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martes, 16 de agosto de 2011

AYÚDAME SEÑOR A SER MISERICORDIOSA

Ayúdame Señor a ser misericordiosa
(Autor: Santa Faustina Kowalska)

Ayúdame, oh Señor,
a que mis ojos sean misericordiosos,
para que yo jamás recele o juzgue según las
apariencias, sino que busque lo bello en el alma
de mi prójimo y acuda a ayudarle.

Ayúdame, oh Señor,
a que mis oídos sean misericordiosos,
para que tome en cuenta las necesidades
de mi prójimo y no sea indiferente
a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor,
a que mi lengua sea misericordiosa,
para que jamás hable negativamente de mi prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo
y de perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor,
a que mis manos sean misericordiosas
y llenas de buenas obras, para que sepa hacer
sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí
las tareas más difíciles y penosas.

Ayúdame, oh Señor,
a que mis pies sean misericordiosos,
para que siempre me apresure a socorrer
a mi prójimo, dominando mi propia fatiga
y mi cansancio.Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo. 

Ayúdame, oh Señor,
a que mi corazón sea misericordioso,
para que yo sienta todos los sufrimientos
de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón.
Seré sincera incluso con aquellos de los cuales
sé que abusarán de mi bondad.
Y yo misma me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús.

Soportaré mis propios sufrimientos en silencio.
Que tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí.

Amén.


LOS ESTIGMAS, ¿PUEDE SUCEDERLE A CUALQUIERA?

Autor: Ignacio Ibañez / Tito Paolo Zecca | Fuente: Acción Católica Argentina / Zenit.org
Los estigmas, ¿pueden sucederle a cualquiera?
Siempre ha sido gente excepcional, virtuosa, probada en el dolor y convencida de la fe quienes los han recibido realmente

Los estigmas,  ¿pueden sucederle a cualquiera?
Los estigmas, ¿pueden sucederle a cualquiera?
El estigma es un fenómeno místico extraordinario por medio del cual se presentan en el cuerpo las llagas de la pasión de Cristo. Y como afirma De Grandmaison, reconocida autoridad en el campo de la investigación sobrenatural, esta experiencia se concede únicamente a quienes merecen ser presencia amorosa de Dios en el mundo. El estigma es un hecho del todo extraordinario, como comprueba el doctor Imbert Gourbeyre, quien dedicó años a investigar sobre estos casos. El primer caso famoso fue el de San Francisco de Asís. Son numerosos los testimonios de quienes lo vieron y presenciaron.

La Iglesia nunca ha querido servirse de estos acontecimientos sobrenaturales para promover la fe católica o la misma imagen de la Iglesia. Al contrario, siempre ha adoptado una actitud de reserva, dando más importancia a las virtudes y al testimonio de vida que al carácter sobrenatural de los que han recibido la estigmatización en su cuerpo.

El último caso que ha dado la vuelta al mundo es el Padre Pío. Aunque el Padre Pío llevó durante 53 años la herida de los estigmas en sus manos, en sus pies y en su costado, la Iglesia nunca quiso hacer alarde de ello. Las llagas permanecían cerradas todos los días y sólo se abrían y sangraban los viernes. Las fotos que existen fueron tomadas de manera espontánea por gente que se saltó la prohibición de fotografiar las manos del capuchino. A pesar de la evidencia del caso, la Iglesia nunca declaró oficialmente que los estigmas del P. Pío fueran de origen divino.

Los estigmas no se han producido en gente neurótica, trastornada o hipocondríaca. La psiquiatría experimental afirma que no pueden ser simples fluxiones o supuraciones de sangre producidas por el poder de la imaginación, ya que las heridas aparecen y sangran sin ninguna intención ni esfuerzo por parte del estigmatizado.

Los estigmas se han dado siempre de manera instantánea, causando gran sorpresa e impresión en quienes los han recibido. Las llagas nunca han supurado y su sangre se ha mantenido siempre fresca y limpia. Además, han sido heridas que no se curan nunca y que permanecen un gran número de años sin que pueda darse una explicación médica o científica. Es cierto también que algunos ilusos se han dejado llevar por un fanatismo exagerado y han fingido llevar las huellas de las llagas de Cristo (
Caso: Giorgio Bongiovanni). No hay que dejarse llevar por quienes tratan de apantallar. Ni en la vida, ni mucho menos, en la fe.

