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viernes, 8 de junio de 2012

9 VIRTUDES

9 VIRTUDES...

SERENIDAD

Sé tranquilo en tu interior. Deja que esa paz y esa alegría interior irradien a través de un semblante sereno. Un semblante sereno es pacífico, sonriente y serio y no muestra ninguna emoción violenta. Es como la superficie de un lago en calma.

REGULARIDAD

Sé regular en tus hábitos diarios, en tus prácticas espirituales y en tu trabajo. Levántate siempre a la misma hora. Sé puntual en tus actividades. Eso te liberará de preocupaciones y ansiedades. Harás siempre lo correcto en su justo momento.

SINCERIDAD

Deja que tus palabras coincidan con tus pensamientos. Deja que tus acciones coincidan con tus palabras. Deja que haya armonía entre tus pensamientos, palabras y acciones.

SIMPLICIDAD

Sé natural. Habla con sencillez. No retuerzas las palabras, no los tópicos. Sé llano. Evita la diplomacia, el disimulo y la sinuosidad.

VERACIDAD

Sé veraz. Cumple tus promesas. No exageres ni retuerzas los hechos. Piensa dos veces antes de hablar. Habla dulcemente. Sé preciso en lo que dices.

HUMILDAD


No alardees de tu nacimiento, posición, cualidades o logros espirituales. Recuerda la naturaleza evanescente de todas las cosas. Elogia a otros. Ve a Dios en todos. Trata incluso a la más pequeña de las creaturas como a tu igual.


SERENIDAD


La irritabilidad es precursora de violentas explosiones de cólera. Vigila las alteraciones del equilibrio mental. Observa las pequeñas olas de cólera que rizan el lago de tu mente. No permitas que adquieran grandes proporciones. Entonces alcanzarás un estado de no irritabilidad, de paz y amor.


ECUANIMIDAD


Ten calma. Soporta pacientemente el insulto, la injuria, el sufrimiento, el fracaso y la falta de respeto. No te engrías con la alabanza, el éxito y los honores. En ambas situaciones mantén una actitud equilibrada. Obra igual con los amigos y con los enemigos. No dejes nunca que nada disturbe tu paz interior.


FIJEZA


Recuerda que una mente inconstante no tiene posibilidades de alcanzar nada. Despierta tu discriminación. Elige tu ideal. Tenlo siempre presente. No dejes que tu mente se aparte de él ni un sólo momento.




(Autor Desconocido)

LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ

LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ

En las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente. Reunió a los mejores médicos de todo el imperio, que le aplicaron todos los remedios que conocían y otros nuevos que inventaron sobre la marcha, pero lejos de mejorar, el estado del zar parecía cada vez peor.

Le hicieron tomar baños calientes y fríos, ingirió jarabes de eucalipto, menta y plantas exóticas traídas en caravanas de lejanos países. Le aplicaron ungüentos y bálsamos con los ingredientes más insólitos, pero la salud del zar no mejoraba. Tan desesperado estaba el hombre que prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz de curarle.

El anuncio se propagó rápidamente, pues las pertenencias del gobernante eran cuantiosas, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del globo para intentar devolver la salud al zar. Sin embargo fue un trovador quien pronunció:

—Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor. Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad.

Partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la Tierra, pero encontrar a un hombre feliz no era tarea fácil: aquel que tenía salud echaba en falta el dinero, quien lo poseía, carecía de amor. Y quien lo tenía se quejaba de los hijos.

Pero una tarde, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea:

—¡Qué bella es la vida!, Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares, ¿qué más podría pedir?

Al enterarse en palacio de que por fin habían encontrado un hombre feliz, se extendió la alegría. El hijo mayor del zar ordenó inmediatamente:

—Traed prestamente la camisa de ese hombre. ¡Ofrecedle a cambio lo que pida!

En medio de una gran algarabía, comenzaron los preparativos para celebrar la inminente recuperación del gobernante.

Grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante, pero cuando por fin llegaron, traían las manos vacías:

—¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre!

—Señor —contestaron apenados los mensajeros—, el hombre feliz no tiene camisa.

