Páginas

miércoles, 9 de enero de 2013

EL EVANGELIO DE HOY

Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
Jesús caminando por el mar
Marcos 6, 45-52. Es Él realmente quien viene a nuestro encuentro en los momentos de dificultad.
 
Jesús caminando por el mar
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 45-52

En aquel tiempo, después de la multiplicación de los panes, Jesús apremió a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra. Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no temáis». Subió entonces con ellos a la barca, y el viento se calmó, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.

Oración introductoria

Señor, al inicio de esta oración quiero ponerme en tu presencia, porque mi mente también esta embotada. Sé que Tú me ves, me escuchas, me conoces, me inspiras. Que tu presencia amorosa en esta meditación no me haga temer, sino confiar más en tu Providencia.

Petición

Señor, no dejes nunca que desconfíe de Ti. Sé Tú mi fortaleza y mi gran seguridad.

Meditación del Papa

El Señor, en oración, los ve y se acerca a ellos caminando sobre las aguas. Se puede comprender el susto de los discípulos al ver a Jesús caminando sobre las aguas; "se habían sobresaltado" y se pusieron a gritar. Pero Jesús les dice sosegadamente: "Ánimo, soy yo, no tengáis miedo". A primera vista, este "Soy yo" parece una simple fórmula de identificación con la que Jesús se da a conocer intentando aplacar el miedo de los suyos. Pero esta explicación es solamente parcial. En efecto, Jesús sube después a la barca y el viento se calma; Juan añade que enseguida llegaron a la orilla. El detalle curioso es que entonces los discípulos se asustaron de verdad: "estaban en el colmo del estupor", dice Marcos drásticamente. ¿Por qué? En todo caso, el miedo de los discípulos provocado inicialmente por la visión de un fantasma no aplaca todo su temor, sino que aumenta y llega a su culmen precisamente en el instante en que Jesús sube a la barca y el viento se calma repentinamente. Se trata, evidentemente, del típico temor "teofánico", el temor que invade al hombre cuando se ve ante la presencia directa de Dios. (Ratzinger Joseph, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primer parte, p. 139.

Reflexion

Una constante en Jesucristo es que cuando se encuentra solo toma ese tiempo para platicar con su Padre. ¿Cuánto desearía Cristo estos momentos de oración? Por eso despide a sus discípulos y se preocupa de que los demás vayan tranquilos a sus casas.

¿Qué amor tiene Dios por sus hijos, que los despide uno a uno deseándoles lo mejor para el viaje? Imagínate que es Dios amoroso quien te invita todos los días a vivir cerca de Él. Dios nos da un ejemplo grandísimo: después de un día lleno de trabajo, se aleja en la montaña para orar. Eso hay que hacerlo todos los días, al final de la jornada, para agradecer de la manera más fácil a Dios por los beneficios recibidos.

Es Él realmente quien viene a nuestro encuentro en los momentos de dificultad. Viene como un Padre amoroso que quiere ayudarnos. Por eso no nos sintamos como los apóstoles, que ante el cansancio de una noche de trabajo no le reconocemos al acercarse. El nos dice: "Ánimo, no temáis". Por lo tanto, refugiémonos en la fe, porque ella nos dará la certeza de estar siempre cerca de Cristo y que Él nunca nos abandonará.

Propósito

Antes de iniciar mi meditación, hacer siempre actos de fe, confianza y amor a Dios.

Diálogo con Cristo

Jesús, estoy convencido de que quien cree en Ti, y te ama de verdad, jamás desconfía por más tribulaciones que padezca. En este Año de la Fe quiero tener ese encuentro profundo, real, personal y comprometedor contigo, porque sé que a mayor fe, más felicidad.

LA AMISTAD...


La amistad...

Una amistad se forja,  se construye,
no se nos da ya hecha,  sino que debemos trabajarla y profundizarla  en la medida en que, cada uno por nuestro lado, vamos compartiendo y desviviéndonos por el otro.

No es jamás un regalo que nos llueve del cielo. Los amigos se hacen recíprocamente,  con dedicación y perseverancia.

No es una "suerte", sino una aventura. No una lotería, sino un galardón ganado honradamente  con el sudor de la frente.

UN HIJO QUE BAUTIZÓ A SU PADRE...



Un hijo que bautizó a su padre


1) Para saber

En su primera audiencia general de este año 2013, el Papa Benedicto XVI señaló que la Navidad del Niño Jesús recuerda que nada es imposible para Dios que siempre obra maravillas en la vida de los hombres. El Señor ilumina una vez más con su luz la oscuridad que a menudo rodea nuestro mundo y nuestros corazones, trayendo esperanza y alegría.

Siempre debemos confiar en Dios, renovando la fe en su presencia y en su acción, como en la vida de María ¡Nada es imposible para Dios! Con Él, nuestra existencia camina siempre sobre un terreno seguro y está abierta a un futuro de esperanza firme.

