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VIRGEN FIEL, PODEROSA Y CLEMENTE

VIRGEN FIEL, PODEROSA Y CLEMENTE

¡Oh Virgen naciente, esperanza y aurora de la salvación para todo el mundo!, vuelve benigna tu mirada maternal hacia todos nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias.

¡ Oh Virgen fiel, que fuiste siempre solícita y dispuesta a recibir, conservar y meditar la Palabra de Dios!, haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana, tesoro preciado transmitido por nuestros padres.

¡Oh Virgen poderosa, que con tu pie aplastas la cabeza de la serpiente tentadora!, haz que cumplamos, día tras día, nuestras promesas bautismales, con las que hemos renunciado a Satanás, a sus obras y seducciones, y sepamos dar al mundo un gozoso testimonio de esperanza cristiana.

¡ Oh Virgen clemente, que siempre has abierto tu corazón maternal a las invocaciones de la humanidad, a veces lacerada por el desamor y hasta, desgraciadamente, por el odio y la guerra! enséñanos a crecer, todos juntos, según las enseñanzas de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del único Padre celestial. Amén.

!Navegar...Navegar!

!Navegar...Navegar!
Autor: Ángel Luis Martín

El mar está en calma.
El viento es suave.
Y sobre el agua,
una pequeña barca...
que avanza y avanza.

!Navegar...Navegar!
Contra corriente.
El viento es fuerte.
Y sobre la tierra,
una vocación,
que avanza y avanza.

¡Navegar...navegar!
En otros mares,
con el viento del espíritu.
Y sobre la vida,
el alma,
que avanza y avanza.

LA LEYENDA DEL ÁRBOL DE NAVIDAD


LA LEYENDA DEL ÁRBOL DE NAVIDAD

Era Nochebuena. Todo el día había nevado, pero al final de la tarde, la nieve había dejado de caer y el cielo estaba todo cubierto de estrellas.

Un leñador volvía a su casa, atravesando el bosque oscuro y frío. El hombre venía preocupado y triste porque se le había hecho tarde, la noche lo había sorprendido en el bosque y estaba sumamente cansado. Además, habría querido llevarle a su familia algún presente por ser Nochebuena y nada había encontrado.

Aunque quería llegar pronto a su hogar, pues anhelaba compartir esta noche tan especial con su esposa e hijos, el hombre se detuvo unos instantes a reposar. Cuando de pronto, quedó maravillado. Sus ojos no daban crédito a tanta belleza: frente a él, un pequeño abeto parecía alzarse hacia el cielo y miles de estrellas se posaban en sus ramas, como recubriendo sus verdes brazos con hilos de plata.

Estaba ahí contemplando tanta belleza, cuando una voz le habló. El no sabía de donde venía, pero de pronto descubrió que era el pequeño abeto que le decía: "Tómame y llévame a tu casa". Pero el hombre, no quería estropear el arbolito. Sin embargo, éste insistió: "Soy tu regalo de Navidad. Vamos, llévame a tu casa".

Entonces el leñador cortó el abeto con gran delicadeza pues no quería dañarlo y lo llevó a su hogar, donde lo esperaban su mujer y sus dos pequeños niños. Como por milagro, las estrellitas se había quedado prendidas del árbol y durante toda la noche iluminaron la humilde casa del leñador, transformándola en la más bella noche que jamás hayan vivido.

CONSEJOS DE JUAN BAUTISTA PARA VIVIR EL ADVIENTO




Autor: P. Luis María Etcheverry Boneo | Fuente: Catholic.net
Consejos de Juan Bautista para vivir el Adviento
Ya no se trata de preparar la tierra para acoger la buena semilla, sino de preparar un camino para que pueda, llegar a nuestra alma Jesús.
 

En el Adviento, la Iglesia nos pone la figura de san Juan Bautista, y con él otra nueva imagen. Ya no se trata de preparar una tierra capaz de acoger adecuadamente la buena semilla: se trata de preparar un camino para que pueda, por él, llegar a nuestra alma la Persona adorable del Señor.

Son cuatro las órdenes, los consejos o las consignas que san Juan Bautista -y la Iglesia con él- nos da:
 
1. La primera consigna de san Juan el Bautista es bajar los montes: todo monte y toda colina sea humillada, sea volteada, bajada, desmoronada. Y cada uno tiene que tomar esto con mucha seriedad y ver de qué manera y en qué forma ese orgullo -que todos tenemos- está en la propia alma y está con mayor prestancia, para tratar en el Adviento -con la ayuda de la gracia que hemos de pedir-, de reducirlo, moderarlo, vencerlo, ojalá suprimirlo en cuanto sea posible, a ese orgullo que obstaculizaría el descenso fructífero del Señor a nosotros.
 