Han sido muy pocos quienes a lo largo de la historia han recibido realmente en su cuerpo la impresión de los estigmas. Siempre ha sido gente excepcional, virtuosa, probada en el dolor y convencida de la fe. Gente que ha recibido un don del que nunca se han sentido merecedores ni dignos. Gente que nos recuerda que es maravilloso imitar a Jesús. En las sonrisas y en las heridas. En todo. Y ofreciendo el dolor de sus heridas para que haya más sonrisas en todos. Como Jesús.


Los estigmas, desconcertante signo de la pasión de Cristo. Entrevista con el catedrático de espiritualidad Tito Paolo Zecca

Los estigmas, signo distintivo de la pasión de Cristo, se han convertido en el centro de un debate teológico muy interesante.

Desde Francisco de Asís (primer santo de la historia en que se ha podido comprobar este fenómeno) hasta el beato Pío de Pietrelcina (uno de los últimos casos) se han dado unos 250 casos de personas con estigmas, en la mayoría de los casos con comprobación científica. Pero, ¿qué significan esas llagas dolorosas en las manos y en los pies de personajes que en algunos casos, con su espiritualidad, han cambiado la historia del mundo y del cristianismo?

Para comprender mejor el debate, Zenit ha entrevistado al padre pasionista Tito Paolo Zecca, profesor de Teología pastoral y espiritualidad en la Universidad Pontificia de San Juan de Letrán y en el Ateneo Pontificio Antonianum de Roma. Este catedrático, que ha dedicado investigaciones y libros al argumento, es uno de los máximos expertos mundiales en la materia.

Acaba de presentar sus últimos descubrimientos en una conferencia dictada sobre «El Crucifijo de la Sábana Santa y las personas con estigmas» en el centro de Sindonología del Caravita, en Roma (http://www.sindonologia.it).


¿Cuál es el significado de los estigmas?

En el misterio de la resurrección de Jesús, el Evangelio muestra cómo no han quedado canceladas su llagas. Los estigmas representan un signo de lo que sufrió Cristo durante la pasión, y por tanto constituyen un dato teológico en el que hay que profundizar mucho más de lo que hemos hecho hasta ahora. En el Evangelio de Juan, cuando Jesús entra en el Cenáculo con las puertas cerradas y saluda a los discípulos, muestra los estigmas para identificarse. A santo Tomás le dice: «Mete tu dedo en mi costado». La consternación de los apóstoles es también un hecho revelador de este misterio. Este fenómeno muestra la eficacia de la salvación de Cristo en la Cruz y permanece de manera particular en el signo de los estigmas, convirtiéndose en un dato distintivo de la eficacia redentora y salvadora de la fe.


Ha habido 250 casos de santos y beatos que han tenido los estigmas. ¿Cuál es el significado histórico de este signo?

Es un dato particular de la espiritualidad y de la mística occidental. A partir de san Francisco, hemos tenido un número significativo de santos y beatos que han vivido la experiencia desconcertante de la reproducción en su cuerpo de los estigmas de Cristo. Hasta ahora, la investigación ha subrayado el carácter de configuración e imitación de Jesús, que surge de la intensa relación personal que han mantenido con él estas personas. Sin embargo, se ha analizado muy poco el papel que estos santos y beatos han desempeñado en la Iglesia. No se ha reflexionado suficientemente en la misión particular que está ligada a los estigmas.


¿Puede poner algún caso concreto?

Por ejemplo, san Francisco de Asís recibió los estigmas cuando todos sus proyectos de santidad --fundación de la Orden, aprobación de la regla primitiva, viaje a Palestina-- habían fracasado. Se encuentra solo y abandonado. La configuración con el Crucificado le consuela, pero al mismo tiempo el sufrimiento de los estigmas se convierte en un bien para su Orden y en un mensaje para toda la Iglesia.

