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martes, 20 de septiembre de 2011

CON FE FIRME...




 Con fe firme..
 Con fe firme, entrego todo a Dios. La paz llena mi alma.

A veces quizás me sienta abrumado al llevar a cabo las responsabilidades y tareas que se esperan de mí. Las circunstancias pueden girar fuera de control. Las noticias inesperadas posiblemente aviven sentimientos de temor. Entonces ¿que puedo hacer?
Al tranquilizarme y respirar profundamente, recuerdo las palabras de un himno antiguo: “Todo está bien en mi alma”. Paso unos momentos en oración sabiendo que todo está bien en espíritu y en verdad.

Cuando deseo alejarme de una situación negativa, posiblemente me vaya a caminar, lo cual vigoriza mi mente y cuerpo. Mis pensamientos se clarifican para tomar decisiones positivas y elegir convenientemente.

Me relajo y entrego todo al orden divino que se mueve continuamente en mi vida. La paz llena mi alma.



¿QUÉ HACER CUANDO DIOS CALLA?

Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com
¿Qué hacer cuando Dios calla?
Aunque Dios calle y permanezca oculto, en el fondo del corazón percibimos su presencia, quien nos ama no nos abandona.
 
¿Qué hacer cuando Dios calla?


¿Por qué Dios está oculto? ¿Por qué, luego de encontrarlo, se esconde? ¿Por qué es tan difícil entenderle? ¿Por qué calla? ¿Por qué no siempre responde? ¿No le importan mis problemas? ¿Es que no me ama? ¿Se ha olvidado de mí?

Hay momentos en la vida en que gritamos a Dios como el salmista:

Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
A pesar de mis gritos mi oración no te alcanza.
Dios mío, de día te grito, y no respondes;
De noche, y no me haces caso…
(Sal 22 (21))

¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor?
¡Levántate, no nos rechaces para siempre!
¿Por qué ocultas tu rostro y olvidas nuestra miseria y opresión?
(Sal 44)

Cuando Dios calla nos sentimos perdidos

El silencio de una persona amada es doloroso. Se percibe como ausencia, vacío, desinterés, soledad… El silencio del otro provoca inseguridad y puede ser el origen de resentimientos y desconfianza.

Por eso el silencio de Dios es terriblemente doloroso. Jesucristo también lo padeció en la cruz, se sintió abandonado por el Padre. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15, 34b)

Sabemos que Dios salió de su eterno silencio, reveló su secreto, desveló su misterio en la Palabra: Jesucristo. Y que Cristo está vivo. Lo sabemos, pero eso no quita su misterioso silencio.

Pero percibimos su presencia

Creo que todos hemos experimentado la pérdida de un ser querido. Cuando muere alguien a quien amamos, tenemos la impresión de que no ha muerto del todo. Sabemos que, de alguna manera, está vivo. Nuestro corazón guarda la seguridad, o al menos la esperanza, de que esa persona a la que amamos sigue existiendo y está presente en nuestra vida, aunque de manera diferente. Lo experimentamos así, porque la memoria del amor nos fortalece la seguridad de que quien nos ama no nos abandona.

Aunque Dios calle y permanezca oculto, casi como si estuviera muerto, en el fondo del corazón percibimos su presencia. Esta percepción interior crece a medida que se desarrolla en nosotros la semilla de las virtudes teologales. La experiencia nos va demostrando el amor que Dios nos tiene. La memoria iluminada por la fe nos ayuda a recordarlo. Y así, progresivamente, nos va invadiendo la confianza de que Dios está presente. Poco a poco la gracia de Dios va trabajando en nosotros y de esa manera en el fondo de nosotros mismos crece y se va fortaleciendo una percepción interior de la que el corazón está seguro y que, gracias a la fe, se convierte en certeza: Aunque no lo vea, aunque no lo sienta, Él está aquí, conmigo, y me ama.

Lecciones aprendidas ante el silencio de Dios

En mi vida he aprendido tres lecciones ante los silencios de Dios:

1. Que no debo perder la paz interior, aunque sufra lo indecible. Se vale quejarse, pero sin perder la paz interior. Esta es la gran lección del salmista.

Dios mío, de día clamo, y no respondes,
también de noche, no hay silencio para mí.
¡Mas tú eres el Santo,
que moras en las laudes de Israel!

En ti esperaron nuestros padres,
esperaron y tú los liberaste;
a ti clamaron, y salieron salvos,
en ti esperaron, y nunca quedaron confundidos
(Sal 22(21), 2-6)

El Salmo 22 (21) nos enseña que no hay que desesperar, no hay que rebelarse contra Dios. Cuando Dios calla es tiempo de más oración, de súplica humilde y confiada.