VEREMOS A DIOS...

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net
Veremos a Dios
Pero, al asegurar esto, ¿sabemos lo que decimos? ¿sabemos lo que significa ver a Dios?...
 
Veremos a Dios

¿Qué es lo que esperamos en la otra vida? Nosotros no tenemos la menor duda: ¡Veremos a Dios! Pero, al asegurar esto, ¿sabemos lo que nos decimos? ¿sabemos lo que significa ver a Dios?...

Llama mucho la atención en la Biblia el miedo que los judíos tenían de ver a Dios. Al sentir su presencia, se cubrían el rostro, porque podían morir con la vista del Señor. Así lo hace Moisés ante la zarza ardiendo:

- Se cubrió el rostro, porque tenía miedo de mirar a Dios.

Y el mismo Dios le dijo:

- No podrás ver mi rostro, porque nadie puede verme y seguir viviendo...

Y recordemos a Jacob, a quien se aparece Dios, y exclama después:

- ¡He visto a Dios, y sin embargo no he muerto!...

Por eso venía a veces la nube, que manifestaba que Dios estaba allí, pero al mismo tiempo ocultaba su presencia, como ocurrió en la inauguración del Templo de Salomón.

Y este miedo lo tuvieron incluso los apóstoles, en el mismo Evangelio. En el Tabor, apenas oyen la voz de Dios, escondido en la nube que aparece sobre el monte, caen aterrados y apegan el rostro al suelo, hasta que se acerca Jesús y les anima:

- ¡No temáis!...

Así era la fe de Israel. Pero viene Jesús, y en su sermón programático de las bienaventuranzas proclama y promete:

- ¡Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios!

La gente que oía a Jesús decir esto por primera vez, debió quedarse loca de alegría. -¿Cómo es posible eso de que vamos a ver a Dios, si a Dios no lo ha visto ni lo puede ver nadie? ¿Cómo es que ahora Jesús, el Maestro de Nazaret, que hace estos prodigios y que enseña con esta autoridad, nos dice que vamos a ver al mismo Dios?...

Los humildes, los sencillos, los de conciencia recta, ven a Dios con una fe sin trabas ya en este mundo, y después contemplarán a Dios cara a cara, sin velos.

Como nos dice Pablo:
- Ahora vemos como en espejo, después cara a cara.

Y completa Juan:
- Aún no se ha manifestado lo que seremos, porque, cuando llegue, veremos a Dios tal como es él..

¿Medimos lo que esto significa?...

Sin darnos cuenta, estamos contando un imposible. ¿Cómo una criatura puede ver al Dios invisible, al que es santísimo, al que supera todas las fuerzas humanas y las de los mismos ángeles? Sin embargo, lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Y esto es lo que Dios nos promete: que lo veremos tal como es: lo contemplaremos sin velos, cara a cara, en una dicha y en un gozo inenarrables, metidos en Él de tal manera que miraremos a Dios con los ojos del mismo Dios...

Esta es la gracia de las gracias. Todas las gracias que Dios nos hace van dirigidas a esta final: a verle a Él en la Gloria. Y, cuando lo veamos y poseamos, ya no desearemos nada más, porque se habrán colmado para siempre todos los anhelos del corazón.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos resume todo con estas palabras famosas de San Agustín:

- Allí descansaremos y veremos; veremos y amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí lo que acontecerá en el fin sin fin. ¿Y qué otro fin tenemos, sino llegar al Reino que no tendrá fin?...

Todo esto es un sueño, el feliz sueño de los creyentes. Un sueño bendito, no producido por una droga alucinante, sino por la Palabra de Dios, que nos lo promete con toda su seriedad divina:

- ¡Verán a Dios!... ¡Lo veremos cara a cara!... ¡Lo veremos tal como es Él!...

Esta llamada de Dios a su visión y a su gloria tiene su precio. No es una imposición, es una oferta. Es un regalo, pero condicionado. Dios nos crea y nos pone en este mundo con una dirección precisa. Nos coloca en el principio de la carretera, y nos dice:

- ¡Adelante, y hasta el fin! No te desvíes. No te salgas de la autopista. En un cruce que se atraviese, no te vayas ni a derecha ni a izquierda...

