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lunes, 13 de agosto de 2012

EL SEÑOR PROMETE


El Señor Promete..

 El Señor promete la felicidad eterna a sus fieles. El perdón de los pecados será concedido a todos aquellos que permanecieron en la fidelidad a la fe recibida, en el testimonio del Señor y en el servicio a los hermanos más necesitados.

Todas nuestras ropas de pecaminosidad serán lavadas y purificadas por la gracia divina.

Nuestros nombres brillarán como estrellas eternas en el libro de la vida.
Seremos, de acuerdo a la promesa hecha, reconocidos y llamados por el propio nombre delante de la grandeza de Dios. Por tanto, vigilemos y trabajemos por el bien de tantos hermanos y hermanas que aún no obtuvieron esa certeza y que aún viven en el pecado.

Sergio J. De Souza
 

PENSAMIENTO MARIANO 16


Pensamiento Mariano


 "María: haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida"


Juan Pablo II

ME GUSTARIA...



ME GUSTARIA...

¿Me gustaría poder corregir el mal hecho o rectificar un error teniendo la oportunidad de hacer algo otra vez?
Lo cierto es que cada día puede ser un nuevo comienzo. Todos los días Dios me brinda la oportunidad de un nuevo día, que puedo convertir en algo satisfactorio. Tengo tiempo (veinticuatro horas nuevas) y la capacidad (un don de Dios) para hacer todo lo necesario.
Cada relación se renueva a medida que le aporto más comprensión, ternura y amor. Hasta las responsabilidades rutinarias empiezan a despertar mi interés cuando reconozco que, haga lo que haga, hago lo mejor que puedo.
Realizo un nuevo comienzo en lo emocional, lo físico y lo espiritual declarando y respetando esta verdad: Dios me proporciona cada día un comienzo nuevo.

El apostolado... ¿una obligación?

El apostolado... ¿una obligación?


San Marcos nos narra que el día de la Ascensión, Jesucristo dijo a sus discípulos: Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a todas las criaturas (Mc 16,15).

Jesús no lo dijo solamente para los once apóstoles que estaban ahí presentes, sino para todos los cristianos de todas las épocas. El Señor nos envía, a cada uno de nosotros, a evangelizar a los pueblos.

"Apóstol" significa “enviado”, así que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que todos los cristianos, por haber sido enviados a predicar el Evangelio, estamos llamados a ser apóstoles.

Tenemos la obligación de ser apóstoles desde el día de nuestro Bautismo y reafirmamos este compromiso el día que recibimos el Sacramento de la Confirmación. Que debemos ser apóstoles, no hay duda. Otra cosa es si de verdad lo somos.

¿Qué es lo que debe hacer un apóstol?

 Conocer

Un apóstol, como enviado, no debe representar sus propios intereses, sino los de Aquél quien lo envió. Como enviados de Jesucristo debemos, antes que nada, conocer qué es lo que a Él le interesa: a través del Evangelio, del Magisterio de la Iglesia, del Catecismo, de la oración. Cuanto mejor conozcamos a Jesucristo y su mensaje, mejor podremos cumplir nuestra misión.

 Vivir

No basta con conocer el Evangelio, también debemos ponerlo en práctica. Los cristianos tenemos que proclamar el Evangelio, ante todo, viviéndolo. El testimonio es lo que convence a los hombres y es el mejor medio para anunciar el mensaje de Cristo.

Transmitir

Transmitir, es la tercera misión del apóstol. Con nuestro ejemplo, con los hechos, y por la palabra, hablando de Jesucristo, predicándole a los hombres: enseñándoles cuán feliz puede uno ser, siendo seguidor de Cristo.

Conocer el Evangelio, vivirlo, transmitirlo, son las tres misiones del apóstol.

Si el mundo entero todavía no es cristiano al cabo de 2000 años, no se debe a que el cristianismo sea una religión falsa. Se debe solamente a que no todos los cristianos hemos sabido dar testimonio de lo que realmente somos.

¿Quieres ser un verdadero apóstol? No es necesario que hagas tu maleta y te compres un billete de avión rumbo a Sudáfrica. Para hablar del Evangelio no se necesita ir lejos. Debemos lograr que Cristo llegue, a través de mí y de ti, a nuestras familias, a nuestros ambientes de trabajo, de estudio, de entretenimiento. Y entonces, el mundo irá volviendo su mirada insatisfecha hacia la Verdad y se iluminará con la felicidad que sólo el Dios verdadero puede dar.
Fuente: Catholic.net
Autor: Lucrecia Rego de Planas

HAY. HAY ALGO. HAY ALGUIEN

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Hay. Hay algo. Hay alguien
Hay vida ante mis ojos y esperanza en mi corazón. Hay un poco de cielo que desvela misterios de estrellas.
 
Hay. Hay algo. Hay alguien

Hay. Hay algo. Hay alguien. Hay viento, hay lluvia, hay calor. Ocurre. Ocurrió, o tal vez ocurrirá.

Lo que existe viene de un pasado. A veces podemos comprender el hilo de los hechos. Otras veces nos resulta difícil indagar por qué se produjo un accidente, por qué existe un edificio, por qué un hombre y una mujer un día se casaron.

Con o sin explicaciones, hay cosas ante nosotros. Además, nuestras acciones promueven nuevas cadenas de acontecimientos. Somos creadores de historia.

Hay algo, hay alguien. Yo mismo existo, pienso, actúo. ¿Hacia dónde dirijo mis pasos? ¿Desde dónde surgen mis pensamientos? ¿Qué esperanzas me guían? ¿Qué miedos me paralizan?

Mañana otros encontrarán nuevos edificios, nuevos problemas, nuevas soluciones, nuevos caminos. Muchos dependerán de lo que ahora tenemos y de lo que ahora decidimos. Lo que habrá mañana surge desde lo que hay ahora.

Pero más allá de las decisiones humanas, con sus errores y sus aciertos, hay un Dios que mueve, de maneras misteriosas, los hilos de la historia.

Ese Dios sigue hoy su "tarea", como dice una poesía. Desde su Amor nacimos. Hacia su cielo caminamos. Con su Palabra ilumina. Con su respeto deja en las manos de cada hombre el rumbo que tomarán sus pasos y lo que "habrá" en el futuro.

Hay una tórtola que canta desde un techo. Hay vida ante mis ojos y esperanza en mi corazón. Hay un poco de cielo que desvela misterios de estrellas. Hay arroyos que refrescan tierras necesitadas de consuelo. Hay un Dios que trabaja en la historia y que me acompaña en la marcha, misteriosa y apasionante, de mi existencia humana.


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  • P. Fernando Pascual LC