Sí, tú del vientre me sacaste,
me diste confianza a los pechos de mi madre;
a ti fui entregado cuando salí del seno,
desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios.

¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca,no hay para mí socorro!
(Sal 22(21), 10-12)

Si Dios calla en tu vida, te recomiendo que pronuncies pausadamente, con plena conciencia, en actitud abierta y confiada, el Salmo 22.


2. Que debo aceptar mis límites y tener confianza. En la comunicación, el silencio tiene un significado. Y si el silencio viene de Dios puedo tener la certeza de que no puede ser más que un gesto de amor, algo que Él me ofrece para mi bien. En Dios el silencio no puede significar rechazo o desinterés, simplemente Dios no puede hacerme una cosa así.

El silencio de Dios se convierte para mí en un reclamo para que yo guarde silencio, que acepte que hay algo de Dios que no alcanzo a comprender y que aprenda a escucharlo y acoger su voluntad con plena confianza en la Providencia.

Job nos da lecciones estupendas. Él llegó a aceptar que no alcanzaba a comprender muchas cosas que le sucedían y que debía abrazar el Plan de Dios, renunciando a su propia lógica.

Sé que eres todopoderoso:

ningún proyecto te es irrealizable.

Era yo el que empañaba el Consejo

con razones sin sentido.

Sí, he hablado de grandezas que no entiendo,

de maravillas que me superan y que ignoro.
(Job 42, 2-3)

Y después del silencio de Dios, Job alcanzó el culmen de su relación filial con Dios, hizo experiencia personal de la bondad y del amor de Dios aún en medio del misterio: “Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos” (Job 42, 5)

Esto me hace pensar en lo injustos que somos a veces con Dios: nos quejamos de que nos deja huérfanos cuando somos nosotros los que tantas veces nos comportamos como huérfanos, y Él, nuestro Padre y Hermano querido, allí está esperando pacientemente en silencio en el Sagrario, en nuestro corazón, en el prójimo, en todas partes…


3. Que debo perseverar en oración (cf. Mt 26, 41; cf 1 Tes 5, 17) y ser como el amigo inoportuno que llama a la puerta hasta que abre (cf Lc 18,1-8), con la certeza de que mi Padre me escuchará:

Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan! (Lc 11, 9-13)

Tarde o temprano escucharás tu nombre

Cuando Dios calla es tiempo de fe y libertad.

El silencio de Dios, no a pesar, sino precisamente por su complejidad y ambivalencia, es el espacio en el que se juega la libertad y la dignidad del hombre frente al tiempo y frente al Eterno (…), los tiempos de silencio de Dios son los tiempos de la libertad humana. (Bruno Forte)

Libertad para saber esperar, para optar por el amor sin condiciones. Cuando Dios calla, nos enseña a amar.

El silencio de Dios no es ausencia, es otra forma de estar presente, un lenguaje diferente. Lo que pasa es que somos impacientes y queremos respuestas inmediatas y siempre a nuestro estilo. Algo importante en el amor es aceptar al otro como es. También Dios merece este trato.

Cuando Dios calla es sábado santo. Tarde o temprano (tal vez hasta el día de nuestra muerte), escucharemos la voz tan esperada que nos llama por nuestro nombre, como aquél: “María” (Jn 20,16) de Cristo Resucitado.


De todos modos, la pregunta permanece abierta: ¿Por qué Dios calla?

Pregúntaselo tú mismo y espera con paciencia su respuesta.

SINÓNIMOS DE TRANQUILIDAD...


Sinónimos de tranquilidad

La Tranquilidad y sus sinónimos: dulzura, suavidad, bondad, docilidad, apacibilidad.

Para alcanzar la perfección piensa en qué consiste la mansedumbre. Serás manso de corazón si no te dejas arrastrar por la ira que se levanta en tu interior cuando ocurren hechos adversos o al recibir una injuria. Dosificarás la palabra si a todos hablas con claridad, y evitas las contiendas y querellas o las palabras ásperas u ofensivas.

Serás manso de obra si en lugar de vengarte del que te haya injuriado o de devolver mal por mal, haces favores, excusas al que te ofende, y ruegas a Dios para que le perdone.

"Tienes que ir por el mundo haciendo que las "distancias largas" sean cercanas y convertirás muchos problemas en ventajas".