2) Para pensar

Este “Año de la Fe”, ha de crecer nuestra confianza en Dios, y nunca perder la esperanza, pues Él tiene sus tiempos para encontrarse con las personas.

Es lo que ocurrió con Hung Phuoc Lam, un dominico vietnamita, y la historia de su padre, un perseguidor de la Iglesia.

Este joven Hung relataba recientemente lo difícil que fue vivir su fe. Nació en una familia en que su padre veneraba a sus ancestros, su tía era monja budista, mientras que su madre era católica. Él fue bautizado católico.

Hunc cuenta que su “padre era muy severo y prohibía a mi madre ir a la Iglesia” y tampoco podía ir él. Su padre odiaba el catolicismo porque en alguna ocasión recibió mal trato en una iglesia. “Se llenó de prejuicios contra los sacerdotes y contra la Iglesia... Yo seguí confiando en Dios. Rezaba. Le rogaba que cambiara el corazón de mi padre costara lo que costara. No excluí mi propia llamada... Dios me llamó a la orden dominica, tenía 26 años”.

Su padre estaba furioso y le decía: “¡te prohíbo ser católico y ahora quieres ser sacerdote! ¿No te das cuenta de cómo son los sacerdotes y las monjas?”. A pesar de ello, “yo seguí adelante, en silencio, confiando en Dios. Y todos los días recé por él con mi madre”.

Cuatro años después de hacerse sacerdote ocurrió el hecho más maravilloso. “Mi padre expresó el deseo de ser cristiano”. Fue el hijo el que bautizó a su padre en 2006. “Bauticé a mucha gente, pero jamás olvidaré el momento en que bauticé a mi padre… fue obra de Dios… Me dio mucho más de lo que yo le pedí en 20 años de oración silenciosa y perseverante. Él, con su poder, hace milagros en cosas normales”.

Esa conversión, dice Hung, fue fruto de la gracia y de la intercesión de los mártires, pues en Vietnam ha habido muchos: Obispos, religiosos y laicos. Juan Pablo II proclamó santos a un total de 117 mártires vietnamitas: decapitados, quemados vivos, descuartizados o torturados en prisión. Todos ellos se negaron a pisotear la Cruz de Cristo. Ahora su sangre sigue dando frutos.

3) Para vivir

El Hijo de Dios, por obra del Espíritu Santo, se ha encarnado en el seno de la Virgen María. Éste es un anuncio que resuena siempre nuevamente y que lleva consigo esperanza y alegría a nuestros corazones. Como María, sólo si encomendamos nuestra vida al Señor como a un amigo en el que confiamos plenamente, todo cambia, nuestra vida adquiere un sentido nuevo: el de hijos de un Padre que nos ama y no nos abandona nunca.

Terminaba diciendo el Papa que, aunque a menudo nos sintamos débiles e incapaces ante las dificultades y el mal del mundo, el poder de Dios actúa siempre y obra maravillas, precisamente en la debilidad. Su gracia es nuestra fuerza.

Pbro. José Martínez Colín

PUEDES.. SI CREES QUE PUEDES

Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Puedes, si crees que puedes
La fe es una certeza, una seguridad total y absoluta de que algo se va a realizar apoyándose en el poder de Dios
 
Puedes, si crees que puedes
En la Biblia hay una frase de Jesús que suena como un auténtico reto para el que lo quiera tomar, se encuentra en Marcos 11, 22-24. La voy a leer. Tened fe en Dios, yo os aseguro, que quien diga a éste monte: "quítate y arrójate al mar"; y no vacile en su corazón, sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo, todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido, y lo obtendréis. Lo más importante es esta expresión: y no vacile en su corazón... no dude, sino que crea que va a suceder lo que dice.

Jesús lo expresa en forma negativa, no dudar, y en forma positiva, que crea que va a suceder.

Muy pocos aceptan el reto, algunos de ustedes puede que lo hayan aceptado alguna vez; y podrían decirme realmente que lo que dice Jesús, es exacto.

Personalmente yo les puedo asegurar, que cuando tuve fe como un grano de mostaza, me salieron las cosas. Es una ley espiritual, que funciona a la manera de las leyes físicas y que se podría formular brevemente así: "Puedes, si crees que puedes". Los santos, todos, tienen esa fe. Por ejemplo, San Pablo decía: "no soy nada, pero todo lo puedo en Cristo que me conforta".

¿Qué es esta fe y como funciona?

La fe es una certeza, una seguridad total y absoluta de que algo se va a realizar apoyándose en el poder de Dios y como consecuencia en el poder que Dios nos ha dado a nosotros. Es una ley que Dios ha puesto a disposición del que quiera usarla como ha puesto tantas otras cosas.

Por ejemplo, pensemos en la ley de la gravedad. Si yo tengo en la mano un reloj y lo suelto, no se queda, ya sé que no se va a quedar flotando, se va al suelo y, si hay mucha distancia, lo normal es que se eche a perder. Como sabemos eso, no cometemos el error de lanzarnos por la ventana de un quinto piso, porque sabemos taxativamente que nos vamos a dar un golpe y posiblemente muramos.

