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martes, 10 de mayo de 2011

REGALOS QUE NO TE CONVIENE RECIBIR

Hay regalos que no te conviene recibir

Era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo.

Al terminar la clase, ese día de verano, mientras el maestro organizaba unosdocumentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:

- Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburridora.

El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado.

El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:

- ¿Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes?

El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.

- Por supuesto que no. -Contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.

- Bueno, -prosiguió el profesor-, cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar.

- No entiendo a qué se refiere. -dijo el alumno confundido.

- Muy sencillo, -replicó el profesor-, tú me estás ofreciendo rabia y desprecio y si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo, y yo, mi amigo, en verdad, prefiero obsequiarme mi propia serenidad.

- Muchacho, -concluyó el profesor en tono gentil-, tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa, yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón pero de mí depende lo que yo cargo en el mío.

Cada día, en todo momento, tú puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que decidas cambiarlo.

Es tan grande la libertad que nos da la vida que hasta tenemos la opción de amargarnos o ser felices.

¿Qué escogiste tú?

APARICIONES DEL ÁNGEL DE LA PAZ A LOS PASTORCITOS EN FÁTIMA


Apariciones del Ángel de La Paz en Fátima

Un tiempo antes de la manifestación de Nuestra Señora de Fátima, los niños Videntes, tuvieron tres apariciones de un Angel. La primera tuvo lugar en la primavera de 1916 en la cueva "Loca de Cabeco".

El Angel les dijo: " No teman. Soy el Angel de la Paz. Recen conmigo."

Luego se arrodillo en la tierra, se inclino y dijo :
"Mi Dios, Yo creo en ti, Yo te adoro y Yo te amo. Te pido perdón por todos aquellos que no creen , que no te adoran y no te aman."

Lo repitió tres veces, se levanto y le dijo a los pequeños "Recen de esta manera. Los corazones de Jesús y María están atentos a sus súplicas." Luego desapareció.

En la segunda aparición, entre otras cosas, el Angel les dijo: "Yo soy el Angel de su guardia, el Angel de Portugal. Sobre todo, acepten y soporten con sumisión el sufrimiento que el Señor les envíe".

En la tercer aparición: El Angel nuevamente se apareció en la cueva Loca de Cabeco, llevaba consigo un cáliz y sostuvo sobre él, una Hostia. Repitió tres veces esta oración:

"Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en acto de reparación por los sacrilegios, ultrajes e indiferencia por la cual Él Mismo es ofendido. Y mediante los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, yo le pido la conversión de los pobres pecadores."

Después le dio la Hostia a Lucía y ofreció el contenido del Cáliz a Jacinta y Francisco para que lo bebieran. Volvió a repetir la oración y se marcho.

DEJAR TODO POR JESÚS


Autor: P. Jose Luis Richard | Fuente: Catholic.net
Llega Él... ¡Hay que dejar todo!
¡Todo! Aun las redes nuevas que se acaban de comprar; hasta la barca... Todo.


Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres». Al instante, dejando las redes, le siguieron.

El lago les presentaba ese día una fuente repleta de peces. Simón y Andrés estaban felices con su buena faena. Los dos hermanos podrían haber seguido pescando todo el día sin cansarse. El sol brillaba pero no había mucho calor, la brisa les rodeaba mientras trabajaban... Es decir, era uno de esos días en los que no resulta tan duro ser pescador.

Llega Él.

¡Hay que dejar todo! ¡Todo! Aun las redes nuevas que se acaban de comprar; hasta la barca; incluso la posibilidad de vender los pescados del día... Todo. Para seguirle a Él. A uno que les llama. ¿Y por qué le siguen? Por eso, porque les llama. Porque les invita con una autoridad que nunca habían visto antes, con una fuerza que les asegura: "podéis confiar en mí, podéis poner vuestra vida en mis manos sin temor".

Hoy día sólo han cambiado las circunstancias, el paisaje por donde pasa Cristo. Entonces, en Galilea, fue un lago. Ahora podría ser una montaña de Suiza, un edificio en Londres o una playa en California. Pero es el mismo Jesucristo quien pasa por la vida de muchos inesperadamente, tal vez a una hora en que todo va muy bien, cuando aparece un nuevo trabajo con esperanzas de mucho éxito, o una oportunidad estupenda de descanso.

Cristo sigue llamando porque son muchos los hombres a los que aún no ha llegado su salvación y, sin embargo, "los operarios son pocos". Necesita como nunca colaboradores para esa misión, colaboradores que no piensen en su propio bienestar, cuyos ideales sean más fuertes que el deseo de comodidad y cuyo amor resista al atractivo de una vida fácil y sin problemas.

Para esta misión Cristo llama cuando quiere. A unos les sugiere la donación total en la primavera de la vida, acabados los estudios, cuando están listos para darse de lleno a la tarea. A otros, después de unos años de crecimiento espiritual y humano, cuando han desarrollado ya ciertos talentos y tienen así la oportunidad de hacerlos fructificar para Él.

A cada uno le confía una responsabilidad particular. A los primeros apóstoles la fundación de su Iglesia. Luego invitó a otros muchos discípulos: obispos, laicos, hombres y mujeres consagrados... para continuar su obra y extender el Reino. A otros les invitó a darle a conocer por todo el mundo, en todos los continentes, en las selvas más remotas y en la isla más perdida... Pero la misión de todos es la misma: que los hombres sean felices después de haber conocido el amor de Cristo. Es una misión urgente como nunca. Y para la cual Jesús sigue pidiendo ayuda.

La vocación no es otra cosa que el ofrecimiento de Cristo a colaborar con Él, a trabajar en su viña, a luchar por su Causa, para extender su amor, anunciar su palabra... Vista con fe, ¿no es más preciosa que dominar la tierra entera?

Por eso, después de recibir el llamado, el agraciado sólo tiene que amar mucho. Nada más. El amor le mostrará el camino que no alcanza a divisar el egoísmo. El amor le indicará la voluntad de Dios cuando su sensualidad le grite "¡basta!" . El amor sabrá acallar esos gritos: es capaz de ver el blanco y el negro en un mundo de engaños, en un mundo que no entiende la vocación a trabajar por el Reino y que trata a toda costa de disuadir a los elegidos.

Los discípulos se sentían felices, sí, verdaderamente felices. Su respuesta inmediata les proporcionó la mejor parte en este mundo: el gozo del trabajo al lado de Jesucristo.

Al elegirnos para una misión tan grande como es la de extender su Reino entre los hombres, no lo hizo Cristo porque descubriera en nosotros capacidades o cualidades especiales, sino simplemente "porque nos amó más", y ante ese misterio no hay otras razones, sino solamente actitudes de adoración, de agradecimiento, de correspondencia.