2. En segundo lugar, Juan el Bautista nos habla de enderezar los senderos. Es la consigna más importante: Yo soy una voz que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos 3. Y aquí tenemos, entonces, el llamado también obligatorio a la rectitud, es decir, a querer sincera y prácticamente sólo el bien, sólo lo que está bien, lo que es bueno, lo que quiere Dios, lo que es conforme con la ley de Dios o con la voluntad de Dios según nos conste de cualquier manera, lo que significa imitarlo a Jesús y darle gusto a El, aquello que se hace escuchando la voz interior del Espíritu Santo y de nuestra conciencia manejada por Él.

A cada uno corresponde en este momento ver qué es lo que hay que enderezar en la propia conducta, pero sobre todo en la propia actitud interior para que Jesucristo Nuestro Señor, viendo claramente nuestra buena voluntad y viéndonos humildes, esté dispuesto a venir a nuestro interior con plenitud, o por lo menos con abundancia de gracias.
 
3. El tercer aspecto del mensaje de san Juan el Bautista se refiere a hacer planos los caminos abruptos, los que tienen piedras o espinas, los que punzan los pies de los caminantes, los que impiden el camino tranquilo, sin dificultad. Y ese llamado hace referencia a la necesidad de ser para nuestro prójimo, precisamente, camino fácil y no obstáculo para su virtud y para su progreso espiritual: quitar de nosotros todo aquello que molesta al prójimo, que lo escandaliza, que lo irrita o que le dificulta de cualquier manera el poder marchar, directa o indirectamente, hacia el cielo.
 
4. El cuarto elemento del mensaje de san Juan Bautista es el de llenar toda hondonada, todo abismo, todo vacío. Los caminos no sólo se construyen bajando los montes excesivos, ni sólo enderezando los senderos torcidos, o allanando los caminos que tengan piedras: también llenando las hondonadas o cubriendo las ausencias. Este mensaje se refiere a la necesidad de llenar nuestras manos y nuestra conciencia con méritos, con oraciones, con obras buenas -como hicieron los Reyes Magos y los pastores- para poder acoger a Jesucristo con algo que le dé gusto; no sólo con la ausencia de obstáculos o de cosas que lo molesten, no sólo con ausencia de orgullo o con ausencia de falta de rectitud o de dificultades en nuestra conducta para con el prójimo, sino también positivamente con la construcción: con nuestras oraciones y con nuestras buenas obras y un pequeño -al menos- caudal, capital de méritos, que dé gusto al Señor cuando venga y que podamos depositar a sus pies.

El Adviento, además de la conmemoración y el sentido del Antiguo Testamento -de la tierra que espera la buena semilla-, además de la figura límite entre el Antiguo Testamento y el Nuevo -san Juan Bautista-, este Tiempo nos acerca más al Señor por aquélla que, en definitiva, fue quien nos entregó a Jesucristo: la Virgen. No sólo en el hemisferio sur entramos al Adviento por la puerta del Mes de María, sino que en toda la Iglesia se entra al Adviento por la fiesta de la Inmaculada Concepción.



EL ESPÍRITU DE NAVIDAD...

El espíritu de la Navidad

Navidad: Fiesta tradicional compartida por la mayoría de los habitantes de la tierra, se celebra con regalos, reuniones y comidas familiares.

Pero... ¿está en sus corazones el espíritu navideño?.

Has leído las cartas que dirigen a Papá Noel los niños y también los mayores. En la mayoría de ellas se enumeran los regalos que cada uno quiere recibir en esas fechas. En cambio muy pocas o casi ninguna recuerda el verdadero espíritu de la Navidad.

El Nacimiento del Niño Dios para redimir al mundo, y la obra de San Nicolás de ayudar a los niños pobres, fueron el origen de los obsequios que se reciben en la Nochebuena.

¿Cuál es el verdadero significado de esos regalos? ¿Hemos ayudado al prójimo? ¿Hemos donado algo nuestro, realizando un pequeño sacrificio para dar una alegría a los que menos tienen?

¿Nos hemos puesto a reflexionar que en medio de tantos problemas de la vida actual, siempre hay muchos que tienen muy poco, mucho menos que nosotros? ¿Hemos recordado a los niños que yacen enfermos en hospitales y que quizás nunca tuvieron un juguete o una golosina navideña?

Aún estás a tiempo de ayudar a los demás, pues en cualquier fecha podemos revivir el espíritu de la Navidad, el sentido de solidaridad hacia los demás.

Abre tu corazón a quien necesita tu ayuda; y no esperes a que te la pida para ofrecerla.

Haz un sacrificio para compartir con otros tus cosas, y notarás que -aunque no te traigan el regalo anhelado en Navidad- te sentirás satisfecho, con el corazón repleto de gozo, por haber realizado una obra de bien.

Jesús repartió los panes.  Reparte tú lo que puedas compartir.

(Desconozco Autor)