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jueves, 10 de noviembre de 2011

JESÚS Y MARÍA ....

Jesús y María

Mi mejor invento, dice Dios, es mi Madre. Me faltaba una y me la hice. Hice yo a mi Madre antes que ella me hiciese. Así era más seguro.

Ahora sí que soy hombre como los demás. Ya no tengo nada que envidiarles, porque tengo una Madre, una Madre de veras.

Mi Madre se llama María. Su alma es absolutamente pura y llena de gracia.

Su cuerpo es virginal y habitado de una luz tan espléndida, que cuando yo estaba en el mundo, no me cansaba nunca de mirarla, de escucharla, de admirarla.

Qué bonita es mi Madre!. Qué bien se está en los brazos de mi Madre!

Además, hice a mi Madre así también para mis hermanos los hombres, para que tengan una Madre de veras en el cielo.

Ah, si de verdad creyesen esto!

Que se aprovechen!, dice Dios. En el cielo tienen una Madre que les sigue con sus ojos, que les ama con todo su corazón. Si los hombres quisieran.... bien se aprovecharían. Cómo no se darán cuenta de que yo no puedo negar nada a mi Madre?

Qué queréis! (Es mi Madre! Yo lo quise así.... Y no me arrepiento.

Fuente:  educadormarista.com

ORACIÓN PARA UNA VISITA A JESÚS SACRAMENTADO

ORACIÓN PARA UNA VISITA A JESÚS SACRAMENTADO

¡Oh Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!, heme aquí postrado a tus plantas, arrepentido y confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que me llamaste cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu presencia ahora que te busco.

Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia, de tu amor?

Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti.

Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.

No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.
Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.

Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del amor.

Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen, fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren sus extravíos.

Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.

Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.

Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. oh Jesús, que deseo ser tuyo.

Amén.


TE AMO SEÑOR... !PERO NO LO GRITO!


Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Te amo Señor...¡pero no lo grito!
Si he conocido lo que es amarte... ¡cómo es posible que no lo grite y a veces hasta guarde silencio!



Te amo Señor...¡pero no lo grito!
Hoy es jueves, Señor, y al saber que me estás esperando me he sentido indigna de ese amor, de ese beneficio...


Yo te amo, Señor, pero a veces siento que soy avara de ese amor... que no pienso, que no reparo, que si he conocido lo que es amarte... ¡sea posible que no lo grite a los "cuatro vientos"! Y no solo que no lo grite sino que guarde silencio a veces por respeto humano, porque no se sonrían burlonamente, por no entrar en discusión....porque no me tachen de "mocha"...¡Qué gran cobardía! ¡Perdón, mi amado Jesús !.

El Papa Benedicto XVI nos lo pide. La Iglesia nos lo pide y Tu mi Jesús Sacramentado, nos lo pediste desde hace muchos siglos... pero no nos animamos a dar la respuesta con decisión, con una postura radical y valiente.

La respuesta tiene que ser ahora y desde este momento.

Tenemos un serio y grave compromiso, como hijos de Dios, de ser verdaderos apóstoles.

Este compromiso me enfrenta primero, con los más cercanos, con los seres que me rodean, con las personas que forman mi familia y mi entorno.

En todo momento, tu nos pides, Señor, que estemos "en pie de lucha", que quiere decir que no deje pasar la ocasión para acercarme a quién pudiera sentir o pensar que me necesita.

Solemos decir: - " No, yo no me meto... yo no digo nada, cada quién su vida"... Es cierto que a veces no es fácil abordar o penetrar en la forma de vivir de las personas, pero si están muy cerca de nosotros, tal vez no sea tan difícil buscar la ocasión para poder brindarle, a esa persona, nuestro apoyo y consuelo, hablándole de Dios, del amor que nos tiene, de que trate de encontrar o recuperar esa fe que no se sabe en qué momento se perdió.... y orar, orar mucho por esa persona, ante Ti, ante este misterio de amor que nos brindas diariamente ¡oh, tu mi Jesús Sacramentado!.

Tu nos oyes siempre y la oración puede no cambiar las cosas... pero si cambia los corazones y la forma de ver las cosas.

Ya no podemos decir: - "Eso hay que dejárselo a los sacerdotes". Los sacerdotes son pocos y la mies es mucha.

No dejes que lo olvidemos....ha llegado nuestro momento.

Si estamos convencidos de que tenemos la VERDAD, en nuestra religión católica, es indispensable que esa VERDAD, la trasmitamos con el mismo ardor, con muchísimo más ardor que invitamos y casi empujamos a los amigos animándolos para que vayan a ver una obra de teatro o película, que nos pareció excelente o que no se pierdan un paseo o lugar sensacional porque los queremos y deseamos que disfruten tanto como nosotros lo disfrutamos...

