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domingo, 25 de diciembre de 2011

¡BRÍNDATE PARA QUE SEAS FELIZ!

¡Bríndate para que seas feliz!


Si abrigas un bello pensamiento
no te quedes con él, manifiéstalo.

Si quieres pedir perdón
y decirle a esa persona que la quieres, hazlo.

Si tienes oportunidad de componer un poema,
escríbelo y obséquialo.

Si deseas cantar una canción,
cántala y sé feliz.

Si unas lágrimas asoman a tus ojos,
déjalas brotar y desahógate.

Si te viene el deseo de reír,
ríe y contagia tu alegría.

Si ansías tener algo y puedes poseerlo,
adquiérelo y disfrútalo.

Si puedes brindar ayuda a un semejante,
dala toda y no te limites.

Si vas a dar un consejo,
mejor sugiere, para no equivocarte.

Si tienes animales no los maltrates,
protégelos.

Si anhelas un mundo más hermoso,
cuida la naturaleza.

Si hay un niño a quien puedes educar,
cuídalo hasta hacerlo hombre.

Si tienes sueños, hazlos realidad
esforzándote más y siendo digno.

Si en verdad quieres ser feliz,
no te quedes con las ganas y:..

¡Sé autentico!
¡Sé natural!
¡Sé sincero!
¡Sé bondadoso! y...
¡Bríndate para que seas feliz!

NAVIDAD, FIESTA DE LA ESPERANZA...

Navidad, fiesta de la esperanza
Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.


Los que más disfrutan de la Navidad son los niños y los que tienen un alma de niño.

Hay que ser como niño para poder llevar ante el pequeño Jesús todos los pecados, preocupaciones, tristezas, todos los desalientos, las caídas y desesperanzas y para no tener pena de acercarse a ese Redentor. Un enfermo no tiene miedo de ir al médico puesto que sabe que lo va a intentar curar. El que sufre una enfermedad del alma va en busca de Cristo Redentor, ¿quién tiene miedo de ese Salvador que tiene cara de niño?

Y se necesita ser niño para decirle: “Te necesito. Vengo cansado de ir por tantos caminos de la vida. No he encontrado la verdadera paz lejos de Ti. Por eso, me pongo en fila donde está Zaqueo y María Magdalena, el buen ladrón y tantos otros pecadores que van con la mano abierta para pedir esa felicidad y esa paz que no han encontrado”. Y pedir con fe, para saber que se va recibir esa gracia.

Ser como niño para pedir con la fuerza de la necesidad cuando de veras se siente. Un pobre que pide limosna no necesita inventar un discurso para decir que tiene hambre. Nosotros no necesitamos inventarlo para decirle a Dios que tenemos hambre y sed de una verdadera felicidad.

Se necesita ser niño para estar seguros que ese Redentor puede curar todos nuestros males. Puede convertir mi tristeza en alegría porque es todopoderoso, mi enfermedad en salud, mi desesperanza en confianza, mis tinieblas en luz.

Cristo ha sido para millones de seres humanos, el camino, la verdad y la vida. También puede ser eso mismo para mi, para ti en está Navidad.

Para todos los pecados, infidelidades y debilidades, hay perdón. Para todas las dudas, problemas, dificultades, los “no puedo”, hay respuesta y ayuda. Para todas las ilusiones muertas hay probabilidades de una resurrección.

Para ti, para mí hay solución. Tú tienes solución, si te acercas a ese Niño con fe y le dices con los labios, con el corazón y la mente: “¡Señor, si quieres, puedes curarme!”
Brindo por ese Dios que no nos trae propaganda, palabras o promesas vacías, por ese Redentor que sabe la grave enfermedad del hombre y que se arriesga a venir, que se contagia de la enfermedad y así nos cura.

Brindo también por ese Dios que sigue esperando que el hombre le vuelva a decir en esta Navidad: “te sigo amando.” Ese Dios, ese Redentor, ese Niño de Belén es tuyo.

Si alguna vez de niño, joven o de adulto viviste una Navidad auténticamente feliz, en paz con Dios, contigo mismo y con los demás, esta Navidad puede ser igual, puede incluso ser mejor todavía.

Deseo a cada uno una verdadera Navidad que es aquella en la que Dios es aceptado dentro de casa.


Dios es un niño que ríe contigo.
Dios es un niño que llora, que llora por ti.
Dios es un niño que ama,
que te ama con corazón de niño
y con la fuerza de un Dios.

¡FELIZ NAVIDAD!


Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
¡Feliz Navidad!
Si te sientes feliz en Navidad, no te extrañes. Tienes derecho y razón de ser feliz.




Si te sientes feliz en Navidad, no te extrañes.
Tienes derecho y razón de ser feliz.
Si en Navidad sientes deseos de hacer las paces con todo el mundo, hazlo sin dudar.


Los ángeles te lo indican:

Paz a los hombres de buena voluntad.
Si tienes deseos
de hacer las paces con Dios en Navidad,
¿por qué esperar?


Es el momento más adecuado.

No todos los días sientes los mismos deseos.
Es mejor pedir perdón a un Niño
que a un Hombre.


Mejor acudir al tribunal de la Misericordia

que al de la Justicia.
Si te sientes triste en Navidad,
no has entendido.


¿Triste cuando Dios viene a tu encuentro

lleno de amor y ternura?
Si sigues odiando en Navidad,
no has comprendido.
Navidad es la fiesta del Amor,
del Perdón, de la Paz,
por si no lo sabías.


Si sigues siendo un pecador en este tiempo,

la Navidad no existe para ti.
La Navidad te invita a recuperar tu alma de niño,
el niño inocente que fuiste alguna vez.



Al nacimiento de Jesús fueron invitados unos pastores,

gente sencilla y buena.
No fueron invitados los cortesanos de Herodes,
ni los fariseos, ni los miembros del Sanedrín.


No fueron los grandes de este mundo,

sino los pastores.
Por humildes y sencillos,
por ser dóciles al mensaje Divino.


Hoy siguen siendo invitados los humildes,

los que aceptan a Dios y sus mandamientos,
los sencillos, los pobres de espíritu.


Jesús es el patrón de los desamparados,

de los sin techo, de los emigrantes,
de todos los miserables, enfermos, hambrientos…
Cristo nace como un gitano.


Para el Creador del mundo un establo de animales.

No había lugar para Él en ninguna casa de Belén.
Para enseñarnos que las cosas materiales
no son la felicidad del hombre sino las celestiales.
¡Qué contraste tan brutal con ese afán nuestro
de poseer más y más cosas!


Nunca estamos satisfechos con lo que tenemos.

“He encontrado a Cristo y por tanto la alegría de vivir”…
Ojalá que esta Navidad,
tú también puedas decir eso:
He encontrado a Cristo y por tanto la alegría de vivir…


Porque de lo contrario,

“aunque Cristo naciese mil veces en Belén,
si no nace en ti, seguirás eternamente perdido”.




LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO...


Autor: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net
La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
Manifestación del Verbo de Dios a los hombres, 25 de diciembre


Con la solemnidad de la Navidad, la Iglesia celebra la manifestación del Verbo de Dios a los hombres”. En efecto, éste es el sentido espiritual más importante y sugerido por la misma liturgia, que en las tres misas celebradas por todo sacerdote ofrece a nuestra meditación “el nacimiento eterno del Verbo en el seno de los esplendores del Padre (primera misa); la aparición temporal en la humildad de la carne (segunda misa); el regreso final en el último juicio (tercera misa)” (Liber Sacramentorum).

Un antiguo documento del año 354 llamado el Cronógrafo confirma la existencia en Roma de esta fiesta el 25 de diciembre, que corresponde a la celebración pagana del solsticio de invierno “Natalis solis invicti”, esto es, el nacimiento del nuevo sol que, después de la noche más large del año, readquiría nuevo vigor.

Al celebrar en este día el nacimiento de quien es el verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del paganismo, se quiso dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana muy sentída por el pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante las cuales los esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a sentarse a su mesa, como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición cristiana, los regalos de Navidad hacen referencia a los dones de los pastores y de los reyes magos al Niño Jesús.

En oriente se celebraba la fiesta del nacimiento de Cristo el 6 de enero, con el nombre de Epifanía, que quiere decir “manifestación”; después la Iglesia oriental acogió la fecha del 25 de diciembre, práctica ya en uso en Antioquía hacia el 376, en tiempo de San Juan Crisóstomo, y en el 380 en Constantinopla. En occidente se introdujo la fiesta de la Epifanía, última del ciclo navideño, para conmemorar la revelación de la divinidad de Cristo al mundo pagano.

Los textos de la liturgia navideña, formulados en una época de reacción contra la herejía trinitaria de Arrio, subrayan con profundidad espiritual y al mismo tiempo con rigor teológico la divinidad y realeza del Niño nacido en el pesebre de Belén, para invitarnos a la adoración del insondable misterio de Dios revestido de carne humana, hijo de la purísima Virgen María.