El sucesor de san Francisco, Fray Elías, entendió el significado de los estigmas y así lo subrayó en la carta que dirigió a todos los fieles.

Este mismo mensaje y misión de los estigmas puede constatarse en Santa María Magdalena de Pazzi y en santa Catalina de Siena. En el siglo que acaba de concluir esta misión se constata con claridad en personajes como santa Gemma Galgani (fallecida en 1913), el beato padre Pío de Pietrelcina (1887-1968), y Marthe Robin (mística francesa fallecida en 1981 de quien se están estudiando sus escritos antes de emprender el proceso de beatificación).

Marthe Robin se ha hecho conocida después de que el famoso escritor Jean Guitton escribiera el libro «El viaje inmóvil» Durante cuarenta años esta mujer estuvo sin moverse en su lecho. Al igual que Gemma Galgani y Pio de Pietrelcina, ha dado vida a muchísimos grupos de espiritualidad y oración en todo el mundo.


¿Qué es lo que experimenta quien recibe los estigmas de la pasión de Cristo?

Se trata de una experiencia de alegría y dolor. El Señor es siempre el que toma la iniciativa. Los destinatarios de los estigmas consideran esto como una inmensa gracia, de la que no se sienten dignos. De hecho piden al Señor que se la quite, pues se avergüenzan. Esta actitud es evidente en el padre Pío. El beato de Pietrelcina muestra claramente cuál es la misión de quien lleva los estimas. El padre Pío funda grupos de oración y la Casa de Alivio del Sufrimiento (un gran hospital), realizando una obra concreta para aliviar los sufrimientos físicos. Además, a través de la oración, profundiza en la capacidad de intercesión de las personas unidas a quien padece los estigmas que renueva el mundo, lo salva y lo protege.


Pero, entonces, ¿por qué da el Señor esta «gracia» a ciertas personas?

La respuesta está precisamente en su misión. Es un servicio que la Iglesia necesita en un momento particular de su historia. Es como un signo profético, un llamamiento, una dato sorprendente capaz de recordar a los hombres las cosas esenciales, es decir, la conformación con Cristo y la salvación de Cristo que con sus llagas nos ha rescatado.

En cierto sentido, todos nosotros llevamos los estigmas, pues con el bautismo estamos sumergidos en la vida de Cristo, que nos permite participar en el misterio pascual de su muerte y resurrección. En su pequeñez, cada uno

BENDICIONES DEL ROSARIO



 
Bendiciones del Rosario 
 
1. Los pecadores son perdonados.
2. Las almas sedientas son refrescadas.
3. Aquellos que son soberbios encuentran la sencillez.
4. Aquellos que sufren encontrarán consuelo.
5. Aquellos que estan intranquilos encontrarán paz.
6. Los pobres encontrarán paz.
7. Los religiosos son reformados.
8. Los vivos aprenderán a sobrepasar el orgullo.
9. Los muertos (las almas santas) aliviarán sus dolores por privilegios. 

Los Beneficios del Rosario 
 1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo.
2. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
4. Nos facilita practicar la virtud.
5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
6. Nos enriquece con gracias y méritos.
7. Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.

 

14 MANERAS DE SER SAMARITANO/A HOY


14 maneras de ser samaritano/a hoy

La parábola de Jesús sobre el samaritano tiene valor permanente e inspirador: todos y todas podemos ser samaritanos/as si comprendemos bien lo qué es y nos decidimos a serlo.
Recordamos algo sencillo y concreto: las obras de misericordia “corporales” y “espirituales”

1. Obras de Misericordia Corporales
- Dar de comer al hambriento
- Dar de beber al sediento
- Vestir al desnudo
- Visitar a los enfermos
- Dar posada al peregrino
- Sepultar a los muertos

2. Obras de Misericordia Espirituales
- Enseñar al que no sabe
- Dar buen consejo al que lo necesita
- Corregir al que yerra
- Perdonar al que nos hace mal
- Consolar al que está triste
- Orar por los vivos y a los difuntos.

