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sábado, 9 de abril de 2011

SEAN SENCILLOS COMO PALOMAS

Sean sencillos como palomas


El alma quiere comprender lo que encierran los instantes de vida que le concedo, es decir, quiere saber qué pretendo al hacerla pasar de un estado a otro. En este deseo, cae fácilmente en la ansiedad, con la cual pone no poco obstáculo a Mi obra.

Yo dije: Sean sencillos como palomas y esto se refiere a la fe en las verdades que la Iglesia propone para esperar a todos los hombres; pero la sencillez procede de la verdad, por tanto ya está en la verdad quien es sencillo respecto de Mis verdades, grado por grado hasta obtener la máxima sencillez que se realiza en la unidad de la criatura y del Creador. Por eso es largo el camino de la sencillez y se detiene el día de Mi llamada.

Entre ustedes hablan, pero sin sencillez. En efecto, las mentes están llenas de reservas, recónditas, las cuales no serían por sí mismas dañinas, pero se vuelven, por el afecto no mortificado a cosas y personas.

Por esto hablan sin completa sencillez y por esto no pueden penetrar y permanecer en el corazón de sus hermanos, antes bien, siempre que se comportan así obtienen repulsas, encubiertas unas veces y francas otras.

Quiero decirles que en su mente están firmes algunas cosas que les impiden penetrar más en el espíritu de quien las escucha cuando hablan de Mí. Y Me urge mucho quitar estos obstáculos porque veo que han aceptado con ardor Mi propuesta que les hice hace tiempo. Por tanto, escúchenme.

Hablando de Mí empleen todas las palabras que se adapten a lo que su mente ve en el instante en que hablan; no tergiversen sino conténtense con decir simplemente lo que ven. El esfuerzo de hacer accesible su pensamiento al que escucha, lo admito, pero si no obstante el esfuerzo, no logran hacerse entender, callen; porque es mejor para ustedes y para quien los oye. No suspendan su discurso si ven que quien los escucha divaga. Persistan, nada más, pero manténganse sobre ella para cogerla en cuanto sea posible como ya hacen.

Hijo Mío, considera además que otro obstáculo en tu mente es creer que todos aquellos con quienes hablas, tienen tu misma mentalidad; pero no siempre es así. Ten justa estima de los dones que te He hecho y para que los guardes celosamente; estos dones son fruto de Mi amor por tí y serán tu corona y tu gozo.

Otro obstáculo que tu mente guarda, representan las divagaciones a las que estás sujeto a causa de la vida de culpa en que te pusiste cuando hacías compañía al maligno en las veredas del infierno. Optimas ocasiones estas para golpear con sabiduría al tentador que vuelve siempre más violento. Pues la sabiduría consiste, en estos casos particulares, darte a tí y a Satanás el más claro y rápido rechazo. Pero no insisto en esto porque ya te He instruido. Te lo indico para ser completo en la enumeración de los obstáculos de tu mente, que se contraponen a una completa sencillez cual es la que quiero de tí.

Habla, de lo que Yo manifiesto a tu inteligencia sin escuchar observaciones en contra. Por lo demás, Yo te mostraré que la eficacia de tus palabras está asegurada por Mi amor.

Sencillo como paloma, vuela al centro donde encuentras la vida; vuela, paloma, transformada por los cuidados del más tierno de los amantes, vuela y llega acá donde el Trino Amor acoge y abraza a sus pequeños amores. Sé bueno como es el amor; pero sé sabio como la Sabiduría para que uno y otra tengan en tí complacencia en el eterno gozo del Padre. Alaba, paloma Mía, la eternidad de bien que Me Ha dado Nuestro adorado Padre, alaba Conmigo la eternidad del Amor que Me Ha dado el Espíritu Santo, porque sublimando Mi Humanidad, te Ha hecho a tí y a todos los que Me aman, verdaderamente Mi imagen, es decir, los ha divinizado.

Bendice, paloma clara y veloz al eterno amor y bendícelo para siempre, porque para siempre El te Ha bendecido, para siempre te Ha hecho Suyo.

Alza un Himno a Nuestra Madre, a Ella que se levanta delante del demonio para evitarte sus instigaciones; bendícela también porque entre todos Sus hijos, tú privado de Su ayuda, serías verdaderamente uno de los peores. Ama mucho a la Altísima Madre y ámala como Yo te enseño, hora por hora; es decir, considerándola ante todo como Mi Madre. ¿Sabes que sonríe todo el Cielo cuando La alabas sólo porque es Mi Madre?

Vuela, paloma, al lado de María. Y tú, Madre Mía, lleva a esta paloma a los brazos del Eterno, infinito Amor por ella anhelado.

Jesús

OBSTÁCULOS

Obstáculos
Autor: Jorge Bucay

Este texto que reproduzco aquí no es en realidad un cuento, sino más bien una meditación guiada, diseñada en forma de ensueño dirigido, para explorar las verdaderas razones de algunos de nuestros fracasos. Me permito sugerirte que lo leas lentamente, intentando detenerte unos instantes en cada frase, visualizándote en cada situación.