Ignora el daño, el dolor, la molestia, pues no te dejarán conocer la condición de la mansedumbre y la paz de espíritu. Por eso, cuando sientas la mansedumbre en tu alma será como la brisa que vague por el bosque; será vehemente como el fuego, y quieta como las cumbres.

Unifica tus ojos y oídos para mirar y escuchar al unísono en paz y calma, para que no caigan en la confusión y el desorden, pues, cuando pongas primero la mansedumbre en tu espíritu, podrás ver y escuchar la verdad.

Mantente firme en tu propio corazón; sólo entonces puedes lograr la mansedumbre. El ser manso no significa no luchar.

"Cualquier persona en el mundo se dispone a combatir en un minuto si se siente animado, pero cuando se trata realmente de luchar, es poseído por la energía"

Verás que llevando siempre la mansedumbre, tu espíritu tendrá mucho más energía para luchar cuando se presente la ocasión. Utiliza el orden para enfrentarte al desorden, utiliza la calma para enfrentarte con los que se agitan, y así habrás dominado tu corazón y las fuerzas oscuras.

Si tu corazón está totalmente abierto y tu mente en orden, serás capaz de adaptarte a responder sin límites, a manejar los acontecimientos de manera infalible, a enfrentarte a dificultades graves e inesperadas sin turbarte, dirigiendo cada cosa sin confusión.

Evita la confrontación inútil. No intentes ir contra la corriente o cuesta arriba ni tampoco cuesta abajo con mucha carga, como pensar que hay enemigos donde no los hay....
Ludy Mellt SekherExtracto de "El Despertar"



NOVENA DIA 7 - PADRE PIO DE PIETRELCINA




Día  Séptimo
AMOR DEL PADRE PÍO A LOS SANTOS ÁNGELES

Reflexión: Los ángeles de la guarda son seres espirituales que Dios envía a los hombres con la misión de custodiarnos y protegernos física y espiritualmente.
El ángel de la guarda no nos abandona nunca –decía el padre Pío-. Él es nuestro amigo más sincero y fiel.
El padre Pío le tenía mucha confianza y familiaridad y con frecuencia le daba encargos especiales. A quien iba a saludarlo antes de emprender un viaje, le decía: “El ángel de Dios te acompañe”.

A sus hijos espirituales repetía con frecuencia: “cuando me necesites y no puedas venir a verme, mándame a tu ángel de la guarda con el mensaje”.

El padre Agustín, su confesor, escribió: “El padre Pío no conoce ni el griego ni el francés, su ángel de la guarda le explica todo”.

En el libro Envíame a tu ángel de la guarda, el padre Alejo Parente nos cuenta este hecho asombroso: “Una vez el padre Pío estaba en la veranda y parecía estar hablando con alguien, mientras que en realidad yo no veía a nadie. Me acerqué a él para entregarle algunas cartas. El padre me dijo bruscamente: “¿No ves que estoy ocupado?”.

Me quedé mortificado y me retiré un poco. Al poco tiempo, el padre Pío me llamó y me dijo: “¿No has visto estos ángeles de la guarda que estaban alrededor? Eran los ángeles de la guarda de mis hijos espirituales que venían a traerme sus mensajes. Debía yo darles las respuestas”.

El padre Pío no era un hombre que inventara extrañezas o fuera preso de fantasías neuróticas. Ahora que la Iglesia ha reconocido su santidad, estas “extrañezas” se vuelven verdaderas enseñanzas para nosotros.


Oremos: Te pedimos, Señor, que tus santos ángeles, nos ayuden en el peregrinar de esta vida y nos conduzcan después a la patria eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén






A PESAR DE TODO...

A pesar de todo...

    SONRÍO....
Aunque la vida me golpee,
Aunque no todos los amaneceres sean hermosos,
Aunque se me cierren las puertas. Sonrío...

    SUEÑO....
Porque soñar no cuesta nada y alivia mi pensamiento,
Porque quizás mi sueño pueda cumplirse,
Porque soñar me hace feliz.

    LLORO...
Porque llorar purifica mi alma y alivia mi corazón,
Porque mi angustia decrece, aunque sólo sea un poco,
Porque cada lágrima es un propósito de mejorar mi existencia.

    AMO...
Porque amar es vivir,
Porque si amo, quizás reciba amor,
Porque prefiero amar y sufrir, que sufrir por no haber amado nunca.

    COMPARTO....
Porque al compartir crezco,
Porque mis penas, compartidas, disminuyen,
Y mis alegrías se duplican.

¡¡¡Sonrío, sueño, lloro, amo, comparto, vivo.!!! Y por esto cada día doy gracias a Dios que me da un día más...