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EL SIGNO UNIVERSAL DE LA CRUZ

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
El signo universal de la Cruz
Pascua. La Santa Cruz. La Cruz se ha convertido en un símbolo imprescindible. Porque Cristo murió en una Cruz para ofrecer a todos la salvación.


La Cruz es un signo clave para todos los cristianos y para tantos hombres y mujeres de buena voluntad. Es más que un signo, porque encierra un mensaje universal, perenne, necesario para los corazones.

“La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios; nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados” (Benedicto XVI, Lourdes, 14 de septiembre de 2008).

Por eso la Cruz se ha convertido en un símbolo imprescindible. Porque Cristo murió en una Cruz para ofrecer a todos, sin discriminaciones, su Amor, su misericordia, su perdón.

La Cruz nos dice que el amor es más fuerte que el mal, que es posible la salvación. Ese fue uno de los mensajes de las apariciones de Lourdes: la invitación de la Virgen María “a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación” (Benedicto XVI, Lourdes, 14 de septiembre de 2008).

En medio del debate suscitado por algunos que desean quitar cualquier cruz en los lugares públicos (escuelas, tribunales, parlamentos, despachos del gobierno), los creyentes necesitamos descubrir el verdadero significado de ese signo.

Tal vez Dios permite esa fobia, ese deseo de eliminar un signo universal, para sacudir nuestra rutina y para avivar nuestro corazón al contemplar a Jesús, el Inocente, clavado en un madero. Podremos, entonces, gritar y testimoniar, con nuestra vida y con nuestra esperanza, un mensaje que es para todos, que no debemos esconder en las sacristías ni en los hogares.

Vale la pena recordar, desde el dolor que produce ver a seres humanos insensibles ante el mensaje universal de la Cruz, estas palabras del Papa Benedicto XVI en su visita a Lourdes:

“Volvamos nuestras miradas hacia Cristo. Él nos hará libres para amar como Él nos ama y para construir un mundo reconciliado. Porque, con esta Cruz, Jesús cargó el peso de todos los sufrimientos e injusticias de nuestra humanidad. Él ha cargado las humillaciones y discriminaciones, las torturas sufridas en numerosas regiones del mundo por muchos hermanos y hermanas nuestros por amor a Cristo”.

QUE LA CRUZ NO TE ASUSTE...


Que la cruz no te asuste. La más grande prueba de amor consiste en padecer por el amado; y si Dios, por tanto amor, sufrió tanto dolor, el dolor que se sufre por Él se vuelve amable en cuanto al amor.

San Pío de Pieltrecina

CRISTO DE LOS FAVORES

Cristo de los favores
(Desconozco Autor)


El viejo Haakon cuidaba cierta Ermita. En ella se veneraba Un crucifijo de mucha devoción. Este crucifijo recibía el nombre, bien significativo de "Cristo de los Favores."


Todos acudían allí para pedirle al Santo Cristo. Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle también un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodilló ante la imagen y le dijo, "Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en La Cruz." Y se quedó fijo con la mirada puesta en la Sagrada Efigie, como esperando la respuesta. El Crucifijo abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras.

"Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición."

"Cual, Señor?" preguntó con acento suplicante Haakon.

"Es una condición difícil."

"Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor," respondió el viejo ermitaño.

"Escucha. Suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar siempre silencio." Haakon contestó, "Os lo prometo, Señor." Y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado de cuatro clavos en la Cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada. Los devotos seguían desfilando pidiendo favores.


Pero un día... Llegó un rico y, después de haber orado, dejo allí olvidada su bolsa. Haakon lo vio y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la bolsa del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él, poco después, para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo, iracundo,

"!Dame la bolsa que me has cogido!" El joven sorprendido, replicó,

"No he cogido ninguna bolsa."


"!No mientas, devueIvemeIa enseguida!"

"Le repito que no he cogido ninguna bolsa," afirmó el muchacho.


El rico arremetió, furioso, contra él. Sonó entonces una voz fuerte, "!Detente! El rico miró hacia arriba y vio que la imagen hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, grito, defendió al joven e increpó al rico por la
falsa acusación. Este quedo anonadado, y salió de la Ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la Ermita quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo,


"Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio."

"Señor," dijo Haakon, "como iba a permitir esa injusticia?" Se cambiaron los oficios. Jesús ocupo la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedo de rodillas ante el Crucifijo. El Señor, clavado, siguió hablando.

"Tu no sabias que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; En cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubieran impedido realizar el viaje que para El resultaría fatal. Ahora, hace
unos minutos, acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tu no sabías nada. No sabes nada. Yo sí se. Por eso callo."


Y la sagrada imagen del crucificado guardó silencio. Haakon levantó sus ojos hacia él y exclamó: "Perdón, Señor, Perdón!"