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SENCILLEZ


Sencillez


Del pensador Edgar Fauré es el siguiente dicho, que ojalá, se pusiera en un lugar bien visible en esas empresas o instituciones en las que los de arriba tienen "complejo de dios".

"No es suficiente combatir la ignorancia de los ignorantes. Es preciso también y en primer lugar, combatir la ignorancia de los que saben muchas cosas, y en especial de los que creen saberlo todo".

Frase muy apropiada para tantos que se creen intocables por sus títulos, por un cargo o por su experiencia en un puesto.

Personas arrogantes, con un ego faraónico y que, como canta Alberto Cortez, se creen "pluscuanperfectos sobre todos los demás".

Personas que se hacen odiosas y al final acaban siempre mal. Víctimas de su soberbia y su intransigencia.

Cuanta falta les hace aprender de líderes que se hacen querer y que logran lo mejor con el encanto de su sencillez.

Si tú estás en un pedestal con "complejo de dios", lee la Biblia y haz un curso intensivo de humildad antes de caer.

Recuerda que ante "Dios hay muchos últimos que serán primeros y hay muchos primeros que serán últimos".

Gratitud de amigo


Gratitud de amigo
Autor: Padre Zezinho

    
Por la amistad que me profesas, por mis defectos que no notas, por mis valores que estimulas, por mi fe que alimentas, por esta paz que nos transmitimos, por este pan de amor que repartimos, por el silencio que dice casi todo, por esa mirada muda que reprueba, por esa mirada que dice:

-¡Amigo, vas hacia adelante!, porque no te callas y no consientes, por la pureza de estos sentimientos, por estar presente en todos los momentos, aun cuando estás ausente, por ser feliz cuando me ves contento, por estar triste cuando estoy entristecido, por reír conmigo cuando estoy alegre, por reprenderme cuando estoy equivocado, por mi secreto que siempre guardaste, por tu secreto que sólo yo conozco, y por darme cuenta que apenas lo merezo, porque en cada instante me acercas a Dios, por ese amor fraterno tan constante, por todo esto y mucho más yo te digo:
-Dios te bendiga, mi querido amigo.



OLVIDA EL AYER...


Olvida el ayer
Autor:C. Torres Pastorino
Libro: "Pensamientos - Guía a la sabiduría"

"Recordar los malos ratos del pasado no aporta nada positivo al presente.

¿Por qué detenerse en el pasado si lo que importa es el futuro? El espejo retrovisor del automóvil te muestra el camino recorrido y sirve únicamente de aviso para ver los vehículos que te piden el paso y que podrían poner en peligro tu propio viaje.

El pasado sirve de base al presente como los muros del primer piso que hoy sostienen la azotea de mañana.

Quien está en el primer piso quiere sencillamente subir a la terraza y no detenerse escarbando en los cimientos de la casa porque encontraría sólo alacranes.

Sube y contempla las estrellas que te muestran los caminos del futuro y deja que la animalidad se pierda entre los terrenos del suelo húmedo y frío.

No vuelvas al pasado que se ha ido y no regresará jamás. Si regresara sería un gran impedimento para tu progreso.

Lo que pasó, pasó. La vida pasada te dejó experiencias y conocimientos que tendrías que aprovechar.

El estudiante experimenta en el laboratorio con instrumentos de química. Al salir del aula se lleva los conocimientos y deja las probetas y elementos porque ya no le sirven.

¿Qué ganamos con recordar errores, cuyas consecuencias nos hacen sufrir, si ya es imposible corregirlos y su recuerdo constante puede arruinar nuestro camino? Por eso, no vuelvas al pasado y mira hacia el porvenir.

No remuevas la tierra con la azada y planta frutales que mañana te abriguen y alimenten.

Olvida el ayer y orienta el corazón hacia mañana.

Cuando el hoy despuntó con la aurora del nuevo día, el ayer había concluido.

Táchalo en la hoja de tu vida.

Prepara tus lecciones para el examen de mañana porque en el examen de ayer fuiste aprobado con notas demasiados bajas.

Levántate y camina hacia lo alto y hacia adelante, dejando que los muertos en espíritu entierren a sus muertos (Mateo 8,22).

¿Me salvé o no me salvé?

Autor: P. Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net
¿Me salvé o no me salvé?
Si yo no me preocupo de mi propia salvación, ¿quién se va a preocupar? Si yo no arreglo este asunto y no me preocupo por solucionarlo, ¿quién lo va a solucionar en mi lugar?
 
¿Me salvé o  no me salvé?


Se nos cuenta en la Biblia que, al final de los tiempos, una vez que hayamos resucitado, todos los hombres nos vamos a reunir. Es impresionante la cantidad de personas que vamos a ser: millones y millones de seres humanos.

En ese momento va a venir Dios de una manera solemne, rodeado de ángeles, para decir unas palabras decisivas a los hombres. Toda esa gran multitud estará dividida en dos bandos: unos, se nos dice, estarán a la derecha, otros estarán a la izquierda. Los que estén a la derecha sabrán que definitivamente se han salvado. Nada ni nadie les podrá quitar esa felicidad eterna que lograron con su buena vida. Los que estén a la izquierda sabrán que definitivamente se han perdido para siempre, y que nada ni nadie podrá cambiar ya su situación.

Tú y yo, todos los hombres estaremos ahí presentes. Estaremos a la derecha o estaremos a la izquierda. Si estamos a la derecha, escucharemos las palabras más hermosas que se puedan oír de labios de Dios: "Venid benditos de mi Padre, a tomar posesión del Reino de los cielos, preparado para vosotros desde el principio del mundo". Si estamos a la izquierda, escucharemos las palabras más tremendas que se puedan escuchar de labios de Dios: "Id malditos al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles".

Me salvé, no me salvé: este es el asunto más importante. Esto es lo único necesario de que hablaba el maestro de Nazaret, Jesús. A pesar de ser el asunto más importante, nadie lo podrá resolver en tu lugar. Cada uno tiene que resolver este problema por sí mismo, no habrá secretarios, no habrá embajadores, ni representantes. Es un asunto aparte, ineludible: aunque uno no se preocupe, aunque uno no tenga ganas de meditarlo, de pensarlo en serio, el asunto, el problema está ahí presente. Tanto los que se han preocupado como los que no se han preocupado de su salvación, al pasar el umbral de esta vida, se encontrarán de frente a un problema resuelto o no resuelto: me salvé, no me salvé.

En este momento me permito una reflexión sencilla: ¿Cuánto tiempo le dedico a este asunto de mi salvación eterna? ¿Cuantas veces pienso en él? ¿Lo tengo solucionado? ¿Lo tengo en regla? ¿O hace mucho tiempo, quizás muchos años, que ya no me preocupo, y me tiene sin cuidado?. Y, si yo no me preocupo de mi propia salvación, ¿quién se va a preocupar? Si yo no arreglo este asunto, que es mío, si no me preocupo por solucionarlo, ¿quién lo va a solucionar en mi lugar?


Un día me dirá Dios: "Ven, bendito de mi Padre", o "apártate de mí, maldito". Dios está escribiendo ya en el Libro de la Vida la frase que dirá al final de mi existencia...


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