3. El premio lo encontraremos en el Reino
En el Juicio final, “el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”… Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. (Mateo c.25).

Padre Benito Spoletini

 

  

EL CRUCIFIJO QUE HABLÓ A SAN FRANCISCO

Autor: Fr. Tomás Gálvez | Fuente: http://fratefrancesco.org
El crucifijo que habló a san Francisco (Asís, Italia)
Historia de san Francisco y descripción del crucifijo


El crucifijo que habló a san Francisco (Asís, Italia)
El crucifijo que habló a san Francisco (Asís, Italia)
Su Santidad el Papa Juan Pablo II oró ante la Cruz de San Damián y ante la tumba de santa Clara (Asís, 1993)


Una experiencia que marcó a Francisco para toda su vida

Un día de otoño de 1205, mientras oraba, el Señor le prometió a Francisco que pronto daría respuesta a sus preguntas. A los pocos días, paseando por los alrededores de Asís, pasó junto a la antigua iglesia de San Damián y, conmovido por su estado de inminente ruína, entró a rezar, arrodillándose con reverencia y respeto ante la imagen de Cristo crucificado que presidía sobre el altar. Y, estando allí, le invadió, más que otras veces, un gran consuelo espiritual. Con los ojos arrasados en lágrimas, pudo ver como el Señor le hablaba desde la cruz y le decía: "Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala".

Tembloroso y sorprendido, él contestó: "De muy buena gana lo haré, Señor". Luego se ensimismó y quedó como arrebatado, en medio de la iglesia vacía. Fue tal el gozo y tanta la claridad que recibió con aquellas palabras, que le pareció que era el mismo Cristo crucificado quien le había hablado.

Todos los biógrafos coinciden en calificar de éxtasis o visión la experiencia de San Damián. Santa Clara escribe que fue una "visita del Señor", que lo llenó de consuelo y le dió el impulso decisivo para abandonar definitivamente el mundo. A esta visión parece referirse San Buenaventura, cuando refiere que el santo, tras el encuentro con el leproso, estando en oración en un lugar solitario, tras muchos gemidos e insistentes e inefables súplicas, mereció ser escuchado y se le manifestó el Señor en la cruz. Y se conmovió tanto al verlo, y de tal modo le quedó grabada en el corazón la pasión de Cristo, que, desde entonces, a duras penas podía contener las lágrimas y los gemidos al recordarla, según confió él mismo, antes de morir. Y entendió que eran para él aquellas palabras del Evangelio: "Si quieres venir en pos de mí, niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mt 16, 24).

Tomás de Celano y los Tres Compañeros sitúan esta experiencia en San Damián. Según ellos, cuando el Señor le habló desde el crucifijo, Francisco experimentó un cambio interior que ni él mismo acertaba a describir. El corazón se le quedó tan llagado y derretido de amor por el recuerdo de la pasión, que desde entonces llevó grabadas en su interior las llagas de Cristo, mucho antes de que se le manifestaran en la carne. Por eso, añade San Buenaventura, "ponía sumo cuidado en mortificar la carne, para que la cruz de Cristo que llevaba impresa dentro de su corazón rodease también su cuerpo por fuera. Todo eso lo practicaba ya cuando aún no se había apartado del mundo, ni en el vestir ni en la manera de vivir". Se refiere a un cilicio, a un tejido muy basto, hecho de gruesos nudos, que empezó a llevar ceñido a la cintura, debajo de la ropa. Desde entonces será tal su austeridad, y tantas las mortificaciones a lo largo de su vida, que, sano o enfermo, apenas condescendió en darse gusto, hasta el extremo de reconocer, poco antes de morir, que había tratado con poco miramiento al "hermano cuerpo".




Descripción del crucifijo de San Damián

El crucifijo que habló a Francisco es hoy uno de los más conocidos y reproducidos del mundo. Se trata de un icono románico-bizantino del s. XII, de autor umbro desconocido y clara influencia sirio-oriental. Es de madera de nogal recubierta con una basta tela, sobre la que pintaron con colores vivos las figuras de Cristo y otros personajes de la Pasión. Sin el pedestal, mide 2’10 metros de alto por 1’30 de ancho.

