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viernes, 18 de noviembre de 2011

PERSONAS ESPECIALES...

Personas especiales
Autor: Deanna Beisser

Haz que el amor forme parte de todo lo que haces
Las personas especiales son aquellas que tienen la capacidad de compartir su vida con los demás.
Son gente honesta, tanto en las palabras como en los hechos; son sinceros y compasivos, y siempre se aseguran de que el amor forma parte de todas las cosas.
Las personas especiales son aquellas que tienen la capacidad de brindarse a los demás y ayudarlos frente a los cambios que enfrentan en la vida.
No temen mostrarse vulnerables; creen en su singularidad y están orgullosos de ser lo que son.
Las personas especiales son aquellas que se permiten el placer de acercarse a los demás y preocuparse por su felicidad. Han llegado a comprender que es el amor lo que marca toda la diferencia en la vida.

LA CENA DE MARIA

LA CENA DE MARIA
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Había que recorrer todo el mercado, primero había que observar y luego comprar, María  sabía bien lo que necesitaba,  alimentos frescos, la cena era para su Hijo y sus doce amigos, además la cena pascual era por tradición una preocupación de la madre de la familia, además había que dar de comer a todos los que ayudaran a que esta cena se hiciera  tal como el Hijo  la requería.

Así es, María se encontraba por esos días en Jerusalén, y era el tiempo de la tradicional cena pascual, Jesucristo cenaría con sus doce más cercanos, ella como su buena madre estaba preocupada de que todo salga bien.

Es que a María no se les escapaba ningún detalle, todos la admiraban por esto, siempre estaba en la memoria las bodas de Caná, cuando advirtió la falta de vino.

Además el servir a Jesús, era para María un constante infaltable en todo, en efecto  ella como madre siempre estuvo en los momentos mas importante de la vida de Jesús, desde su nacimiento en Belén, la presentación al templo, en su primera participación divina en público,  su muerte en la cruz, esto es en toda su vida, es así, como su rol de madre es total.

Nada podía faltar, además le correspondía encender las luces, poner el mantel de la mesa, distribuir los asientos, darle calidez al recinto, entonces era necesario preocuparse de la leña, del agua, los botijos, la jofaina.

Aún no habían llegado los comensales, pero estaba casi todo preparado, los platos, los utensilios para comer, bastante agua, y por supuesto el pan ácimo y el vino estaban en la mesa sobre un pequeño y especial mantel, el cordero había sido aderezado.

Entonces antes que llegaran los invitados, María y las mujeres que le acompañaban, acomodaron los cojines, ordenaron el lugar. Por alguna razón María presentía que esta era una cena distinta a las de los otros años, es que una madre siempre presiente las cosas de un hijo.

María mira atentamente todo, nada parece faltar, ahora ha de ir a la cocina para verificar si esta todo preparado, se siente feliz por atender a su Hijo Jesús, abre el horno y deja otro leño, le toma la temperatura al agua, se seca las manos, ordena los alimentos, el cordero esta casi listo, todo esta a punto.

Se sienten voces y pasos, ahí vienen, pero no hay de que preocuparse, esta todo listo, es la hora de atender a su Hijo y sus amigos.

Se abre la puerta y entra Juan, el discípulo amado saludando primero a Maria y luego a los demás,  Pedro entra en segundo lugar, como si quisiera verificar rápidamente si todo esta bien, sonríe, saluda, y el abre la puerta a su Maestro, María su madre corre hasta él a recibirlo, Felipe entra sonriendo y alabando la calidez existente, al entrar Mateo, pregunta si hubo suficiente dinero para comprar todo, Luego entró Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé,  junto con Santiago, hijo de Alfeo, quien aplaude todo lo que ve, Andrés como siempre tan cariñoso, mira a su hermano Pedro y saluda a Maria afectuosamente, Tomas entra junto a Judas Tadeo, finalmente Simón el Zelote, entra y se queda en el umbral de la puerta, esperando a Judas Iscariote, que se ha quedado extrañamente atrás.

Todos sonríen, y comienzan a tomar asiento, Maria enciende las luces, se frota las manos, luego se prepara ella y quienes le ayudan para atender a Jesús y su amigos, nuevamente está juntos para la cena pascual.

La cena de pascua estaba lista, y María muy de cerca en la fracción del pan, María es una presencia viva y significativa en la eucaristía.