Seguirte a Ti, mi Jesús, es una aventura tan maravillosa para el ser humano que en ello hemos de poner toda la fuerza de nuestra existencia.

Seguirte a Ti, mi Jesús, es participar de la verdad sublime de sabernos hijos de Dios y herederos del Cielo... pero no para nosotros solos...

No tengo que tener miedo o reparo de hablar de Dios, de Ti, Jesús, de la Santísima Virgen a los demás....Hay tanta ansia en el corazón de los hombres y mujeres de encontrar un camino....y nosotros les podemos hablar te ti, del único Camino, del que dijo:- " yo soy la luz, yo soy el camino, la verdad y la vida, quién cree en mí no morirá". ¡Qué triste no compartir, no participar a los demás de esa grandeza de amor que ciega la vista por ser más luminosa que el mismo sol...!

Hemos de ser valientes con nuestra fe y proclamarla.

Ayudanos, Jesús para hablar con los que nos rodean, de esta "gran experiencia" que aún en medio de los sufrimientos o infortunios, nos traerá la paz en nuestro diario caminar por la vida.




  • Preguntas o comentarios al autor
  • Ma. Esther de Ariño

    ABRIR CORAZONES

    ABRIR CORAZONES

    Un día hallándose de paso en Nueva York, Dominique Lapierre lee en un periódico la noticia sorprendente: “La Madre Teresa de Calcuta ha abierto, en pleno corazón de las calles más calientes de Manhatan, un hogar para acoger las víctimas del sida sin recursos. Seis hermanas atienden a presidiarios de Sing, toxicómanos negros de Harlem, visitantes asiduos de los lupanares “gay” cercanos”.

    Siempre me entusiasma el ver personas que dedican su vida a atender a los más necesitados: pobres, enfermos, ancianos... Un día se encontraron con el Dios de la vida desde los gritos de cólera, desde los sollozos de la rebeldía de los cuerpos deshechos. Entonces decidieron entregar su vida para ser fuerza de una vida que se iba secando por falta de savia.

    Cuando el ser humano da cabida a Dios en su corazón, éste no puede por menos de abrirse al de los otros seres humanos. Sin haber mirado de cerca a Dios, puede pasar desapercibido todo el dolor de los que desde niños, han sufrido la falta de ternura, de amor y de pan. Muchos que nacen en esta escuela se entrenan en un duro aprendizaje, caldo de cultivo para todas las desgracias.

    Dios quiere que vivamos como hermanos, hijos del mismo Padre. La realidad es bien distinta y bien distante de sus deseos. El mundo se desangra por las guerras, por la falta de justicia social. No reina la ley del amor, sino del odio, del rencor. El más fuerte impone las reglas del juego. El 80% de las riquezas del mundo están en manos de un 20%.

    ¿Qué hacer para tomar conciencia de que necesitamos cambiar? Es fundamental la educación. Los niños y jóvenes deben aprender por ósmosis a amar, a compartir, a ser los constructores de una sociedad más humana y más divina. La escuela es importante para este aprendizaje, pero el hogar es imprescindible.

    Algunas escuelas y familias aprovechan el tiempo de vacaciones para que los jóvenes puedan acercarse al mundo de los pobres, para tocar puertas y abrir corazones. Algunos hablan de misionar y ser misionados al mismo tiempo. Puede ayudarnos el testimonio de una adolescente, que traigo aquí algunas de sus reflexiones. Dice así:
    Desde la primera casa que entré me di cuenta de que no habíamos venido a misionar, sino a ser misionados. Bajo lluvia y frío tocamos todas las puertas, y con cada una que se abría, también se abría una más en nuestro corazón, tanto así que terminamos todos con los corazones abiertos a la entrega.

    Cuando vine a misionar no esperaba nada más que aventurarme un poco al frío, pero me equivoqué. Viví la realidad de un modo totalmente. Viví lo que es aprender a amarse como una familia, aprendí lo que es un hogar. Vi de cerca una casita hecha con unas cuantas ramas, sin agua; vi a un bebé recién nacido temblar de frío y a los chicos que caminaban descalzos, pero andaban contentos porque tenían una familia.

    Aunque no haya nacido aquí, con esta gente quiero llorar y reír. Estas familias, también son mi familia, porque no es sólo familia los de la misma sangre, sino todos los que se les quiere, se les escucha y se sabe que son hermanos.

    Mientras hablaba en la capilla lloré de emoción, desde lo más profundo de mi alma lloré porque me tenía que ir y ver que había alcanzado un sueño. Mas las misiones no habían terminado, simplemente acababan de empezar a abrir los ojos y el corazón a Dios y a los otros.

    Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D