En 1257, cuando las clarisas abandonaron San Damián, se lo llevaron consigo al nuevo monasterio de Santa Clara construido para ellas en Asís , donde lo conservaron durante siglos en la sacristía. En 1958, 20 años después de ser restaurado por Rosario Aliano, fue expuesto al público en la capilla de San Jorge. Después del terremoto de septiembre de 1997 el icono ha sido sometido a una nueva restauración, y allí sigue expuesto a la devoción de todos, libre ya del vidrio y del marco que antes lo contenía.

He aquí algunas claves para comprender el significado de este icono bizantino del siglo XII:

El Cristo de San Damián está vivo y sin corona de espinas, pues es el Cristo resucitado y glorioso que ha vencido a la muerte.

El paño de lino orlado de oro recuerda las vestiduras de los sacerdotes del Antiguo Testamento (Ex 28, 42).

Su postura expresa un gesto de acogida y parece abrazar a todo el universo.

Sus ojos no miran al espectador, sino que se dirigen al Padre, invitándonos también a nosotros a hacer lo mismo mediante la conversión.

Los 33 personajes que lo rodean representan la comunión de los santos de todos los tiempos.

Jesús, con los pies sobre fondo negro, parece que asciende del abismo.

La sangre de Cristo chorrea sobre los personajes que lo rodean, para indicar que han sido lavados y salvados por su Pasión.

La sangre de los pies cae sobre seis personajes apenas reconocibles, que podrían ser: San Juan Bautista, San Miguel, San Pablo y San Pedro, San Damián y San Rufino, patrón de Asís.

En cada extremo de los brazos transversales de la cruz hay tres ángeles que muestran a Cristo: son los mensajeros de la Buena Noticia.

Los personajes bajo los brazos de Jesús están todos en la luz, son hijos de la luz.

Tienen todos la misma estatura, pues son "hombres perfectos", que han alcanzado "plenamente la talla de Cristo" (Ef 4, 13).

Si se mira bien, sus rostros son como el de Cristo, pues en ellos ha sido restaurada la "imagen y semejanza de Dios" original.

Juan y María están en el puesto de honor, a la derecha de Cristo. El discípulo muestra y recoge la sangre del costado de Cristo. María manifesta dolor, pero también serenidad y admiración por la resurrección y por el nuevo hijo que su Hijo le acaba de encomendar.

El manto blanco de la Virgen simboliza pureza, y las piedras preciosas que lo adornan son los dones del Espíritu Santo. El vestido rojo oscuro representa el amor. La túnica morada bajo el vestido recuerda que María es la nueva Arca de la Alianza (la del Antiguo Testamento estaba cubierta con un paño de ese color).

A la izquierda de Jesús están Maria Madgalena y María de Santiago, que parecen preguntarse: ¿Quién nos abrirá el sepulcro?. Junto a ellas, el Centurión confiesa la humanidad y divinidad de Cristo: "Verdaderamente, este hombre era el Hijo de Dios".

Detrás del Centurión asoma el rostro de quien encargó el crucifijo y otras tres personas que evocan al Pueblo de Dios.

Bajo los personajes mayores, hay dos pequeños, uno a cada lado, que representan a los romanos y judíos que crucificaron a Jesús: el romano es un soldado con la lanza y la esponja.

A la izquierda de las piernas de Cristo se ve el gallo de Pedro, que recuerda nuestra debilidad e invita a la vigilancia. Pero también simboliza al sol naciente, Cristo, cuya luz se difunde por toda la tierra.

Sobre la tablilla con la inscripción "Rex iudeorum", en un círculo rojo, vemos a Cristo que sube al cielo, vestido de blanco, con estola dorada y una cruz luminosa en la mano, señal de victoria. El círculo expresa perfección y representa la plenitud de la gloria, donde lo reciben diez ángeles festivos.

La mano del Padre, en lo más alto del crucifijo, se encuentra en un semicírculo. La otra mitad no se puede ver, pues Dios Padre no tiene rostro, es un misterio.