María, madre mía, eres dueña de mi corazón
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

EL ENFERMO Y LA RELACIÓN CON DIOS

  
EL ENFERMO Y LA RELACIÓN CON DIOS

«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad» Mc 5,21-43

Una mujer que padecía ya doce años flujo de sangre. Debía de ser de cierta posición social, pues había consultado muchos médicos y gastado toda su hacienda con ellos, pero no había podido ser curada por ninguno, pero sin provecho alguno, es decir iba de mal en peor, no sólo por la inutilidad de aquellos remedios, sino, en parte, causados por los mismos.

Cuando Jesús iba a casa del Jefe de la Sinagoga para curar a su hija, tiene lugar esta escena. Iba acompañado de una gran multitud, que le apretujaba. En las callejuelas del viejo Oriente, el entusiasmo despertado por Jesús hacía que la multitud, empujándose por acercarse, le “apretujase.” Entre esta turba se mezcló la mujer angustiada y tocó con fe el vestido del Señor. Y al punto se hizo su curación.

Habiendo oído esta mujer la fama curativa de Jesús, apeló, desesperada ya de médicos, al mejor recurso, El. Sólo pensó en tocar su vestido, porque creía que con ello se curaría. La mujer enferma, a como de lugar quiere llevar adelante su propósito, entonces viene por atrás, y como queriendo robarle o sorprenderle un milagro. Esto es, porque era debido al tipo de impureza legal que significaba su enfermedad, ya que otros enfermos “tocaban” a Jesús para curarse. Las prescripciones rabínicas, aislaban a la mujer que padecía de esta enfermedad a fin de que no “contagiase” su impureza legal.

Jesús, se vuelve preguntando quién le ha tocado, porque una fuerza había salido de El. “Y se dio vuelta”, es decir, miraba en torno suyo,” — es la clásica “mirada circular” del estilo de san Marcos, como queriendo descubrir quién había sido. Si Jesús obra así, no es por ignorancia, sino por elevar y confirmar la fe de aquella mujer, haciéndole ver que no fue la curación por un contacto supersticioso, sino por efecto de la fe. Ante esto, los “discípulos”, se extrañan de esta pregunta, pues todos le “apretujaban” y nadie se había acercado a El con gestos o modos especiales. Pero Jesús insistió en su afirmación. Ante esto, la mujer se postró ante El y le confesó, lo mismo, ante todo el pueblo toda la verdad. Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad»

El hombre enfermo se desmorona, es decir, se deshace, siente que se destruye y se derrumba poco a poco. En el abandono, cae en un estado de profundo desánimo, pero Dios tiene el atributo por el cual, así como perdona y remedia los pecados y miserias de las personas, fortalece y levanta a los enfermos y los hace caminar nuevamente.

Pero es bueno ser moderados y prudentes al pasar a conversar sobre Dios y la relación que debe tenerse con El. En otras palabras, el modo de actuar frente al enfermo, debe ser con afecto, pero al mismo tiempo con profundo respeto, a fin de ayudar a mantener el sentido de integridad de la propia persona a pesar del desmoronamiento causado, en el cuerpo y en el espíritu, Por la enfermedad.

Lo anterior, tiene sentido en tener el máximo respeto a la religiosidad del enfermo, evitando imponerle los propios estilos de fe. Es decir, si alguien no cree o cree a medias, no le entreguemos una atención distinta del que cree, tal como lo hizo Cristo, que nunca discrimino su ayuda a los enfermos y necesitados, sin importarle su origen. Del mismo modo, si nos encontramos con hermanos que respaldan su fe en la piedad popular, no les impongamos nuestra propia forma de ver nuestra relación con Dios. En efecto, muchos creyentes, se apoyan en su devoción a diversos santos y a la Virgen María, esas son otras formas de acercarse a Dios, pero nosotros no estamos llamados a Juzgar sobre ello.

Entonces, respetando los distintos caminos que tiene el enfermo, los cuales muchas veces no son coincidentes con los nuestros, hagamos un acompañamiento en la fe, desde la actitud cristiana que nos corresponde. Es decir, con gestos empapados en el amor de Cristo, sepamos hacer llegar la palabra de Dios como un símbolo de amor y de solidaridad, haciendo notar que la presencia del Señor es el alivio más reconfortante de cualquier enfermedad. En este contexto, haremos de mejor forma nuestra tarea evangelizadora, y así, la palabra del anuncio de las Buenas Noticias, llegará con gran eficacia al que más la necesita.

Tengo la convicción, que ayudando a los enfermos de este modo, podemos conseguir una transformación nacida de la propia experiencia de la enfermedad, de un estado de pesimismo y negatividad ante Dios, en un estado de buen ánimo y sobre todo de esperanza, con la confianza plena de que Dios quiere algo bueno para nosotros y que depende nosotros el aceptar cual la voluntad de El y sentirnos satisfecho de esta voluntad.

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant