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lunes, 16 de enero de 2012

PENSAMIENTO MARIANO 12


Pensamiento Mariano

Nadie invocó a María que no haya sido favorecido. De María recibe el cautivo redención, curación el enfermo, consuelo el afligido, el pecador perdón, el justo gracia, el Ángel alegría.


San Bernardo

LA VOZ DE DIOS EN LA OSCURIDAD...

La Voz de Dios
en la oscuridad


El discípulo inquirió a su sabio maestro:

- ¿Por qué muchas veces Dios parece injusto con unos y generoso con otros?

El maestro le contó la siguiente historia:

- Vamos hasta la montaña en la que mora Dios --comentó un caballero a su amigo--. Quiero demostrar que Él sólo sabe exigir, y que no hace nada por aliviar nuestras cargas.

- Voy para demostrar mi fe --dijo el otro.

Llegaron por la noche a lo alto del monte y escucharon una voz en la oscuridad.

- ¡Cargad vuestros caballos con las piedras del suelo!

- ¿Ves? --dijo el primer caballero--. Después de subir tanto y estar muy cansados, aún nos hace cargar con más peso. ¡Jamás obedeceré!

En cambio, el segundo caballero hizo lo que le voz decía.

Cuando acabaron de bajar el monte, llegó la aurora y el alba trajo los primeros rayos de sol que iluminaron las piedras que el caballero piadoso había recogido. Eran diamantes puros, de kilates incalculables.

Dice el maestro:

Las decisiones de Dios son misteriosas, pero aunque no lo comprendamos ahora, siempre resultan a nuestro favor.

Mi querido amigo, cuando se te presenten por la vida muchas adversidades, y sientas que Dios te carga aún más en vez de aliviarte, no debes desesperar, ni quejarte por los golpes que recibes. Aun cuando no llegues a entenderlos, no pierdas la esperanza, pues la decisiones de Dios siempre juegan a favor de sus hijos que le aman.

Ya el Apóstol San Pablo nos lo decía:

"Fiel es Dios que nunca nos va a dejar ser probados más allá que nuestras propias fuerzas. Sino que junto con la prueba, nos dará la fortaleza para poder resistir"

I Corintios 10,13

P. Carlos E García CJM

CAMINO...


Camino


Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.

La ciudad era muy oscura en las noches sin luna .

En determinado momento, se encuentra con un amigo.
El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.

Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:

- ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano?
Si tú no ves...

Entonces, el ciego le responde:

- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...

- No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.

Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás...¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...

CADA CUMPLEAÑOS...

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Cada cumpleaños...
Los festejos han terminado. Vuelve la vida ordinaria. El tiempo pasa. La vida no se detiene. Llega un nuevo cumpleaños.
 
Cada cumpleaños...
El tiempo pasa. La vida no se detiene. Llega un nuevo cumpleaños.

De niños, o también de grandes, el cumpleaños es el momento de los festejos. El pastel, las velas, las canciones, los aplausos, los regalos...

En cada cumpleaños recordamos a los propios padres. Fueron ellos quienes, desde su amor, se abrieron a la esperanza y a la vida. Fueron ellos quienes soportaron días y noches de lloriqueos o de caprichos. Fueron ellos quienes lavaron, compraron, levantaron, curaron, dieron de comer a un pequeñuelo indefenso y necesitado.

Recordamos a otros familiares: hermanos, abuelos, tíos, primos, sobrinos. En cada familia, ¡cuántas relaciones no sólo de carne y de sangre, sino de afectos y de cariño sincero!

Recordamos a educadores: en una primaria con niños que jugaban y que no sabían cómo escribir letras misteriosas, y en otras etapas de formación, donde hombres y mujeres dieron lo mejor de sí mismos para introducirnos en el mundo inmenso de la ciencia.

Recordamos a médicos, enfermeros, practicantes, farmacéuticos, profesionales de la salud, que nos “cosieron” una herida profunda, que nos dieron la medicina adecuada para curar una infección maligna, que nos sonrieron para hacer más llevadero el momento de esa inyección tan dolorosa.

Recordamos a catequistas, religiosas y laicos ejemplares; a sacerdotes que nos dieron los sacramentos, sobre todo ese magnífico regalo de la Eucaristía y ese encuentro purificador en cada confesión de los pecados.

Recordamos, en definitiva, a Dios. Él quiso nuestra llegada al mundo. Él quiso acompañarnos en tantas situaciones difíciles y en tantas alegrías. Él quiso iluminar los momentos de oscuridad y de dudas. Él quiso abrir ventanas de esperanza ante la pérdida de un empleo, el inicio de una enfermedad, o las caídas en ese mal tan destructivo que se llamada pecado.

Los festejos han terminado. Vuelve la vida ordinaria. El corazón ha sentido algo parecido al perfume de jazmines y al canto de los petirrojos: la belleza de una vida que inicia desde la bondad y que avanza, día a día, hacia el encuentro eterno con el Padre que nos ama, y con tantos seres queridos que fueron, o siguen siendo, faros de esperanza y de alegría.




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  • P. Fernando Pascual LC