Voy andando por un sendero.

Dejo que mis pies me lleven.

Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.

Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad.Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.

Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.

Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso.Temo... dudo.

Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.

Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino.Me detengo. Imposible saltarlo

Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.

Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...

Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.

Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.

Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.

Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?

El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí?

Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.

CRISTO REDENTOR


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Cristo es redentor porque es Hijo de Dios
Sábado cuarta semana de Cuaresma. Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.


La liturgia de estos días nos va hablando de cómo Jesús se va encontrando cada vez más ante un juicio. Un juicio que Él hace sobre el mundo y, al mismo tiempo, un juicio que el mundo hace sobre Él. El juicio que el mundo hace sobre Él se define en la fe, y por eso dirá: “Si no creen que Yo soy”. Ese juicio, que se define en la fe, es el juicio del hombre que tiene que acabar por aceptar la presencia de Dios tal y como Él la quiere poner en su vida, porque mientras el hombre no acepte esto, Jesucristo no podrá verdaderamente salvarlo.

Cristo es acusado, y por eso dirá: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre conocerán lo que Yo soy”. Pero, al mismo tiempo es juez, y es Él mismo el que realiza el veredicto definitivo sobre nuestro pecado.

El juicio que nosotros hacemos sobre Cristo se resume en la cruz. Dios envía a su Hijo, y el mundo lo crucifica; Dios realiza la obra de la redención a través del juicio que el mundo hace de su Hijo, es decir de la cruz.

Esto es para nosotros un motivo de seria reflexión. El darnos cuenta de que nuestro juicio sobre Cristo es un juicio condenatorio, porque lo llevan a la cruz.

Nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras miserias, reconocidas o no, son las que juzgan a Cristo. Y lo juzgan haciéndolo que tenga que ser levantado y muerto por nosotros. Ésa es nuestra palabra sobre Cristo; pero, al mismo tiempo, tenemos que ver cuál es la palabra de Cristo sobre nosotros. Jesús dirá: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que Yo soy”. Ese “Yo soy”, no es simplemente un pronombre y un verbo, “Yo soy” es el nombre de Dios. Cuando Cristo está diciendo “Yo soy”, está diciendo Yo soy Dios.

La cruz es la que nos revela, en ese misterio tan profundo, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, porque la cruz es el camino que Dios elige, que Dios busca, que Dios escoge para hacer que nuestro juicio sobre Él de ser condena, se transforme en redención. Ésa es la moneda con la que Dios regresa el comportamiento del hombre con su Hijo.

Hay situaciones en las que, por nuestros pecados y por nuestras debilidades, vivimos en la obscuridad y en la amargura. Parecería que la expulsión de la comunión con Dios, que produce todo pecado, sería la auténtica respuesta de Dios al hombre, y, sin embargo, no es así. La auténtica respuesta de Dios al hombre es la redención. Mientras que el hombre responde a Dios juzgando, condenando y crucificando a su Hijo, Dios responde al hombre con un juicio diferente: la redención, el perdón. Pero para eso nosotros necesitamos ponernos en manos de Dios nuestro Señor.

Cristo constantemente nos está diciendo que Él es redentor porque es Hijo de Dios. Es decir, Él es el redentor porque es igual al Padre. “Yo soy”, no me ha dejado solo, yo hago siempre lo que a Él le agrada. Ése es Cristo. Por eso es nuestro redentor. Cristo no es solamente alguien que se solidariza con nosotros, con nuestros pecados, con nuestras debilidades; Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.

Tenemos urgencia de descubrir esto para hacer de Cristo el primero. Único y fundamental punto de referencia; criterio, centro y modelo de toda nuestra vida cristiana, apostólica, espiritual y familiar, para que verdaderamente Él pueda redimir nuestra vida personal, para que Él pueda redimir la vida conyugal de los esposos cristianos, para que Él pueda redimir la vida familiar, para que Él pueda redimir la vida social de los seglares cristianos, porque si Cristo no se convierte en punto de referencia, no podrá redimirnos.

Se acerca la Semana Santa, que son momentos en los que podríamos quedarnos simplemente en una contemplación sentimental de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, cuando lo que está sucediendo en la Semana Santa es que Cristo se convierte en el juez y Señor de la historia, en el único que puede vencer a lo que destruye a la historia, que es la muerte. Cristo, vencedor de la muerte, se convierte así en el Señor de toda la historia y de toda la humanidad; en juez de toda la historia de la humanidad, y lo hace a través de la cruz, por lo que se transforma de condena en redención.

Seamos capaces de ir cristianizando cada vez más nuestros criterios, de ir cristianizando cada vez más nuestros comportamientos y de ir haciendo de nuestro Señor el punto de referencia de nuestra existencia. Que nuestra fe, nuestra adhesión, nuestro ponernos totalmente del lado de Cristo se conviertan en la garantía de que nosotros no muramos en nuestros pecados, sino que hagamos de la condena que sobre ellos tendría que cernirse, redención; y del castigo que sobre ellos tendría que caer en justicia, hagamos misericordia en nuestros corazones.