El gran Catecismo de la Iglesia Católica nos repite lo que aprendimos de niños en el pequeño catecismo de nuestra parroquia: Que Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. Esta es la carretera, la autopista real que conduce a Dios.

Lo conocemos y lo aceptamos con la fe.
Le servimos con nuestra adoración, nuestro culto y nuestra entrega a los hermanos que nos necesitan. Así le amamos con todo el corazón.

El ver a Dios será regalo y será premio. Dios se nos ofrece, pero nos exige esfuerzo. Requiere perseverancia hasta el fin. Por eso nos repite la Carta a los Hebreos:

- La perseverancia os es necesaria para alcanzar la promesa, todo eso que Dios nos ha ofrecido por nuestra fidelidad a su Palabra.

- ¡Oh Dios, Tú eres mi Dios! ―repetimos con el salmo―, mi alma está sedienta de ti... ¡Y cuándo llegaré, para ver el rostro de mi Dios!... Lo veremos sin morir, sino viviendo siempre, siempre....



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Pedro García Cmf

    ORACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

    ORACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA

    Oh, Corazón Inmaculado de María,
    ardiente de bondad,
    muéstranos tu amor.
    Que la llama de tu Corazón, Oh María,
    descienda sobre todas las personas.

    Te amamos inmensamente.
    Imprime un amor verdadero en nuestro corazón.
    Que nuestro corazón por ti suspire.
    Oh, María, dulce y humilde de corazón,
    acuérdate de nosotros cuando pecamos.
    Tú sabes que nosotros, los hombres, somos pecadores.
    Mediante tu sacratísimo y maternal corazón,
    cúranos de toda enfermedad espiritual.

    Haz que seamos capaces de ver la belleza de tu corazón maternal,
    y así poder ser convertidos por la llama de tu corazón. Amén.

    ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


    ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

    Oh, Jesús, sabemos que eres manso (Mt 11,29),
    que has dado tu corazón por nosotros,
    que fuiste coronado de espinas por nuestros pecados.
    Sabemos que aún hoy ruegas por nosotros,
    para que no nos perdamos.
    Jesús, acuérdate de nosotros si caemos en el pecado.

    Con tu corazón santísimo
    haz que nos amemos entre todos nosotros.
    Haz que desaparezca el odio entre los hombres.
    Muéstranos tu amor.

    Todos nosotros te amamos
    y deseamos que nos protejas,
    con tu Corazón de Buen Pastor.

    ¡Entra, Jesús, en cada corazón!
    Golpea a la puerta de nuestros corazones,
    sé paciente y tenaz con nosotros.

    Estamos aún encerrados en nosotros mismos
    porque no hemos comprendido tu voluntad.
    Golpea sin cansarte, Oh Jesús,

    haz que nuestros corazones se abran a Ti,
    al menos acordándonos de la Pasión
    que sufriste por nosotros.

    Amén.

    Nardo del 8 de Junio ¡Oh Sagrado Corazón, que enviaste al Espíritu Santo!


    Nardo del 8 de Junio
    ¡Oh Sagrado Corazón, que enviaste al Espíritu Santo!

    Meditación: Jesús que nos enviaste tu Santo Espíritu, que nos permitiste por Tu inmenso Amor ser templos del mismo Dios, para así vivir en Ti y recibir a la Divinidad en nuestra pobre casa, llenándola de gracias. Que seamos vasijas de barro, purificadas por el Fuego ardiente de Dios, para que Sus dones se derramen en nuestras almas. ¡Oh que sublime posesión sería ésta, ser poseídos por el Espíritu Divino que nos guía y renueva como verdadera Iglesia!.

    Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
    ¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

    Florecilla:Pidamos la efusión del Espíritu Santo sobre cada uno de nosotros y sobre toda la Iglesia.
    "Ven, Espíritu Santo, ven, por medio de la poderosa intercesión del Corazón Inmaculado de María, Tu Amadísima Esposa, ven¨" (se repite tres veces).

    Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.