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lunes, 5 de diciembre de 2011
RECONSIDERAR EL ADVIENTO...
DESCRIPCIÓN DE LA IMÁGEN DE LA VIRGEN DE GUADALUPE
Descripción de la Imagen de la Virgen de Guadalupe
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido hecho con fibras de maguey. Se trata del ayate, usado por los indios para acarrear cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido más fino de algodón. La trama del ayate es tan burda y sencilla, que se puede ver claramente a través de ella, y la fibra del maguey es un material tan inadecuado que ningún pintor lo hubiera escogido para pintar sobre el.
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es una maravillosa síntesis cultural, una obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser entendida y aceptada inmediatamente por los indios mexicanos. Es imposible de describir aquí la rica y complicada simbología que contiene este cuadro-códice porque cada detalle de color y de forma es portador de un mensaje teológico.
El rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues en aquel momento todavía no habían mestizos de esa edad en México.
María asume así el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza, rechazados entonces tanto por los indios como por los conquistadores. El cuadro que se conserva en la moderna Basílica del Tepeyac mide aproximadamente 66 x 41 pulgadas y la imagen de la Virgen ocupa unas 56 pulgadas del mismo. La Virgen está de pié y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las tradicionales "Inmaculadas". Esta oportuna inclinación evita que el empate que une las dos piezas del tejido caiga dentro de la faz de la Virgen. El manto azul salpicado de estrellas es la "Tilma de Turquesa" con que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la importancia del portador. Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre. Su pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila.
La Virgen de Guadalupe se presentó ante sus hijos como la Madre del Creador y conservador de todo el universo; que viene a su pueblo porque quiere acogerlos a todos, indios y españoles, con un mismo amor de Madre. Con la prodigiosa impresión en el ayate comenzaba un nuevo mundo, la aurora del sexto sol que esperaban los mexicanos.
La imagen ha sufrido serios atentados y ha salido incólume de ácidos corrosivos y hasta de una bomba de gran tamaño que, en 1921, un desconocido escondió entre flores que malvadamente le ofrecía. Al explotar la bomba, causó gran destrucción. El crucifijo de metal que estaba cerca de la Virgen quedó retorcido y sin embargo la imagen de la Virgen quedó intacta. El cristal del marco de su imagen no se rompió.
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido hecho con fibras de maguey. Se trata del ayate, usado por los indios para acarrear cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido más fino de algodón. La trama del ayate es tan burda y sencilla, que se puede ver claramente a través de ella, y la fibra del maguey es un material tan inadecuado que ningún pintor lo hubiera escogido para pintar sobre el.
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es una maravillosa síntesis cultural, una obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser entendida y aceptada inmediatamente por los indios mexicanos. Es imposible de describir aquí la rica y complicada simbología que contiene este cuadro-códice porque cada detalle de color y de forma es portador de un mensaje teológico.
El rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues en aquel momento todavía no habían mestizos de esa edad en México.
María asume así el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza, rechazados entonces tanto por los indios como por los conquistadores. El cuadro que se conserva en la moderna Basílica del Tepeyac mide aproximadamente 66 x 41 pulgadas y la imagen de la Virgen ocupa unas 56 pulgadas del mismo. La Virgen está de pié y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las tradicionales "Inmaculadas". Esta oportuna inclinación evita que el empate que une las dos piezas del tejido caiga dentro de la faz de la Virgen. El manto azul salpicado de estrellas es la "Tilma de Turquesa" con que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la importancia del portador. Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre. Su pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila.
La Virgen de Guadalupe se presentó ante sus hijos como la Madre del Creador y conservador de todo el universo; que viene a su pueblo porque quiere acogerlos a todos, indios y españoles, con un mismo amor de Madre. Con la prodigiosa impresión en el ayate comenzaba un nuevo mundo, la aurora del sexto sol que esperaban los mexicanos.
La imagen ha sufrido serios atentados y ha salido incólume de ácidos corrosivos y hasta de una bomba de gran tamaño que, en 1921, un desconocido escondió entre flores que malvadamente le ofrecía. Al explotar la bomba, causó gran destrucción. El crucifijo de metal que estaba cerca de la Virgen quedó retorcido y sin embargo la imagen de la Virgen quedó intacta. El cristal del marco de su imagen no se rompió.
EL PROGRAMA DE MI VIDA ....
El programa de mi día
El centro de mi programa no puedo ser yo, el centro verdadero, el centro bueno, se encuentra en Dios y en mis hermanos...
Hoy amanecí con entusiasmo y deseos de mejoras. Tomé una hoja y un papel. Preparé el programa para este día.
Limpiaré mi cuarto y pondré orden entre mis papeles. Escribiré a ese familiar con el que tengo que restablecer
las paces. Conseguiré un enchufe nuevo para la lámpara. Revisaré las medicinas que no uso para entregarlas a
quienes puedan hacer un buen uso de las mismas. Terminaré de leer ese libro que tanto me ha ayudado.
El programa es hermoso. Quiero llevarlo a cabo. Cada paso concreto, cada meta alcanzada, me llena de una alegría
serena. Es posible vivir con objetivos, es posible romper esa pereza que me arrastra a mil caprichos, que me hace
dejar de lado cosas que importan, para mí o para otros.
Pero noto que falta algo serio en el programa de mi día. Parece que los propósitos y las metas giran en torno mío.
Yo escojo, yo decido, yo realizo. Actúo como si todo dependiera de mí. Trazo planes según lo que veo y lo que deseo.