Es una ley espiritual que funciona con la misma exactitud. Podríamos decir que la fe consiste en creer algo que no se ve, que no es evidente; pero que lo acepto porque alguien digno de crédito, de confianza, me lo asegura, es decir, Dios. Hay una fe que llamaríamos humana; por ejemplo, creer en quien es mi mamá, yo no lo pude testificar porque en ese momento que yo nacía, no sabía nada; pero me lo han asegurado personas de crédito. Mi misma mamá, mi papá, mis demás parientes. Luego hay una fe teologal o sobrenatural que significa creer, por ejemplo, que en una hostia consagrada, en una misa, ya no hay un pedazo de pan; sino que está realmente Jesucristo. ¿Por qué? Porque Él así lo dijo y yo me fío de Él.

A mí no me interesa saber dónde está la frontera entre una fe humana y una fe sobrenatural. Lo que sí me interesa saber; y lo sé, es que ambas funcionan. El que tiene una fe humana suficiente logra las cosas. Y no se diga del que además tiene la fe sobrenatural. Como la fe es una total seguridad, con una lógica natural y contundente, así contundente, te forzará a poner los medios necesarios. Te inspirará caminos para obtener resultados, te abrirá los ojos para encontrar ayudas y encontrar ideas. La fe, de hecho, estimula todas las facultades del hombre, estimula la imaginación. La fe pone en marcha sobre todo la voluntad, una voluntad tenacísima que no desistirá hasta alcanzar el objetivo. Estas personas de fe, hacia fuera, hacia los demás, dan la impresión de ser soñadoras, idealistas y, además, tercas.

¿Cómo se adquiere este hábito de la fe? Repitiendo muchas veces y con total convencimiento actos de fe, sobre todo en las cosas que a mí me parecen muy difíciles o de plano imposibles.

Les voy a contar un ejemplo de mi propia experiencia. En una ocasión yo tenía que viajar a Madrid, partiendo de México y no pude encontrar boleto. Tenía que pasar por Miami, revisé materialmente todas las compañías del aeropuerto; y solo encontré en Pan American un pequeño vuelo hasta Santo Domingo en Puerto Rico. Me dijeron esto: "Usted verá si puede y cuándo puede salir". Bien, llegué a Santo Domingo y me dirigí a las reservaciones de vuelos para Madrid. Me dijeron con firmeza: "No hay boleto para Madrid. ¿No le han dicho que tiene que irse al hotel? La compañía le paga el hotel, no se preocupe." Yo no me fui al hotel, bajé a la sala de espera donde salía un avión para Madrid. Hablé con el señor que estaba en el mostrador, y me contestó un tanto molesto: "¿No le han dicho que tiene que irse al hotel? No, no, no hay ni un solo lugar". Yo no me fui al hotel, me quedé en la sala.

Motivándome a mí mismo, y haciendo un acto de fe, de que, aunque era imposible, iba a salir a Madrid. Se vació la sala. Yo le leía los pensamientos del señor que estaba frente al mostrador, porque hacían ruido. "Este curita está loco". Yo luchaba contra mis propios pensamientos, contra todo lo que me decía: "Efectivamente estás loco, ¿qué haces aquí? Vete al hotel, te lo han dicho; no hay sitio". Pero yo seguía ahí. Pasaron quince minutos. A medida que pasaban los minutos, yo sentía más golpeteo en mi mente: "Vete, estás loco", y más fe tenía de que iba a salir. A los quince minutos salió por el túnel una persona de uniforme, cruzó unas palabras con el que estaba en el mostrador; y de repente me dijo: "Padre, ¿Usted está buscando salir hacia Madrid?", "Efectivamente", le dije - "Pues hay un lugar aquí, puede usted subir al avión". Curiosamente en ese avión, en ese vuelo, iba un grupo de setenta gallegos. Generalmente cuando va un grupo compacto es difícil que se pierda uno. Pues uno, no llegó. Entré al avión. Me acuerdo perfectamente del asiento, me puse el cinturón de seguridad. De seguro muchas personas pensaron: "¿quién es ése que nos ha hecho esperar quince minutos?" Ciertamente agradecí mucho aquel gallego, recé por él, por sí le había pasado algo, pero gracias a eso llegué a Madrid.

Es un caso curioso si ustedes quieren, un caso donde se ve claramente que la evidencia era "no hay sitio, no vas a ir a Madrid, vete al hotel". Y la fe me dijo: "sí hay sitio, vas a ir a Madrid." Y llegué a Madrid.

Es uno de los tantos ejemplos que podría poner de mi propia vida, me da un poco pena hacerlo, pero por esos ejemplos yo he llegado a creer en la fe y a saber que, cuando Cristo pone ese reto, nos dice la pura verdad.


El próximo miércoles seguiremos con este tema con el título: "Creo que puedes, creo que quieres"


Suscribete a la Meditación diaria para que te llegue a tu mail todos los días.






  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Mariano de Blas LC