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martes, 8 de noviembre de 2011

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

Señor Jesús, que me conozca a mi
y que te conozca a Ti,
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que me odie a mí y te ame a Ti.
Y que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
Que me mortifique, para vivir en Ti.
Y que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti.
Y que merezca ser protegido por Ti.
Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí
y ponga toda mi confianza en Ti.
Y que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti.
Y concédeme la gracia
de gozar para siempre de Ti. Amén.

CARGAR LAS PIEDRAS...

Cargar las piedras


Hu-Ssong propuso a sus discípulos el siguiente relato:

-Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra. Igualmente la cargó. Todas las piedras con que iba tropezando las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no pudo caminar. ¿Qué piensan ustedes de ese hombre?

-Que es un necio -respondió uno de los discípulos-. ¿Para qué cargaba las piedras con que tropezaba?

Dijo Hu-Ssong:

-Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han
hecho, los agravios sufridos, y aun la amargura de las propias
equivocaciones. Todo eso lo debemos dejar atrás, y no cargar las pesadas piedras del rencor contra los demás o contra nosotros mismos.

Si hacemos a un lado esa inútil carga, si no la llevamos con nosotros,
nuestro camino será más ligero y nuestro paso más seguro.

Así dijo Hu-Ssong, y los discípulos se hicieron el propósito de no cargar
nunca el peso del odio o del resentimiento.

LA OTRA ORILLA

La otra orilla

Por qué miras siempre hacia el otro lado?
¿Por qué piensas siempre que los otros, amigos, conocidos y vecinos, son más dichosos, y dices con ligereza: a los otros les va mucho mejor, y yo doy lo mejor de mí y no llego a nada?

La otra orilla siempre es más bella. Yace muy lejos.
Como petrificado, miras fijamente hacia la bella claridad.

Jamás tuviste en cuenta que también los de la otra orilla te observan y piensan que posees mucha mas felicidad, pues ellos solo ven tu parte agradable.

Tus pequeñas y grandes preocupaciones no las conocen.
Vivir feliz es un arte.
Para ello conviene sentirse satisfecho.
La felicidad no está en la otra orilla...Está en tu forma de ver tu orilla!!!!

Aprecia la orilla donde Dios te puso, y no creas que la otra es la mejor, pues Dios te puso donde debes estar.