Para algunos, tengo “derecho” a usar el tiempo según mis planes. Pero en realidad, lo importante de mi vida no es lo que
hago, sino lo que amo, si amo correctamente.
Cuando introduzco, como centro de mis programas, el amor verdadero, empiezo a dar prioridad a lo que ayuda, a lo que sirve,
a lo que hace falta a mis familiares, amigos, conocidos, o incluso a “extraños” (que nunca lo son, pues todos estamos en la
misma barca y navegamos hacia el mismo cielo).
El centro de mi programa no puedo ser yo. El centro verdadero, el centro bueno, se encuentra en Dios y en mis hermanos.
Por eso es hora de tomar entre mis manos el programa de mi día, tachar algunas líneas y poner otras. En todo, también en esa
limpieza que necesitaba mi cuarto y en ese orden entre los papeles de mi mesa, buscaré lo mejor, lo que haga alegre el corazón
de Dios, lo que ofrezca un poco de sano consuelo a quienes viven a mi lado.
Autor: P. Fernando Pascual LC
El centro de mi programa no puedo ser yo, el centro verdadero, el centro bueno, se encuentra en Dios y en mis hermanos...
Hoy amanecí con entusiasmo y deseos de mejoras. Tomé una hoja y un papel. Preparé el programa para este día.
Limpiaré mi cuarto y pondré orden entre mis papeles. Escribiré a ese familiar con el que tengo que restablecer
las paces. Conseguiré un enchufe nuevo para la lámpara. Revisaré las medicinas que no uso para entregarlas a
quienes puedan hacer un buen uso de las mismas. Terminaré de leer ese libro que tanto me ha ayudado.
El programa es hermoso. Quiero llevarlo a cabo. Cada paso concreto, cada meta alcanzada, me llena de una alegría
serena. Es posible vivir con objetivos, es posible romper esa pereza que me arrastra a mil caprichos, que me hace
dejar de lado cosas que importan, para mí o para otros.
Pero noto que falta algo serio en el programa de mi día. Parece que los propósitos y las metas giran en torno mío.
Yo escojo, yo decido, yo realizo. Actúo como si todo dependiera de mí. Trazo planes según lo que veo y lo que deseo.
Para algunos, tengo “derecho” a usar el tiempo según mis planes. Pero en realidad, lo importante de mi vida no es lo que
hago, sino lo que amo, si amo correctamente.
Cuando introduzco, como centro de mis programas, el amor verdadero, empiezo a dar prioridad a lo que ayuda, a lo que sirve,
a lo que hace falta a mis familiares, amigos, conocidos, o incluso a “extraños” (que nunca lo son, pues todos estamos en la
misma barca y navegamos hacia el mismo cielo).
El centro de mi programa no puedo ser yo. El centro verdadero, el centro bueno, se encuentra en Dios y en mis hermanos.
Por eso es hora de tomar entre mis manos el programa de mi día, tachar algunas líneas y poner otras. En todo, también en esa
limpieza que necesitaba mi cuarto y en ese orden entre los papeles de mi mesa, buscaré lo mejor, lo que haga alegre el corazón
de Dios, lo que ofrezca un poco de sano consuelo a quienes viven a mi lado.
Autor: P. Fernando Pascual LC
INSTRUCCIONES PARA VIVIR EN LA TIERRA
Instrucciones para vivir en la tierra
Recuerdo que antes que yo naciera, estaba preocupado porque no
conocía el mundo al que llegaría.
Entonces le pedí a Dios instrucciones para vivir en esta tierra.
Dios acercó su voz a mi oído y me dijo:
Sé como el sol. Levántate temprano y no te acuestes tarde.
Sé como la luna. Brilla en la oscuridad, pero sométete a la luz
mayor.
Sé como los pájaros. Come, canta, bebe y vuela.
Sé como las flores. Enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces.
Sé como el buen perro. Obediente, pero nada más a su Señor.
Sé como la fruta. Bella por fuera, saludable por dentro.
Sé como el día. Que llega y se retira sin alardes.
Sé como el oasis. Da tu agua al sediento.
Sé como el río. Siempre hacia adelante.
Sé como la luciérnaga. Aunque pequeña, emite su propia luz.
Sé como el agua. Buena y transparente.
Sé como José. Cree en tus sueños.
Sé como Lázaro. Levántate y anda.
Recuerdo que antes que yo naciera, estaba preocupado porque no
conocía el mundo al que llegaría.
Entonces le pedí a Dios instrucciones para vivir en esta tierra.
Dios acercó su voz a mi oído y me dijo:
Sé como el sol. Levántate temprano y no te acuestes tarde.
Sé como la luna. Brilla en la oscuridad, pero sométete a la luz
mayor.
Sé como los pájaros. Come, canta, bebe y vuela.
Sé como las flores. Enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces.
Sé como el buen perro. Obediente, pero nada más a su Señor.
Sé como la fruta. Bella por fuera, saludable por dentro.
Sé como el día. Que llega y se retira sin alardes.
Sé como el oasis. Da tu agua al sediento.
Sé como el río. Siempre hacia adelante.
Sé como la luciérnaga. Aunque pequeña, emite su propia luz.
Sé como el agua. Buena y transparente.
Sé como José. Cree en tus sueños.
Sé como Lázaro. Levántate y anda.
Y sobre todas las cosas, Sé como el cielo: la morada de Dios.
Señor, no permitas que me quede donde estoy. Ayúdame a llegar donde Tú quieres.