su Padre, y por un Padre que es Todopoderoso. Y es que, quien puede tener miedo de algo cuando cuentas siempre con un Padre que te puede sacar adelante frente a cualquier problema, a cualquier dificultad. Si, como dice San Pablo, todo lo que sucede es para el bien de los que aman a Dios. Cómo perder la paz ante las contrariedades si todo lo que me pasa lo quiere Dios, si además ese Dios no me pide que gane todas las batallas sino simplemente que ponga lo mejor de mi. Sí, Dios sólo nos pide una buena voluntad. Y basta. Si tenemos buena voluntad se contenta con cualquier resultado.
La paz cristiana procede del abandono en Dios, de arrojar sobre El todas las preocupaciones, tomando a cambio el yugo de su mansedumbre y humildad. El Señor es el único que puede dar la paz: «no os la doy, como la da el mundo» Jn 14,27, porque efectivamente nada ni nadie la puede quitar, porque es sobrenatural, fruto de la sabiduría de las cosas del espíritu, donación del Espíritu Santo, y anticipo de la paz y descanso perfecto, lleno de felicidad, del cielo.
Podemos decir que la paz interior incluye, en primer término, el conocimiento y la aceptación de sí mismo: de la propia realidad actual -en sus aspectos positivos y negativos, deslucidos y brillantes-, y de los vínculos -condicionamientos, derechos y deberes legítimos- libremente contraídos en el pasado. Pero la paz también comporta una visión prometedora y segura del propio futuro. Por eso, se le oponen la actitud de descontento habitual ante la vida, así como la incertidumbre del porvenir. Podemos terminar con la frase de la escritura que tantas veces nos repitió Juan Pablo II: “No tengáis miedo”, ni al presente ni al futuro que si nos decidimos a servir a Dios siempre encontraremos esta paz.
1 San Josemaría, Camino, No. 308
2 Pablo VI, Exhortación Apostólica GAUDETE IN DOMINO
EL EVANGELIO DE HOY:21.06.2013
Autor: Roberto Villatoro | Fuente: Catholic.net Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón | |
Mateo 6, 19-23. Tiempo Ordinario. Hemos visto con claridad la luz de Dios en nuestra vida, su amor, su misericordia. Pero la queremos ahogar o esconder, cubriéndola con nuestros problemas. | |
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón. Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!". Oración introductoria Ayúdame a ver con los ojos de la fe. Que todo acontecimiento en mi vida y en la de los demás, lo vea en el plano sobrenatural. Que vea con tus ojos, y así pueda servirte a ti y a mis hermanos los hombres. Ayúdame, pues sé que solo no podré, pero con tu gracia no se nublará mi vista. Y viéndote con claridad en mi vida te sirva sólo a ti. Petición Señor Jesús, te entrego mis ojos para ver como Tú ves. Meditación del Papa De la introducción a la Oración sacerdotal de Jesús (cf. Jn 17, 1), el Canon usa luego las palabras: "elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso". El Señor nos enseña a levantar los ojos y sobre todo el corazón. A levantar la mirada, apartándola de las cosas del mundo, a orientarnos hacia Dios en la oración y así elevar nuestro ánimo. En un himno de la Liturgia de las Horas pedimos al Señor que custodie nuestros ojos, para que no acojan ni dejen que en nosotros entren las "vanitates", las vanidades, la banalidad, lo que sólo es apariencia. Pidamos que a través de los ojos no entre el mal en nosotros, falsificando y ensuciando así nuestro ser. Pero queremos pedir sobre todo que tengamos ojos que vean todo lo que es verdadero, luminoso y bueno, para que seamos capaces de ver la presencia de Dios en el mundo. Pidamos, para que miremos el mundo con ojos de amor, con los ojos de Jesús, reconociendo así a los hermanos y las hermanas que nos necesitan, que están esperando nuestra palabra y nuestra acción. Benedicto XVI, Homilía en la Misa «IN CENA DOMINI», Jueves Santo 9 de abril de 2009. Reflexión Juan Pablo II en una ocasión dijo que no podíamos negar en la oscuridad, en momentos difíciles, lo que hemos podido ver con claridad en la luz. Y es que en algún momento de nuestra vida, hemos visto con claridad la luz de Dios en nuestra vida, su amor, su misericordia. Pero en ocasiones, la queremos ahogar o esconder, cubriéndola con nuestros problemas, o incluso con nuestros éxitos. Sin embargo, sabemos que la hemos visto. Y esa luz que hemos visto, no podemos negarla ante la primera adversidad, o esconderla en los momentos de éxito. Hemos visto, hemos sido testigos. Por eso debemos cuidar siempre que nuestra vista no se nuble. Asegurarnos, y pedirle a Dios la gracia. De manera que podamos únicamente servir a un solo Señor. Propósito Veré la mano de Dios en las cosas sencillas de mi vida ordinaria. Diálogo con Cristo Señor, ayúdame a ver la claridad de tu luz. Que no sea ciego a tu amor, a tu fidelidad, a tu constante intervención en mi vida. Que ante tantas “lucecitas del pecado”, que me ofrecen una felicidad incierta, brille ante todo tu luz en mi vida. Y que, con mis obras, refleje tu luz, para que mis hermanos puedan alabarte y servirte también a ti. Es propio de la luz el iluminar en cualquier parte en que se encuentre (San Hilario, Catena Aurea, vol. I, p. 263) |