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miércoles, 27 de marzo de 2013

GUÍAME...

Guíame
Autor:  Padre Ignacio Larrañaga


Guíame, clara luz, a través de las tinieblas que me rodean, llévame cada vez más adelante. La noche está oscura y estoy lejos de casa, condúceme Tú cada vez más adelante.

Guía mis pasos: no te pido que me hagas ver desde ahora lo que me reservas para más adelante. Un sólo paso más es bastante para mí, por el momento. No siempre he sido así; ni tampoco he rezado siempre para que Tú me condujeras. Me gustaba elegir mi propio camino; pero ahora te pido que me guíes Tú siempre más adelante. Ansiaba los días de gloria y el orgullo dirigía mis pasos: ¡oh! no te acuerdes de esos años ya pasados.

Tu poder me ha bendecido largamente y sin duda ahora también sabrá conducirme por la estepa y los pantanos, por el pedregal y los abruptos torrentes, hasta que la noche haya pasado y sonría el amanecer.

Por la mañana, aquellos rostros de ángeles que había amado por largo tiempo y que durante una época perdía de vista, volverán a sonreír.

Guíame, clara Luz, llévame cada vez más adelante.

EL SILENCIO


El silencio
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD


Cuentan que el abad Hiperiquio decía: “Es mejor comer carne y beber vino que, mediante la calumnia, devorar a tu hermano”.

            “Hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar” (Eclo 3,7). Claro está que dedicamos mucho tiempo a hablar y poco tiempo a escuchar, a permanecer en silencio. Es curioso observar cómo por medio de la palabra, que se nos ha dado para comunicarnos, engañamos y nos engañamos. “En ningún siglo, ha escrito Ignacio Silone, la palabra ha sido tan pervertida, como lo está ahora, alejada de su finalidad que es la comunicación entre los hombres”.

            La palabra y el silencio no son enemigos. La palabra debe nacer del silencio y éste de la palabra. Dios hace enmudecer a los charlatanes y perdidos, gente sin fe, como a Zacarías, y hace hablar a los mudos para que puedan abrirse a Dios y cantar sus maravillas.

            Hay otros medios de comunicación, además de la palabra. Uno de ellos es el silencio. El silencio no es ausencia de ruido, mutismo, no es desamor a la palabra, no es algo negativo. El silencio es la expresión de nuestro mundo interior. “Por el silencio se reconocen los que llevan a Dios en su corazón” (G. Tersteegen). Es un “gran maestro de verdad” (Psichari). “Si amas la verdad, sé amante del silencio; a semejanza del sol, él te hará luminoso ante Dios y te librará de los fantasmas de la ignorancia; el silencio te unirá al mismo Dios. Es, sin duda, valiosísimo para la persona.

            El silencio busca la soledad. “Nuestra alma tiene necesidad de soledad. En la soledad, si el alma está atenta, Dios se deja ver. La multitud es ruidosa. Para ver a Dios es necesario el silencio” (san Agustín).

El silencio es el lenguaje de Dios. Abarca a toda la persona: ojos, oídos, voz, imaginación, memoria, corazón, mente, voluntad...
            Es necesario, pues, aprender a callar, a valorar el silencio, a escuchar a Dios, a los otros y a uno mismo. Basta observar la naturaleza para darse cuenta de cómo todo se realiza en silencio: el morir del grano de trigo, el crecimiento y su madurez... El árbol produce sus flores y frutos en silencio. Quienes visitan los monasterios quedan impresionados de la densidad del silencio que reina allí...

NADA TE TURBE


        Nada te turbe
        Autor: Basado en la oración de Teresa de Jesús


        En todos tus trabajos
        a Dios acude;
        arrójate en sus brazos,
        nada te turbe.

        No temas, no, a las cruces,
        mira adelante;
        que Dios está contigo;
        nada te espante.

        Mira que el sufrimiento
        con Él es nada,
        y presto como el viento
        todo se pasa.

        Y aunque su ausencia sea
        porfiada y cruda,
        tú más en Él espera,
        que Él no se muda.

        Y si aún dura en su ausencia,
        ten más confianza;
        mira que la paciencia
        todo lo alcanza.

        Que si contigo tienes
        a Dios por gracia,
        no anheles ya más bienes:
        Que sólo Él basta.

Explicar la Semana Santa a niños y adolescentes

 

Explicar la Semana Santa a niños y adolescentes

Se hace necesario hoy en día explicar el sentido de las fiestas que vivimos más o menos inconscientemente, debido a que las vemos y disfrutamos más como vacaciones que por aquel motivo que ha sido su origen y las da verdadero sentido.

Explicar los días fundamentales, a niños y adolescentes, de este momento litúrgico: Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, Jueves Santo en la cena del Señor, Viernes Santo de la Pasión del Señor y Domingo de Resurrección, así como su simbología y la centralidad del Jueves Santo (en relación con la Pascua Judía y la luna llena, por ejemplo, centrando la distribución de los días movibles del año litúrgico) quizá no sea suficiente, aunque no sea del todo escaso.
La Semana Santa es uno de esos períodos en los que, si nos descuidamos y no hacemos nada por evitarlo, quizá se acaben convirtiendo para muchos en una especie de “vacaciones de primavera”, como Navidad pudiera decaer en unas meras “vacaciones de invierno”.

Pienso que es previo y preciso, ante todo, hacer un ejercicio de consciencia respecto de cómo estamos pasando, o tenemos previsto pasar, estos días tan importantes para todos los fieles cristianos. Dónde vamos, qué hacemos, cómo vivimos, qué oficios tenemos ocasión de compartir con otros, cómo nos sentimos, qué pensamos,… porque esta última semana de Nuestro Señor en la tierra puede hacernos caer en la cuenta, cada vez más profundamente, acerca de cuál es nuestra misión aquí y la esperanza a la que estamos llamados.

Presentar bien el verdadero significado del fin de este tiempo requiere centrarlo en el Triduo Pascual (“sacratísimo triduo del Crucificado, del Sepultado y del Resucitado”), que va desde la Misa vespertina del Jueves Santo en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, celebrando la Iglesia los grandes misterios de la redención humana, en íntima Comunión con Cristo su Esposo.

El Domingo de Ramos marca la actitud de servicio de Nuestro Señor, que proclama su mensaje y es perseguido y muere para liberarnos del pecado. Pide nuestra alabanza personal, nuestro acompañamiento también, por su humildad y amor entregado.
Con la hora intermedia del Jueves Santo termina la Cuaresma y comienza el Triduo Pascual que nos conducirá hasta la Vigilia Pascual. Celebramos que Jesús pasa de este mundo al Padre habiendo amado a los suyos hasta el extremo.

El Viernes Santo, con la narración de la Pasión, volvemos a la idea de Jesús como siervo de Yahvé. Jesús sufre la muerte para salvar a todos. Aunque el ayuno y abstinencia de estas fechas sobre todo es propio de este día, también se recomienda el Sábado Santo, para vivir más intensamente la permanencia de la Iglesia junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte.

La Santa Vigilia Pascual tiene lugar en una noche de vela en honor de Señor, conmemorando la Noche Santa en que el Señor resucitó y es la “madre de todas las Santas Vigilias” (san Agustín). Esperamos la Resurrección del Señor y la celebramos con los sacramentos de la iniciación cristiana. Esta Vigilia es figura de la Pascua auténtica de Cristo que celebramos el día siguiente: el Domingo de Pascua, la solemnidad de las solemnidades.